Friday March 29,2024
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INDICE REFLEXIONES

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UN PAJARO MARRÓN PARA DARTE FELICIDAD

Ella tenía seis años cuando la vi por primera vez en aquella playa cercana por donde vivía. Suelo manejar hasta esa playa, unas tres o cuatro millas, cada que vez que siento que el mundo me agobia.

Ella estaba construyendo un castillo de arena o algo así. De repente miró hacia arriba, con sus ojos azules, tan azules como el mar. - Hola - me dijo.
Le respondí con un gesto, sin muchas ganas de preocuparme por una niña pequeña.
- Estoy construyendo – dijo ella.
- Ya veo. ¿Pero y qué es? – le dije, sin darle mucha importancia.
- No lo sé, pero me gusta sentir la arena.
- Eso suena fantástico - pensé, y me quité los zapatos, cuando de pronto un Andarríos pasó volando.

- ¡La felicidad! - dijo la niña. ¿Qué es... qué?
- ¡Es la felicidad! Mi mami dice que los pájaros marrones (Andarríos) vienen para traernos
felicidad.

El ave se fue, deslizándose suavemente por la playa.
- Hasta luego, felicidad, - murmuré interiormente, "hola
dolor", me dije, y me volteé y seguí caminando. Estaba deprimida, mi vida estaba completamente fuera de control... Pero ella no se rendiría...
- ¿Cómo se llama? - me dijo. Ruth -le respondí-. Me llamo Ruth Peterson.
- Yo soy Wendy, y tengo seis años. Hola Wendy - le dije.
Y con su risa de niña me dijo: -¡Qué graciosa es!
En lugar de seguir triste, también me sonreí y seguí caminando... Su risita musical me acompañó...

- Venga otra vez, señora –me dijo- y tendremos otro día feliz.
Los siguientes días, son otra historia: un grupo de revoltosos Niños Exploradores, reuniones de la Asociación de Padres de Familia, mi madre enferma...

El sol brillaba una mañana, en que decidí sacar mis manos del agua sucia de los platos...
- Necesito un pájaro marrón - me dije a mí misma, y cogí un abrigo. El bálsamo siempre
cambiante de las olas del mar me esperaba...

Caminé a trancazos, a pesar de la brisa fría, tratando de recapturar la serenidad que tanto necesitaba... Había olvidado a la niña, y me sobresalté cuando ella apareció.

- Hola, Ruth -me dijo-. ¿Quieres jugar?
- ¿Qué tienes en mente? – le pregunté, con un tono de enojo.
- No lo sé, lo que tú digas. ¿Qué tal unas "charadas"? -le pregunté sarcásticamente.

Su cantarína risa regresó otra vez, diciéndome: ¡No sé qué es eso!
- Entonces, sólo caminemos -le dije.

Mirándola, me di cuenta de la delicada palidez de su rostro.
- ¿En dónde vives? - le dije. Por allá - dijo, y señaló hacia una fila de cabanas de verano,
algo extraño para ser invierno.

- ¿A qué escuela vas? No voy a la escuela. Mimami dice que estamos de vacaciones - y siguió con su conversación de niña mientras nos paseábamos por la playa, pero mi cabeza estaba en otro sitio.

Cuando me iba a casa, Wendy dijo que había sido un lindo día. Sintiéndome sorprendentemente mejor, le sonreí coincidiendo con ella...

Tres semanas después, corrí a mi playa casi presa de un estado de pánico. Ni siquiera estaba de humor para saludar a Wendy. Creí ver a su madre en el portal de su cabana, y me sentí casi pidiéndole que mantuviera a su hija ahí.

- Mira, si no te importa -le dije rápidamente cuando Wendy se cruzó conmigo-, hoy preferiría estar sola.

Se le veía extrañamente pálida, y con mucha dificultad para respirar...
- ¿Por qué? - preguntó. Me volteé y le grité: ¡Porque mi madre ha muerto! - y pensé "Dios mío, ¿qué hago diciéndole esto a una niña?".
- Oh, -dijo ella en voz baja- entonces hoy no es un buen día. ¡Así es, ni ayer ni antier, ni...
oooh, vete de aquí! ¿Dolió?
- ¿Qué dolió? -dije exasperada con ella y conmigo-¿cuándo ella murió?, ¡por supuesto que dolió!, - le contesté toscamente, sin entender bien, y me encerré en mí misma... Me fui
rápidamente...

Un mes después o algo así, cuando fui otra vez a la playa, ella no estaba ahí...
Me sentí culpable, avergonzada, y me dije a mí misma que la extrañaba, así que después de mi caminata, fui a su cabana y toqué a la puerta. Me abrió la puerta una joven mujer, de cabellos color miel y rostro desencajado.

Hola, -le dije- Me llamo Ruth Peterson. Hoy no vi a su niña y me preguntaba dónde estaría. Ah, sí, señora, pase por favor. Wendy hablaba mucho de usted. Siento mucho haberla dejado que la molestara tanto. Acepte mis disculpas, si es que ella la molestó mucho.

- No, no, por favor, ella es una niña encantadora - le dije, dándome cuenta de que en
realidad era eso lo que quería decir.

- ¿Dónde está? Wendy... murió la semana pasada, señora. Tenía leucemia.
Tal vez no se lo dijo. Muda del asombro, busqué a tientas una silla, a la vez que trataba de recuperar la respiración...

- Ella amaba esta playa, así que cuando pidió que viniéramos, no pudimos decirle que no.
Parecía estar mucho mejor aquí, y tenía mucho de lo que ella llamaba... sus días felices. Pero las últimas semanas... se fue rápidamente... - dijo su madre, quebrándosele la voz.
- Dejó algo para usted... si tan sólo pudiera encontrarlo. ¿Podría esperar un momento mientras lo busco?

Hice un gesto estúpido de aceptación, mientras mi mente buscaba algo, cualquier cosa, algo que pudiera decirle a esta amable jovencita...

Me extendió un sobre garabateado con las letras: "Sra. P" en negrita y con caligrafía infantil. Dentro de él, había un dibujo en crayolas: una playa amarilla, un mar azul y un pájaro marrón. Debajo de todo eso, se leía cuidadosamente escrito: "UN PÁJARO MARRÓN PARA DARLE FELICIDAD".

La cara se me llenó de lágrimas, y un corazón que prácticamente había olvidado amar, comenzó a abrirse... Tomé a la mamá de Wendy en mis brazos...
- Cuánto lo siento, cuánto lo siento... cuánto lo siento - dije una y otra vez, y lloramos a mares las dos juntas...

El precioso dibujito ahora está enmarcado, y cuelga en mi estudio.
Seis palabras... una por cada año de su vida... seis palabras que me hablan de armonía, coraje y amor incondicional.

Un regalo de una niña de ojos color mar azul y cabellos color arena, una niña que me enseñó y me dio un regalo de amor.

La historia anterior es una historia de la vida real, enviada por Ruth Peterson. Que sirva
para recordarnos a todos nosotros que necesitamos darnos tiempo para disfrutar de la vida y de nosotros.

"El precio de odiar a otros seres humanos, es amarnos menos a nosotros mismos".