Friday April 19,2024
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EL DIARIO DE UN PERRO

Ira. Semana. Hoy cumplí una semana de nacido. ¡Qué alegría haber llegado a este mundo!
ler mes. Mi mamá me cuida muy bien. Es una mamá ejemplar.

2° mes. Hoy me separaron de mi mamá. Ella estaba muy inquieta, y con sus ojos me dijo adiós, esperando que mi nueva "familia humana" me cuidará tan bien como ella lo había hecho.

4° mes. He crecido rápido; todo me llama la atención. Hay varios niños en la casa que para mí, son como "hermanitos". Somos muy inquietos, ellos me jalan la cola y yo les muerdo jugando.

5° mes. Hoy me regalaron. Mi ama se molestó porque me hice "pipi" adentro de la casa; pero nunca me habían dicho dónde debo hacerlo. Además dormía en la recámara. !Ya no me aguantaba!

8° mes. Soy un perro feliz. Tengo el calor de un hogar, me siento tan seguro, tan protegido. Creo que mi familia humana me quiere y me consiente mucho. Cuando están comiendo me convidan. El patio es para mí sólito y me doy vuelo escarbando, como mis antepasados los lobos, cuando esconden la comida. Nunca me educan. Ha de estar bien todo lo que hago.

12° mes. Hoy cumplí un año. Soy un perro adulto. Mis amos dicen que crecí más de lo que ellos pensaban. ¡Qué orgullosos deben sentirse de mí!

13° mes. ¡Qué mal me sentí hoy! Mi "hermanito" me quitó la pelota. Yo nunca agarro sus juguetes. Así que se la quité. Pero mis mandíbulas se han hecho muy fuertes, así que lo lastimé sin querer. Después del susto, me encadenaron casi sin poderme mover al rayo del sol. Dicen que van a tenerme en observación, y que soy un perro malo. No entiendo nada de lo que pasa.

15° mes. Ya nada es igual... vivo en la azotea. Me siento muy solo... mi familia ya no me quiere. A veces se les olvida que tengo hambre y sed. Cuando llueve, no tengo techo que me cobije.

16° mes. Hoy me bajaron de la azotea. De seguro mi familia me perdonó. Yo me puse tan contento, que daba saltos de gusto. Mi rabo parecía rehilete. Encima de eso, me van a llevar con ellos de paseo. Nos enfilamos hacia la carretera, y de repente se pararon.

Abrieron la puerta y yo me bajé feliz, creyendo que haríamos nuestro "día de campo". No comprendo por qué cerraron la puerta y se fueron. ¡Oigan, esperen! ladré, se olvidan de mí. Corrí detrás del coche con todas mis fuerzas. Mi angustia crecía al darme cuenta que casi me desvanecía; ellos no se detendrían, me habían olvidado.

17° mes. He tratado en vano de buscar el camino de regreso a casa. Me siento cansado y estoy perdido. En mi sendero hay gente de buen corazón, que me ve con tristeza y me da algo de comer. Yo les agradezco con mi mirada y desde el fondo con mi alma. Yo quisiera que me adoptaran, y sería leal como ninguno. Pero sólo dicen: "pobre perrito", se ha de haber perdido.

18° mes. El otro día pasé por una escuela y vi a muchos niños y jóvenes como mis "hermanitos". Me acerqué y un grupo de ellos, riéndose, me lanzó una lluvia de piedras "a ver quién tenía mejor tino". Una de esas piedras me lastimó el ojo, y desde entonces ya no veo con él.

19° mes. Parece mentira, cuando estaba más bonito se compadecían más de mí. Ya estoy muy flaco; mi aspecto ha cambiado. Perdí mi ojo, y la gente más bien me saca a escobazos cuando pretendo echarme en una pequeña sombra.

20° mes. Casi no puedo moverme. Hoy, al tratar de cruzar la calle por donde pasan los coches, uno me arrolló. Según yo estaba en un lugar seguro llamado "alcantarilla", pero nunca olvidaré la mirada de satisfacción del conductor, que hasta se ladeó con tal de centrarme. Ojalá me hubiera matado, pero sólo me dislocó la cadera. El dolor es terrible, mis patas traseras no me responden, y con dificultades me arrastré hacia un poco de hierba a la ladera del camino. Tengo 10 días bajo el sol, la lluvia, el frío, sin comer. Ya no me puedo mover. El dolor es insoportable. Me siento muy mal; quedé en un lugar húmedo y parece que hasta mi pelo se está cayendo. Alguna gente pasa y ni me ve; otras dicen: "no te acerques". Ya estoy casi inconsciente, pero alguna fuerza extraña me hizo abrir los ojos. La dulzura de su voz me hizo reaccionar. - Pobre perrito, mira como te han dejado - decía... Junto a ella venía un señor de bata blanca, que empezó a tocarme y dijo:

- Lo siento, señora, pero este perro ya no tiene remedio, es mejor que deje de sufrir.
A la gentil dama se le salieron las lágrimas y asintió. Como pude, moví el rabo y la miré,
agradeciéndole me ayudara a descansar. Sólo sentí el piquete de la inyección, y me dormí
para siempre pensando en por qué tuve que nacer, si nadie me quería.
La solución no es echar un perro a la calle, SINO EDUCARLO.

No convierta en problema una grata compañía.
Ayuda a dar conciencia, y así poder acabar con el problema de los perros callejeros.

El perro es el mejor amigo del hombre.