Thursday March 28,2024
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INDICE REFLEXIONES

«PARTE 6 de 6

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¿QUÉ PROYECTAN TUS OJOS?

Fue hace muchos años, en una helada mañana de invierno. La barba del anciano que aguardaba para cruzar el río, lucía aperlada por la escarcha.

La espera se le hacía interminable y el viento glaciar del norte le había entumecido el cuerpo.

Oyó un lejano y firme ritmo de cascos que se acercaban a galope por el sendero helado. Eran varios jinetes que rodeaban la curva.

El anciano, esperanzado, dejó pasar al primero, sin tratar de llamar la atención. Luego pasó otro y otro más. Al fin, el último jinete se acercó al lugar donde el anciano estaba sentado, semejante a una estatua de nieve.

Cuando estuvo cerca, el viejo lo miró a los ojos y dijo:

- Señor, ¿tendría inconveniente en llevar a un anciano hasta la otra orilla? Por lo que parece, no hay manera de cruzar a pie.

- Cómo no -replicó el jinete, sofrenando al caballo-. Suba.

Al ver que el anciano no podía levantar del suelo su cuerpo medio helado, el jinete desmontó para ayudarlo a subir 

Después lo llevó, no sólo a la otra orilla, sino hasta su destino, algunos kilómetros más allá.

Cuando se acercaban a una cabana, pequeña y acogedora, la curiosidad hizo que el jinete preguntara:

- Señor, he notado que dejó pasar a los otros jinetes sin hacer nada por pedir ayuda. En cambio, cuando llegué yo, no vaciló en pedirme que lo llevara.

Me gustaría saber ¿por qué, en una noche tan cruda, esperó hasta el último jinete para pedir asistencia?

¿Y si yo me hubiera negado, dejándolo allí?

El anciano desmontó trabajosamente, y luego miró al jinete a los ojos y le dijo:

- Hace mucho tiempo que ando por estos lugares. Supongo que conozco bastante a la gente. Me bastó mirar a los otros a los ojos, para ver que mi situación no les interesaba.

Pedirles que me llevaran habría sido inútil. Pero en usted vi amabilidad y compasión. De inmediato supe que en su espíritu gentil apreciaría la oportunidad de asistirme en ese momento de necesidad.

Ese reconfortante comentario emocionó profundamente al jinete.

- Le agradezco mucho esas palabras - manifestó.

Quiera Dios que nunca, por muy ocupado que esté en mis propios asuntos, deje de atender a la necesidad ajena con amabilidad, solidaridad y compasión.

Y los demás, ¿Qué ven en ti?