Thursday March 28,2024
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EL MAYOR DE LOS REGALOS

En Persia se cuenta la historia del gran Manú, Shah Babas, un rey sabio y querido que se preocupaba mucho por su pueblo y sólo quería lo que era mejor para ellos.

En sus dominios no se ponía el sol, pero él siempre reinó con todo esplendor; tenía fama de justo y le encantaba mezclarse con el pueblo, pasando desapercibido para compartir y dar solución a sus problemas, tratando de ver la vida desde la perspectiva de su gente.

El pueblo sabía que el rey se interesaba personalmente en todos sus asuntos, e intentaba comprender hasta qué punto sus decisiones afectarían sus vidas.

En cierta ocasión, se vistió de pobre y fue a visitar los baños públicos. Había allí mucha gente gozando del descanso y el compañerismo natural en esos lugares.

El agua para los baños se calentaba en un horno en el sótano; en ese lugar había un hombre responsable de mantener el agua a la temperatura adecuada. El rey se dirigió al sótano para visitar a ese hombre que se ocupaba de mantener el fuego sin descanso.

Al pasar por la cocina observó en un rincón una angosta puerta para él hasta entonces desconocida.

Descendió el largo, lóbrego y húmedo trecho de escaleras que conducía a un sótano, de reducidas dimensiones y calor asfixiante, en el que un carbonero, sentado en un montón de cenizas, atendía la caldera del palacio.

El Manú se sentó a su lado y  comenzó a hablar. Llegó la hora de comer y el fogonero sacó un sucio pan moreno y áspero, y una jarra de agua.

Se sentaron a comer y beber. El Sha se fue, pero continuó visitándolo con frecuencia, movido por la
compasión que sentía por aquel hombre solitario. Día tras día, semana tras semana, el rey siguió bajando a visitar a su amigo.

El hombre llegó a sentirse  muy unido a ese extraño visitante, que bajaba al sótano  para verlo. Nadie antes había demostrado tanto afecto y preocupación por él.

Amablemente le dio consejo, y el pobre le abrió todo su corazón y amó a aquel amigo tan bondadoso y sabio, pero tan pobre como él.

Finalmente, el Manú pensó: "Este hombre que vive permanentemente recluido en el sótano, cumpliendo de forma abnegada con su trabajo, con total aceptación  de su destino y sin que una sola queja salqa de sus labios, merece una gran  recompensa. Le diré quién soy , a ver qué presente me pide".

Le dijo, pues:
- Crees que soy pobre, pero soy tu Manú, el Shah Babas, pídeme lo que quieras.

El gobernante esperaba que le pidiera algo grande, pero el hombre se quedó sentado, inmóvil, petrificado, mirándolo con amor y asombro. Entonces el Manú le dijo, posando una mano sobre su hombro:

- ¿No entiendes? Te puedo hacer rico y noble, puedo poner una ciudad en tus manos, te puedo hacer un gran gobernador, ¿No tienes nada qué pedir?

El hombre respondió amablemente:

- Sí, mi señor, he entendido. Mas no entiendo cómo tú, que gobiernas un gran reino y millones de personas te honran,   eres el encargado de crear un nuevo mundo para afrontar mejores tiempos, puedes haber salido de tu palacio y tu gloria para sentarte conmigo en este lóbrego cuchitril, comer mi tosca comida y preocuparte por si estoy feliz o apenado.

Ni tú mismo me puedes dar nada más valioso. A otros les puedes otorgar ricos presentes, pero a mí me has dado a ti mismo; lo único que te puedo pedir es que nunca me quites este regalo de tu amistad y de tu amor.

La emoción que embargaba su espíritu enmudeció sus palabras, y desde el fondo del corazón brotó un "gracias", e inclinándose en señal de respeto, depositó a sus pies dos brillantes lágrimas.