Thursday April 25,2024
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EL OPERADOR DEL PUENTE

Una historia sobre la intensidad y la fuerza del amor de Dios como Padre de todos...

Había una vez un puente que atravesaba un gran río. Durante la mayor parte del día, el puente permanecía con ambos carriles en posición vertical, de manera que los barcos pudieran navegar libremente por el río.

Pero a determinada hora, los carriles bajaban colocándose en forma horizontal, a fin de que algunos trenes pudieran cruzar el río.

Un hombre era el encargado de operar los controles del puente, y lo hacía desde una pequeña choza que estaba ubicada al lado del río.

Una noche, el operador estaba esperando el último barco para activar los controles y poner al puente en posición horizontal; vio a lo lejos las luces del tren, y esperó hasta que estuviera a una distancia prudente para bajar los carriles del puente.

Cuando advirtió la cercanía del tren, se dirigió a la cabina de control, donde horrorizado descubrió que los controles no funcionaban correctamente, y que el seguro que sujetaba la unión entre los carriles ya colocados en forma horizontal se dañó.

Existía el peligro de que con el peso del tren, el puente no podría mantenerse firme, pues los carriles tambalearían, ocasionando que el tren se estrellara directamente en el río.

El tren de la noche trae muchos pasajeros a bordo, por lo que muchas personas perecerían inmediatamente en el accidente. Habría que hacer algo.

El operador abandonó rápidamente la cabina de control, cruzó el puente para dirigirse al otro lado del río, donde había un interruptor para accionar una palanca manualmente, la cual sostendría los dos carriles del puente.

El operador tendría que bajar la palanca y tenerla en dicha posición con mucha fuerza hasta que el tren cruzará el puente. Muchas vidas dependían de la fuerza de este hombre.

Fue entonces cuando escuchó un sonido que provenía muy cerca de la cabina de controles y que hizo que se le helara la sangre.

- Papi, ¿dónde estás? -  escuchó repetidas veces. Su hijo, de tan sólo cuatro años de edad estaba cruzando el puente para  buscarlo. Su primer impulso fue gritar "corre, corre" pero se dio cuenta que las diminutas piernas de su pequeño jamás podrían cruzar el puente antes de que el   tren llegara.

El operador casi suelta la  palanca para correr tras su hijo y ponerlo a salvo, pero comprendió que no tendría suficiente tiempo para regresar y sostener la palanca. Tenía que tomar una decisión: o la vida de su hijo, o la vida de todas aquellas personas que estaban en el tren.

La velocidad con que venía el tren evitó que los miles de pasajeros que venían a bordo se dieran cuenta del diminuto cuerpo de un niño que había sido golpeado y arrojado al río por el tren.

Tampoco fueron conscientes de los sollozos y dolor de un hombre, aferrándose todavía a la palanca a pesar de que el tren ya había cruzado y no era necesario que él estuviera ahí.

Ni mucho menos vieron a ese hombre deambulando por el  puente en dirección a su casa, a   decirle a su esposa como es que su único hijo había muerto brutalmente.

Ahora tú puedes comprender lo que le pasó al corazón de este hombre.

Puedes comprender los sentimientos y el dolor de nuestro Padre del Cielo cuando sacrificó a su Hijo para construir ese puente que nos permitiera a todos sus hijos en la tierra llegar a la vida eterna.

¿Cómo se sentirá Dios en el cielo cuando ve cómo nosotros corremos por la vida sin tener en cuenta el gran sacrificio de amor que El hizo al enviarnos a su único Hijo para que muriera y así obtener nuestra salvación?