Thursday April 25,2024
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HACER LA DIFERENCIA

Su nombre era Blanca. Mientras estuvo al frente de su clase de 5° grado, el primer día de clase lo iniciaba diciendo a los niños una mentira.

Como la mayor parte de los profesores, ella miraba a sus alumnos y les decía que a todos los quería por igual. Pero eso no era posible, porque ahí, en la primera fila, desparramado sobre su asiento, estaba un niño llamado Diego.

La maestra Blanca había observado a Diego desde el año anterior, y había notado que él no jugaba con otros niños, su ropa estaba muy descuidada y a menudo necesitaba darse un buen baño.

Diego comenzaba a ser un tanto desagradable. Llegó el momento en que la maestra Blanca disfrutaba al marcar los trabajos de Diego con un plumón rojo haciendo una gran X y colocando un cero muy llamativo en la parte superior de sus tareas.

En la escuela donde Blanca enseñaba, le era requerido revisar el historial de cada niño; ella dejó el expediente de Diego para el final.

Cuando por fin revisó su expediente, se llevó una gran sorpresa. La profesora de primer grado escribió:

"Diego es un niño muy brillante, con una sonrisa sin igual. Hace su trabajo de una manera limpia y tiene muy buenos modales... es un placer tenerlo cerca".

Su profesora de segundo grado escribió: "Diego es un excelente estudiante, se lleva muy bien con sus compañeros, pero se nota preocupado, porque su madre tiene una enfermedad incurable y el ambiente en su casa debe ser muy difícil".

La profesora de tercer grado escribió: "Su madre ha muerto; ha sido muy duro para él. Él trata de hacer su mejor esfuerzo, pero su padre no le muestra mucho interés y el ambiente en su casa le afectará pronto si no se toman ciertas medidas".

Su profesora de cuarto grado escribió: "Diego se encuentra atrasado con respecto a sus compañeros y no muestra mucho interés en la escuela. No tiene muchos amigos y en ocasiones se duerme en clase".

Ahora la maestra Blanca se había dado cuenta del problema, y estaba apenada con ella misma. Ella comenzó a sentirse peor cuando sus alumnos les llevaron sus regalos de Navidad, envueltos con preciosos moños y papel brillante, excepto Diego. Su regalo estaba mal envuelto, con un papel amarillento que había  lomado de una bolsa de papel.

A la maestra Blanca le dio miedo abrir ese regalo en medio los otros presentes. Algunos niños comenzaron a reír cuando ella  encontró un viejo brazalete y un frasco de perfume con sólo un cuarto de su contenido.

Ella detuvo las burlas de los niños, al exclamar lo precioso Que era el brazalete, mientras se lo probaba y se colocaba un poco del perfume en su muñeca.
Diego se quedó ese día al final de la clase para decir:

- Maestra Blanquita, el día de hoy usted huele como olía mi mamá.

Después de que el niño se fue, ella lloró por lo menos una hora.

Desde ese día, ella dejó de enseñarles a los niños aritmética, a leer y a escribir.

En lugar de eso, comenzó a educar a los niños. La maestra Blanca puso atención especial en Diego. 
Conforme comenzó a trabajar con él, su alma comenzó a revivir. Mientras más lo apoyaba, él respondía más rápido.

Para el final del ciclo escolar, Diego se había convertido en uno de los niños más aplicados de la clase, y a pesar de su mentira de que quería a todos sus alumnos por igual, Diego se convirtió en uno de sus consentidos.

Un año después, ella encontró   una nota debajo de su puerta, era de Diego, diciéndole que ella había sido la mejor maestra que había tenido en toda su vida.

Seis años después, por las mismas fechas, recibió otra nota de Diego; ahora le escribía diciéndole que había terminado la preparatoria siendo el tercero de su clase y ella seguía siendo la mejor maestra que había tenido en toda su vida.

Cuatro años después, recibió otra carta donde le decía que, a pesar de que en ocasiones las cosas fueron muy duras, se mantuvo en la escuela y pronto se graduaría con los más altos honores. Él le reiteró a la maestra Blanca que seguía siendo la mejor maestra que había tenido en toda su vida, y que era su favorita.

Cuatro años después recibió otra carta. En esta ocasión le explicaba que después de que concluyó su carrera, decidió viajar un poco. La carta le explicaba que ella seguía siendo la mejor maestra que había tenido y su preferida; pero ahora su nombre se había alargado un poco; la carta estaba firmada por el Doctor Diego Hernández Figueroa.

La historia no termina aquí, existe una carta más que leer, Diego ahora decía que había conocido a una chica con la cual iba a casarse.

Explicaba que su padre había muerto hacía un par de años y le preguntaba a la maestra Blanca si le gustaría ocupar en su boda el lugar que usualmente es reservado para la madre del novio; por supuesto, Blanca aceptó, y adivinen...

Ella llegó usando el viejo brazalete, y se aseguró de usar el perfume que Diego recordaba que usó su madre la última Navidad que pasaron juntos. Se dieron un gran abrazo, y el Dr. Hernández le susurró al oído:
- Gracias Blanca por creer en mí.

Muchas gracias por hacerme sentir importante y mostrarme que yo podía hacer la diferencia.

Blanca, con lágrimas en los ojos, tomó aire y dijo:
- Diego, te equivocas, tú fuiste el que me enseñó a mí que yo puedo hacer la diferencia. No sabía cómo educar hasta que te conocí.

Recuerda que a donde quiera que vayas y hagas lo que hagas, tendrás la oportunidad de tocar y/o cambiar con tus actitudes los sentimientos de alguien. Trata de hacerlo de una forma positiva.

“Los amigos son Angeles que nos levantan, cuando nuestras alas tienen problemas para recordar como volar"