8» Empezó una lluvia de milagros
Al momento en que iban entrando las reliquias de la Santa en la Iglesia de Nuestra Señora de la Gracia, una señora de la nobleza quien padecía de úlceras cancerosas y que estaba programada a la amputación de una pierna, se alivió completamente ese mismo día, esta curación está inscrita en el registro de milagros de esta iglesia.
Posiblemente la más milagrosa intercesión de la Santa fue que precisamente cuando se echaron a vuelo las campanas de la iglesia para indicar la entrada de las reliquias, el paralítico del pueblo de nombre Angelo Bianchi, fue curado inmediatamente entrando por su propio pie a la iglesia gritando que había sido curado al oír repicar las campanas, atrayendo hacia él las miradas sorprendidas de los feligreses reunidos para la celebración.
La santas reliquias fueron expuestas a la veneración del público en el altar mayor de la Iglesia de Nuestra Señora de las Gracias.
Y empezó una serie ininterrumpida de milagros asombrosos, que dieron a entender a aquellos felices habitantes que, con los preciosos restos de Santa Filomena habían adquirido una prodigiosa protectora, que sembraba por todas partes consuelo, sanaciones y alegría.
Desde entonces, su devoción se extendió por toda la cristianidad.
Los milagros realizados en Mugnano, podrían llenar páginas y páginas; la misma imagen, realizada a prisa, en Nápoles, en la casa del Señor Terres, se había transformado completamente, sin que interviniera mano alguna.
Los peregrinos la miraban y no podían explicarse el atractivo de esta figura.
Muchos fueron testigos de que Filomena abría y cerraba sus ojos cuando ellos se arrodillaban delante del altar, a orar ante ella.
Mariana Masucci, se negó a creer tal cosa, diciendo: “Si ella muestra esas maravillas a otros, por qué no a mí”.
En ese momento Filomena abrió sus ojos, miró severamente a Mariana y los cerró nuevamente.
La gran mística y vidente, la Beata Ana María Taigi, la ama de casa a quien incluso los Cardenales debían esperar a ser atendidos hasta que terminara de dar de comer a su esposo y familia, venían a verla por sus dones de profesía, era una gran devota de Santa Filomena y diariamente le rezaba.
Un poco antes de su muerte cuando su nieta Pipina se desprendió la pupila concluyendo los doctores que era incurable, la Beata Ana María mojó su dedo en el aceite de las lámparas que alumbran las reliquias de Santa Filomena y se lo aplicó al ojo herido de su nieta, quedando instantáneamente curada.
Igualmente una madre utilizó el aceite de las lámparas para aplicárselo a los ojos de una niña ciega, quedando curada al día siguiente.
Esto convirtió a Santa Filomena en una intercesora muy popular, por lo que llevó al Obispo Di Cesare a enviar por toda Italia como reliquia, el polvo de los huesos de Santa Filomena, sin embargo, por más que lo enviaba, éste no se agotaba, sorprendiendo sobremanera al Obispo, y reportó este hecho al Vaticano, a la Congregación de los Ritos, mismo que realizaron una prueba enviando al mismo tiempo el polvo de los huesos de otro santo.
Después de un tiempo, el polvo del otro santo se terminó, pero el de Santa Filomena, lejos de disminuir, al contrario, aumentó.
Este milagro ocurrió precisamente ante la mirada de obispos y cardenales en el mismísimo Vaticano reconocido y pregonado por la Congregación de los Ritos.