Thursday April 25,2024
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La Apologética Hoy
  



I- La Apologética

Necesidad de una apologética

La apologética, una tarea ingrata

¿Apologética después del Vaticano II?

La apologética no está
de moda


II- El Papa Francisco

Catequesis sobre la comunión de los santos

Fe es preparación para la belleza del Cielo

En el Juicio Final seremos juzgados por Dios en la caridad

Es una dicotomía absurda querer vivir con Jesús sin la Iglesia

"Nuestra fe tiene como centro a Jesucristo"

Cruzar el umbral de la Fe


III- Verdades de la Fe Católica

Tema 1»
La religión en el hombre

Tema 2»
Vida de Jesús

Tema 3»
Las dos naturalezas de Jesús

Tema 4»
La virginidad de María a la luz
de la verdad bíblica

Tema 5»
El santo sudario:
retrato de la pasión de Cristo

Tema 6»
La Eucaristía:
presencia real de Cristo

Tema 7»
Las raíces bíblicas del Cristianismo y Fundamento bíblico e histórico
de la Iglesia Católica

Tema 8»
El credo Bíblico

Tema 9»
El Apóstol Pedro

Tema 10»
Pedro y Pablo en Roma

Tema 11»
Ídolos e imágenes Sagradas

Tema 12»
La Virgen María en la Biblia

Tema 13»
Las apariciones de la
Virgen María

Tema 14»
Los ángeles: Mensajeros de Dios

Tema 15»
El diablo y los demonios

Tema 16»
Los Santos y las reliquias
en las sagradas escrituras

Tema 17»
Las reliquias de Cristo


IV- El demonio de la acedía

La civilización depresiva

¿Qué es la acedia?

La acedia en las escrituras

El pecado original

El demonio del mediodía

La acedia Eclesial

La acedia contra
el matrimonio y la familia

La acedia en la sociedad

¿Por qué le llamamos “demonio” a la acedia?

10» La acedia y el martirio

11» Causas y remedios al mal
de la Acedia

12» Lucha y victoria sobre
la acedia

13» La civilización del amor


V- Diversos Temas

¿Qué es el Adviento?

La Navidad, su verdadero significado

¿Es malo el proselitismo?

Las grandes herejías

El paraíso prometido es la paz de conciencia

¿Cómo y cuándo empieza a vivirse el Triduo Pascual?

Quien reza se salva

¿PARA QUÉ ORO?
¡Dios nunca me hace caso
cuando rezo!

¿De verdad creemos
sin vacilar que Dios nos dará lo que pedimos?

10» Si Dios siempre escucha, ¿por qué tarda tanto en responder?

11» Yo pedí sólo cosas buenas,
y definitivamente Dios no me
las concedió

12» Si Dios ya sabe lo que necesitamos, ¿por qué
se lo tenemos que decir?

13» Orar no es lo mismo que repetir frases mecánicamente

14» Calculando la Navidad: la auténtica historia del 25 de diciembre

15» ¿Reevangelización?
Ni complejas doctrinas ni reformas sólo el escandaloso anuncio de Cristo

16» Cambiar o Morir.
La Iglesia ante el futuro

17» Del Triunfalismo al Complejo de Culpa y Derrotismo

18» El pensamiento de Joseph Card. Ratzinger acerca de las sectas

19» David contra Goliath

20» Homilía en la misa de clausura del Congreso Nacional de Doctrina Social de la Iglesia




III- Verdades de la Fe Católica:
Tema 10 - PEDRO Y PABLO EN ROMA

Autor: Guido A. Rojas Zambrano | Fuente: ApologetiCacatolica.org 

Esta obra intenta explicar de una manera clara, ágil y sencilla diferentes temas relacionados con la fe, cada uno de ellos ha sido fundamentado al máximo en las dos fuentes de la Revelación Divina: la Santa Biblia y la Sagrada Tradiciòn..

I. MISIÓN APOSTÓLICA

Decía el historiador protestante Robert Maclauner que "los inicios del cristianismo apuntan hacia Roma". Del mismo modo, agregaba San Ambrosio en el siglo IV, que "allí donde está Pedro está la Iglesia Católica". Según la tradición antigua el apóstol Pedro fue siete años obispo de Antioquía, luego al ser liberado de la cárcel en Jerusalén en el año 42, se dirigió a la capital del imperio romano, y se puso al frente de aquella comunidad cristiana que había sido escogida por Dios (1Pedro 5,13).

Eusebio y San Jerónimo sugieren que fueron veinticinco años; sin embargo, no fueron continuos, pues Pedro estuvo de nuevo en la Ciudad Santa en el año 49 o 50. Quiere decir que Roma era su sede principal, pero los apóstoles eran considerados como pertenecientes a toda la Iglesia Católica. Cuenta una leyenda piadosa que hacia el año 60 Pedro se encontraba de camino a la misma ciudad, y se le apareció Jesús que le dijo que iba para ser crucificado otra vez. El mismo Señor había anunciado que Pedro moriría por su fe, glorificando con su muerte a Dios (Juan 21,19).

II. PEDRO EN ROMA

Loraine Boettner, escritor protestante, dice en el más conocido de sus libros, Catolicismo Romano (p. 117): "Lo reseñable, sin embargo, sobre el supuesto obispado de Pedro en Roma es que el Nuevo Testamento no dice una sola palabra sobre ello. La palabra Roma aparece sólo nueve veces en la Biblia [en realidad aparece diez veces en el Antiguo Testamento y diez veces en el Nuevo], y Pedro jamás es mencionado en conexión con ella.

No hay ninguna alusión a Roma en cualquiera de sus dos epístolas. El viaje de Pablo a la ciudad es narrado con gran detalle (Hechos 27 y 28). Lo cierto es que no hay base en el Nuevo Testamento ni pruebas históricas de ningún tipo de que Pedro estuviese alguna vez en Roma. Todo se basa en la leyenda".

Bien, ¿qué hay que decir sobre ello? Cierto, la Biblia no dice explícitamente en ningún sitio que Pedro estuviera en Roma; pero por otra parte no dice que no estuviera. Del mismo modo que el Nuevo Testamento nunca dice: "Pedro fue entonces a Roma", tampoco dice: "Pedro no fue a Roma".

De hecho, se dice muy poco acerca de adónde fueron él o cualquiera de los otros apóstoles aparte de Pablo en los años posteriores a la Ascensión. En su mayor parte tenemos que apoyarnos en libros distintos del Nuevo Testamento para informarnos sobre lo que les pasó a los apóstoles, Pedro incluido, en los años siguientes (aunque Boettner está bastante equivocado al descalificarlos como "leyenda": los documentos históricos tempranos no pueden ser descalificados de buenas a primeras como simples portadores de "leyendas": son pruebas históricas genuinas, como reconoce cualquier historiador profesional).

Boettner está también equivocado cuando afirma: "no hay alusión alguna a Roma en ninguna de las epístolas [de Pedro]". Sí que las hay, en el saludo al final de la primera epístola: "Os saluda la Iglesia que está en Babilonia, elegida como vosotros, y mi hijo Marcos" (1 Pe 5,13). Babilonia es una palabra para designar secretamente a Roma. Se usa de esta forma seis veces en el último libro de la Biblia y en fuentes extra-bíblicas como los Oráculos Sibilinos (5,159f), el Apocalipsis de Baruc (2,1) y 4 Esdras (3,1). Eusebius Pamphilius, en La Crónica, compuesta hacia el 303 D.C., advirtió que "Se dice que la primera epístola de Pedro, en la cual hace mención a Marcos, fue compuesta en la misma Roma; y que él mismo indica esto, refiriéndose figurativamente a la ciudad como Babilonia".

El saludo desde Babilonia (designando simbólicamente a Roma) y la presencia de San Marcos quien está con San Pedro y de quien sabemos que estuvo en Roma (Colosenses 4,10). A pesar de esto, los hermanos protestantes suelen mantener la tesis de que la Babilonia a la que hace referencia Pedro es la Babilonia (sobre el Eufrates), la Nueva Babilonia (Seleucida) sobre el Tigres, o la Babilonia Egipcia (cerca de Menfis), en última instancia a Jerusalén.

Sin embargo esta tesis no puede sostenerse y solo demuestra un desconocimiento absoluto de la literatura cristiana antigua. Los cristianos primitivos asociaban a la nación Romana pagana como la nueva opresora de su pueblo (que en otros tiempos fue literalmente Babilonia pero que ya para ese entonces no era ninguna amenaza para nadie, y sí el Imperio Romano, potencia de la época, con emperadores como Nerón, Calígula y posteriormente Vespasiano entre otros).

"Pero no hay ninguna razón convincente para decir que ´Babilonia´ signifique ´Roma´", insiste Boettner. Ah, pero sí que la hay, y es la persecución. Pedro era conocido por las autoridades como un jefe de la Iglesia, y la Iglesia, según la ley romana, era considerada ateísmo organizado (el culto de cualesquier dioses distintos de los romanos se consideraba ateísmo). Pedro no se haría ningún favor, eso por no mencionar a aquellos que estuvieran con él, haciendo pública su presencia en la capital: a fin de cuentas, el servicio de correo de Roma era incluso peor que hoy, y las cartas eran leídas habitualmente por los funcionarios romanos. Pedro era un hombre buscado, como todos los jefes cristianos. ¿Por qué alentar una caza del hombre? También sabemos que los apóstoles se referían a veces a las ciudades con nombres simbólicos (cf. Ap. 11,8).

En cualquier caso, seamos generosos y admitamos que es fácil para un oponente del catolicismo pensar de buena fe que Pedro nunca estuvo en Roma, al menos si basa su conclusión solo en la Biblia. Pero restringir su investigación a la Biblia es cosa que no debiera hacer: las pruebas externas también han de tenerse en cuenta.

III. MARTIRIO DE PEDRO

Cuando el primer Vicario de Cristo llegó a Roma, los cristianos la identificaban como la otra "Babilonia la grande", la ciudad construida sobre siete colinas (Apocalipsis 17,9); era la capital de los nuevos opresores idólatras, metrópoli grande, lujosa y pecadora (14,8; 17,5; 18,1ss), con un gran poder político, militar y económico. No menos corrompido era su emperador Nerón César (54-68), nombrado por San Juan en el libro de las revelaciones como la Bestia, el 666, que es un número de hombre (13,18).

Ahora bien, en el año 64 el maniático monarca mandó a incendiar la ciudad, metiéndole la culpa a los cristianos, que eran considerados como una secta judía, hostiles a la sociedad pagana, y acusados de rendirle tributo a Jesucristo en vez que al emperador y a sus ídolos. El historiador romano Tácito narra como a los cristianos se les colocaba pieles de animales para ser devorados por los leones y los mastines en el circo, o untándoles grasa de cerdo para ser luego amarrados a los postes en los jardines imperiales o en la Vía Apia, como antorchas humanas en la noche, cumpliendo así la célebre frase de Tertuliano: "la sangre de los mártires es semilla para nuevos cristianos" (comparar con Apocalipsis 18,24).

En esta misma persecución fue hecho prisionero el apóstol Pedro en la cárcel mamertina, y luego crucificado boca abajo en un acto de humildad, cerca al circo romano, en la colina vaticana. Aquí fue enterrado por sus seguidores en un cementerio contiguo; se decía que una pared de color rojo marcaba el lugar.

IV. PRUEBAS HISTÓRICAS

Treinta años después del martirio del apóstol, el Papa San Anacleto construyó un oratorio donde los fieles se reunían. También se encuentra el testimonio del Papa San Clemente Romano, quien escribió una carta contemporánea del evangelio de San Juan (90 d.C.), en la que narra la muerte gloriosa del pescador de Galilea. En el siglo II, San Ignacio de Antioquía, San Papías, San Clemente de Alejandría, Tertuliano, el obispo Dionisio de Corintio y el llamado canon moratoriano; confirman el martirio de los príncipes de la iglesia "Pedro y Pablo" en Roma. De los relatos no cristianos resalta la crónica de Celso al emperador Adriano (117-38), quien asegura que el nombre de Pedro gozaba de popularidad en la capital del imperio.

A principios del siglo III San Ireneo, obispo de Lyon, escribe la lista de los obispos de la Ciudad Eterna, en la que dice que "después de los santos apóstoles (Pedro y Pablo) hubieran fundado la iglesia, pasó a ocupar el episcopado romano Lino (mencionado por San Pablo en 2Timoteo 4,21), y después le sucedió Anacleto y tras éste Clemente (Romano), quien conoció en persona a Pedro". En el año 251, San Cipriano llama a la iglesia romana como "la silla de Pedro y la iglesia principal". Igual opinión tiene en el siglo IV el historiador eclesiástico, Eusebio de Cesarea, basado en documentos del siglo II.

V. EL CAMPO DE LA ARQUEOLOGÍA

En cuanto a las pruebas arqueológicas del sepulcro de Pedro, se tienen noticias antes que se construyera la basílica que lleva su nombre, por el emperador Constantino en el siglo IV, exactamente encima de la tumba del santo apóstol, en donde los primeros cristianos celebraban la eucaristía y enterraban en las paredes y en el suelo de las galerías a los mártires, incluyendo varios Papas (siglos I-IV). A principios del siglo XIX, las catacumbas del Vaticano fueron identificadas en su totalidad, y a finales del mismo siglo se descubrió la cripta de los Papas con los epitafios del siglo III, de Ponciano, Fabiano, Cornelio y otros.

En el Vaticano se encuentran además los restos de muchos Papas de los tiempos modernos, como los cuerpos incorruptos de San Pío X y del Beato Juan XXIII, que están expuestos a la veneración pública. Asimismo, en las excavaciones efectuadas en 1915 en la gruta de la basílica de San Sebastián, se halló un muro cubierto con invocaciones a los apóstoles Pedro y Pablo, donde sus reliquias fueron llevadas por un tiempo, debido a las persecuciones del emperador Valeriano (253-60).

Desde el año 1941 se realizaron nuevas investigaciones en las catacumbas del Vaticano por orden del Papa Pío XII, el grupo estaba conformado por cuatro expertos del instituto pontificio de arqueología cristiana. Encontraron pinturas, mosaicos con símbolos de los inicios de la iglesia como el pez, la paloma, el ancla y el cordero; figuras de Cristo y escenas bíblicas, imágenes religiosas, monedas, tumbas de cristianos y paganos. En el año 1958 bajo el pontificado de Juan XXIII se dio la noticia que los arqueólogos habían dejado al descubierto un grueso muro de color rojo, al lado hallaron varias cajas de plomo llenas de restos de diferentes personas y animales domésticos.

En una de las cajas se verificó por pruebas de laboratorio los huesos de un hombre robusto entre los 60 y 70 años de edad, del siglo Primero de nuestra era; los mismos fueron identificados plenamente por Pablo VI en 1968, como las "reliquias de San Pedro", que ya habían sido mencionadas en el año 200, por el clérigo romano Cayo, como el "trofeo" del Vaticano.

Los huesos del apóstol fueron depositados en una capilla debajo del altar mayor de la basílica de San Pedro, y permanecen visibles en una urna con un cristal.

En otra basílica romana "San Pedro in Vincoli", se conservan según se cree las Cadenas con que ataron al santo apóstol en Jerusalén, y que fueron encontradas en una peregrinación por Eudoxia, esposa del emperador Teodosio II. Una parte de dichas Cadenas quedaron en Constantinopla, y algunos eslabones fueron enviados a Roma. Posteriormente, el Papa San León el Grande, unió milagrosamente estos eslabones con otros que se conservaban de la preciada cadena.

VI. MARTIRIO DE PABLO

De la permanencia del apóstol de lo gentiles en la Ciudad Eterna, aparece constatada al final del libro de los hechos de los apóstoles, en la epístola a los romanos, y en la segunda carta a Timoteo; cuando estaba preso en la misma cárcel mamertina, aquí en una de sus celdas se puede observar la columna en la que se dice que fueron atados los dos santos. San Pablo por ser ciudadano romano fue decapitado en la periferia de la ciudad. La tradición cristiana asegura que la cabeza del mártir dio tres vueltas sobre la tierra, y en cada punto brotó una fuente; es por eso que este lugar es conocido como "tre fontane".

La tumba de este otro príncipe de los apóstoles está en la basílica de San Pablo Extramuros, edificada también por Constantino el Grande. La iglesia se mantuvo en su forma original hasta 1823, fecha del incendio que la destruyó, siendo consagrada nuevamente en 1854. En las paredes de su interior se exhiben los Retratos de los 263 Papas sucesores de San Pedro. Igualmente, en la basílica de San Juan de Letrán, construida por el mismo emperador, es la catedral oficial del romano pontífice, y recibe el título de "iglesia madre de la cristiandad". Aquí reposa desde hace mil años las cabezas de los santos apóstoles, en dos relicarios de oro en una urna debajo del altar mayor.

Hay otra reliquia de San Pedro, la mesa donde se cree celebraba la misa en las catacumbas. Esta basílica a lo largo de su historia ha estado expuesta a terremotos, saqueos e incendios; y por eso ha sido restaurada en varias ocasiones. 

VII. LA FIESTA LITÚRGICA

La Iglesia Católica celebra el martirio de San Pedro y San Pablo el 29 de junio del año 67, esta es una de las conmemoraciones religiosas más antiguas y solemnes del calendario litúrgico. En el siglo IV se acostumbraba oficiar tres misas el mismo día; una en la basílica de San Pedro, la segunda en San Pablo Extramuros, y la tercera en las catacumbas de San Sebastián. 

 

   


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