Tuesday April 23,2024
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Mitos y Realidades
del Aborto
  



» Introducción general

Nadie a favor del aborto,
pero es la única salida

Permitir el aborto ante
un embarazo no deseado

La vida humana se inicia
con actividad cerebral

La mujer tiene derecho
de su cuerpo

Que el aborto lo decidan
los médicos

El aborto reduce el índice
de criminalidad

Que el aborto sea legal
por los que sí lo deseen

El aborto es un asunto de la propia conciencia

Abortar cuando se presenten malformaciones

10» Legalizar el aborto evita
la clandestinidad

11» El aborto es una medida
de control natal

12» Justificado el aborto
por problemas económicos

13» Se practica el aborto
"a petición"

14» Aborto, problema de salud pública

15» Teólogos piensan diferente
a la Iglesia

16» Que no imponga la Iglesia sus criterios

17» El Papa en infalible respecto al aborto

18» El bebe tiene alma hasta que tiene cerebro

19» La conciencia es el principio rector

20» Son morales algunos abortos

21» En Italia se despenalizó
el aborto

22» Católicas con el Derecho
a Decidir

23» Libertad de abortar en caso de violación

24» Documentos de la Iglesia que hablan del aborto

 


 

19.  Mito: La conciencia es el principio rector

Autor: Oscar Fernández Espinoza de los Monteros 

19 MITO. La Iglesia Católica enseña que en última instancia la conciencia debe ser el principio rector para la acción y que sólo pecamos cuando actuamos en contra de nuestra conciencia. Tenemos obligación de formarla bien y de tomar en cuenta todos los aspectos que puedan ayudarnos a tomar una decisión adecuada respecto al aborto; pero la decisión es suya.

REALIDAD. Aunque todos debemos seguir la propia conciencia, el papel de ella no es crear la verdad.

La conciencia moral es la misma inteligencia que hace un juicio práctico sobre la bondad o maldad de un acto, por eso no es lícito actuar en contra de la propia conciencia, incluso aunque el juicio sea erroneo, siempre y cuando se trate de una ignorancia insuperable para él.

Ahora bien, normalmente se trata de errores superables, con la obligación de aclarar los asuntos importantes. Por tanto, existe la obligación de formar la conciencia, ya que si la conciencia se equivoca por descuidos voluntarios y culpables, la persona es responsable de ese error. En el caso del aborto, no parece probable que se dé un error en la valoración de su bondad o maldad.

En la Encíclica Fe y Razón se explica:

“Abandonada la idea de una verdad universal sobre el bien, que la razón humana pueda conocer, ha cambiado también inevitablemente la concepción misma de la conciencia: a ésta ya no se la considera en su realidad originaria, o sea, como acto de la inteligencia de la persona, que debe aplicar el conocimiento universal del bien en una determinada situación y expresar así un juicio sobre la conducta recta que hay que elegir aquí y ahora; sino que más bien se está orientando a conceder a la conciencia del individuo el privilegio de fijar, de modo autónomo, los criterios del bien y del mal, y actuar en consecuencia. Esta visión coincide con una ética individualista, para la cual cada uno se encuentra ante su verdad, diversa de la verdad de los demás”.

La Iglesia Católica ha salido al paso declarando que corresponde a su Magisterio la interpretación de la ley moral , y en repetidas ocasiones se ha declarado a favor de la vida desde el momento de la concepción.

El derecho a la vida, es tratado abundantemente por la Encíclica Evangelium Vitae, en donde señala en el n° 73: “Así pues, el aborto y la eutanasia son crímenes que ninguna ley humana puede pretender legitimar. Leyes de este tipo no sólo no crean ninguna obligación de conciencia, sino que, por el contrario, establecen una grave y precisa obligación de oponerse a ellas mediante la objeción de conciencia.

Desde los orígenes de la Iglesia, la predicación apostólica inculcó a los cristianos el deber de obedecer a las autoridades públicas legítimamente constituidas (cf. Rom 13, 1-7, 1 P 2, 13-14), pero al mismo tiempo enseñó firmemente que hay que obedecer a Dios antes que a los hombres (Hch 5, 29).

Ya en el Antiguo Testamento, precisamente en relación a las amenazas contra la vida, encontramos un ejemplo significativo de resistencia a la orden injusta de la autoridad.

Las comadronas de los hebreos se opusieron al faraón, que había ordenado matar a todo recién nacido varón. Ellas no hicieron lo que les había mandado el rey de Egipto, sino que dejaban con vida a los niños (Ex 1, 17). Pero es necesario señalar el motivo profundo de su comportamiento: Las parteras temían a Dios (ibid.).

Es precisamente de la obediencia a Dios -a quien sólo se debe aquel temor que es reconocimiento de su absoluta soberanía- de donde nacen la fuerza y el valor para resistir a las leyes injustas de los hombres.

Es la fuerza y el valor de quien está dispuesto incluso a ir a prisión o a morir a espada, en la certeza de que aquí se requiere la paciencia y la fe de los santos (Ap 13, 10). 

 

   


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