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16» Jesús NO es un ángel

17» ¿Salvados sólo por la fe?

18» ¿Debo Quedarme?

19» Los 144.000

20» Puntos comunes para la reflexión teológica

21» 2012 y el fin del mundo. Parte I

22» La misa explicada
por San Pío de Pietrelcina

23» La Cena del Cordero: La Biblia y la Misa

24» La Cena del Cordero:
La Biblia y la Misa (Lección # 1)

25» La Cena del Cordero:
La Biblia y la Misa (Lección # 2)

26» La Cena del Cordero:
La Biblia y la Misa (Lección # 3)

27» La Cena del Cordero:
La Biblia y la Misa (Lección # 4)

28» La Cena del Cordero:
La Biblia y la Misa (Lección # 5)

29» La Cena del Cordero:
La Biblia y la Misa (Lección # 6)


 

 

25. La Cena del Cordero: La Biblia y la Misa
(Lección # 2)

Autor: Dr. Scott Hahn | Fuente: Centro San Pablo de Teología Bíblica  

Para entender el profundo fundamento bíblico del mandato de Jesús que la Eucaristía fuera celebrada “en conmemoración mía”.

Lección dos

Entregado por ustedes: el sacrificio en el antiguo testamento

OBJETIVOS DE LA LECCIÓN:

► Entender la base bíblica del Rito de Penitencia y el Gloria en la Misa
► Entender como se adoraba a Dios en el Antiguo Testamento
► Entender el concepto del sacrificio en el Antiguo Testamento
LECTURAS:
► La Cena del Cordero, Primera Parte: Capítulo Dos y Cuatro
► San Mateo 15:22; 17:15
► San Lucas 2:14
► Génesis 14:18-20
► Génesis 14:22
► Éxodo 12:1-30; 24:3-11
► Salmos 22; 40; 50; 69
► 2 Macabeos 6:12-7:40

ESQUEMA DE LA LECCIÓN

I. RITOS INÍCIALES
◊ La misericordia y la gloria de Dios
◊ Nuestro sacrificio

II. Orígenes del Culto
◊ El primer sacerdote
◊ Ofrecer al hijo amado
◊ Sacrificio pascual
◊ El Templo real

III: La casa del sacrificio
◊ Los tiempos de sacrificio 
◊ El significado del sacrificio
◊ El sacrificio de acción de gracias
◊ “En todas partes ofrecen sacrificio”

IV. Preguntas para reflexionar

I. Ritos iníciales

- La misericordia y la gloria de Dios -

En la primera lección, vimos cómo los ritos iníciales de la Misa nos invitan a entrar en el mundo bíblico del culto.

Vimos como la Misa nos fue dada por Jesús para actualizar —”hacer real”—en nuestras vidas la salvación y la vida nueva prometidas en las páginas de la Biblia.

Continúan los ritos iníciales con una confesión de los pecados y un canto de las alabanzas a Dios. Nuestras oraciones penitenciales y el Gloria están empapadas con significado y lenguaje bíblicos.

La frase, “Señor, ten piedad,” aparece muchas veces en la Escritura, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento (cfr. Eclo. 36:12; Bar. 3:2; Sal. 51:1; Mt. 15:22; 17:15). Las escrituras nos enseñan una y otra vez que la misericordia es uno de los atributos más importantes de Dios (cfr. Ex. 34:6; Jon. 4:2).

El “Gloria” es la oración de los ángeles, cantada la noche de la primera Navidad (cfr. Lc. 2:14). A esa oración angelical, la Iglesia ha agregado los ecos de los cantos de los ángeles que el Apóstol Juan escuchó en la liturgia celestial (cfr. Apoc. 15:3-4; 4:11; 5:11-14).

Otra vez en la Misa nos encontramos orando y cantando con las mismas palabras de la Escritura. Pero este momento de la Misa tiene una dimensión aún más profunda.

La confesión de pecado con el ofrecimiento de sacrificios era normal en la oración pública de Israel (cfr. Lev. 5:5-6). Así también lo era el dar alabanza y gloria a Dios (cfr. Sal. 86:12; 147:12).

De hecho, podríamos decir que en este momento de la Misa, entramos en el corazón del culto bíblico.

En las próximas lecciones, vamos a ver más de cerca la manera en que adoran a Dios en la Biblia.

En esta lección, consideramos el culto en el Antiguo Testamento. Y en la próxima, vamos a ver cómo el culto bíblico culmina en el que mandó Jesús en la Última Cena y que continúa hoy día en la Misa.

- Nuestro Sacrificio ▬

En una palabra, el culto bíblico es el ofrecimiento de sacrificio. Nuestro culto en la Misa es también un tipo de ofrecimiento sacrificial.

Escuchamos esto muchas veces en la Misa, aunque no lo notamos ni entendemos completamente lo que quiere decir.

Por ejemplo, después que el sacerdote prepara el altar, se dirige a nosotros con estas palabras, “Orad, hermanos para que este sacrificio sea agradable a Dios Padre todopoderoso”.

Nosotros respondemos, “Que el Señor reciba de tus manos este sacrificio para alabanza y gloria de su nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia”. 

¿Qué significa sacrificio? Hablando en general, sacrificar es ofrecerle a Dios algo de valor, un animal, vegetal, comida, bebida, o incienso. Este ofrecimiento puede tener varios significados pero cada acto de sacrificio es un reconocimiento de la deuda que tenemos con Dios que es la fuente de vida y bendición.

El sacrificio era universal en las religiones del mundo antiguo y es esencial para entender las devociones y prácticas religiosas de la Biblia.

II. Orígenes del culto

- El Primer sacerdote -

La Biblia nunca explica el sacrificio ni sus orígenes. Sin embargo, vemos su práctica desde las primeras páginas de la Escritura.

Los hijos de Adán y Eva ofrecen sacrificios—Caín de los frutos de la tierra, Abel de los primogénitos de su rebaño (cfr. Gen. 4:3-4). Noé, también, parece haber heredado la tradición de un culto que incluye la quema de animales (cfr. Gen. 7:2; 8:20).

Abraham, el padre del pueblo escogido, responde a la llamada de Dios construyendo un altar y ofreciendo sacrificios (cfr. Gen. 15:6-10; 22:13). En la primera parte de la Biblia, los “hijos” de Abraham con frecuencia construyen altares y ofrecen sacrificios (cfr. Gen. 33:20; 35:1-7).

De los sacrificios del Génesis, dos son de particular importancia para nuestro entendimiento de la Misa: el del misterioso sacerdote-rey Melquisedec (cfr. Gen. 14:18-20) y el de Abraham en Génesis 22.

Melquisedec es el primer sacerdote mencionado en la Biblia. Es “sacerdote del Dios Altísimo”. También es rey de Salem, una tierra que se llamará más tarde, “Jeru-salem”, que quiere decir “Ciudad de Paz” (cfr. Sal. 76:2).

La combinación de sacerdote y rey era rara en el Antiguo Testamento. Pero más tarde podemos ver que este título le fue dado al real hijo de David (cfr. Sal. 110:4) y, en el Nuevo Testamento, a Jesús (cfr. Heb. 7).

El sacrificio de Melquisedec es también extraordinario porque no incluyó animales. Ofreció pan y vino, tal como Jesús haría en la Última Cena.

- Ofrecer al hijo amado -

El sacrificio de Melquisedec terminó con la bendición sacerdotal de Abraham. Y Abraham después volvería a Salem a ofrecer su propio sacrificio.

Fue en el monte Moria, un lugar después identificado con el del Templo de Jerusalén (cfr. 2 Cro. 3:1), que Dios pidió a Abraham el sacrificio de su único y amado hijo, Isaac.

Como podremos ver en la próxima lección, en la historia de Isaac “atado”, los autores del Nuevo Testamento vieron una figura del ofrecimiento del amado Hijo de Dios en la cruz (cfr. Gen. 22:12,15; Jn. 3:16).

Noten el lenguaje usado en Génesis 22. Las palabras “su hijo” o “el muchacho” salen 11 veces en 15 versículos. La única vez que habla Isaac, empieza con “Padre.” Como para centrar más en el punto, el narrador describe: “dijo Isaac a su padre...”

Todo esto tomará más importancia cuando estudiemos el sacrificio del Señor en la próxima lección.

- Sacrificio Pascual -

Es claro que ya en el tiempo de cautiverio en Egipto, el sacrificio era central en el culto de los israelitas.

En la petición original que Moisés dirige al Faraón pide permiso para viajar al desierto “para ofrecer sacrificios a Yahvé, nuestro Dios” (cfr. Ex. 3:18; 5:3, 8,17).

Y es un sacrificio lo que marca el punto cardinal en la historia de Israel: la Pascua que propicia al pueblo el éxodo de Egipto.

La historia de Pascua (cfr. Ex. 12:1-30) es el drama que define el Antiguo Testamento. Es crucial para entender tanto la Crucifixión como el memorial de ese evento, la Misa.

Noten el eco de la historia de Abraham e Isaac. Dios llama a Israel, “mi hijo, mi primogénito” (Ex. 4:22). En la Pascua, Dios pidió a cada familia tomar un cordero sin defecto, matarlo y untar con su sangre el dintel y las dos jambas de la puerta con un manojo de hisopo. Después tenían que comer la carne asada del cordero con pan sin levadura y hierbas amargas.

Dios prometió que si los israelitas hacían todo lo que pedía, sus hijos primogénitos se salvarían. Él iba a “pasar” de largo por sus casas y herir solamente a los primogénitos de los egipcios.

El cordero sacrificado murió para que el primogénito del pueblo –y el primogénito de Dios, la nación de Israel– pudieran vivir.

La noche de la primera pascua, Dios fijó su observancia como una “fiesta memorial y una institución perpetua” para las futuras generaciones (cfr. Ex. 12:14,24).

Moisés mandó que el memorial pascual incluyera siempre una narración recordando la razón de su institución. “Y cuando sus hijos les pregunten: ‘¿qué significa este rito para ustedes?’, responderán: ‘Es el sacrificio de la Pascua de Yahvé, que pasó de largo por las casas de los israelitas en Egipto hiriendo a los egipcios y preservando nuestras casas’ “ (Ex. 12:26-27).

Cuando los israelitas alcanzan el Monte Sinaí, ratifican su alianza con Dios por medio de un sacrificio (cfr. Ex. 24:3-11).

Moisés construye un altar con doce pilares y ordenó inmolar novillos derramando la mitad de la sangre sobre el altar. Entonces escribe las palabras y los mandamientos de Dios en “el libro de la Alianza” y lo lee al pueblo.

Cuando el pueblo jura vivir de acuerdo con las palabras del libro, Moisés “tomó la sangre, roció con ella al pueblo y dijo: ‘Esta es la sangre de la Alianza que Yahvé ha hecho con ustedes, de acuerdo con todas estas palabras.´” A continuación, Moisés y los ancianos tomaron un sacrificio como comida en la presencia de Dios.

Esta escena, también, será importante para nuestro estudio de la Última Cena y la Misa.

El sacrificio diario fue la característica definitiva del culto de Israel cuando entró en la Tierra Prometida.

De hecho, mucho de la Ley o Pentateuco, (los primeros cinco libros de la Biblia) está dedicado a las leyes rituales y los reglamentos que describen en detalles precisos las maneras en que los israelitas tienen que ofrecer sus sacrificios (cfr. Lev. 7-9; Num. 28; Deut. 16).

Los sacrificios tenían que ser ofrecidos frente a la “Tienda de Encuentro”, el santuario desmontable donde se guardaba el Arca de la Alianza, el sitio de la gloriosa presencia de Dios (cfr. Ex. 25:8-22; Jos. 3: 8-11).

El Arca contenía los signos de la Alianza con Dios (cfr. Heb. 9:4): las tablas de los diez mandamientos (cfr. Ex. 40:22), la vara sacerdotal de Aarón (cfr. Num. 17:25), y un poco del maná que comían los israelitas en el desierto (cfr. Ex. 16:32-33).

La ordenación de Aarón y sus hijos como sacerdotes de Israel, y el inicio del sacrificio diario, representan una coyuntura crucial en el Antiguo Testamento.

En la Tienda del Encuentro, Aarón y Moisés bendijeron al pueblo y ofrecieron un sacrificio por el pecado, un holocausto y un sacrificio de comunión, como Dios había pedido. Y salió fuego de la presencia de Dios y consumió el sacrificio en el altar (cfr. Lev. 9:22-24; Ex. 29:38-42).

En el sacrificio sacerdotal, el propósito de la Alianza con Dios es realizado: “En el altar, me encontraré con los israelitas...moraré en medio de los israelitas y seré su Dios” (Ex. 29:43,45).

- El Templo real -

Cuando Israel se hizo un reino bajo el gobierno de David y su hijo, Salomón, el Arca fue colocada en el Templo.

El Arca fue llevado a Jerusalén en una fiesta religiosa y gozosa, con el sacrificio de siete toros y siete carneros y las bendiciones de los sacerdotes (cfr. 1 Cro. 15:1-16:3; 2 Sam. 6: 11-19).

El Templo fue construido según un diseño divino (cfr. 1 Cro. 28:19). Dios le dijo a Salomón que iba a ser “mi casa de sacrificio” (cfr. 2 Cro. 7:12).

En una escena muy similar a lo que vimos en la inauguración de los sacrificios diarios, bajó fuego del cielo al altar mientras el pueblo se postró en adoración en la dedicación del Templo (cfr.2 Cro. 7:1-4). Ese día, el pueblo y su rey sacrificaron 22,000 bueyes y 120,000 ovejas.

Desde ese momento, se centró la vida ritual de Israel en el Templo.

Igual que su padre, Salomón ofreció los sacrificios sacerdotales de acuerdo con las leyes de Moisés (cfr. 2 Cro. 7:4; 8:12). En efecto, el monarca de Israel fue comparado con el rey- sacerdote Melquisedec (cfr. Sal. 110).

El Templo, según la tradición, fue edificado en “Salem” donde Melquisedec era sumo sacerdote y rey (cfr. Sal. 76:3). También se dijo que fue edificado en el mismo Monte Moria, donde Abraham había ofrecido a su hijo en sacrificio y Dios había jurado salvar a todas las naciones (cfr. 2 Cro. 3:1; Gen. 22:2,18).

III. La Casa del sacrificio

- Los tiempos de sacrificio -

La liturgia del Templo reunió todos los tipos de sacrificio que la habían precedido. La vida ritual incluía una variedad de sacrificios:

El holocausto—un animal entero quemado encima del altar como “una oblación de aroma agradable al Señor” (cfr. Lev. 1:3-17; 6:8-13).

El sacrificio de cereal o granos—harina mezclada con aceite e incienso, normalmente ofrecido con otros sacrificios (cfr. Lev. 2:1-16; 6:14-23; Num. 6: 14-17; 28:3-6).

El sacrificio de comunión—un sacrificio de un animal, en que la grasa de las entrañas y los riñones son quemados en el altar y la carne es consumida por la persona que ofrece el sacrificio y los sacerdotes (cfr. Lev. 3:1-17; 7:11-36).

El sacrificio por el pecado—se ofrece un animal (un novillo, un cabro, un cordero o tórtola, etc.) en expiación de los pecados para purificar al pecador (cfr. Lev. 4:1-5:13; 6:24-30).

El sacrificio de reparación—un carnero ofrecido en expiación por profanación o por alguna ofensa contra el prójimo (Lev. 5:14-6:7; 7:1-10).

Los israelitas medían sus días, sus semanas y sus años de acuerdo a los sacrificios.

Cada día empezaba y terminaba con sacrificio: un cordero como holocausto, harina y aceite, y una libación de vino (cfr. Ex. 29:38-42; Num. 28:3-8; Esd. 3:5; Neh. 10:34). Cada séptimo día, el sábado, estos sacrificios se duplicaban.

Al inicio de cada mes, Israel celebraba la fiesta de la Luna Nueva, ofreciendo a Dios holocaustos, sacrificios de cereales, el sacrificio por el pecado y una libación (cfr. Num. 28:11-15). Además, cada año nuevo se celebraba el Rosh Hashanah (el nuevo año de calendario judío), con sacrificios rituales (cfr. Num. 28:11-15).

Y el calendario de Israel incluía otras celebraciones anuales, cada una marcada por sacrificios prescritos específicamente: la fiesta de las Tiendas (cfr. Num. 29:12-38; Lev. 23:33-34); la fiesta de Pentecostés (cfr. Num. 28:26-31) y el Día de Expiación, conocido en he- breo como Yom Kippur (cfr. Num. 29:7-11; Lev. 23:26-32).

El centro litúrgico del año para Israel siempre fue la fiesta de Pascua (cfr. Num. 28:16-25; Lev. 23:4). En el tiempo de Jesús, más de dos millones de peregrinos de todas partes del mundo acudían a Jerusalén.

Josefo, el historiador judío del primer siglo, reportó que en la fiesta de Pascua del año 70 d.C., unos 40 años después de la crucifixión, los sacerdotes del Templo ofrecieron 256,500 corderos en sacrificio (Las Guerras de los Judíos; Libro VI, capítulo 9,#3).

Aunque la Ley de Israel exigía que los sacerdotes ofrecieran los sacrificios a favor de judíos particulares y a favor de la nación estos sacrificios sin embargo, eran profundamente personales en carácter.

Imagínese tomar un cordero sin defecto de su propio rebaño, viajar hasta el Templo, sacrificarlo, quitarle las entrañas y presentarlo al sacerdote para quemarlo en el altar. Esto era la realidad del sacrificio en Israel.

- El significado del sacrificio -

¿Por qué Dios instituyó el sacrificio como una manera de darle adoración?

Ciertamente, Dios no “necesitaba” sacrificios, como los profetas y salmistas dijeron claramente (cfr. Sal. 50:9-13).

Desde luego, Dios parece requerir a Israel ciertos tipos de sacrificios de animales para enseñar algo al pueblo y purificarlos de su culto de falsos ídolos.

Aparentemente, Moisés reconoció esto cuando le dijo al Faraón que los egipcios se ofenderían gravemente con los sacrificios de los israelitas (cfr. Ex. 8:25-27). Los tres animales que Dios mandó sacrificar a Israel: ganado, ovejas y cabritos, fueron todos considerados figuras de dioses por los egipcios.

Dios, en efecto, estaba pidiendo a Israel matar ritualmente a “los dioses” que los israelitas antes servían en Egipto. El sacrificio iba a ser un tipo de penitencia por la idolatría de Israel (cfr. Jos. 24:14; Eze. 20:7-8; Hech. 7:39-41).

Los sacrificios de Israel tenían además otros significados.

Como hemos visto en los sacrificios de reparación y por el pecado, el rito de sacrificio frecuentemente servía como un acto de renuncia y de arrepentimiento por los pecados. La “sangre” del animal simbolizaba la vida del que ofrecía el sacrificio. Reconociendo que sus propios pecados merecían la muerte, la persona ofrecía la vida del animal en vez de su propia vida.

En otras ocasiones, el sacrificio fue un “regalo” que reconocía la soberanía de Dios sobre la creación.

Haciendo el sacrificio de las primicias de la tierra y de sus rebaños, los que oraban estaban ofreciendo algo suyo, algo que necesitaban, una parte de si mismos, para agradecer a Dios por sus bendiciones (cfr. Lev. 23:10-14; Deut. 26:1-11; Ex. 13:1-2; Num. 3:11-13, 44-51).

- Sacrificio de acción de gracias -

En las liturgias del Templo que son relatadas en el Libro de Salmos y en los escritos de los profetas, vemos un desarrollo del entendimiento que los holocaustos no eran todo lo que Dios requería. Él exigía un sacrificio “interior” y “espiritual” también.

El sacrificio espiritual no estaba opuesto al sacrificio de animales. Idealmente, los sacrificios que los israelitas ofrecían en el Templo reflejaban su intención de ofrecerse a Dios con un espíritu contrito y humilde.

Los profetas, sin embargo, vieron que se habían desconectado los sacrificios que se ofrecían en el Templo y los corazones del pueblo.

Isaías dijo que su falta de fe y justicia hizo que sus sacrificios no valieran nada (cfr. Is. 1:10-16; Am. 4:4-6; Mal. 1:10, 13-14).

Jeremías les recordó que Dios no les mandó holocaustos cuando los libró de Egipto sino deseó que su pueblo anduviera por sus caminos y escuchara su voz (cfr. Jer. 7:21-24; Miq. 6:6-8).

Con el tiempo, Israel pudo ver que amor y no sacrificio es lo que Dios verdaderamente quiere (cfr. Os. 6:6).

El salmo 40 menciona específicamente los sacrificios de animales, cereales (oblación), holocaustos y sacrificios por los pecados. Dios no los quiere ni busca, canta el salmista, más bien desea “oídos abiertos para la obediencia” y corazones que se deleitan en la voluntad divina.

El salmo 40:1-11 es clasificado como uno de los todah (to-dáh) salmos (por ejemplo, Sal. 18; 30; 32; 41; 66; 69; 118; 138).

Todah es una palabra hebrea que quiere decir “sacrificio de acción de gracias.” De hecho, fue traducida por la palabra griega “eucharistia,” de donde proviene eucaristía.

Muchos de los salmos fueron escritos para acompañar el sacrificio de acción de gracias (todah), un tipo de “sacrificio de comunión” que incluía una comida sagrada con pan, carne y a veces vino, ofrecidos con familiares y amigos en el Templo (cfr. Lev. 7:1-21).

Una persona realizaba este sacrificio de acción de gracias y alzaba “la copa de salvación” (cfr. Sal. 116:13-14; 17-18) por haber sido liberada por Dios de algo que amenazaba su vida, una enfermedad seria, persecución o un peligro mortal.

Cantando los salmos todah, el que ofrecía el sacrificio glorifica Dios y celebra la nueva vida que le fue otorgada por los hechos maravillosos de Dios.

El Salmo 69 es un buen ejemplo de un salmo todah. Inicia con una súplica de la ayuda de Dios (“Sálvame, oh Dios”), incluye un largo lamento sobre las aflicciones que enfrenta el creyente, y termina por glorificar a Dios con acción de gracias, alabando el nombre del Señor y exhortando a otros a esperar en él.

El Salmo 22 que Jesús oraba en la Cruz es otro salmo todah. El salmo inicia con un llanto de desesperación (“¿Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado?”). Después narra los tormentos infligidos por manos de los malvados, y concluye con una nota de triunfo, alabando a Dios por escuchar y salvar al salmista.

Muchos otros salmos fueron compuestos como “himnos procesionales” para acompañar los sacrificios de Israel en el Templo. También estos revelan el sentido interior y espiritual de ellos. En estos salmos, el sacrificio se combina con la alabanza de Dios por librar a los israelitas de sus enemigos y opresores (cfr. Salmos 54:6-9; 66:5-9, 13-20; 107:21-22; 116:3-4, 8-9, 17-18).

Al ofrecer alabanza y acción de gracias, el orante estaba comprometiéndose a dar su vida a Dios en acción de gracias: “Cumpliré, oh Dios, los votos que te hice, sacrificios te ofreceré de acción de gracias, pues, rescataste mi vida de la muerte para que marche en la presencia de Dios iluminado por la luz de la vida” (cfr. Salmos 56:13-14; 40:6-8; 51:16-17; 50:14,33; 141:2).

Textos escritos más tarde en el Antiguo Testamento hasta ofrecen “modelos” para el sacrificio de corazón requerido por Dios (cfr.1 Sam. 15:22; Prov. 21:27; Sir. 34:18-19).

Isaías profetiza que Dios mandará un “siervo” que ofreciera su propia vida por el pueblo (cfr. Is. 42:1-4; 49:1-6; 50:4-9; 53:11).

Este siervo es comparado con el cordero de sacrificio quien lleva la culpa del pueblo. Aplastado por los pecados del pueblo, traspasado por sus ofensas, él “da su vida como sacrificio por los pecados” (cfr. Is. 53:1-11).

En el testimonio heroico de sus mártires, Israel también desarrolló el concepto de un pueblo que libremente se entrega en obediencia a la Ley de Dios y hace reparación por los pecados de la nación. (cfr. 2 Mac. 6:12-7:40).

- En todas partes ofrecen sacrificio -

El sacrificio se vuelve alabanza y culto espiritual en el Antiguo Testamento. Pero no se esperaba que el rito sacrificial desapareciera de Israel.

Hasta los profetas, que critican agudamente a los israelitas por su hipocresía, veían un lugar para sacrificio en un nuevo y eterno reino de David (cfr. Jer. 17:25-26; 33:16-18).

Isaías hasta predijo “un altar al Señor” en la tierra del archí enemigo, Egipto. En el reino que vendrá, dijo, hasta los egipcios ofrecerían sacrificios y oblaciones y cumplirían votos al Señor.

En el umbral del Nuevo Testamento, el libro final del canon del Antiguo Testamento, Malaquías, profetiza lo mismo, pero a una escala mucho mayor. Él ve que todos los pueblos del mundo iban a traer sacrificio a Dios.

“Desde levante hasta poniente grande, es mi Nombre entre las naciones, y en todo lugar ofrecen a mi Nombre sacrificios de incienso y oblaciones puras” (Mal. 1:11).

IV. Preguntas para reflexionar

☼¿Cuál fue el primer sacrificio mencionado en la Biblia?

☼¿Quién es el primer sacerdote mencionado en la Biblia?

☼¿Cuál fue el motivo original del permiso para salir de Egipto que Moisés pidió al faraón?

☼¿Qué contenía el Arca de la Alianza? ¿Dónde se guardaba el Arca cuando Israel se hizo un reino?

☼¿Cuáles son los cinco tipos de sacrificio prescritos en el Antiguo Testamento?

☼¿Qué es un sacrifcio “todah”?

- Para meditación personal: -

► ¿Entiendes tu adoración en la Misa como una forma de sacrificio? Prepárate para la Misa dominical leyendo algunos de los salmos todah (por ejemplo, Sal. 22; 69; y 116). Mira cómo esto ayuda a mejorar tu aprecio por la Misa.

► ¿Entiendes la vida como un sacrificio de obediencia a Dios? Lee y reza con los salmos 40 y 50 y medita la historia de los mártires macabeos (cfr. 2 Mac. 6:12-7:40) y pide al Señor la fortaleza de hacerte cada vez más un sacrificio agradable a Él.
   


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