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19» Los 144.000

20» Puntos comunes para la reflexión teológica

21» 2012 y el fin del mundo. Parte I

22» La misa explicada
por San Pío de Pietrelcina

23» La Cena del Cordero: La Biblia y la Misa

24» La Cena del Cordero:
La Biblia y la Misa (Lección # 1)

25» La Cena del Cordero:
La Biblia y la Misa (Lección # 2)

26» La Cena del Cordero:
La Biblia y la Misa (Lección # 3)

27» La Cena del Cordero:
La Biblia y la Misa (Lección # 4)

28» La Cena del Cordero:
La Biblia y la Misa (Lección # 5)

29» La Cena del Cordero:
La Biblia y la Misa (Lección # 6)


 

 

26. La Cena del Cordero: La Biblia y la Misa
(Lección # 3)

Autor: Dr. Scott Hahn | Fuente: Centro San Pablo de Teología Bíblica  

Para entender el profundo fundamento bíblico del mandato de Jesús que la Eucaristía fuera celebrada “en conmemoración mía”.

Lección tres

Un solo sacrificio para todo el tiempo

OBJETIVOS DE LA LECCIÓN 

► Entender la muerte de Jesucristo en la Cruz como sacrificio
► Ver el paralelismo entre los sacrificios del Antiguo Testamento y el sacrificio de Cristo en la Cruz
► Entender cómo el sacrificio nos es re-presentado en la misa

LECTURAS:
► La Cena del Cordero, Capítulos Tres y Cuatro
► San Marcos 14:12-25
► 1Corintios 11:23-32
► San Juan 19: 13-37
► Hebreos 9
► Apoc. 5

ESQUEMA DE LA LECCIÓN:

I. Digno es el Cordero
◊ Los títulos de Jesús
◊ El Cordero de Dios

II. Jesús, el último y perfecto sacrificio
◊ Jesús e Isaac
◊ Jesús y el cordero pascual
◊ Jesús y el Todah

III. El Sacrificio de Cristo y la Misa
◊ La Alianza de Amor
◊ El Orden de Melquisedec
◊ Único y eterno sacrificio
◊ Re-presentando la Cruz
◊ Sacerdotes ofreciendo sacrificio

IV. Preguntas para reflexionar

I. Digno es el Cordero

- Los títulos de Jesús -

Jesús tiene muchos títulos en la Escritura.

Es llamado “el Ungido” (Hech. 4:26) y “el Cristo” (Hech. 3:20). Frecuentemente se refiere a Él como “Señor,” y “Maestro.”

Es llamado “León de Judá” (Apoc. 5:5), “Sumo Sacerdote” (Heb. 3:1), “Hijo de Dios” (Mc. 1:11), y “Rey de los Judíos” (Mc. 15:2; 15:26).

Tales títulos reconocen a Jesús como Dios, Rey, y cabeza de la Iglesia en el cielo y en la tierra.

Pero en el último libro de la Biblia, es llamado —28 veces— el Cordero: “Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza” (Apoc. 5:12).

Es una descripción curiosa. De una manera, es lo opuesto de los otros títulos usados para describir a Jesús. Mientras los otros títulos significan poder y majestad, su descripción como “Cordero” evoca debilidad y la falta del poder.

Sin embargo, el título refleja una creencia fundamental del Nuevo Testamento, una que continuamos profesando en cada Misa.

Cada vez que celebramos la Eucaristía, el sacerdote dice: “Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor.”

Estas palabras combinan dos versículos de la Escritura: la descripción de Jesús hecha por San Juan el Bautista (cfr. Jn. 1:29,36), y las palabras del ángel sobre la fiesta celestial en el último libro de la Biblia (Apoc. 19:9).

- El Cordero de Dios -

¿Por qué le llamamos un Cordero?

La respuesta es porque de todos los sacrificios que ofrecían los Israelitas, uno se destacaba como el más importante del calendario: la Pascua, que celebraba la liberación de Israel de la esclavitud de Egipto (cfr. Ex. 12).

El sacrificio de un cordero sin defecto y el consumir su carne asada eran parte central en la celebración de la Pascua.

Como veremos en esta lección, al llamar a Jesús Cordero, el Nuevo Testamento quiere evocar el sacrificio del Antiguo Testamento. La imagen de Jesús como Cordero expresa la creencia cristiana que Jesús, en su muerte de Cruz, fue ofrecido en sacrificio, igual que el cordero sacrificado por las familias israelitas antes del Éxodo.

Al profesar que Jesús es el Cordero de Dios en nuestra celebración de la Eucaristía, estamos recordando su muerte sacrificial en la cruz. Pero más aún, como veremos, estamos “re-presentando” ese sacrificio.

II. Jesús, el último y perfecto sacrificio

- Jesús e Isaac -

El Nuevo Testamento ve a Jesús como el Cordero de la Nueva Pascua.

Pero más aún, el Nuevo Testamento presenta su sacrificio en la cruz como el último y perfecto sacrificio al que todos los sacrificios de la Biblia señalaban y anticipaban.

Como notamos en nuestra última lección, en la historia de la “atadura” de Isaac, los autores del Nuevo Testamento vieron una figura del sacrificio del Hijo de Dios en la cruz (cfr. Gen. 22:12,15; Jn. 3:16).

Y no es difícil hallar paralelismo entre los dos eventos. Un padre sacrifica a su único y amado hijo. Después de que Ismael fue desterrado al desierto (cfr. Gen. 21:9-14), Isaac fue la única esperanza de posteridad para Abraham “tu hijo Isaac, tu único, al que amas” (Gen. 22:2). El evangelio de San Juan ocupa el mismo lenguaje para describir el ofrecimiento de Jesús. “Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito” (Jn. 3:16).

La carta a los Hebreos dice que Abraham estaba dispuesto “a ofrecer su hijo único” y que “pensaba que poderoso era Dios aun para resucitarlo de entre los muertos” (Heb. 11:17-19). Y es interesante, también, que fue “al tercer día” que Isaac fue rescatado de la muerte (cfr. Gen. 22:4).

La víctima lleva la leña de su propio sacrificio. Además del paralelismo de un padre ofreciendo a su único hijo en la esperanza de resurrección, hay otro paralelismo. “Tomó Abraham la leña del holocausto, la cargó sobre su hijo Isaac” (Gen. 22:6). 

Jesús también cargó con su cruz (cfr. Jn. 19:17), aunque, agotado por el maltrato, no pudo llevarla todo el camino (cfr. Mc. 15:21).

La víctima va voluntariamente a su propio sacrificio. Aunque en arte, Isaac es retratado frecuentemente como un muchacho joven, comentaristas judíos y cristianos han señala- do que no pudo haber sido una víctima contra su voluntad.

Era un joven fuerte que podía llevar suficiente leña para un sacrificio grande, y Abraham tenía más de cien años de edad. Si Isaac hubiera resistido, Abraham no habría podido ganar.

Creyeron que como Cristo, Isaac se hizo sacrificio a Dios, al igual que Jesús que libremente da la vida (cfr. Jn. 10:18) en obediencia de la voluntad de su Padre (cfr. Mc. 14:36).

El sacrificio se realiza en el monte Moria. Dios le dijo a Abraham, “vete al país de Moria” y “ofrece [tu hijo Isaac] allí en holocausto en uno de los montes, el que yo te diga” (Gen. 22:2). 

La tradición antigua sostenía que Salomón construyó el Templo en el sitio donde Abraham había ofrecido a Isaac (cfr. 2 Cro. 3:1).

El lugar donde Abraham pudo ofrecer a su propio hijo se volvió el sitio donde el pueblo de Dios ofrecía sus sacrificios.

El Gólgota, en las afueras de Jerusalén, es también asociado con el monte Moria. Y allí Dios mismo sacrificó a su propio Hijo.

Dios mismo provee la víctima del sacrificio. Cuando Isaac preguntó a su padre, “¿dónde está el cordero para el holocausto?” Abraham le contestó: “Dios proveerá el cordero para el holocausto” (Gen. 22:7-8)

Y así fue: cuando el ángel de Dios detuvo el sacrificio de Isaac, Abraham halló un carnero listo para ser sacrificado (cfr. Gen. 22:10-13).

Así, en el supremo sacrificio, Dios proveyó el Nuevo Cordero, Su Hijo Único. Como dijo San Pablo: Él “no perdonó ni a su propio Hijo, antes bien le entregó por todos nosotros” (Rom. 8:32).

Como vimos en la lección anterior, la atadura de Isaac fue una figura del posterior sacrificio de la Pascua, donde otra vez un Cordero sustituyó al amado hijo primogénito.

Como veremos, los autores del Nuevo Testamento, cuidadosamente señalaron como la muerte de Jesús tuvo paralelismo con el sacrificio pascual.

- Jesús el Cordero Pascual -

“Porque nuestro cordero pascual, Cristo, ha sido inmolado” (1 Cor. 5:7).

Desde el mero inicio del cristianismo, los creyentes han visto la muerte de Cristo en la cruz como el último sacrificio pascual. En la mayoría de idiomas que hablan los cristianos, la palabra para la celebración de la resurrección se relaciona con la raíz, “pasch” que viene del hebreo, “pascua”. (El inglés es la excepción en este sentido, porque la palabra “Easter”, que es Pascua de Resurrección, viene de una fiesta pagana de la primavera.)

Es por esto que continuamos llamando a Jesús el “Cordero de Dios” y también porque Cristo aparece como Cordero en las visiones simbólicas del Apocalipsis.

Los evangelistas señalan un obvio paralelismo para indicar que Cristo es el sacrificio pascual definitivo:

El juicio y la ejecución de Jesús ocurrieron durante la fiesta de Pascua (cfr. Lc. 22:1-2). Los cuatro evangelistas hacen énfasis de esto.

San Juan agrega el detalle que Pilato entregó a Jesús para ser crucificado cerca de medio día (“hacia la hora sexta”) del día de la preparación (cfr. Jn. 19:14-16).

San Juan, el único evangelista que se fija en este detalle, tenía asociaciones sacerdotales (cfr. Jn. 18:16 donde se dice que “el otro discípulo” conocía al sumo sacerdote). 

Entonces tenía que saber que los sacerdotes empezaban a sacrificar los corderos pascuales en “la hora sexta” el día de la preparación. Claramente, el evangelista quiere mostrar que Jesús es el cordero pascual conducido al sacrificio.

No se le quebrará hueso alguno. Los soldados tenían la intención de quebrar las piernas de los criminales crucificados para apurar su muerte. Pero Jesús ya estaba muerto cuan- do los soldados llegaron donde Él (cfr. Jn. 19:31-36). Uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza para asegurarse. No se le quebró hueso alguno.

El hecho es tan significativo para San Juan que se siente obligado a asegurarnos que “él que lo vio lo atestigua y su testimonio es válido, y él sabe que dice la verdad, para que también ustedes crean” (Jn. 19:35).

Para asegurar que entendemos el mensaje, San Juan nos dice que: “…todo esto sucedió para que se cumpliera la Escritura: ‘No se le quebrará hueso alguno’” (Jn. 19:36).

La “escritura” a la que se refiere es la de las instrucciones para preparar el cordero pascual: “ni le quebrarán ningún hueso” (Ex. 12:46; cfr. Num. 8:12 y Sal. 34:20).

Sujetaron a una rama de hisopo una esponja empapada en vinagre y se la acercaron a Jesús en la cruz (cfr. Jn. 19:29). Ramas de hisopo fueron ocupadas para rociar la sangre del cordero pascual (cfr. Ex. 12:22). Pero Jesús no solamente fue la víctima del sacrificio. El sacrificio no fue ofrecido por los soldados que golpearon y mataron a Jesús: su intención era solamente matar un hombre, no ofrecer un sacrificio.

Fue Jesucristo mismo quien se ofreció en sacrificio. Como nuestro Sumo Sacerdote (cfr. Heb. 3:1), Jesús “se entregó por nosotros como oblación y víctima de suave aroma” (Ef. 5:2). 

Las palabras de San Pablo nos recuerdan al Éxodo 29:18, que narra el sacrificio ofrecido para consagrar a los hijos de Aarón como sacerdotes.

Lo que San Pablo quiere comunicar es que Cristo es a la vez el Cordero ofrecido y el Sumo Sacerdote que ofrece.

- Jesús y el “Todah” -

Como notamos en la última lección, el sacrificio de acción de gracias, “todah”, era uno de los elementos más importantes del culto en el Templo de Jerusalén.

El Todah se ofrecía en acción de gracias por liberación de algún peligro muy grave. Un buen ejemplo de un salmo todah es el Salmo 22. Lo reconocemos en el primer versículo instantáneamente: “¿Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado?” que son las palabras que Jesús gritó desde la cruz (cfr. Mc. 15:34).

Suena como un grito de desesperación. Pero si conocemos el salmo entero —y los judíos que estuvieron al pie de la cruz ciertamente conocían el salmo entero— sabemos que termina con una nota de triunfo. 

El salmista alababa a Dios por su liberación. Al adoptar este salmo entre sus últimas palabras, Jesús no estaba expresando desesperación sino triunfo: con una voz fuerte, Él declaró la certeza de la salvación de Dios.

El ofrecimiento del todah era una comida sacrificial compartida con amigos. Incluía un ofrecimiento de pan y vino. De hecho, se parecía al sacrificio que el rey-sacerdote Melquisedec compartió con Abraham en acción de gracias por el rescate del pueblo de Salem (cfr. Gen. 14:18-20). Los rabinos antiguos enseñaban que, después que viniera el Mesías, todos los sacrificios desaparecerían menos el todah, que nunca iba a cesar por toda la eternidad. O, usando términos que les eran familiares a los millones de judíos de habla griega: Podemos decir, después de la venida del Cristo, todos los sacrificios iban a cesar, menos la Eucaristía y de hecho, algunos escritores judíos ocupaban “eucharistia” en griego para traducir el hebreo todah.

III. El sacrificio de Cristo y la Misa

- La alianza de amor -

Cuando Jesús decidió ir a Jerusalén por última vez, sabía que iba a morir allá (cfr. Mt. 20:17-19). Sus discípulos lo sabían también (cfr. Jn. 11:16).

Jesús llegó a Jerusalén a tiempo para la Pascua, e hizo sus planes de celebrar la cena pascual con sus doce discípulos (cfr. Mc. 14:12-16).

Tres de los cuatro evangelistas conservan las palabras y gestos de Jesús en esa cena. Estos gestos y palabras siguen siendo recordados en cada celebración eucarística. 

Esta práctica empezó muy temprano en la historia de la Iglesia, como podemos ver en la carta de San Pablo a los Corintios. Él recuerda que Jesús tomó pan y vino, diciendo que eran su cuerpo y sangre y agregó: “Esta copa es la nueva alianza en mi sangre. Cuantas veces la bebiereis, hacedlo en memoria mía” (1 Cor. 11:23-26). En las narraciones de San Mateo y San Marcos, al dar a sus discípulos la copa, Jesús dice también, “esta es mi sangre de la alianza” (Mt. 26:28; Mc. 14:24).

Estas palabras hacen eco deliberadamente del sacrificio crucial de la historia del Antiguo Testamento, el sacrificio que Moisés ofreció para celebrar la alianza de Dios con Israel después del éxodo de Egipto.

Después que Moisés lee “el libro de la alianza” y el pueblo profesa su fe en ella, Moisés toma la sangre de los toros del sacrificio y rocía a la gente con ella. Mientras lo hace, él ocupa las mismas palabras que Jesús dice en la Última Cena, “Esta es la sangre de la Alianza que Yahvé ha hecho con ustedes, de acuerdo con todas estas palabras” (Ex. 24:5-8).

Jesús y sus discípulos estaban celebrando la tradicional cena pascual. Pero Jesús introdujo algo nuevo, algo que recordaba los sacrificios cruentos del Antiguo Testamento, pero de una forma que se parecía al sacrificio incruento de todah.

- El orden de Melquisedec -

El sacrificio ofrecido en al Última Cena recordó el realizado por el rey-sacerdote Melquisedec, que también ofreció pan y vino (cfr. Gen. 14:18).

La Carta a los Hebreos interpreta a Melquisedec como una figura de Cristo. 

Todo el capítulo siete de Hebreos es una meditación sobre qué quiere decir que Cristo es un sacerdote, “según el orden de Melquisedec” (ver también Heb. 5:8-10).

Como Melquisedec, Cristo ofrece pan y vino; pero su sacrificio es infinitamente más grande, porque el pan y vino son su propio cuerpo y sangre.

Más que esto, Él le dio a sus seguidores una manera de participar en ese sacrificio. En esa cena pascual, Jesús ofreció la primera Misa.

Y por esta razón, el sacerdocio de Cristo es infinitamente más grande que el antiguo sacerdocio de Israel.

Esos sacerdotes murieron, y sus sacrificios nunca pudieron salvarnos del pecado, pero Cristo vive para siempre, y su único sacrificio destruyó el pecado y la muerte para siempre.

“Este es el punto capital de cuanto venimos diciendo, que tenemos un Sumo Sacerdote tal, que se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos, al servicio del santuario y de la Tienda verdadera, erigida por el Señor, no por un hombre” (Heb. 8:1-2). 

- Único y eterno sacrificio

La muerte del Señor, es lo que se celebra en la Eucaristía. Lo escuchamos en cada Misa, pero los primeros cristianos no pudieron haber dejado de percibir el sentido irónico de esto. 

Cristo, nuestro Señor, ha sido brutalmente torturado y asesinado, y celebramos ese evento a través de una “Eucaristía”, o sea una “acción de gracias”.

¿Por qué estamos agradecidos? Porque la muerte de Cristo no fue sin sentido, ya que fue un sacrificio por todos. Nuestra Eucaristía, como el antiguo todah, es una acción de gracias porque Dios nos ha liberado de la muerte.

Que la muerte de Cristo en la cruz fue, hablando estrictamente, un sacrificio —es decir un ofrecimiento de la misma naturaleza de los sacrificios del Antiguo Testamento, aunque siempre los sobrepase y los cumpla todos— nunca lo dudaron los primeros cristianos.

Toda la Carta a los Hebreos, por ejemplo, está llena de la imagen de Cristo quien es a la vez Sumo Sacerdote y sacrificio.

Hebreos 9:13-14 compara los sacrificios de animales con el sacrificio de Cristo, que “se ofreció a si mismo sin tacha” como sacrificio puro. 

San Pablo también describe la muerte de Cristo como un sacrificio en muchas de sus cartas (ver por ejemplo, Ef. 5:2; 2 Cor. 5:21). 

Hemos visto cómo los evangelistas, especialmente San Juan, cuidadosamente señalan el paralelismo entre el sacrificio pascual y la muerte de Cristo en la cruz. 

Finalmente, la imagen del “Cordero degollado” del Apocalipsis no tiene sentido si el Cordero no fue matado en sacrificio. Este sacrificio de Cristo en la cruz es el sacrificio culminante, que se ofrece una vez para siempre.

Ocurrió en un tiempo específico en la historia y no ocurrirá otra vez. Todos los sacrificios del Antiguo Testamento fueron anticipaciones de este.

Otra vez, encontramos esta creencia en la Carta a los Hebreos. El autor explica que los israelitas ofrecieron los mismos sacrificios año tras año, pero que estos nunca los pudieron hacer a ellos perfectos ni justos ante Dios.

Por esto tenían que repetirlos. Si los sacrificios hubieran podido borrar sus pecados, no habrían tenido que seguir ofreciéndolos.

“Al contrario, con ellos se renueva cada año el recuerdo de los pecados, pues es imposible que la sangre de toros y cabras borre los pecados” (Heb. 10:1-4).

Ningún sacrificio ofrecido por los sacerdotes de Israel podía borrar los pecados del pueblo.

Pero Jesús se ofreció como “un solo sacrificio por los pecados” y mediante “una sola oblación ha llevado a la perfección definitiva” no solamente a los israelitas sino a todos los hombres (cfr. Heb. 10:11-14).

Solamente el único sacrificio de Cristo podía hacernos verdaderamente el pueblo santo de Dios y su único sacrificio fue hecho “una vez para siempre” (cfr. Heb. 10:10).

- Re-presentando la Cruz

Entonces, ¿por qué podemos llamar a la Misa un sacrificio?

Podemos llamar a la Misa un sacrificio, porque Cristo instituyó la Eucaristía que hace accesible el último sacrificio a nosotros para todos los tiempos.

Cristo no es sacrificado de nuevo en la Misa. Pero Cristo está realmente presente en la Eucaristía, por eso la Misa es una participación en su único gran sacrificio.

La Misa re-presenta ese sacrificio, haciéndolo presente para nosotros y dándonos participación en él. No es que el sacrificio de Cristo pueda ocurrir de nuevo, sino que es eterno y continúa ocurriendo en la Eucaristía. El sacrificio es eterno y cada Misa es participación en él. 

Noten la diferencia entre “re-presentar” y “representar”.

En lenguaje moderno decir que una cosa “representa” a otra generalmente quiere decir que ésta sustituye a aquella. Una palabra representa la cosa a la que da nombre, y un oficial elegido re- presenta al pueblo que lo elige. Pero la palabra no es igual a la cosa, y el oficial elegido no es el pueblo.

Cuando decimos que la Misa “re-presenta” el sacrificio de Cristo en la cruz, sin embargo, volvemos a la raíz de la palabra. 

La Misa presenta el sacrificio de nuevo, haciéndolo presente para nosotros ahora mismo. En todas partes del mundo, donde sea que se celebra la Eucaristía, el pueblo de Dios está presente ante el único y eterno sacrificio del Cordero.

- Sacerdotes ofreciendo sacrificio -

Cada miembro del Pueblo de Dios es hecho miembro del santo sacerdocio de la Iglesia (cfr. 1 Pe. 2:4-5,9; Apoc. 1:6) así como Israel fue llamado “un reino de sacerdotes” (Ex. 19:6). Cada uno de nosotros es llamado a “ofrecer sacrificios espirituales” (cfr. 1 Pe. 2:4-5).

Como Cristo se ofreció en la cruz, también nosotros somos llamados a ofrecer nuestros propios cuerpos y nuestras propias vidas en la Misa. Unidos a Cristo en el bautismo, compartimos su sacerdocio. Con Él, nos ofrecemos como sacrificio.

“Los exhorto, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, a que se ofrezcan a ustedes mismos como un sacrificio vivo, santo, agradable a Dios: tal será su culto espiritual” (Rom. 12:1).

Y en este culto espiritual estamos unidos con todos los cristianos en todas partes donde celebran el mismo sacramento. También nos unimos con los santos en el cielo, todos los cristianos a través de todo el tiempo, compartiendo el único y perfecto sacrificio. 

De hecho, la Misa es el cielo en la tierra, no por figura, sino literalmente. Esto va a ser el tema de la próxima lección: el hecho sorprendente y asombroso que donde sea que se celebra la Misa, el cielo está presente ahora mismo.

IV. Preguntas para reflexionar

☼¿Por qué los intérpretes cristianos y judíos concluyeron que Isaac fue voluntariamente a su propio sacrificio?

☼¿Por qué es significativo que Pilato mandó a Jesús a su muerte cerca de las 12 p.m. el día de la preparación?

☼¿A qué sacrificio del Antiguo Testamento se refieren las palabras de Jesús sobre “la sangre de la Alianza”?

☼¿Por qué es que San Juan toma tanto cuidado en señalar que no se quebró ningún hueso de Jesús?

☼¿Cuántas veces se ofrece el sacrificio de Cristo?

☼¿Cuál es la diferencia entre hacer una representación del sacrificio de Cristo y re-presentarlo?

- Para meditación personal-

► ¿Recuerdas la historia de la primera pascua? (cfr. Ex. 12.) Durante la Misa dominical, relaciona la Pascua—la salvación de los primogénitos de los israelitas—al drama de salvación que estás presenciando.

► ¿”Disciernes el cuerpo” en la Eucaristía? Lee 1 Corintios 11:23-32 otra vez. Como preparación para la Misa, ¿por qué no lees la narración de la pasión en el evangelio de San Juan, especialmente San Juan 19:13-37?

 

   


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