Friday April 19,2024
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La Santa Misa > Testimonio de Catalina sobre la Santa Misa

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Inmediatamente Monseñor dijo las palabras consagratorias del vino y junto a sus palabras, empezaron unos relámpagos en el cielo y en el fondo.  No había techo de la Iglesia ni paredes, estaba todo oscuro solamente aquella luz brillante en el Altar.

De pronto suspendido en el aire, vi a Jesús, crucificado, de la cabeza a la parte baja del pecho.  El tronco transversal de la cruz estaba sostenido por unas manos grandes, fuertes.  De en medio de aquel resplandor se desprendió una lucecita como de una paloma muy pequeña muy brillante, dio una vuelta velozmente toda la Iglesia y se fue a posar en el hombro izquierdo del señor Arzobispo que seguía siendo Jesús, porque podía distinguir Su melena y Sus llagas luminosas, Su cuerpo grande, pero no veía Su Rostro.

Arriba, Jesús crucificado, estaba con la cara caída sobre el lado derecho del hombro, lo que se veía del rostro y brazos golpeados y descarnados.  Del costado derecho tenia una herida en el pecho salía a borbotones hacia la izquierda sangre y hacia la derecha sospecho que agua pero muy brillante, mas bien eran chorros de luz que iban dirigiéndose hacia los fieles moviéndose a derecha e izquierda.  ¡Me asombraba la cantidad de sangre que salía encima del Cáliz y pensé que iba a chorrear y manchar todo el Altar, pero no cayo ni una sola gota!

Dijo la Virgen en ese momento: “Este es el Milagro de los Milagros, te lo he repetido, para el Señor no existe ni tiempo ni distancia y en el momento de la Consagración, toda la asamblea es trasladada al pie del Calvario en el instante de la crucifixión de Jesús”.

¿Puede alguien imaginarse eso?  Nuestros ojos no lo pueden ver, pero todos estamos allá, en el momento que a El lo están crucificando y esta pidiendo perdón al Padre, no solamente por quienes lo matan, sino por cada uno de nuestros pecados: “¡Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen!”.

A partir de aquel día, no me importa si me toman como loca, pero pido a todos que se arrodillen, que traten de vivir con el corazón y toda la sensibilidad de que son capaces aquel privilegio que el Señor nos concede.

Cuando íbamos a rezar el Padrenuestro, Hablo el Señor por primera vez durante la celebración y dijo: “Aguarda quiero que ores con la mayor profundidad de que seas capaz y que en este momento, traigas a tu memoria a la o a las personas que mas daño te han ocasionado durante tu vida para que la abraces junto a tu pecho y le digas de todo corazón: -En el nombre de Jesús yo te perdono y te deseo la paz.  En el Nombre de Jesús te pido perdón y deseo mi paz-.  Si esa persona merece la paz, la va a recibir y le va a hacer mucho bien; si esa persona no es capaz de abrirse a la paz, esa paz volverá a tu corazón.  Pero no quiero que recibas y des la paz, a otras personas cuando no eres capaz de perdonar y sentir esa paz primero en tu corazón”.

“Cuidado con lo que hacen”, -continuo el Señor- “Ustedes repiten en el Padrenuestro: perdónanos así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden.  Si ustedes son capaces de perdonar y no olvidar, como dicen algunos, están condicionando el perdón de Dios.  Están diciendo perdóname únicamente como yo soy capaz de perdonar, no mas allá”.


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