Tuesday April 23,2024
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La Santa Misa > Testimonio de Catalina sobre la Santa Misa

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No se como explicar mi dolor, al comprender cuanto podemos herir al Señor y cuanto podemos lastimarnos nosotros mismos con tantos rencores, sentimientos malos y cosas feas que nacen de los complejos y de las susceptibilidades.  Pedí perdón y perdone de corazón a todos los que me habían lastimado alguna vez, para sentir la paz del Señor.

El celebrante decía: concédenos la paz y la unidad…y luego: “la paz del Señor este con ustedes”

De pronto vi. Que en medio de algunas personas que se abrazaban (no todos), se colocaba en medio una luz muy intensa, supe que era Jesús y me abalance prácticamente a abrazar a la persona que estaba a mi lado. Pude sentir verdaderamente el abrazo del Señor en esa luz, era El que me abrazaba para darme Su paz, porque en ese momento había sido yo capaz de perdonar y de sacar de mi corazón todo dolor contra otras personas.  Eso es lo que Jesús quiere, compartir ese momento de alegría abrazándonos para desearnos Su paz.

Llego el momento de la comunión de los celebrantes, ahí volví a notar la presencia de todos los sacerdotes junto a Monseñor.  Cuando el comulgaba, dijo la Virgen:

“Este es el momento de pedir por el celebrante y los sacerdotes que lo acompañan, repite junto a Mi: Señor bendícelos, santifícalos, ayúdalos, purifícalos, ámalos cuídalos, sostenlos con tu Amor…Recuerden a todos los sacerdotes del mundo, oren por todas las almas consagradas”

Hermanos queridos, ese es el momento que debemos pedir porque ellos son Iglesia, como también lo somos los laicos.  Muchas veces los laicos exigimos mucho de los sacerdotes, pero somos incapaces de rezar por ellos, de entender que son personas humanas, de comprender y valorar la soledad que muchas veces puede rodear a un sacerdote.

Debemos comprender que los sacerdotes son personas como nosotros y que necesitan comprensión, cuidado, que necesitan afecto, atención de parte de nosotros, porque están dando su vida por cada uno de nosotros, como Jesús, consagrándose a El.

El Señor quiere que la gente del rebano que le ha encomendado ore y ayude en la santificación de su Pastor.  Algún día, cuando estemos al otro lado, comprenderemos la maravilla que el Señor ha hecho al darnos sacerdotes que nos ayuden a salvar nuestra alma.

Empezó la gente a salir de sus bancas para ir a comulgar.  Había llegado el momento del encuentro, de la “Comunión”, el Señor me dijo: “Espera un momento, quiero que observes algo…” por un impulso interior levante la vista hacia la persona que iba a recibir la comunión en la lengua de manos del sacerdote. 

Debo aclarar que esta persona era una de las señoras de nuestro grupo.   Cuando el sacerdote colocaba la Sagrada Hostia en su lengua, como un flash de luz, aquella luz muy dorada-blanca atravesó a esta persona por la espalda primero y luego fue envolviéndola por los hombros y la cabeza.  Dijo el Señor:


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