Thursday April 25,2024
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MEDITACIONES

Jesus Meditando


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¿Qué dijeron los santos acerca de la Virgen María?

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¡Dios nunca olvida!

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»María libra del infierno a sus devotos

»¡Oh Dulce Virgen María!

»María alivia a los suyos las penas del purgatorio y les saca de ellas

»¿Y por qué faltar a misa el domingo es pecado?

»15 Razones del por qué el yoga es sumamente peligroso

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»La Virgen derrama lágrimas en Ucrania

»Nuestro ángel de la guarda

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»El Poder olvidar, don de Dios

»María ha subido al cielo
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»Una luz en la noche


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»Entrevista con San Pedro
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»¿Son compatibles? Yoga y Cristianismo


»¿Estamos abiertos al Evangelio?


»Reina y Madre de sus
queridos hijos

»Los santos cuerpos incorruptos

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»Cada uno de nosotros es
un grano de trigo

»Jesús, la mejor opción en la vida

»Eucaristía y Sagrario

»En la frente... una cruz de ceniza bendecida

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»El ayuno, don total de
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»La más tierna de las madres y la más poderosa de las Reinas

»La Noche Vieja

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»Meditación ante el Santísimo Sacramento

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»¡Aquí estás presente, Señor!


» Vive, ama y perdona ¡ya!


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antes de Misa

»Reina y Madre de sus queridos hijos

»María es inmensamente
feliz en el cielo

»Madre enséñame a orar contigo
y como Tú lo hacías

»Los éxitos del Hijo son
también de su madre



»María, ahora es todo luz 



»Aceptó ser madre tuya por siempre 

»El amor más entrañable
ahí está por ti
 

»Creo en la misericordia divina

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»Presencia de Jesús y María
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»Con María...esperado Pentecostés

»Enséñanos, María a aceptar
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»Vocaciones y oración

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»Reír, sonreír y amar

»Tu actitud es más importante
que los hechos


»Eucaristía y compromiso de caridad

»La providencia de Dios

»Lo que Cristo quiere ser para ti

»Lo que ella sabía que su hijo cruzaba la hora más amarga

»Solemnidad del Cuerpo y
Sangre de Cristo


»Dolor, humillación y gloria
de las espinas




 
Autor: P Mariano de Blas LC | Fuente: catholic.net

Ella sabía que su hijo cruzaba la hora más triste y amarga


Los apóstoles dormían en la hora más triste de Jesús en esta tierra. La excusa: tenían sueño. Pero Jesús moría... Sólo un apóstol velaba: el traidor. “Era de noche” había dicho Juan. Desde ese momento sería eternamente de noche para él. Otra alma estaba en vela, orando con lágrimas profundas en su rostro: María. No puedo creer que la Virgen María esa noche pudiera dormir. Le habían arrancado el sueño. Los corazones que aman, aunque no vean, saben.

Ella sabía, por intuición maternal y sobrenatural que su hijo cruzaba la hora más triste y amarga, Y Ella, la Virgen fiel, la Madre maravillosa, le acompañó, lo fortaleció. Ella fue el ángel que le infundió fuerzas. Eres corredentora por haber sostenido con tus brazos, oración y amor al Redentor en su pasión y muerte. Esa noche no fuiste para ti, fuiste toda para Jesús moribundo. Tu corazón, tu amor, tu oración lo mantuvo en vilo. Como cuando era un niño le animaste a repetir aquellas palabras que Él te había enseñado desde siempre: “Tu voluntad, Señor”. Palabras que Él se sabía muy bien, pero que en el océano de dolor y abandono en que navegaba, era casi incapaz de balbucir.

Tú recogiste en tu corazón aquella sangre de tu Hijo. Aquella sangre que sería inútil para muchos, Tú la transfundiste a los futuros mártires.

Tú supiste de Judas. ¡Qué dolor, qué dolor, qué dolor inútil para él! Con una voz que hubiera amansado a la fiera más salvaje, le dijiste: “¡Judas, Él perdona!” Y estas palabras no amansaron a aquella fiera humana, como tampoco las palabras más amorosas y suaves que haya recibido de Dios un pecador: “Amigo, ¿a qué has venido? ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre? Si todos llevamos en los labios el beso de Judas, te pido me concedas, si soy una fiera humana, la ternura que manifiesta un tigre con sus cachorros. Jamás permitas en mí la reedición del apóstol reconocido como “el traidor”. Cualquier cosa menos eso.

Tú supiste de Pedro. ¡Qué dolor, qué dolor, qué dolor tan distinto! Cuando te contaron de sus lágrimas, las tuyas se calmaron. Era un apóstol herido, pero salvado. Si Jesús había rogado por Simón, seguramente Tú también rogaste por él, porque eras la Madre de la Iglesia, y si por alguien debías rogar era por el vicario de tu Hijo. Cuantas victorias finales habrás de lograr con apóstoles heridos, maltratados por Satanás, cribados por él. Pero Cristo ha rogado por ellos y Tú has intercedido también. Yo quiero ser uno de esos a quien tu intercesión salve del abismo.

Tú supiste que lo aprehendieron y lo llevaron al Sanedrín y a Pilatos y a Herodes... ¡Horror! y ... lo condenaron a muerte. La espada entró casi hasta la empuñadura en tu corazón. La hora tan largamente temida, la hora que Tú trataste de detener con tu amor, rompió el dique y arrasó con todo, te arrastró a ti por la impetuosa corriente. Eras una herida total que aún con el roce del aire, el vuelo de una golondrina te hacía sufrir intensamente.

 

 

   


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