Friday March 14,2025
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Providencia Divina

  
PROVIDENCIA DIVINA
Una Visión Distinta Acerca
de la Muerte
Testimonio de Catalina
  



»  La Recomendación del Arzobispo Emérito de Cochabamba

Introducción

PRIMERA PARTE:
La Muerte, Dolor y Esperanza

Capítulo 1

1.1 »  El Amor toca a mi puerta

1.2 »  El Consuelo del Señor

Capítulo 2

2.1 »  Conversión, Dulce obsequio de Dios

2.2 »  Nunca estás sola

2.3 »  La asistencia de María, nuestra Madre

Capítulo 3

3.1 »  Enfermedad, sufrimiento y alivio

3.2 »  La preparación del Espíritu

3.3 »  Jesús, Presencia Siempre Viva

3.4 »  Primero la voluntad de Dios

Capítulo 4

4.1 »  El día del Sagrado Corazón: la hora del adiós

4.2 »  ¡Tengo que irme, déjenme ir!

Capítulo 5

5.1 »  Su herencia: Caridad, humildad, valor

5.2 »  El espíritu vuela hacia Dios

5.3 »  Dolor y misericordia

Capítulo 6

6.1 »  Confesión, muerte y transformación

6.2 »  El tierno abrazo de la Madre

Capítulo 7

7.1 »  Una llamada urgente: la asistencia al moribundo

SEGUNDA PARTE:
El Sacramento de la Reconciliación

Capítulo 8

8.1 »  Tú que quitas los pecados del mundo...

Capítulo 9

9.1 »  El delicado momento de la Reconciliación

9.2 »  El don otorgado al Sacerdote


»  Una breve reflexión al concluir

 

Capítulo 4
4.2» ¡Tengo que irme, déjenme ir!

Autor: Catalina Rivas | Fuente: www.LoveAndMercy.org  

1) Abría los ojos muy grandes, como buscando algo y repetía: "Padre, mi espíritu..." y nuevamente: "¡ya, ya!. Comprendimos que quería decir "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu", la ayudamos y lo repitió cuatro veces.... Después dijo: "no me detengan, tengo que irme, déjenme ir"

2) Tenía sus manos muy frías entre las mías, le dije que
se fuera sin temores a los brazos de Jesús, que era un día maravilloso, el día del Sagrado Corazón, que todos la despedíamos con alegría... Le empecé a cantar "más allá del sol, yo tengo un hogar...." Ella se unió a mi canto; luego comencé a cantarle una canción de cuna y también me acompañó. Mientras tanto, todos los demás permanecían en oración alrededor de ella, rezando el Santo Rosario.

3) Después de unos momentos dijo: "¡No puedo irme! Tengo que ver primero a la Virgen..." Le pasamos el cuadro de María Auxiliadora y le dije que ahí estaba ella. Pero miró en otra dirección y replicó: "Sí, ya está aquí, ¿cómo es su nombre?... " Mi cuñada Anita le preguntó: ¿Es María Auxiliadora? Dijo que no. Anita le preguntó si era nuestra Señora de Guadalupe. Dijo:
"Sí, es Ella, así es Su nombre... Hagan lugar a la Mamita, den paso... ¡Santo Dios...! ¡Madre mía...! ¡Padre mío, en tus manos...! y levantando su mano cayó inconsciente, como para agarrar la mano de alguien a quien no veíamos. Duró menos de un minuto en ese estado y expiró...

4) Tanto sufrimiento, especialmente en los últimos meses, había acabado con sus fuerzas. Creo que no podíamos esperar muerte más santa y más serena.

5) Su velorio fue tan humilde como era ella. No quisimos que la pusieran en un ataúd, la recostamos en su cama, alquilada de hospital. Eso me llevó a meditar una vez más en cuán vano es el apego a las cosas materiales, porque a la hora de irse uno, en verdad no tiene nada.

6) Le pusimos el vestido blanco que días antes ella había pedido insistentemente que le alistasen, y llegó la gente de la funeraria a preparar su cuerpo. Sólo pedí un crucifijo con dos luces internas y nada de cordones, ni adornos que de tan llamativos desentonan con el luto y los sentimientos de la familia.

7) Rodeaba su cuerpo inerte únicamente la parte de mi familia que vive en esta ciudad, y el grupo íntimo de nuestro Apostolado, una amiga muy querida que llegó de México para acompañar a mi hermano al crematorio, Analupe, y yo.

8) En medio de todo este dolor, dimos gracias al Señor por personas a quienes mi mamá quería mucho, como David Lago, quien se ocupó de todo como si fuera un hijo más; el Dr. William Rosado, quien dejando de lado compromisos familiares, guió la parte de los trámites médicos. Miguel, Cecilia, Pepe... Y el resto del grupo, cada uno con su cuota de afecto y solidaridad.

9) El sacerdote que nos dirige celebró la Misa de Cuerpo Presente en el dormitorio, junto a la cama donde mamá parecía dormida.

10) Pero el Señor maravilloso, quiso darnos algo más para ella, como una tarjeta de condolencia enviada por el Cielo: las madres Dominicas, amigas tan queridas nuestras, aparecieron en casa para cantar en la Santa Misa. Verdaderamente parecía que estuviésemos en un lugar muy lejos del dolor y de la tierra; en algún momento nos pareció escuchar a los mismos coros de ángeles.

11) La velamos toda la noche, con la carita descubierta.
Llegó a acompañarnos por unas horas un sacerdote amigo al que mi mamá especialmente apreció mucho, y quien generosamente ofreció su Iglesia para celebrar la Misa y depositar sus cenizas.

12) ¡Cuánto amor de las personas cerca de nosotros!
Especialmente de una joven a la que quiero como si fuera mi hija, y que permaneció junto a mí las 24 horas siguientes: Martha, que Dios pague tu compañía.

13) Hubo lágrimas, sí, pero no un llanto desesperado.
Estuvimos en oración toda la noche. Al día siguiente, a la una de la tarde fue llevada al Crematorio. Yo había llamado por teléfono a un Arzobispo para que me orientara sobre estas cosas, pues en mi país no se acostumbra tomar esta medida y su respuesta me dejó tranquila al respecto.

14) Cuando mamá dejaba la casa me dirigí al Oratorio para rezar el Santo Rosario con mi director espiritual (bendito hombre que el Señor puso para fortalecernos y salvar a mi mamita). Yo sabía que sólo la oración podría ofrecerme el sosiego esperado. Los miembros del Apostolado acompañaron su cuerpo mientras cantaban a la Virgen: "Ven con nosotros a caminar, Santa María, ven…"

15) Más tarde, la Santa Misa fue celebrada en un clima de profundo gozo espiritual y paz, en el Santuario de la Divina Misericordia. Allí, en la Cripta, descansan los restos de aquella mujer que confió tanto en la Misericordia de Dios.

   


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