Monday December 23,2024
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IMITACION DE CRISTO

Por Tomás de Kempis
Fuente:catholic.net

Imitando a Jesus
Libro 4
Santísimo Sacramento del Altar

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» 1. Con cuánta reverencia se ha de recibir a Jesucristo

» 2. De la bondad y caridad de Dios, que se manifiesta en este sacramento


» 3. Que es provechoso comulgar con frecuencia


» 4. De los muchos bienes que se conceden a los que devotamente comulgan


» 5. De la dignidad del sacramento y del estado del sacerdocio


» 6. Ejercicios para antes de la comunión


» 7. Del examen de la propia conciencia y del propósito de la enmienda


» 8. Del ofrecimiento de Cristo en la cruz, y de la propia resignación

» 9. Que debemos ofrecernos a Dios con todas nuestras cosas y rogarle por todos


» 10. No se debe dejar fácilmente la sagrada comunión

» 11. El cuerpo de cristo y la sagrada escritura son muy necesarios al alma fiel


» 12. Debe disponerse con gran diligencia el que ha de recibir a Cristo


» 13. Cómo el alma devota debe desear con todo su corazón unirse a cristo en el sacramento

» 14. Del ansia con que algunos devotos desean el cuerpo de cristo

» 15. Que la devoción se alcanza con la humildad y abnegación de sí mismo

» 16. Que debemos manifestar a Cristo nuestras necesidades y pedirle su gracia

» 17. Del amor fervoroso y vehemente deseo de recibir a Cristo

» 18. Que el hombre no debe ser curioso en examinar este sacramento, sino humilde imitador de cristo, sometiendo su parecer a la sagrada fe

 

 

 

DEL EXAMEN DE LA PROPIA CONCIENCIA Y DEL PROPÓSITO DE LA ENMIENDA


Jesucristo:

1. Sobre todas las cosas es necesario que el sacerdote de Dios llegue a celebrar, manejar y recibir este Sacramento con grandísima humildad de corazón y con devota reverencia, con entera fe y con piadosa intención de la honra de Dios. Examina diligentemente tu conciencia, y según tus fuerzas límpiala adórnala con verdadero dolor y humilde confesión, de manera que no tengas o sepas cosa grave que te remuerda y te impida llegar libremente al Sacramento. Ten aborrecimiento de todos tus pecados en general, y por las faltas diarias duélete y gime más particularmente. Y si el tiempo lo permite, confiesa a Dios todas las miserias de tus pasiones en lo secreto de tu corazón.

2. Llora y duélete de que aún eres tan carnal y mundano, tan poco mortificado en las pasiones, tan lleno de movimientos de concupiscencia; Tan poco diligente en la guarda de los sentidos exteriores, tan envuelto muchas veces en vanas imaginaciones; Tan inclinado a las cosas exteriores, tan negligente en las interiores; Tan fácil a la risa y a la disipación, tan duro para las lágrimas y la compunción; Tan dispuesto a la relajación y regalos de la carne, tan perezoso al rigor y al fervor; Tan curioso para oír novedades y ver cosas hermosas; tan remiso en abrazar las humildes y despreciadas; Tan codicioso de poner mucho; tan encogido en dar; tan avariento en retener; Tan inconsiderado en hablar, tan poco detenido en callar; tan descompuesto en las costumbres, tan indiscreto en las obras; Tan desordenado en el comer, tan sordo a las palabras de Dios. Tan presto para holgarte, tan tardío para trabajar; Tan despierto para oír hablillas y cuentos, y tan soñoliento para velar en oración; Tan impaciente por llegar al fin, y tan vago en la atención; Tan negligente en el rezo, tan tibio en la Misa, tan indevoto en la Comunión; Tan a menudo distraído, tan raras veces enteramente recogido; Tan prontamente conmovido a la ira, tan fácil para disgustar a los demás; Tan propenso a juzgar, tan riguroso en reprender; Tan alegre en la prosperidad, tan abatido en la adversidad; Tan fecundo en los buenos propósitos, y tan estéril en ponerlos por obra.

3. Después de haber confesado y llorado estos y otros defectos con dolor y gran disgusto de tu propia fragilidad, propón firmemente de enmendar siempre tu vida, y mejorarla de allí adelante. En seguida, abandonándote a Mí con absoluta y entera voluntad, ofrécete a ti mismo para gloria de mi nombre en el altar de tu corazón, como sacrificio perpetuo, encomendándome a Mí con entera fe el cuidado de tu cuerpo y de tu alma. Para que de esta manera merezcas llegar dignamente a ofrecer el santo sacrificio, y recibir saludablemente el Sacramento de mi cuerpo.

4. Pues no hay ofrenda más digna, ni mayor satisfacción para borrar los pecados, que ofrecerse a sí mismo pura y enteramente a Dios, con el sacrificio del cuerpo de Cristo en la Misa y Comunión. Si el hombre hiciere lo que está de su parte, y se arrepintiere verdaderamente, cuantas veces acudiere a Mí por perdón y gracia: Vivo yo, dice el Señor, que no quiero la muerte del pecador, sino que se convierta y viva; porque no me acordaré más de sus pecados, sino que todos les serán perdonados.

 

   

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