01. Conversando con mis amigos evangélicos:
Sobre el desarrollo de la Doctrina Cristiana
Autor: José Miguel Arráiz | Fuente: ApologeticaCatolica.org
Reproduzco esta conversación porque puede servir de ayuda y guía a la hora de explicar a nuestros hermanos cristianos de otras denominaciones exactamente que creemos y por qué.
Continuando con la serie de conversaciones entre amigos sobre temas de apologética, les comparto un nuevo diálogo ficticio que parte de la conversación anterior sobre la Tradición y de allí se profundiza en el concepto de desarrollo de la doctrina cristiana. Como de costumbre los argumentos los he recogido de conversaciones que he tenido de este tema a lo largo de los años. Los nombres de quien participan no son reales.
Miguel: Sabes José, ha pasado algún tiempo desde nuestra última conversación y junto con mi amiga Marlene hemos tenido oportunidad de analizar algunos de los puntos que platicamos. Incluso le hemos pedido opinión a nuestro pastor, y él nos ha hecho observaciones muy lúcidas respecto.
José: Me parece muy bien.
Miguel: Si no recuerdo mal, tu decías que es importante la tradición porque la Biblia ordena mantenerla.
José: Efectivamente, San Pablo que es quien ordenaba no dejarse esclavizar por tradiciones humanas según el mundo (Colosenses 2,8) es el que también escribió:
"Os alabo porque en todas las cosas os acordáis de mí y CONSERVÁIS LAS TRADICIONES tal como os las he transmitido" (1 Corintios 11,2)
"Hermanos, os mandamos en nombre del Señor Jesucristo que os apartéis de todo hermano que viva desordenadamente y no según LA TRADICION QUE DE NOSOTROS RECIBISTEIS" (2 Tesalonicenses 3,6)
"Así pues, hermanos, manteneos firmes y CONSERVAD LAS TRADICIONES que habéis aprendido de nosotros DE VIVA VOZ o por carta" (2 Tesalonicenses 2,15)
Marlene: Pues fíjate lo que nos ha dicho el pastor. Si es así, mira que San Pablo ordena conservar las tradiciones TAL COMO LAS HA TRANSMITIDO (1 Corintios 11,2) ¿De dónde se saca la Iglesia Católica que la tradición que mantienen es la misma Tradición que recibieron de los apóstoles?
Miguel: De hecho, hemos empezado a leer algunos escritos cristianos de los más antiguos, a los que ustedes llaman "padres apostólicos" y no me vas a negar que hay una diferencia ENORME entre lo que creen los católicos hoy y lo que creían ellos[1].
Marlene: ¿Donde encuentras por ejemplo tú allí por ejemplo la Misa, el Papa, un confesionario donde la gente confiese sus pecados a un hombre, los dogmas de la virgen, y tantas otras doctrinas católicas que se encuentran en catecismos, encíclicas, bulas, etc.?
José: Con gusto podemos tratar cada tema por separado, pero antes necesito explicarles lo que nosotros entendemos por crecimiento o desarrollo de la doctrina cristiana.
Miguel: Adelante.
José: Todo el ámbito de la doctrina cristiana y católica puede distribuirse en cuatro grados, a saber: 1) dato revelado; 2) dogmas; 3) verdades infalibles; 4) conclusiones teológicas.
El primer grado abarca todas las verdades o proposiciones expresamente reveladas o inspiradas por Dios a los apóstoles y entregadas por ellos a la Iglesia, antes que la Iglesia o la razón humana hiciera sobre ellas labor o especulación alguna. Abarca, por lo tanto, dos géneros de proposiciones: todas las proposiciones de la Sagrada Escritura y todas las proposiciones de la Tradición divina tal como salieron de la boca de Jesús, los apóstoles o los escritores sagrados. Este primer grado es el punto de partida de los otros tres.
El segundo grado, llamado dogmas de fe, comprende las proposiciones definidas por la Iglesia como reveladas o de Fe divina.
El tercer grado, incluye todas las proposiciones definidas por la Iglesia de manera infalible, pero sin ser definidas como reveladas.
Al cuarto grado pertenecen todas las proposiciones que están necesariamente conexas con cualquiera de los tres grados anteriores, que es lo que comúnmente se entiende bajo el nombre de conclusiones teológicas y que se deducen de las anteriores. La gran parte de la doctrina que la Iglesia enseña al pueblo cristiano pertenece a este grado, y pueden pasar al tercero o al segundo si son producto de una declaración infalible o una definición dogmática[2].
Miguel: Si te entiendo bien, estás diciendo que gran parte de la doctrina católica ha surgido de conclusiones teológicas de lo que ustedes interpretan de la Escritura y la Tradición.
José: Por supuesto, pues no hay conclusión alguna verdaderamente teológica que no pueda ser definida por la Iglesia.
Recuerda que Jesús había anunciado a los apóstoles: "Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello. Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir." (Juan 16,12-13), corresponde a la Iglesia meditando sobre el Depósito de la Fe comprender gradualmente todo su contenido e ir explicitando la Revelación[3].
Es por esto que nosotros creemos que aunque ha habido un desarrollo en la doctrina cristiana, este es homogéneo y siempre en el mismo sentido y no una evolución transformista donde el dogma cambia de significado[4], de manera de que lo que era una verdad de fe en épocas pasadas no lo sea ya hoy.
Marlene: Entiendo lo que tratas de decir, pero tengo que volver sobre lo mismo: eso no es lo que ordenó San Pablo y repito el texto "Os alabo porque en todas las cosas os acordáis de mí y conserváis las tradiciones TAL COMO OS LAS HE TRANSMITIDO" (1 Corintios 11,2). Lo que tu sostienes parece realmente una excusa para justificar el cambio que ha habido en la doctrina católica, afirmando que ha "crecido" cuando más bien ha CAMBIADO a lo largo de la historia, a medida que la Iglesia Católica se fue paganizando por la influencia de otras culturas.
José: Ustedes, aunque quizá no conscientemente, no rechazan todo desarrollo de doctrina cristiana. Miguel, por ejemplo, es un firme defensor de la doctrina de la Santísima Trinidad, y él sostiene que es 100% bíblica. Sin embargo, la palabra "Trinidad" no aparece en la Biblia, ni vemos en ella una definición como la que aparece en el Credo Niceno-Constantinopolitano, y a pesar de esto ustedes no la rechazan[5].
Miguel: Por supuesto, pero aunque no use esas palabras en la Biblia dice en esencia lo mismo, vemos que hay un solo Dios, que tanto el Padre, como el Hijo, como el Espíritu Santo son también Dios.
José: No lo discuto, pero el hecho es tu individualmente has hecho lo mismo que la Iglesia hizo al sacar una conclusión teológica a partir del dato revelado y la has aceptado como Dogma de Fe. La diferencia es que la Iglesia, por su función de administradora de los misterios de Dios (1 Corintios 1,4) lo ha definido para ser creído por todo el pueblo cristiano, al mismo tiempo que la terminología se ha ido enriqueciendo para expresar mejor el misterio divino.
Marlene: No creo que Miguel crea en dogmas, así como yo tampoco lo hago, simplemente reconocemos una verdad tal como aparece en la Biblia que es la palabra de Dios viva y eficaz (Hebreos 4,12).
José: Un dogma no es más que la definición de manera explícita de una verdad de Fe. Por ejemplo, si tú crees y reconoces que Jesucristo es Dios, ya allí te adhieres a un dogma aunque no lo llames de esa manera. Lo que intento decir es que una verdad no es menos verdad solo porque no esté contenida de manera explícita en la Revelación Divina, y precisamente por eso he puesto el ejemplo de la doctrina de la Trinidad, porque es una verdad implícita que tanto ustedes como nosotros aceptamos.
Miguel: Si José, pero con todo respeto, creo que hay una diferencia bastante grande entre el ejemplo que pones de la Trinidad, que a todas luces está claro en la Biblia, y el resto de doctrinas católicas que no aparecen por ningún lado en ella.
José: Puede ser que para lo que para ustedes está bastante claro no lo esté para todos. Los testigos de Jehová, por ejemplo, no creen en la Trinidad y profesan una visión arriana[6] de la persona de Jesucristo. Tampoco lo hacen los unitarios, sabelianos, modalistas[7] y un sin número de herejías más. En nuestro caso ocurre lo mismo, y es allí donde yo les sugeriría tener la mente abierta a la posibilidad de que quizá en el resto de las doctrinas católicas también hay un legítimo desarrollo de doctrina cristiana.
En la Iglesia Católica tenemos un notorio caso de conversión desde el anglicanismo, John Henry Newman, quien posteriormente llegó a ser Cardenal. Él pensaba igual que ustedes y se dedicó durante aproximadamente 20 años, como estudiante y docente en la Universidad de Oxford, a estudiar los cambios en las doctrinas y prácticas de los cristianos a lo largo de los siglos. Durante muchos años aceptó la noción de que las doctrinas y prácticas católicas eran una corrupción del cristianismo primitivo, sin embargo terminó concluyendo que estos cambios tenían una explicación satisfactoria[8] para cuando terminó su Ensayo sobre el desarrollo de la doctrina cristiana[9].
Miguel: Entiendo José, pero que él haya llegado a esas conclusiones, no significa que haya encontrado la verdad, y así como nosotros estamos abiertos a que realmente esos cambios tengas explicación, te sugiero estar también abierto a la posibilidad de que simplemente la Iglesia se fue corrompiendo al pasar el tiempo y fue incorporando doctrinas ajenas a la palabra de Dios que finalmente la terminaron desplazando. Y no sería la primera vez que ocurriera, recuerda que ya para tiempos de Jesús a la clase sacerdotal de la época le había sucedido.
José: Has tocado un tema muy interesante que podríamos conversar en una futura ocasión. ¿Pudo la Iglesia corromperse o es realmente indefectible como creemos los católicos?
Miguel: Con gusto José, hasta pronto.
NOTAS
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[1] Esta objeción muy válida. Tal como explica el P. Francisco Marín Sola O.P:
"Ante la vista de cualquiera que estudie sin prejuicios la historia de la Iglesia Católica y su doctrina, se destaca con evidencia dos hechos:
El primero es que la doctrina católica, aun en su parte estrictamente dogmática, ha crecido o se ha desarrollado, y en una escala grandísima, desde el tiempo de los apóstoles hasta nuestros días. Para verlo no hay sino comparar sobre cualquier punto doctrinal los sencillos enunciados bíblicos con las complicadas definiciones de los últimos Concilios Ecuménicos, comparar el símbolo apostólico o primitivo con el símbolo llamado de Atanasio o con la profesión de fe de Pio IV; comparar cualquier documento de los Papas primitivos con el Syllabus, de Pio IV, o con la Encíclica Pascendi de Pio X, comparar cualquier catequesis de los Santos Padres con uno de los catecismos de nuestros días. La evidencia de tal hecho o crecimiento salta a la vista.
El segundo hecho patente, es que en ese crecimiento han tenido gran intervención o influencia las diversas filosofías o civilizaciones humanas, en especial la filosofía griega en la Edad Patrística y la filosofía escolástica en la Edad Media y Moderna. Esa influencia se advierte en los escritos de los Santos Padres, que desarrollaron la doctrina primitiva, en las disputas y disquisiciones conciliares que precedieron en la definición de cada dogma, y aun en las mismas fórmulas dogmáticas, la cual llevan la marca clara de las diversas épocas en que fueron definidas"
Francisco Marín Sola O.P. La Evolución Homogénea del Dogma Católico, BAC, Madrid 1952 p.137
[2] Ibid. p. 136
[3] El Catecismo de la Iglesia Católica enseña a este respecto:
"La economía cristiana, como alianza nueva y definitiva, nunca cesará y no hay que esperar ya ninguna revelación pública antes de la gloriosa manifestación de nuestro Señor Jesucristo" (DV 4). Sin embargo, aunque la Revelación esté acabada, no está completamente explicitada; corresponderá a la fe cristiana comprender gradualmente todo su contenido en el transcurso de los siglos." (CEC 66)
[4] La evolución transformista del dogma ha sido rechazada por la Iglesia como herética. El Papa Pio X ordenó al clero un juramento antimodernista en donde se pedía declarar:
"Rechazo de plano la herética ficción de la evolución de los dogmas, según la cual podrían estos pasar de un sentido a otro diferente, diverso del que primero había profesado la Iglesia"
(Denzinger-Schönmetzer 3541)
[5] El Credo Niceno-Constantinopolitano fue definido en los Concilios Ecuménicos de Nicea (325) y Constantinopla (año 381 ) y establece la siguiente profesión de fe para la Iglesia:
"Creo en un solo Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible.
Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz. Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación, bajó del cielo; y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre.Y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin.
Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo, recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas.
Creo en la Iglesia, que es Una, Santa, Católica y Apostólica. Confieso que hay un solo Bautismo para el perdón de los pecados. Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén".
[6] El arrianismo fue una antigua herejía condenada en el Concilio de Nicea originada por Arrio, que negaba la divinidad de Cristo. Para él, Cristo era el primer ser creado, no consubstancial con el Padre.
[7] El sabelianismo acepta que tanto el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son un mismo Dios, pero rechaza que sean Personas Divinas distintas de una misma naturaleza. Para ellos son distintas manifestaciones del mismo Dios.
[8] El Concilio Vaticano II explica a que se refiere el desarrollo de la doctrina cristiana de la siguiente manera:
"Así, pues, la predicación apostólica, que está expuesta de un modo especial en los libros inspirados, debía conservarse hasta el fin de los tiempos por una sucesión continua. De ahí que los Apóstoles, comunicando lo que de ellos mismos han recibido, amonestan a los fieles que conserven las tradiciones que han aprendido o de palabra o por escrito, y que sigan combatiendo por la fe que se les ha dado una vez para siempre. Ahora bien, lo que enseñaron los Apóstoles encierra todo lo necesario para que el Pueblo de Dios viva santamente y aumente su fe, y de esta forma la Iglesia, en su doctrina, en su vida y en su culto perpetúa y transmite a todas las generaciones todo lo que ella es, todo lo que cree.
Esta Tradición, que deriva de los Apóstoles, progresa en la Iglesia con la asistencia del Espíritu Santo: puesto que va creciendo en la comprensión de las cosas y de las palabras transmitidas, ya por la contemplación y el estudio de los creyentes, que las meditan en su corazón y, ya por la percepción íntima que experimentan de las cosas espirituales, ya por el anuncio de aquellos que con la sucesión del episcopado recibieron el carisma cierto de la verdad. Es decir, la Iglesia, en el decurso de los siglos, tiende constantemente a la plenitud de la verdad divina, hasta que en ella se cumplan las palabras de Dios.
Las enseñanzas de los Santos Padres testifican la presencia viva de esta tradición, cuyos tesoros se comunican a la práctica y a la vida de la Iglesia creyente y orante. Por esta Tradición conoce la Iglesia el Canon íntegro de los libros sagrados, y la misma Sagrada Escritura se va conociendo en ella más a fondo y se hace incesantemente operativa, y de esta forma, Dios, que habló en otro tiempo, habla sin intermisión con la Esposa de su amado Hijo; y el Espíritu Santo, por quien la voz del Evangelio resuena viva en la Iglesia, y por ella en el mundo, va induciendo a los creyentes en la verdad entera, y hace que la palabra de Cristo habite en ellos abundantemente (cf. Col., 3,16)."
Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución dogmática Dei Verbum, 8. Cf. Concilio Ecuménico
[9] Su Ensayo sobre el desarrollo de la doctrina cristiana fue comenzado a escribir por Newman cuando todavía era anglicano. En otra de sus más importantes obras Apología Pro Vita Sua el Cadenal explica más profundamente su camino de conversión.