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Padre, es la primera vez que le escribo, y espero que no sea la última. Soy un joven de México, de 20 años de edad. Mi problema es que estoy pasando por un momento difícil en mis relaciones con mi novia. La amo demasiado, pero en ocasiones entra mi debilidad y deseo tocarla, y hasta le he pedido que me lo demuestre sexualmente. Hemos tenido contactos genitales, pero no penetración. Y la verdad no queremos seguir así. Todo es por mi culpa. No puedo contenerme. Es por eso que le estoy hablando. Para saber si me puede aconsejar, porque aquí el problema soy yo. Si ella cede es sólo por darme gusto. Estoy desesperado. No quiero seguirla lastimando. Le pido por favor que me conteste pronto. Le seguiré escribiendo más adelante.
RESPUESTA: Comprendo perfectamente tu problema, y te felicito por querer llevar un noviazgo casto hasta el matrimonio. Esto es lo que Dios quiere. Y si Dios lo manda, es posible; pues Dios no manda imposibles. Pero es difícil, porque dos novios enamorados se quieren para estar casados, y les apetece lo propio de casados. Pero como todavía no tienen derecho a ello, tienen que vencerse.
Dios ayuda, si ponemos de nuestra parte los medios adecuados.
Por ejemplo:
a) Prescindir de las caricias que excitan sexualmente. Yo suelo decir: «Si enciendes una traca es difícil impedir que llegue al final».
b) Evita los lugares oscuros o solitarios. Si estáis delante de la gente, es más fácil dominarse.
c) Frecuencia de sacramentos. La gracia fortalece la voluntad.
d) Quizás pueda ayudarte lo que digo en mi libro Para salvarte sobre el noviazgo, que lo recojo a continuación:
Ahora mis consejos a los chicos.
Lo primero que quiero decirte es que aunque las chicas parece que lo que más valoran es que el chico sea guapo y tenga buena facha, las chicas sensatas desean más otras cosas: que las quiera por sus valores espirituales y no sólo las deseen por su cuerpo, que respeten su castidad hasta el matrimonio, que puedan fiarse de él y apoyarse en él, que sea honrado, trabajador, etc.
Frente a los abusos de tantas parejas, hay que volver a la caballerosidad respetuosa con la mujer viendo en ella la futura madre de los hijos, digna de todo cariño, veneración y respeto, y no tratándola como un trapo viejo que se mancha y luego se tira.
Que el día que te cases no tengas que avergonzarte de nada de tu vida pasada.
Quizás oigas alguna vez de un amigote, que para excusar sus desvergüenzas te dice: «Hay que probarlo todo».
¡Absurda necedad! ¿Lo hacemos así con las enfermedades y los venenos? Al que te diga eso dale raticida para que se lo tome. A ver qué contesta. Pues tampoco se puede probar lo que está prohibido. Además, ¿te gustaría que quien te ha de pertenecer para siempre, antes de conocerte, «ya lo hubiera probado todo»? No, ¿verdad? Haces muy bien en pensar así: una mujer lujuriosa te atormentará de celos.
Acuérdate de tu madre. Tu novia ha de ser la madre de tus hijos. Acuérdate de tus hermanas y de tus futuras hijas. Trata a tu novia hoy como te gustaría que los demás las traten a ellas. No exijas de tu novia, con instintos brutales, lo que su virtud, su pudor y su conciencia no te pueden ahora conceder. Una mujer amante de su honra defiende fieramente su pureza hasta en los más mínimos detalles. No quieras tratar a tu novia como a una de esas desgraciadas que venden su cuerpo. ¿Elegirías entre éstas a la madre de tus hijos? Un hombre, como Dios manda, se avergüenza de que su novia sea una prostituta.
Y a una mujer decente la humilla y avergüenza el verse tratada como una tal. Lo que a ella le ilusiona es un amor muy superior: el que culmina en un hogar y en unos hijos. Lo que la mujer espera del hombre es admiración, estima, respeto, veneración, protección. Pero estrujarla para saciar los instintos zoológicos, no es de hombre, sino de bestia. Y lo lógico es que la mujer se enamore de un hombre, no de un animal.
Por eso algunas novias llegan a desilusionarse de su novio y hasta sentir asco por aquel hombre que decía que la quería tanto que tuvo que arrollar su pudor. En cambio sienten sincero amor para con el hombre que tuvo para ella admiración y respeto.
Respeta a tu novia como quieres que se respete a tu madre. Los sacrificios que por el bien de ella te impongas, son prueba de que tu amor es verdadero. Si quieres a tu novia de verdad, debes querer su bien antes que tu gusto. Eso es amarla. Subordinar su honra y su conciencia a tu pasión, no es amor: es egoísmo.
Hay caricias que conducen al acto sexual. Deben evitarse aquellas que ponen en marcha el aparato genital. Evidentemente que no todos tenemos el mismo temperamento, ni reaccionamos de la misma manera. Ni siquiera para nosotros mismos todos los momentos son iguales. Lo que en otro momento, o a otra persona, puede dejar indiferente, para mí, ahora, puede resultar peligroso.
Acariciar las partes que cubre el bikini son derecho exclusivo de casados, pues son zonas eróticas.
Dice el Catecismo Oficial de la Iglesia Católica que los novios «reservarán para el tiempo del matrimonio las manifestaciones de ternura específicas del amor conyugal».
Un chico que quiere a una chica, en lugar de hundirla, rebajarla, profanarla, instrumentalizarla, denigrarla, mancharla con los deseos de su instinto, procura por encima de sus apetencias elevarla, dignificarla, sublimarla. Se preocupa de que sea más piadosa, mejore su formación tanto religiosa como de carácter, voluntad, etc. Es decir, busca siempre lo que a ella la engrandece, nunca lo que la envilece.
Cuando tu novia se niegue a tus peticiones bestiales, no atormentes su cariño con frases como ésta: «es que no me quieres». Todo lo contrario. Porque te quiere, no quiere que manches tu alma con un pecado. Con su resistencia firme y entera te dice: «te quiero tanto y tengo tantas ganas de casarme contigo, que no quiero cometer ningún pecado, para que Dios nos bendiga y podamos llegar un día a unirnos para siempre en el altar».
Mucho cuidado con las mujeres que tratas. Si tu novia es de moralidad dudosa, aunque tú no quieras, ella te hará caer.
Que tu novia no sea para ti fuente de pecados. Tu novia debe ayudarte a ser mejor. Que su recuerdo te proteja de envilecerte moralmente. Su pureza y su virtud deben ser un estímulo para mejorarte, para hacerte digno de ella.
La desvergüenza de algunas mujeres ha llegado a tal extremo que es posible que tu actitud irreprochable en toda esta materia provoque en ellas risitas y bromas de mal gusto. Es lástima que las pobres hayan descendido tanto. Peor para ellas. Pero a ti, ¿qué más te da? «Ésas» no te sirven para nada. En cambio la rectitud de tu conducta te conseguirá la estima de las buenas, que son las únicas que te interesan para buscar entre ellas la madre de tus hijos.
Si ves que tu novia no es mala, pero es una chica frívola y ligera, que se ha dejado impresionar por el cine, y un día se pone insinuante..., dile: «No esperaba eso de ti. Me has desilusionado. Yo te tenía por una chica digna, y veo que eres como todas..., una chica de la calle». Estas palabras han hecho derramar lágrimas a una chica y cambiar radicalmente su conducta.
«La castidad es el arma que tiene el joven (o la joven) para ver si es realmente amado por su novio/a.
»Esto por varias razones:
»Porque si realmente uno ama al otro no lo llevaría al pecado sabiendo que lo degrada ante Dios, le hace perder la gracia y lo expone a la condenación eterna.
»Porque es la única forma que tiene un joven o una joven de demostrar verdaderamente que quiere reservarse exclusivamente para quien habrá de ser su cónyuge.
»En efecto, al no aceptar tener relaciones con su novio/a, con quien más expuesto a tentaciones está, menos probable es que lo haga con otro. En cambio, si lo hacen entre sí sabiendo que esto puede llevarlos a un matrimonio apurado o a cierta infamia social, ¿qué garantiza que no lo haga también con otros u otras con quienes no tiene compromiso alguno?
»El no consentir en las relaciones prematrimoniales es un signo de fidelidad; lo contrario puede ser indicio de infidelidad.
»Finalmente, porque el hacer respetar la propia castidad es el arma para saberse verdaderamente amado.
»En efecto, si la novia solicitada por su novio (o al revés) se niega a tener relaciones por motivos de virtud, pueden ocurrir dos cosas: o bien que su novio respete su decisión y comparta su deseo de castidad, lo cual será la mejor garantía de que él respeta ahora su libertad y por tanto, la seguridad de que la seguirá respetando en el matrimonio; o bien que la amenace con dejarla (y que tal vez lo haga), lo cual solucionará de antemano un futuro fracaso matrimonial, porque si el novio amenaza a su novia (o viceversa) porque ella o él deciden ser virtuosos, quiere decir que el noviazgo se ha fundado sobre el placer y no sobre la virtud, y éste es el terreno sobre el que se edifican todos los matrimonios que terminan desmoronándose.
»Además, la castidad es fundamental para la educación del carácter.
»El joven o la joven que llegan al noviazgo y se encaminan al matrimonio no pueden eludir la obligación de ayudar a su futuro cónyuge a educar su carácter.
»La maduración psicológica es un trabajo de toda la vida. Consiste en forjar una voluntad capaz de aferrarse al bien a pesar de las grandes dificultades.
»Así como los padres se preocupan de ayudar a sus hijos a lograr esta maduración, también el novio debe ayudar a su novia (y viceversa), y el esposo a su esposa.
»El trabajo sobre la castidad es esencial para ello; porque es una de las principales fuentes de tentaciones para el hombre; consecuentemente es uno de los principales terrenos donde se ejercita el dominio de sí.
»Quien no trabaja en esto no sólo es un impuro sino que puede llegar a ser un hombre o una mujer despersonalizados, sin carácter. Y así como no tiene dominio sobre sí en el terreno de la castidad, tampoco lo tendrá en otros campos de la psicología humana.
»El que tiene el hábito de responder a las tentaciones contra la pureza cometiendo actos impuros, responderá a las tentaciones contra la paciencia golpeando a su esposa e hijos, responderá a las dificultades de la vida deprimiéndose, responderá a la tentación de codicia robando y faltando a la justicia, y responderá a la tentación contra la esperanza suicidándose.
»La castidad es esencial porque la verdadera felicidad está fundada sobre la virtud.
»Ahora bien, las virtudes guardan conexión entre sí. No se puede, por tanto, esperar que se vivan las demás virtudes propias del noviazgo y del matrimonio si no se vive la castidad. Si no se vive la castidad, ¿por qué habría de vivirse la fidelidad, la abnegación, el sacrificio, el compañerismo, la esperanza, la confianza, el apoyo, etc?
»La castidad no es la más difícil de las virtudes; al menos no siempre es más difícil que la humildad o la paciencia cuando la intimidad matrimonial empieza a mostrar los defectos del cónyuge que no se veían en el idilio del noviazgo. Por eso la guarda de la pureza es garantía de que se está dispuesto a adquirir la demás virtudes.
»Podemos concluir: el amor que no sabe esperar no es amor; el amor que no se sacrifica no es amor; el amor que no es virtud no es amor». Si en el noviazgo no se dominan las tentaciones contra la castidad, ¿qué garantías hay de que se van a dominar después de la boda cuando se presenten tentaciones extramatrimoniales? Las dudas sobre posibles adulterios pueden arruinar ese matrimonio.
Respeta a tu novia, aunque ella no sepa hacerse respetar, ni defender, con su pudor, el tesoro de su pureza. Es muy fácil decir: «No me importa lo que hayas sido en el pasado». Lo difícil es decirlo de verdad.
Me dijo uno: «Yo muchas veces afirmé que no me hubiera importado casarme con una cualquiera, prescindiendo de su vida pasada. Pero lo decía mintiéndome a mí mismo. Por dentro yo tenía mi ideal de mujer. Lo que pasa es que pensaba que de ésas ya no había, que era un ideal inalcanzable. Por eso, cuando he encontrado a esta chica, que es un ángel, me he ilusionado de tal manera, que me parece que he empezado otra vida».
La afirmación «no me importa lo que haya sido tu vida anterior» debe incluir esta otra: «ni me importa lo que vayas a ser en el futuro». Pero eso es más difícil, pues a ningún hombre le hace gracia que su mujer le engañe con otro.
Es verdad que una mujer puede arrepentirse de su pasado y cambiar. Santa María Magdalena fue prostituta y después llegó a santa. Pero esto es tan extraordinariamente excepcional, que confiar en una cosa así es muy arriesgado. Si alguien dice que no le importa la infidelidad de su cónyuge, es porque ha dejado de amar. Precisamente la diferencia entre amor y amistad es que al amigo no le importa compartir con otros a su amigo; pero el amante quiere en exclusiva la persona amada.
Pues bien, si para casarte quieres una mujer decente, ayuda a las chicas a que sean decentes.
¿Por qué una chica que quiere ser decente tiene que luchar tanto contra los chicos que la acosan para que ella ceda? Me decía una chica: «Padre, ¡qué asco! Todos los chicos vienen a lo mismo. Y si no te dejas, no les interesas».
¡Qué triste es que las chicas tengan ese concepto de los chicos! Demuestra tú, con tu conducta, que no eres de ésos. Que tú, porque estimas a la mujer decente, quieres ayudar a todas a que sean decentes. Si los chicos, con vuestra conducta, mostraseis que preferís las puras y decentes, ellas, sin duda, cambiarían. Pero como muchos chicos han preferido las libres, para poder abusar de ellas, las chicas se han creído que para casarse tienen que ser libres, y ahora buscáis una chica decente y os cuesta trabajo encontrarla.
Sin embargo, mientras no la encuentres, no te eches una novia.
La felicidad futura de tu hogar no depende ni de la cara, ni del tipo de tu novia; sino de su carácter, de su virtud y de su espíritu cristiano.
Del mismo modo que una belleza inexpresiva y sosa acaba por cansar, una belleza sin virtud acaba siendo aborrecida. Busca una novia que te guste. Pero no te dejes encandilar por la «fachada», que es pasajera; y si no está sostenida por las virtudes del espíritu, pronto te cansará y perderá para ti todo su atractivo. Aprende a enamorarte del carácter y de las virtudes del alma, que son estables, y son realmente las que hacen digna de estima a una persona. Aprende a estimar más los dones del alma que los del cuerpo. Puedes casarte con una «estrella» de la pantalla y ser un desgraciado, como tantos divorciados del cine.
En cambio, si te casas con una mujer amable, dócil, servicial, sacrificada, generosa, limpia, discreta, honrada, virtuosa, dulce, femenina, habilidosa, delicada, de buen corazón, que sepa llevar una casa y sea capaz de criar y educar los hijos y, sobre todo, muy cristiana, te profetizo un matrimonio feliz.
Pero si es una mujer sin moral y sin conciencia, no sabes hasta dónde puede llegar. Tras un exterior muy atractivo, cara preciosa y tipo espléndido, muchas veces se encuentra un espíritu de frivolidad y coquetería, que no es precisamente la mejor garantía para que tu matrimonio sea feliz.
Por eso vale poco el enamorarse del cuerpo, que es amor sexual. Y en cambio hay tantas garantías de éxito en el amor del alma, que es espiritual. Si tu novia es frívola y ligera, vivirás amargado de sospechas y celos. No te vaya a ocurrir lo de aquel desgraciado que a los dos meses de la boda se vio abandonado por su bellísima mujer. ¡Había encontrado un partido mejor que su marido!
Cuando salgas con tu novia aprovecha todas las ocasiones para estudiar su carácter y modo de ser. ¿Has examinado si le gustan los niños, si los acaricia, si goza con ellos; o por el contrario le ponen de mal humor? ¿Es trabajadora y sacrificada, o sólo piensa en divertirse? ¿Sabe cocinar y coser? ¿Sabe llevar una casa, o lo único que sabe es bailar mucho y coquetear con el primero que se le acerca? Si no atiendes ahora a todas estas cosas, es muy posible que después de casado te lleves un gran desengaño.
Es muy importante que los novios se conozcan muy bien antes de casarse.
Puede una chica tener un gran atractivo corporal, ser muy simpática y desenvolverse con soltura en la vida social, y sin embargo tener defectos que van a hacer sufrir mucho a su marido. Por eso las relaciones deben durar por lo menos de un año a dos. En menos tiempo es muy difícil llegar a conocerse bien y es posible que después de casados aparezcan defectos insospechados que pongan en peligro la felicidad matrimonial.
Ten en cuenta que después de casado apreciarás de distinta manera muchas cosas que atraen ahora tus ojos de soltero, y que entonces querrás en tu mujer virtudes que en el noviazgo no echaste de menos.
Si quieres a tu novia sólo por sensualidad, ese amor será pasajero. A los pocos años de casados ya no os amaréis; a lo más, os soportaréis. En vida de tu mujer serás un viudo del corazón.
Cuando elijas a tu novia, piensa que no la eliges sólo para la luna de miel, sino para diez, veinte, treinta años..., ¡para toda la vida! En tu novia, más que a la «mujer», busca el «ángel» que haga de tu futuro hogar un pedazo de Cielo.
Conozco una pareja muy feliz que se conocieron por coincidir todas las mañanas al ir a misa. Si te enamoras de una chica sinceramente piadosa, tienes mucho adelantado. Y te digo sinceramente piadosa, porque también las hay que unen algunas prácticas de piedad a un proceder, modo de vestir, etc., impropios de la vida espiritual que parecen tener. Esas chicas de piedad superficial tampoco ofrecen garantías suficientes. Los principios cristianos y la rectitud moral deben ser algo muy firme.
Muchas veces he oído quejas de que hoy día las chicas se han echado a perder, que una chica para divertirse se encuentra fácilmente, pero que una chica capaz de hacer feliz un hogar..., de ésas no se encuentran.
¿Y quién tiene la culpa de esto? Ciertamente que muchas chicas, influenciadas por el cine, han perdido el recato y el pudor, que es su mayor atractivo. Pero, ¿no tenemos los hombres nuestra culpa en este «descenso» del pudor femenino?
Las chicas buenas también se quejan de que los chicos prefieren las ligeras, las frívolas, las coquetas, las frescas... Como ellas quieren gustar, si ven que las que tienen éxito fácil son las frescas, ellas se dejan ir por la cuesta abajo. Si los chicos mostraseis claramente que preferís las buenas, las piadosas, las trabajadoras y sacrificadas, las que rezuman pureza, las chicas mejorarían.
Es enorme el bien que haríais a las chicas, si ellas vieran que preferís las buenas; y es enorme el daño que las hacéis, si ellas ven que preferís las frescas. Sería éste un excelente apostolado: moralizar a las chicas, mostrando más estima por las que son más virtuosas.
Por otra parte, has de saber que las chicas tienen la misma queja de vosotros.
Algunos chicos, influenciados por las chicas frescas, creen que para resultar más varoniles e interesantes tienen que mostrarse atrevidos, y esto hace que las chicas buenas —las que necesitáis para el matrimonio— al veros así, no se fíen de vosotros y no se decidan. De modo que las chicas se hacen frescas para gustar más a los chicos, y los chicos se muestran atrevidos para parecer más interesantes; y después resulta que ni a los chicos os gustan las chicas frescas, ni a las chicas buenas les gustan los chicos atrevidos. ¡Vaya un papel que estáis haciendo! ¿No sería mil veces mejor que todos reconocieseis que lo más digno de estima es la virtud, y obraseis en consecuencia? Por eso dijo el poeta: ¿Por qué os espantáis de la culpa que tenéis? ¡Queredlas cual las hacéis, o hacedlas cual las buscáis!
Cuando hayas encontrado una chica virtuosa que pueda ser la madre de tus hijos, toma el noviazgo con toda la seriedad que Dios manda. Dios quiere que el que no siente su voz para un estado más alto y más grande, como es la vida consagrada a Dios, y va a casarse, a su tiempo -pues la fruta que se toma antes de su tiempo se indigesta- se busque una novia; pues los futuros esposos deben conocerse muy bien antes de ir al matrimonio.
La psicología del chico es distinta de la de la chica. Al hombre le cautiva la belleza, la delicadeza y la ternura de la mujer. A ella la fuerza, el valor y la decisión del hombre. En él la atracción hacia el otro sexo es más carnal; en ella es más sentimental. No es raro que un chico sienta atracción sexual sin amor, y una chica amor sin tener deseos sexuales. Lo contrario es menos frecuente.
Las mujeres suelen preferir los hombres interesantes más que los hombres guapos.

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