La Santa Misa > Testimonio de Catalina sobre la Santa Misa
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Y pedí: “Señor, líbrame de todo espíritu malo, mi corazón te pertenece, Señor mió envíame tu paz para conseguir el mejor provecho de esta Eucaristía y que mi vida de sus mejores frutos. ¡Espíritu Santo de Dios, transfórmame, actúa en mi, guíame Oh Dios, dame los dones que necesito para servirte mejor…!”
Llegó el momento de la Liturgia de la Palabra y la Virgen me hizo repetir: “Señor, hoy quiero escuchar Tu Palabra y producir fruto abundante, que Tu Santo Espíritu limpie el terreno de mi corazón, para que Tu palabra crezca y se desarrolle, purifica mi corazón para que este bien dispuesto.
“Quiero que estés atenta a las lecturas y a toda la homilía del sacerdote. Recuerda que la Biblia dice que la Palabra de Dios no vuelve sin haber dado fruto. Si tu estas atenta, va a quedar algo en ti de todo lo que escuches. Debes tratar de recordar todo el día esas palabras que dejaron huella en ti. Serán dos frases unas veces, luego será la lectura del Evangelio entera, tal vez solo una palabra, paladear el resto del día y eso hará carne en ti porque esa es la forma de transformar la vida, haciendo que la Palabra de Dios lo transforme a uno”.
“Y ahora, dile al Señor que estas aquí para escuchar lo que quieres que El diga hoy a tu corazón”.
Nuevamente agradecí a Dios por darme la oportunidad de escuchar Su Palabra y le pedí perdón por haber tenido el corazón tan duro por tantos anos y haber ensenado a mis hijos que debían ir a Misa los domingos, porque así lo mandaba la Iglesia, no por amor, por necesidad de llenarse de Dios.
Yo que había asistido a tantas Eucaristías, más por compromiso: y con ello creía estar salvada. De vivirla, ni sonar, de poner atención en las lecturas y la Homilía del sacerdote, menos.
¡Cuanto dolor sentí por tantos años de pérdida inútil, por mi ignorancia!… ¡cuánta superficialidad en las Misas a las que asistimos porque es una boda, una Misa de difunto o porque tenemos que hacernos ver con la sociedad! ¡Cuánta ignorancia sobre nuestra Iglesia y sobre los Sacramentos! ¡Cuánto desperdicio en querer instruirnos y culturizarnos en las cosas del mundo, que en un momento pueden desaparecer sin quedarnos nada, y que al final de la vida no nos sirven ni para alargar un minuto a nuestra existencia! Y sin embargo, de aquello que va a ganarnos un poco del cielo en la tierra y luego la vida eterna, ¡no sabemos nada!, ¡y nos llamamos hombres y mujeres cultos...!
Un momento después llego el Ofertorio y La Santísima virgen dijo “reza así: (y yo la seguía) Señor, te ofrezco todo lo que soy, lo que tengo, lo que puedo, todo lo pongo en Tus manos. Edifica tú, Señor con lo poco que soy. Por los meritos de tu Hijo, transfórmame, Dios Altísimo. Te pido por mi familia, por mis bienhechores, por cada miembro de nuestro apostolado, por todas las personas que nos combaten, por aquellos que se encomiendan a mis pobres oraciones…enséñame a poner mi corazón en el suelo para que su caminar sea menos duro…Así oraban los santos, así quiero que lo hagan”.
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