16» El ángel guardián
Autor: P. Angel Peña O.A.R
Se llama así, porque según el Salmo 90,11, él nos guarda en todos los caminos.
La devoción al ángel guardián acrecienta nuestras posibilidades de crecer en la vida espiritual.
Quien invoca a su ángel, es como si descubriera nuevos horizontes invisibles a simple vista.
El ángel es como el interruptor de la luz, que, al ponerse en marcha (al invocarlo), hace que nuestra vida quede llena de luz divina.
El ángel aumenta nuestra capacidad de amor y nos salva de muchos peligros y dificultades.
Por eso, cuando hablemos con otras personas, pensemos en su ángel. Cuando estemos en la Iglesia, en un tren, avión, barco... o vayamos caminando por la calle, pensemos en los ángeles de los que nos rodean para sonreírles y saludarlos con cariño.
Es hermoso sentir que todos los ángeles de quienes nos rodean, incluso si son personas malas, son nuestros amigos.
Ellos también se sentirán felices de nuestra amistad y nos ayudarán más de lo que podemos imaginar.
¡Qué alegría sentir su sonrisa y amistad!
Empieza desde hoy mismo a pensar en los ángeles de las personas que viven contigo y hazte amigo de ellos. Verás cuánta ayuda y alegría te dan.
Una vez una viejecita le dijo a Mons Jean Calvet, decano de las Facultad de Letras de la Universidad Católica de París:
- Buenos días, señor cura y compañía.
- ¿Pero, si estoy yo solo?
- Y el ángel de la guarda ¿dónde lo deja?
Una buena lección para muchos teólogos, que viven de libros y se olvidan de estas maravillosas realidades espirituales.
El famoso sacerdote francés Jean Edouard Lamy (1853-1931) decía:
"No rezamos lo suficiente a nuestro ángel custodio. Hay que invocarlo para todo y no olvidarnos de su presencia permanente. Él es nuestro mejor amigo, protector y aliado al servicio de Dios".
Y dice que, durante la guerra, él debía atender a los heridos del frente de batalla y, a veces, era transportado de un lugar a otro por los ángeles para poder cumplir bien su misión.
Algo así le sucedió a Felipe apóstol, que fue transportado por el ángel de Dios (Hech 8,39), y también al profeta Habacuc, quien fue llevado hasta Babilonia al foso de los leones, donde estaba Daniel (Dan 14,36).
Por eso, tú invoca a tu ángel y pídele ayuda. Cuando estés trabajando, estudiando o paseando, puedes pedirle que visite en tu nombre a Jesús sacramentado.
Puedes decirle, como muchas religiosas: "Ángel santo de mi guarda, corre veloz al sagrario y saluda de mi parte a Jesús sacramentado".
Pídele también que, por las noches, rece por ti o esté en adoración, haciendo guardia en tu nombre a Jesús sacramentado, en el sagrario más cercano.
O que encargue a otro ángel, de los que están permanentemente ante Jesús Eucaristía, que lo adore en tu nombre.
¿Te imaginas las gracias tan inmensas que podrías recibir si hubiera permanentemente un ángel que, en tu nombre, adorara a Jesús sacramentado?
Pídele esta gracia a Jesús.
Si vas de viaje, encomiéndate a los ángeles de los pasajeros que van contigo; al de las Iglesias y ciudades por donde pases, y también al ángel del chofer para que no ocurra ningún accidente.
Lo mismo podemos decir de los tripulantes del barco, tren, avión...
Invoca y saluda a los ángeles de las personas que hablan contigo o se cruzan contigo por la calle.
Envía tu ángel a visitar y saludar de tu parte a los familiares lejanos, incluso, a los que están en el purgatorio, para que Dios los bendiga.
Si debes sufrir una operación quirúrgica, invoca al ángel del cirujano, de las enfermeras y de las personas que te van a cuidar.
Invoca en tu casa al ángel de tu familia, de tus padres, hermanos y del personal de la casa o de tu trabajo. Si están lejos y enfermos, envíales a tu ángel para que los consuele.
En caso de peligros, por ejemplo, de sismos, terroristas, delincuentes, etc., envía a tu ángel para que proteja a tus familiares y amigos.
Cuando tengas que tratar un asunto importante con otra persona, invoca a su ángel para que prepare su corazón favorablemente.
Si quieres que se convierta un pecador de tu familia, reza mucho, pero también invoca a su ángel.
Si eres profesor, invoca a los ángeles de tus alumnos para que puedan estar tranquilos y aprender la lección.
Los sacerdotes también deben invocar a los ángeles de sus feligreses, que asisten a la misa, para que puedan entender mejor y aprovechar las bendiciones de Dios.
Y no te olvides del ángel de tu parroquia, de tu ciudad y de tu país.
¡Cuántas veces nos habrá salvado nuestro ángel de graves peligros del cuerpo o del alma sin habernos dado cuenta!
¿Lo invocas todos los días? ¿Le pides ayuda para hacer tus trabajos?