III. De la Biblia a la Misa
- Escuchando a los apóstoles, partiendo el pan ▬
Las primeras descripciones de la Iglesia en el Nuevo Testamento son marcadamente “eucarísticas”. San Lucas dice: “Se mantenían constantes en la enseñanza de los apóstoles... [y] en la fracción del pan” (Hech. 2:42).
Las “enseñanzas de los apóstoles” fueron sermones como los que se leen en el Libro de
los Hechos de los Apóstoles y en los escritos inspirados por el Espíritu Santo (cfr. 2Pe.
3:15-16; 1 Cor. 2:13).
La “fracción del pan” es la frase que San Lucas ocupa para la Eucaristía (cfr. Lc. 24:35; Hech. 20:7,11).
Entonces, en la descripción más antigua de la vida de la Iglesia, vemos Palabra y Sacramento, Biblia y Liturgia unidos. Y el Nuevo Testamento fue compuesto y desarrollado en el contexto de la oración de la Iglesia primitiva.
Las epístolas fueron escritas en primer lugar para ser leídas públicamente “ante” los reunidos para la Eucaristía (cfr. 1Tesalonacenses 5:26; Col. 4:16; 1 Tim. 4:13).
Los saludos y bendiciones de estas cartas son adaptaciones de oraciones e himnos usados en la liturgia (cfr. 1 Pe. 1:2-5; 1 Cor. 16:22; Col. 1:15-20; Fil. 2:2:11-13).
El libro de Apocalipsis fue escrito para la lectura durante el culto (cfr. Apoc. 1:3). La forma de los evangelios—que narran cortos episodios de la vida y enseñanza de Jesús—probablemente indica que estos pasajes fueron escritos también para lectura en la Misa.