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Las Horas de la Pasion de Nuestro Señor Jesucristo

LAS HORAS DE LA PASION DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

Las 24 Horas de la Pasion  Sobre Las Horas de la Pasion

 

»  Introducción

»  Carta de S. Anibal a Luisa Piccarretta

»  Sobre las Horas de la Pasión

»  Del Valor y Provecho del Ejercicio de Estas Horas de la Pasión

»  Horario

 

»  Lo que ha Dicho Jesús Sobre Las Horas de la Pasión:

»  9 de noviembre de 1906

»  10 de Abril de 1913

»  6 de septiembre de 1913

»  Octubre de 1914

 

»  4 de Noviembre de 1914

»  6 de noviembre de 1914

»  23 de abril de 1916

»  13 de octubre de 1916

»  9 de diciembre de 1916

 

»  2 de febrero de 1917

»  16 de mayo de 1917

»  12 de julio de 1918

»  21 de octubre de 1921

 

»  Exhortación

»  Algunas Consideraciones Acerca del Modo de Hacer Estas Horas de la Pasión

 

»  Epílogo

»  Notas Finales

»  Una comparación

»  Las Horas de la Pasión Escritas por el Alma Solitaria

 

Las Horas de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo

» Introducción


La presente obra, si bien publicada bajo mi nombre, o mejor a mi cargo, no ha sido escrita por mí.

Yo la conseguí, la obtuve, después de mucho insistir, de una persona que vive solitaria en íntima comunión de inefables sufrimientos con nuestro adorable y Divino Redentor Jesús, y no sólo con los de Él, sino también con las penas de su Santísima e Inmaculada Madre María.

Esta persona inició la serie de sus meditaciones a partir del siguiente suceso:

Tenía la edad de trece años cuando, mientras se encontraba un día en su estancia, escuchó ruidos extraños, como de una multitud de gente ruidosa que pasara por la calle.

Corrió al balcón... y asistió a un espectáculo conmovedor.

Una turba de feroces soldados, con antiguos cascos, armados con lanzas, con aspecto como de gente ebria y enfurecida, y cuyo caminar se mezclaba con gritos, blasfemias y empellones, y llevaba entre ella a un hombre encorvado, vacilante, ensangrentado...

¡Ay, qué escena!...El alma contemplativa se conmueve y se estremece...Mira entre la turba para ver quién es ese hombre, ese infeliz así maltratado, así arrastrado...

Ese hombre se encuentra ya bajo su balcón...y levantando su cabeza, la mira, y con una voz profunda y lastimera, dirigiéndose a ella, le dice: “¡Alma, Ayúdame...!”.

Oh Dios, el alma lo fija, lo mira...lo reconoce, ¡es Jesús!, es el Redentor Divino...coronado de espinas, cargado con la pesada Cruz, quien es cruelmente llevado hacia el Calvario.

La escena de la Vía Dolorosa se le presenta ante la mirada espiritual y corporal. Lo que sucedió veinte siglos atrás se le hace presente por la Divina Omnipotencia...y Jesús la mira y le dice: “¡Alma, Ayúdame...!”.

En ese momento la jovencita, a punto de desvanecerse ante tal vista y no pudiendo soportar tan desgarrador espectáculo, rompe en llanto y deja el balcón para entrar a la estancia, pero el amor, la compasión que han surgido hacia el Sumo Bien así reducido, la llevan de nuevo al balcón...

Temblando dirige su mirada hacia la calle,,,pero todo ha desaparecido: Desaparecida la turba, desaparecidos los gritos, desaparecido Jesús. Todo ha desaparecido... excepto la viva imagen de Jesús sufriente que fue al Calvario a morir crucificado por nuestro amor..., excepto el sonido, siempre vivo, de esa voz...“¡Alma, Ayúdame...!”.

El alma solitaria, en el florecer de su juventud espiritual fue presa en aquel momento del tal amor a Jesús sufriente, que ni de día ni de noche ha podido dejar de meditar, con la más profunda contemplación de amor y de amoroso dolor, en los sufrimientos y en la muerte del adorable Redentor Jesús.

Muchos años han transcurrido desde el día de aquella visión, desde aquella doliente invitación...“¡Alma, Ayúdame...!”, y la persona a quien fueron dirigidas estas palabras no ha dejado nunca sus dolorosas contemplaciones.

No me es lícito manifestar su nombre, ni el lugar donde sencillamente y en la soledad ella vive.

Me contentaré con llamarla simplemente con el nombre de “Alma”, y a este nombre lo complementaré frecuentemente con adjetivos de toda clase, tanto en el curso de esta introducción como en el cuerpo de las meditaciones de este libro.


Antes de todo, hay que decir que cualquier meditación acerca de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo es de suma complacencia al Corazón adorable de Jesús, y de sumo provecho espiritual para quien devotamente la hace.

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