Wednesday December 04,2024
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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO


El Evangelio como me ha sido revelado

Autor: María Valtorta

« PARTE 3 de 7 »

SEGUNDO AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS

Partes: [ 1 ] [ 2 ] [ 3 ]
[ 4 ] [ 5 ] [ 6 ] [ 7 ]



141. Yendo hacia Arimatea con los discípulos y con
José de Emaús

142. Con los doce hacia Samaria

143. La samaritana Fotinai

144. Los samaritanos invitan a Jesús a Sicar

145. El primer día en Sicar

146. El segundo día en Sicar. Jesús se despide de los samaritanos

147. Curación de una mujer de Sicar y conversión de Fotinai

148. Jesús visita a Juan el Bautista en las cercanías de Enón

149. La visita a Juan el Bautista, motivo de instrucción
a los apóstoles

150. Jesús en Nazaret, en casa de su Madre. Ella deberá
seguir a su Hijo

151. En Caná en casa de Susana, que se hará discípula.
El oficial del rey

152. María Salomé es recibida como discípula

153. Las mujeres allegadas a los discípulos al servicio de Jesús

154. Jesús en Cesárea Marítima habla a los galeotes.
Las fatigas del apostolado

155. Curación de la niña romana en Cesárea

156. Analía, la primera de las vírgenes consagradas

157. Instrucciones a las discípulas en Nazaret

158. En el lago de Genesaret
con Juana de Cusa.

159. Discurso en Guerguesa. La respuesta sobre el ayuno a los discípulos de Juan el Bautista.

160. Encuentro con Gamaliel en el camino de Neftalí a Yiscala

161. Curación del nieto del fariseo Elí de Cafarnaúm

162. Las conversiones humanas del fariseo Elí
y de Simón de Alfeo

163. Comiendo en casa del fariseo Elí de Cafarnaúm

164. El retiro en el monte para la elección de los Apóstoles

165. Elección de los doce Apóstoles

166. Los milagros después de la elección apostólica. Simón el Zelote y Juan predican por primera vez

167. Jesús concurre con las romanas en el jardín
de Juana de Cusa

168. Aglae en casa de María,
en Nazaret

169. Primer discurso de la Montaña: la misión de los apóstoles y de los discípulos

170. Segundo discurso de la Montaña: el don de la Gracia; las bienaventuranzas

171. Tercer discurso de la Montaña: los consejos evangélicos que perfeccionan
la Ley

172. Cuarto discurso de la Montaña: el juramento, la oración, el ayuno. El anciano Ismael y Sara

173. Quinto discurso de la Montaña: el uso de las riquezas; la limosna; la confianza en Dios.

174. Sexto discurso de la Montaña: la elección entre el Bien y el Mal; el adulterio; el divorcio. La llegada importuna de
María de Magdala.

175. El leproso curado al pie del Monte. Generosidad
del escriba Juan

176. Durante el descanso sabático, el último discurso
de la Montaña:
amar la voluntad de Dios

177. La curación del siervo
del centurión

178. Tres hombres que quieren seguir a Jesús

179. La parábola del sembrador. En Corazín con el nuevo
discípulo Elías

180. Controversia en la cocina de Pedro en Betsaida. Explicación de la parábola del sembrador. La noticia de la segunda captura de Juan el Bautista

181. La parábola del trigo
y la cizaña

182. Palabras a algunos pastores
con el huerfanito Zacarías

183. La curación de un hombre herido en casa de
María de Magdala

184. El pequeño Benjamín de Magdala y dos parábolas sobre
el Reino de los Cielos

185. La tempestad calmada.
Una lección sobre
sus preliminares

186. Los dos endemoniados de la región de los Gerasenos

187. Hacia Jerusalén
para la Pascua.
De Tariquea al monte Tabor

188. La gruta de la maga y el encuentro con Félix, llamado luego Juan

189. En Naím. Resurrección del hijo de una viuda

190. La llegada a la llanura de Esdrelón durante la puesta
del sol del viernes

191. El sábado en Esdrelón.
El pequeño Yabés.
Parábola del rico Epulón

192. Una predicción a Santiago de Alfeo. La Regada a Engannim tras un alto en Meguido

193. Llegada a Siquem tras dos días de camino

194. La revelación al pequeño Yabés durante el camino de Siquem a Berot

195. Una lección de Juan de Endor a Judas Iscariote.
Llegada a Jerusalén

196. El sábado en Getsemaní. Jesús habla de su Madre y de los amores de distintas potencias

197. En el Templo con José de Arimatea. La hora del incienso

198. El encuentro con la Madre en Betania. Yabés cambia su nombre por el de Margziam

199. Donde los leprosos de Siloán y Ben Hinnom. Pedro obtiene a Margziam
por medio de María

200. Coloquio de Áglae
con el Salvador

201. El examen de la mayoría
de edad de Margzia

202. Judas Iscariote es reprendido. Llegada de los campesinos de Jocanán

203. El Padrenuestro

204. La fe y el alma explicadas a los paganos con la parábola
de los templos

205. La parábola del hijo pródigo

206. Con dos parábolas sobre el Reino de los Cielos, termina la permanencia en Betania

207. En la gruta de
Belén la Madre evoca
el nacimiento de Jesús

208. María Santísima ve de nuevo al pastor Elías y con Jesús va a Betsur donde Elisa

209. La fecundidad del dolor, en el discurso de Jesús junto a la casa de Elisa en Betsur

210. Las inquietudes de Judas Iscariote durante el camino
hacia Hebrón

211. Regreso a Hebrón, patria del Bautista

212. Una ola de amor a Jesús, que en Yuttá habla desde
la casita de Isaac

213. En Keriot una profecía de Jesús y el comienzo de la predicación apostólica

214. La madre de Judas abre su corazón a María Stma., que ha llegado a Keriot

215. El posadero de Bet Yinna
y su hija lunática

216. Las infidelidades de los discípulos en la parábola
del diente de león

217. Las espigas arrancadas
un sábado

218. La llegada a Ascalón,
ciudad filistea

219. Los distintos frutos de la predicación de los apóstoles en la ciudad de Ascalón

220. Los idólatras de Magdalgad y la curación milagrosa
de la parturienta

221. Los prejuicios de los apóstoles respecto a los paganos y la parábola del hijo deforme

222. Un secreto del apóstol Juan

223. Una caravana nupcial se libra del asalto de bandidos después de un discurso de Jesús

224. En el apóstol Juan actúa el Amor. Llegada a Béter

225. El paralítico de la piscina de Betseida y la disputa sobre las obras del Hijo de Dios

226. Un signo bueno por parte de María de Magdala. Muerte del anciano Ismael

227. Un episodio incompleto

228. Margziam confiado
a Porfiria

229. Discurso a los habitantes de Betsaida sobre el gesto de caridad de Simón Pedro

230. Curación de la hemorroisa y resurrección de la hija de Jairo

231. En Cafarnaúm, Jesús y Marta hablan de la crisis que atormenta a María de Magdala

232. Curación de dos ciegos y de un mudo endemoniado

233. La parábola de la oveja perdida. María de Magdala también la oye

234. Comentario de tres episodios sobre la conversión de María de Magdala

235. Marta ha recibido de su hermana María la certidumbre de la conversión

236. La cena en casa de Simón el fariseo y la absolución
a María de Magdala

237. La petición de obreros para la mies, y la parábola del tesoro escondido en el campo. Marta todavía teme por su
hermana María

238. Llegada de María Stma. con María de Magdala a Cafarnaúm en medio de una tempestad

239. La parábola de los peces, la parábola de la perla, y del tesoro de las enseñanzas viejas y nuevas

240. En Betsaida, en la casa de Simón, con Porfiria y Margziam, el cual enseña a la Magdalena la oración de Jesús

241. Vocación de la hija de Felipe. Llegada a Magdala y parábola de la dracma perdida

242. Jesús habla sobre la Verdad al romano Crispo, el único que lo escucha de Tiberíades

243. En Caná en la casa de Susana. Las expresiones, los gestos y la voz de Jesús. Debate de los apóstoles acerca de las posesiones diabólicas

244. Juan repite un discurso de Jesús sobre la Creación y sobre los pueblos que esperan la Luz

245. Una acusación de los nazarenos a Jesús, rechazada con la parábola del
leproso curado

246. Un apólogo para los habitantes de Nazaret, los cuales permanecen incrédulos

247. María Stma. instruye a la Magdalena en orden
a la oración mental

248. En Belén de Galilea. Juicio ante un homicidio y parábola de los bosques petrificados

249. María Stma. instruye a Judas Iscariote sobre el deber preeminente de la
fidelidad a Dios

250. A los discípulos que han venido con Isaac: la parábola del lodo transformado en llama. Juan de Endor es alma víctima

251. A los pescadores siro-fenicios: la parábola del minero perseverante. Hermasteo
de Ascalón

252. El regreso de Tiro. Milagros. Parábola de la vid y el olmo

253. María Santísima devela a María de Alfeo el sentido de la maternidad espiritualizada.
La Magdalena debe
forjarse sufriendo

254. El encuentro con Síntica, esclava griega y la llegada a Cesárea Marítima

255. Despedida de las hermanas Marta y María, que parten con Síntica. Una lección
a Judas Iscariote

256. Parábola sobre la virtud de la esperanza, que sujeta la fe
y la caridad

257. Retiro de Jesús y Santiago de Alfeo en el monte Carmelo

258. Jesús revela a Santiago de Alfeo cuál será su misión
de apóstol

259. Lección sobre la Iglesia y los Sacramentos a Santiago de Alfeo, que obra un milagro

260. Dos parábolas de Pedro para los campesinos
de la llanura de Esdrelón

261. Exhortación a los campesinos de Doras,
que ahora lo son de Jocanán

262. Una hija no querida y el papel de la mujer redimida.
El Iscariote solicita
la ayuda de María

263. Curación del hombre del brazo atrofiado

264. Una jornada de Judas Iscariote en Nazaret

265. Instrucciones a los doce apóstoles al comienzo
de su ministerio

266. Los discípulos del Bautista quieren verificar que Jesús es el Mesías. Testimonio sobre el Precursor e invectiva contra las ciudades impenitentes

267. Jesús, carpintero en Corazín

268. Lección sobre la caridad con la parábola de los titos. El yugo de Jesús es ligero

269. La disputa con escribas y fariseos en Cafarnaúm. Llegada de la Madre y de los hermanos

270. Jesús recibe la noticia de que han matado a
Juan el Bautista

271. Salida para Tariquea con los apóstoles, que han regresado a Cafarnaúm

272. Reencarnación y vida eterna en el diálogo con un escriba

273. La primera multiplicación
de los panes

274. Jesús camina sobre las aguas. Su prontitud en socorrer
a quien le invoca

275. Cuatro nuevos discípulos. Jesús habla sobre las obras de misericordia corporal y espiritual

276. El hombre avaro y la parábola del rico necio. Las inquietudes y la vigilancia
en los siervos de Dios

277. En Magdala, en los jardines de María. El amor y la corrección entre hermanos

278. El perdón y la parábola del siervo inicuo. La misión confiada a setenta y dos discípulos

279. Encuentro con Lázaro en el campo de los Galileos

280. El regreso de los setenta y dos. Profecía sobre
los místicos futuros

281. En el Templo durante la fiesta de los Tabernáculos. Las condiciones para seguir a Jesús. La parábola de los talentos y la parábola del buen samaritano

282. La delación al Sanedrín respecto a Hermasteo,
Juan de Endor y Síntica

283. Síntica habla de su encuentro con la Verdad

284. La casita donada por Salomón. Cuatro apóstoles
se quedarán en Judea

285. Lázaro ofrece un refugio para Juan de Endor y Síntica. Viaje feliz hacia Jericó
sin Judas Iscariote

286. En Ramot con el mercader Alejandro Misax. Lección a Síntica sobre el recuerdo
de las almas

287. De Ramot a Gerasa con la caravana del mercader

288. Palabras a los habitantes de Gerasa y alabanza de una mujer a la Madre de Jesús

289. AEl sábado a Gerasa. Asueto de Margziam. La pregunta de Síntica sobre la salvación
de los paganos

290. El hombre de los ojos ulcerosos. El alto en la "fuente del Camellero". Más sobre el recuerdo de las almas

291. Margziam descubre por qué Jesús ora todos los días
a la hora nona

292. Insidia de escribas y fariseos en Bosrá

293. Palabras de Jesús y milagros en Bosrá, después de la irrupción de dos fariseos. El don de la fe a Alejandro Misax

294. La rica dádiva del mercader. Adiós a la Madre
y a las discípulas

295. Palabras y milagros en Arbela, ya evangelizada por Felipe de Jacob

296. Llegada a Aera bajo la lluvia. Curación de los enfermos que allí esperan

297. Con el sermón de Aera termina el segundo
gran viaje apostólico

298. La ayuda prestada a los huerfanitos María y Matías y las enseñanzas que de ella
se deducen

299. A Juana de Cusa le son confiados, para su tutela, los huerfanitos María y Matías

300. Con escribas y fariseos en casa del resucitado de Naím

301. ola de las frentes destronadas y explicación de la parábola sobre lo no puro

302. En Magdala, antes de mandar a todos a sus respectivas familias para las Encenias

303. Jesús donde su Madre
en Nazaret

304. Con Juan de Endor, Síntica y Margziam. María es Madre
y Maestra

305. Jesús consuela a Margziam con la parábola de los pajarillos

306. También Simón Zelote está en Nazaret. Lección sobre los daños del ocio

307. Controversia en la casa de Nazaret acerca de las culpas de los nazarenos. Lección sobre la tendencia al pecado a pesar de la Redención

308. Curación del hijo de Simón de Alfeo. Margziam es el primero de los niños discípulos

309. Sacrificio de Margziam por la curación de una niña. Enmienda de Simón de Alfeo

310. Con Pedro, en Nazaret, Jesús organiza la partida
de Juan de Endor y Síntica

311. La renuncia de Margziam es ocasión de una lección sobre los sacrificios hechos por amor

312. Jesús comunica a Juan de Endor la decisión de enviarle a Antioquía. Final del segundo año

 

192- Una predicción a Santiago de Alfeo. La Regada a Engannim tras un alto en Meguido


-¿Señor, aquella cima es el Carmelo? -pregunta Santiago, el primo de Jesús. -Sí, hermano. Aquélla es la cadena montañosa del Carmelo. La cúspide más alta le da el nombre. -Debe ser bonito también desde allí el mundo. ¿Has estado alguna vez?

-Una vez, Yo solo, al principio de mi predicación. Al pie de ese monte curé a mi primer leproso. Pero iremos de nuevo, juntos, para rememorar a Elías...

-Gracias, Jesús. Me has comprendido, como siempre.
-Y, como siempre, te perfecciono, Santiago.
-¿Por qué?
-El porqué está escrito en el Cielo.

-¿No me lo dices, hermano, Tú que lees lo que está escrito en el Cielo?

Jesús y Santiago van caminando el uno al lado del otro; sólo el pequeño Yabés, que va también ahora de la mano de Jesús, puede oír la conversación confidencial de los dos primos, que se sonríen mirándose a los ojos.

Jesús, pasando un brazo por encima de los hombros de Santiago para acercárselo aún más, pregunta:

-¿Realmente quieres saberlo? Pues bien, te lo voy a decir en forma de adivinanza; cuando encuentres la clave serás ͜sabio. Escucha: "Habiéndose reunido los falsos profetas en el monte Carmelo, se acercó Elías y dijo al pueblo:

“¿Hasta cuándo seguiréis cojeando de dos partes? Si el Señor es Dios, seguidlo; si Baal, seguid a éste”. El pueblo no respondió. Entonces Elías siguió diciendo al pueblo: “De los profetas del Señor he quedado yo sólo”, y la única fuerza de este hombre solo era el grito :

“Escúchame, Señor, escúchame, para que este pueblo reconozca que eres el Señor Dios y que has convertido de nuevo sus corazones”. Entonces el fuego del Señor cayó y devoró el holocausto". Hermano, adivina.  Santiago agacha la cabeza y se pone a pensar. Jesús lo mira sonriendo.

Caminan unos metros así, luego Santiago dice:  
-¿Tiene que ver con Elías o con mi futuro?
-Con tu futuro, naturalmente...
Santiago se queda de nuevo pensativo y susurra:

-¿Seré destinado a invitar a Israel a que siga con autenticidad un camino? ¿Seré llamado a quedarme solo en Israel? Si la respuesta es afirmativa, quieres decir que los otros serán perseguidos y que los dispersarán y que... que... elevaré mi oración a ti por la conversión de este pueblo... como sacerdote... como... víctima... Si es así, ¡oh, inflámame ya desde este momento, Jesús!...
-Lo estás ya. Mas ha de raptarte el Fuego, como a Elías; por este motivo subiremos al Carmelo tú y Yo solos, y hablaremos.

-¿Cuándo? ¿Después de la Pascua?
-Después de una Pascua, sí. Entonces te diré muchas cosas...

Un lindo riachuelillo, que fluye hacia el mar, colmado su caudal por las lluvias primaverales y la disolución de las nieves, se interpone en su camino.
Acude Pedro y dice:

-El puente está más arriba, por donde pasa el camino que va de Tolemaida a Enganmín (o Engannim).

Jesús, dócilmente, vuelve sobre sus pasos. Cruza el riachuelo por un sólido puente de piedra. Enseguida vuelven a verse montañas pequeñas y colinas de poca entidad.

-¿Llegaremos a Engannim antes de que anochezca? -pregunta Felipe.

-Ciertamente. Pero... ahora tenemos con nosotros a un niño. ¿Estás cansado Yabés? -pregunta amorosamente Jesús -Sé sincero como un ángel.
-Un poco, Señor. De todas formas, me esforzaré en seguir caminando.
-Este niño está débil -dice con su voz gutural el hombre de Endor.
-¡Mira tú éste!... -exclama Pedro -¡Con la vida que lleva desde hace algunos meses!... ¡Ven que te coja en brazos!
-¡Oh, no, señor! No, que te cansas. Todavía puedo andar yo.

-¡Ven, ven, que no pesas. Pareces un pajarillo desnutrido -Pedro lo sube en vilo, lo sienta sobre sus anchos y fuertes hombros, a caballo, y lo sujeta por las piernas.
Caminan ligeros porque el sol ya es fuerte e invita y estimula a llegar a las umbrías colinas.

Se detienen en un pueblo -oigo que lo llaman Meguido -, para comer y descansar, junto a una fuente muy fresca y ruidosa (por la mucha agua que de ella brota y que cae en una pila de piedra oscura). Ninguno del pueblo se interesa por los peregrinos, anónimos entre los muchos otros que, más o menos ricos, van a pie o en burros o mulas hacia Jerusalén para la Pascua. Se respira ya aire de fiesta. Muchos niños -pensando ya, jubilosos, en la ceremonia de su mayoría de edad -van con los viajeros.

Dos jovenzuelos de holgada condición vienen a jugar junto a la fuente. Yabés está con Pedro, que lo tiene conquistado con mil zarandajas. Preguntan al muchacho:

-¿Vas tú también para ser hijo de la Ley?
Yabés responde tímidamente: «Sí», casi escondiéndose detrás de Pedro.

-¿Es tu padre éste? Eres pobre, ¿verdad?».
-Soy pobre, sí.

Los dos niños -quizás hijos de fariseos -lo escudriñan irónicos y curiosos, y dicen: -Se ve.

En efecto, se ve... ¡Su vestidito es bien mísero! Quizás es que el niño ha crecido y, a pesar de que hayan sacado el jaletón, el vestido (marrón y descolorido por las inclemencias del tiempo) apenas si le llega a la mitad de las delgadas piernecitas morenas, dejando completamente descubiertos los pequeños pies, mal calzados con dos informes sandalias sujetas con unas cuerdas que deben torturarlos.

Los niños, despiadados con ese egoísmo propio de muchos niños, con la crueldad de los niños no buenos, dicen:

-¡Pues entonces no tendrás un vestido nuevo para tu fiesta! ¡Nosotros sí!... ¿Verdad, Joaquín? Yo, todo rojo, con el manto igual; él, de color cielo; y llevaremos sandalias con hebillas de plata y un cinturón muy valioso y un taled sujeto con un aro de oro y...

-¡...Y un corazón de piedra, digo yo! -salta Pedro, que ha terminado de refrescarse los pies y de llenar de agua todas las cantimploras -Sois malos, muchachos. Ni la ceremonia ni el vestido valen un pito si el corazón no es bueno. Prefiero a este niño mío. ¡Largaos, soberbios! ¡Id con los ricos, y tened respeto a los pobres y honrados! ¡Ven, Yabés! Esta agua es buena para los pies cansados. Ven, que te los voy a lavar, así caminarás mejor después. ¡Ay, cuánto daño te han hecho estas cuerdas! Pero no tendrás que seguir caminando; te voy a llevar en brazos hasta Engannim. Allí encontraré a uno que haga sandalias y te compraré un par nuevo.

Y Pedro lava y seca esos piececitos, que desde hace mucho tiempo no han vuelto a ser acariciados tanto como ahora.
El niño lo mira... titubea... y acaba por echarse sobre este hombre que le está atando las sandalias, y lo aprieta con sus bracitos flacos, y dice:

-¡Qué bueno eres! -y le besa su pelo entrecano.
Pedro se conmueve; se sienta en el suelo, sin cambiar de sitio aunque esté mojado; se pone sobre su regazo al niño y le dice:

-Pues entonces llámame "padre".
La escena es delicada. Jesús y los demás se acercan.
Los dos soberbiosillos de antes, que, curiosos, no se habían marchado todavía, preguntan:

-¿Pero no es tu padre?
A lo que Yabés responde sin vacilar:
-Padre y madre para mí.

-Sí, querido mío, bien has dicho: padre y madre; y os aseguro, señoritingos, que no irá mal vestido a la ceremonia. También él tendrá un vestido de rey, rojo como el fuego y con un cinturón verde como la hierba, y el taled blanco como la nieve.

Aunque sea un batiburrillo de colores, deja asombrados a los dos vanidosos y los pone en fuga.
-¿Qué haces, Simón, en el suelo mojado? -pregunta Jesús sonriendo.

-¿Mojado? ¡Ah, sí; ahora me doy cuenta! ¿Que qué hago? Con la inocencia apoyada en mi pecho vuelvo a ser como un cordero. ¡Ah!... ¡Maestro, Maestro! Bien, vamos. Pero debes dejarme que me ocupe de este pequeño; después lo cederé; pero hasta que no sea un verdadero israelita es mío.

-¡Sí, hombre, sí! Y serás siempre su tutor, como un anciano padre. ¿De acuerdo? Vamos, para estar por la tarde en Engannim sin hacer correr demasiado al niño.
-Lo llevo yo. Pesa más mi red. No puede caminar con estas dos suelas rotas. Ven.

Y, cargándose encima a su ahijado, Pedro reanuda contento su camino, cada vez más umbrío entre arbolados de frutas varias, en un ascender suave de colinas, desde las cuales la vista se dilata hacia la fecunda llanura de Esdrelón.

Engannim debe ser una bonita ciudad, no grande, bien abastecida de agua de las colinas a través de un acueducto elevado que es probablemente obra romana. Jesús y los suyos están ya en las cercanías de la ciudad. En esto, perciben el rumor de una patrulla militar que está acercándose. Deben ponerse al seguro arrimándose al borde del camino. Los cascos de los caballos resuenan contra el suelo, que aquí, en las cercanías de la ciudad, muestra apenas la pavimentación bajo la tierra que se ha ido acumulando junto con detritos; en efecto, jamás una escoba ha limpiado este camino.

-¡Salve, Maestro! ¿Cómo por aquí? -exclama Publio Quintiliano, mientras se apea y se acerca a Jesús con una abierta sonrisa, llevando de la brida al caballo. Sus soldados, al ver esto en su superior, aminoran la marcha.

-Voy a Jerusalén por la Pascua.

-Yo también. Se refuerza la guardia para estas fiestas, incluso porque estará en la ciudad Poncio Pilatos, y también está Claudia. Nosotros patrullamos los caminos para protegerla a ella. ¡Son caminos tan inseguros!... Las águilas ponen en fuga a los chacales-dice riendo el soldado mientras mira a Jesús, y sigue diciendo en tono más bajo: -Este año, doble guardia para guardar las espaldas del sucio Antipas. Hay mucho descontento por el arresto del Profeta; descontento en Israel y, como consecuencia, entre nosotros. Pero, ya nos hemos encargado de hacer llegar a oídos del Sumo Sacerdote y demás compadres un... benigno toque de... flautas -y concluye en voz baja:

«Ve seguro, que las uñas ahora están metidas en las zarpas. ¡Ja! ¡Ja! Nos tienen miedo. Carraspea uno y creen que ha rugido. ¿Vas a hablar en Jerusalén? Acércate al Pretorio. Claudia habla de ti como de un gran filósofo.
Te conviene porque... el procónsul es Claudia».

Quintiliano mira a su alrededor y ve a Pedro cargado, rojo y sudado.

-¿Y ese niño?

-Un huérfano que he tomado conmigo.

-¡Pero... ese hombre tuyo se está esforzando demasiado!

Niño, ¿tienes miedo a ir unos metros a caballo? Te pongo aquí, bajo mi clámide; iré suave. Cuando lleguemos a las puertas, te dejo que sigas con ese hombre.

El niño no ofrece resistencia; debe ser dulce como un cordero. Publio lo levanta en vilo y lo sienta consigo en su montura.

A1 dar la orden de ir despacio a los soldados, ve también al hombre de Endor. Lo mira fijamente y dice:

-¿Tú también por aquí?

-Sí. Ya no vendo huevos a los romanos, pero los pollos están todavía allí. Ahora estoy con el Maestro...

-¡Bien para ti! Así te sentirás más confortado. ¡Adiós! ¡Salve, Maestro, te espero en aquel pequeño grupo de árboles.

Y espolea a su cabalgadura.

-¿Os conocéis? -le preguntan muchos de los presentes a Juan de Endor.

-Sí, como proveedor de pollos. Antes no me conocía. Una vez fui llamado a la comandancia a Naím, para fijar los precios, y estaba él. Desde entonces, cuando iba a Cesárea a comprar libros o algún utensilio siempre me saludaba. Me llama o Cíclope o Diógenes. No es malo. A pesar de mi odio por los romanos, no me mostré nunca agresivo con él porque me podía ser útil.

-¿Has oído, Maestro? ¿Ves?, han surtido buen efecto mis palabras al centurión de Cafarnaúm. Ahora voy más tranquilo -dice Pedro.

Y llegan a la mata de árboles a cuya sombra se ha apeado la patrulla.

-Mira, te devuelvo el niño. ¿Mandas algo, Maestro?

-No, Publio. Dios te muestre su rostro.
-¡Salve!

Monta y espolea, seguido por los suyos con un gran rumor metálico de herraduras y corazas que se entrechocan. Entran en la ciudad. Pedro con su pequeño amigo va a comprar las sandalitas.

-Este hombre muere de deseos de un hijo -dice Simón Zelote; y añade: «Con razón».

-Os daré millares de hijos. Busquemos ahora cobijo, para seguir mañana al despuntar el alba.

   


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