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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO
Autor: María Valtorta
« PARTE 3 de 7 »
SEGUNDO AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS
Partes:
[ 1 ]
[ 2 ]
[ 3 ]
[ 4 ]
[ 5 ]
[ 6 ]
[ 7 ]
141. Yendo hacia Arimatea con los discípulos y con
José de Emaús
142. Con los doce hacia Samaria
143. La samaritana Fotinai
144. Los samaritanos invitan a Jesús a Sicar
145. El primer día en Sicar
146. El segundo día en Sicar. Jesús se despide de los samaritanos
147. Curación de una mujer de Sicar y conversión de Fotinai
148. Jesús visita a Juan el Bautista en las cercanías de Enón
149. La visita a Juan el Bautista, motivo de instrucción
a los apóstoles
150. Jesús en Nazaret, en casa de su Madre. Ella deberá
seguir a su Hijo
151. En Caná en casa de Susana, que se hará discípula.
El oficial del rey
152. María Salomé es recibida como discípula
153. Las mujeres allegadas a los discípulos al servicio de Jesús
154. Jesús en Cesárea Marítima habla a los galeotes.
Las fatigas del apostolado
155. Curación de la niña romana en Cesárea
156. Analía, la primera de las vírgenes consagradas
157. Instrucciones a las discípulas en Nazaret
158. En el lago de Genesaret
con Juana de Cusa.
159. Discurso en Guerguesa. La respuesta sobre el ayuno a los discípulos de Juan el Bautista.
160. Encuentro con Gamaliel en el camino de Neftalí a Yiscala
161. Curación del nieto del fariseo Elí de Cafarnaúm
162. Las conversiones humanas del fariseo Elí
y de Simón de Alfeo
163. Comiendo en casa del fariseo Elí de Cafarnaúm
164. El retiro en el monte para la elección de los Apóstoles
165. Elección de los doce Apóstoles
166. Los milagros después de la elección apostólica. Simón el Zelote y Juan predican por primera vez
167. Jesús concurre con las romanas en el jardín
de Juana de Cusa
168. Aglae en casa de María,
en Nazaret
169. Primer discurso de la Montaña: la misión de los apóstoles y de los discípulos
170. Segundo discurso de la Montaña: el don de la Gracia; las bienaventuranzas
171. Tercer discurso de la Montaña: los consejos evangélicos que perfeccionan
la Ley
172. Cuarto discurso de la Montaña: el juramento, la oración, el ayuno. El anciano Ismael y Sara
173. Quinto discurso de la Montaña: el uso de las riquezas; la limosna; la confianza en Dios.
174. Sexto discurso de la Montaña: la elección entre el Bien y el Mal; el adulterio; el divorcio. La llegada importuna de
María de Magdala.
175. El leproso curado al pie del Monte. Generosidad
del escriba Juan
176. Durante el descanso sabático, el último discurso
de la Montaña:
amar la
voluntad de Dios
177. La curación del siervo
del centurión
178. Tres hombres que quieren seguir a Jesús
179. La parábola del sembrador. En Corazín con el nuevo
discípulo Elías
180. Controversia en la cocina de Pedro en Betsaida. Explicación de la parábola del sembrador. La noticia de la segunda captura de Juan el Bautista
181. La parábola del trigo
y la cizaña
182. Palabras a algunos pastores
con el huerfanito Zacarías
183. La curación de un hombre herido en casa de
María de Magdala
184. El pequeño Benjamín de Magdala y dos parábolas sobre
el Reino de los Cielos
185. La tempestad calmada.
Una lección sobre
sus preliminares
186. Los dos endemoniados de la región de los Gerasenos
187. Hacia Jerusalén
para la Pascua.
De Tariquea al monte Tabor
188. La gruta de la maga y el encuentro con Félix, llamado luego Juan
189. En Naím. Resurrección del hijo de una viuda
190. La llegada a la llanura de Esdrelón durante la puesta
del sol del viernes
191. El sábado en Esdrelón.
El pequeño Yabés.
Parábola del rico Epulón
192. Una predicción a Santiago de Alfeo. La Regada a Engannim tras un alto en Meguido
193. Llegada a Siquem tras dos días de camino
194. La revelación al pequeño Yabés durante el camino de Siquem a Berot
195. Una lección de Juan de Endor a Judas Iscariote.
Llegada a Jerusalén
196. El sábado en Getsemaní. Jesús habla de su Madre y de los amores de distintas potencias
197. En el Templo con José de Arimatea. La hora del incienso
198. El encuentro con la Madre en Betania. Yabés cambia su nombre por el de Margziam
199. Donde los leprosos de Siloán y Ben Hinnom. Pedro obtiene a Margziam
por medio de María
200. Coloquio de Áglae
con el Salvador
201. El examen de la mayoría
de edad de Margzia
202. Judas Iscariote es reprendido. Llegada de los campesinos de Jocanán
203. El Padrenuestro
204. La fe y el alma explicadas a los paganos con la parábola
de los templos
205. La parábola del hijo pródigo
206. Con dos parábolas sobre el Reino de los Cielos, termina la permanencia en Betania
207. En la gruta de
Belén la Madre evoca
el
nacimiento de Jesús
208. María Santísima ve de nuevo al pastor Elías y con Jesús va a Betsur donde Elisa
209. La fecundidad del dolor, en el discurso de Jesús junto a la casa de Elisa en Betsur
210. Las inquietudes de Judas Iscariote durante el camino
hacia Hebrón
211. Regreso a Hebrón, patria del Bautista
212. Una ola de amor a Jesús, que en Yuttá habla desde
la
casita de Isaac
213. En Keriot una profecía de Jesús y el comienzo de la predicación apostólica
214. La madre de Judas abre su corazón a María Stma., que ha llegado a Keriot
215. El posadero de Bet Yinna
y su hija lunática
216. Las infidelidades de los discípulos en la parábola
del diente de león
217. Las espigas arrancadas
un sábado
218. La llegada a Ascalón,
ciudad filistea
219. Los distintos frutos de la predicación de los apóstoles en la ciudad de Ascalón
220. Los idólatras de Magdalgad y la curación milagrosa
de la parturienta
221. Los prejuicios de los apóstoles respecto a los paganos y la parábola del hijo deforme
222. Un secreto del apóstol Juan
223. Una caravana nupcial se libra del asalto de bandidos después de un discurso de Jesús
224. En el apóstol Juan actúa el Amor. Llegada a Béter
225. El paralítico de la piscina de Betseida y la disputa sobre las obras del Hijo de Dios
226. Un signo bueno por parte de María de Magdala. Muerte del anciano Ismael
227. Un episodio incompleto
228. Margziam confiado
a Porfiria
229. Discurso a los habitantes de Betsaida sobre el gesto de caridad de Simón Pedro
230. Curación de la hemorroisa y resurrección de la hija de Jairo
231. En Cafarnaúm, Jesús y Marta hablan de la crisis que atormenta a María de Magdala
232. Curación de dos ciegos y de un mudo endemoniado
233. La parábola de la oveja perdida. María de Magdala también la oye
234. Comentario de tres episodios sobre la conversión de María de Magdala
235. Marta ha recibido de su hermana María la certidumbre de la conversión
236. La cena en casa de Simón el fariseo y la absolución
a María de Magdala
237. La petición de obreros para la mies, y la parábola del tesoro escondido en el campo. Marta todavía teme por su
hermana María
238. Llegada de María Stma. con María de Magdala a Cafarnaúm en medio de una tempestad
239. La parábola de los peces, la parábola de la perla, y del tesoro de las enseñanzas viejas y nuevas
240. En Betsaida, en la casa de Simón, con Porfiria y Margziam, el cual enseña a la Magdalena la oración de Jesús
241. Vocación de la hija de Felipe. Llegada a Magdala y parábola de la dracma perdida
242. Jesús habla sobre la Verdad al romano Crispo, el único que lo escucha de Tiberíades
243. En Caná en la casa de Susana. Las expresiones, los gestos y la voz de Jesús. Debate de los apóstoles acerca de las posesiones diabólicas
244. Juan repite un discurso de Jesús sobre la Creación y sobre los pueblos que esperan la Luz
245. Una acusación de los nazarenos a Jesús, rechazada con la parábola del
leproso curado
246. Un apólogo para los habitantes de Nazaret, los cuales permanecen incrédulos
247. María Stma. instruye a la Magdalena en orden
a la oración mental
248. En Belén de Galilea. Juicio ante un homicidio y parábola de los bosques petrificados
249. María Stma. instruye a Judas Iscariote sobre el deber preeminente de la
fidelidad a Dios
250. A los discípulos que han venido con Isaac: la parábola del lodo transformado en llama. Juan de Endor es alma víctima
251. A los pescadores siro-fenicios: la parábola del minero perseverante. Hermasteo
de Ascalón
252. El regreso de Tiro. Milagros. Parábola de la vid y el olmo
253. María Santísima devela a María de Alfeo el sentido de la maternidad espiritualizada.
La Magdalena debe
forjarse sufriendo
254. El encuentro con Síntica, esclava griega y la llegada a Cesárea Marítima
255. Despedida de las hermanas Marta y María, que parten con Síntica. Una lección
a Judas Iscariote
256. Parábola sobre la virtud de la esperanza, que sujeta la fe
y la caridad
257. Retiro de Jesús y Santiago de Alfeo en el monte Carmelo
258. Jesús revela a Santiago de Alfeo cuál será su misión
de apóstol
259. Lección sobre la Iglesia y los Sacramentos a Santiago de Alfeo, que obra un milagro
260. Dos parábolas de Pedro para los campesinos
de la llanura de Esdrelón
261. Exhortación a los campesinos de Doras,
que ahora lo son de Jocanán
262. Una hija no querida y el papel de la mujer redimida.
El Iscariote solicita
la ayuda de María
263. Curación del hombre del brazo atrofiado
264. Una jornada de Judas Iscariote en Nazaret
265. Instrucciones a los doce apóstoles al comienzo
de su ministerio
266. Los discípulos del Bautista quieren verificar que Jesús es el Mesías. Testimonio sobre el Precursor e invectiva contra las ciudades impenitentes
267. Jesús, carpintero en Corazín
268. Lección sobre la caridad con la parábola de los titos. El yugo de Jesús es ligero
269. La disputa con escribas y fariseos en Cafarnaúm. Llegada de la Madre y de los hermanos
270. Jesús recibe la noticia de que han matado a
Juan el Bautista
271. Salida para Tariquea con los apóstoles, que han regresado a Cafarnaúm
272. Reencarnación y vida eterna en el diálogo con un escriba
273. La primera multiplicación
de los panes
274. Jesús camina sobre las aguas. Su prontitud en socorrer
a quien le invoca
275. Cuatro nuevos discípulos. Jesús habla sobre las obras de misericordia corporal y espiritual
276. El hombre avaro y la parábola del rico necio. Las inquietudes y la vigilancia
en los siervos de Dios
277. En Magdala, en los jardines de María. El amor y la corrección entre hermanos
278. El perdón y la parábola del siervo inicuo. La misión confiada a setenta y dos discípulos
279. Encuentro con Lázaro en el campo de los Galileos
280. El regreso de los setenta y dos. Profecía sobre
los místicos futuros
281. En el Templo durante la fiesta de los Tabernáculos. Las condiciones para seguir a Jesús. La parábola de los talentos y la parábola del buen samaritano
282. La delación al Sanedrín respecto a Hermasteo,
Juan de Endor y Síntica
283. Síntica habla de su encuentro con la Verdad
284. La casita donada por Salomón. Cuatro apóstoles
se quedarán en Judea
285. Lázaro ofrece un refugio para Juan de Endor y Síntica. Viaje feliz hacia Jericó
sin Judas Iscariote
286. En Ramot con el mercader Alejandro Misax. Lección a Síntica sobre el recuerdo
de las almas
287. De Ramot a Gerasa con la caravana del mercader
288. Palabras a los habitantes de Gerasa y alabanza de una mujer a la Madre de Jesús
289. AEl sábado a Gerasa. Asueto de Margziam. La pregunta de Síntica sobre la salvación
de los paganos
290. El hombre de los ojos ulcerosos. El alto en la "fuente del Camellero". Más sobre el recuerdo de las almas
291. Margziam descubre por qué Jesús ora todos los días
a la hora nona
292. Insidia de escribas y fariseos en Bosrá
293. Palabras de Jesús y milagros en Bosrá, después de la irrupción de dos fariseos. El don de la fe a Alejandro Misax
294. La rica dádiva del mercader. Adiós a la Madre
y a las discípulas
295. Palabras y milagros en Arbela, ya evangelizada por Felipe de Jacob
296. Llegada a Aera bajo la lluvia. Curación de los enfermos que allí esperan
297. Con el sermón de Aera termina el segundo
gran viaje apostólico
298. La ayuda prestada a los huerfanitos María y Matías y las enseñanzas que de ella
se deducen
299. A Juana de Cusa le son confiados, para su tutela, los huerfanitos María y Matías
300. Con escribas y fariseos en casa
del resucitado de Naím
301. ola de las frentes destronadas y explicación de la parábola sobre lo no puro
302. En Magdala, antes de mandar a todos a sus respectivas familias para las Encenias
303. Jesús donde su Madre
en Nazaret
304. Con Juan de Endor, Síntica y Margziam. María es Madre
y Maestra
305. Jesús consuela a Margziam con la parábola de los pajarillos
306. También Simón Zelote está en Nazaret. Lección sobre los daños del ocio
307. Controversia en la casa de Nazaret acerca de las culpas de los nazarenos. Lección sobre la tendencia al pecado a pesar de la Redención
308. Curación del hijo de Simón de Alfeo. Margziam es el primero de los niños discípulos
309. Sacrificio de Margziam por la curación de una niña. Enmienda de Simón de Alfeo
310. Con Pedro, en Nazaret, Jesús organiza la partida
de Juan de Endor y Síntica
311. La renuncia de Margziam es ocasión de una lección sobre los sacrificios hechos por amor
312. Jesús comunica a Juan de Endor la decisión de enviarle a Antioquía. Final del segundo año
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298- La ayuda prestada a los huerfanitos María y Matías y las enseñanzas que de ella se deducen
Vuelvo a ver el lago de Merón en un lúgubre día de agua... Fango y nubes. Silencio y calígine.
El horizonte desaparece entre las brumas. La cadena del Hermón está sepultada bajo la espesa capa de nubes bajas. Pero desde este lugar -una llanura alta, situada cerca del pequeño lago todo oscuro y amarillento por el fango de mil riachuelos crecidos y el cielo de Noviembre lleno de nubes -se ve bien este pequeño lago alimentado por el Alto Jordán, que de él sale luego para ir a alimentar al otro
lago; más grande, de Genesaret.
Cae la tarde, cada vez más triste y amenazadora de lluvia, cuando Jesús toma el camino que corta el Jordán después del lago de Merón. Entra luego por una vereda que lleva a una casa...
Otra dulce visión de Jesús y dos niños.
Digo esto porque veo que Jesús, al pasar por una vereda abierta entre campos -que deben haber recibido la simiente poco antes porque la tierra está todavía mullida y oscura como cuando ha sido sembrada recientemente -, se detiene a acariciar a dos pequeñuelos: un niño de no más de cuatro años y una niña que tendrá unos ocho o nueve. Deben ser niños muy pobres a juzgar por sus míseros vestiditos descoloridos y rotos y su carita triste y flaca.
Jesús no les pregunta nada. Se limita a mirarlos fijamente mientras los acaricia. Luego reanuda ligero su paso, hacia una casa que está en el fondo de la vereda. Es una casa labriega pero de buen aspecto, con una escalera exterior que sube del suelo a la terraza, en que hay un emparrado, ahora desnudo de racimos y hojas: solamente queda alguna que otra última hoja ya amarilla, que pende y se mueve con el viento húmedo de un desagradable día de otoño. En el murete de la casa unas palomas zurean esperando el agua que el cielo gris y todo nublado promete.
Jesús, seguido por los suyos, empuja la tosca cancela de la albarrada que rodea la casa; entra en un patio -nosotros diríamos una era -, con su pozo y en un ángulo, también un horno (supongo que sea eso aquel tabuco de paredes más oscuras por el humo que incluso ahora sale y que el viento empuja hacia la tierra).
Al oír el rumor de los pasos, una mujer se asoma a la puerta de este cuartucho. Al ver a Jesús, lo saluda con alegría y corre a avisar a la casa.
Un hombre más bien anciano, y grueso, sale a la puerta de la casa, y va enseguida hacia Jesús.
-¡Qué gran honor verte, Maestro! -lo saluda.
Jesús responde con su saludo:
-La paz sea contigo -y añade: «Está anocheciendo y la lluvia se acerca. Vengo a pedirte alojamiento y un pan para mí y mis discípulos.
-Entra, Maestro. Mi casa es tuya. La doméstica está para sacar el pan del horno. Con mucho gusto te lo ofrezco, con el queso de mis ovejas y los productos de mis campos.
Entra, entra, que el viento es húmedo y frío... -y, solícito, sujeta la puerta y hace una reverencia cuando pasa Jesús. Pero inmediatamente cambia de tono dirigiéndose a alguien que ha visto, y dice airado: «
¿Todavía estás aquí? ¡Vete! ¡No hay nada para ti! ¡Vete! ¿Entendido? Aquí no hay sitio para los vagabundos... -y farfulla entre dientes: «...y quizás rateros como tú».
Una vocecita llorosa responde:
-Piedad, señor. A1 menos un pan para mi hermanito. Tenemos hambre...
Jesús, que había entrado en la vasta cocina, alegrada e iluminada con un vivo fuego, sale a la puerta. Su rostro es ya distinto. Severo y triste, pregunta, no al huésped sino en general -parece como si se lo preguntara a la era silenciosa, a la desnuda higuera, al oscuro pozo -:
-¿Quién tiene hambre?
-Yo, Señor. Yo y mi hermano. Sólo un pan y nos vamos.
Jesús está ya afuera, en el ambiente cada vez más lúgubre por el crepúsculo y la lluvia inminente.
-Pasa -dice.
-¡Tengo miedo, Señor!
-Ven, te digo. No tengas miedo de mí.
De detrás de una arista de la casa sale la pobre niña. De la mísera tuniquita viene agarrado su hermanito. Se acercan temerosamente: una mirada tímida a Jesús; una de susto al dueño de la casa, que pone ojos amenazadores mientras dice:
-Son vagabundos, Maestro. Y ladrones. Hace poco he encontrado a ésta fisgando cerca de la almazara. Está claro que quería entrar a robar. ¡A saber de dónde vendrán! No son del lugar.
Jesús lo escucha... digamos que lo escucha. Mira muy fijamente a la niña de carita demacrada, de trenzas despeinadas (dos coletitas a los lados de ambas orejas, atadas al extremo con una cintita de trapo viejo). El rostro de Jesús no es severo mientras mira a la pobrecita; está triste, pero sonríe para animar a la niña:
-¿Es verdad que querías robar? Di la verdad.
-No, Señor. Había pedido un poco de pan, porque tengo hambre. No me lo han dado. He visto una corteza de pan untada, allí, en el suelo, cerca del molino del aceite, y había ido a recogerla. Tengo hambre, Señor. Ayer he conseguido sólo un pan, pero lo guardé para Matías... ¿Por qué no nos han metido en la tumba con nuestra mamá?
La niña llora desconsoladamente, y su hermanito también.
-No llores.
Jesús la consuela acariciándola y arrimándola a su pecho.
-Responde: ¿de dónde eres?
-De la llanura de Esdrelón.
-¿Y has venido hasta aquí?
-Sí, Señor.
-¿Hace mucho que ha muerto tu madre? ¿No tienes padre?
-Mi padre murió por el sol en el tiempo de la cosecha; mi mamá, la pasada luna... ella y el niño que iba a nacer murieron... -y el llanto aumenta.
-¡No tienes ningún pariente?
-¡Venimos de muy lejos! No éramos pobres... Luego mi padre tuvo que ponerse al servicio de un patrón. Ahora ha muerto y mi mamá con él.
-¿Quién era el patrón?
-El fariseo Ismael.
-¡El fariseo Ismael!... (es intraducible el modo como Jesús repite este nombre). --¿Saliste de allí por propia voluntad o te echó él?
-Me echó, Señor. Dijo: "Los perros hambrientos a la calle".
-¿Y tú, Jacob, ¿por qué no has dado un pan a estos niños; un pan, un poco de leche y un manojo de heno como cama para su cansancio? ...
-Pero... Señor... tengo justo el pan que necesito... poca leche... y meterlos en casa... Éstos son como animales vagabundos. Si se les pone buena cara luego ya no se marchan...
-¿Y te falta sitio y alimento para estos dos infelices? ¿Lo puedes decir con verdad, Jacob? La cosecha abundante, la abundancia de vino, de aceite, de fruta, que han hecho famosa tu propiedad este año, ¿por qué te han venido? ¿No te habrás olvidado ya, no? El año pasado, el granizo había depauperado tus bienes. Estabas preocupado por tu vida...
Vine y te pedí un pan... Tú me habías oído hablar un día y me fuiste fiel... En medio de tu aflicción me abriste tu corazón y tu casa. Me diste un pan y me alojaste. ¿Qué te dije al salir a a la mañana siguiente? “Jacob, has comprendido la Verdad. Sé siempre misericordioso y obtendrás misericordia. Por el pan que has dado al Hijo del hombre, estos campos te darán muchos cereales; llenos de aceitunas, como si soportaran los granos de la arena marina, estarán tus olivos; tus manzanos, plegados hasta el suelo por su peso". Lo has tenido, y eres el más rico de la comarca este año. ¿Y niegas un pan a dos niños!...
-Pero tú eras el Rabí...
-Precisamente porque lo era podía hacer de las piedras pan; éstos, no. Ahora te digo: verás un nuevo milagro y te producirá aflicción, gran aflicción... Cuando llegue ese momento, dándote golpes de pecho, di: "Me lo he merecido".
Jesús se vuelve a los niños:
-No lloréis. Id a ese árbol y coged los frutos.
-Pero si está vacío, Señor -objeta la niña.
-Ve.
La niña va, y vuelve con el vestidito alzado lleno de manzanas rojas y hermosas.
-Comed y venid conmigo -y a los apóstoles: «Vamos a llevar a estos dos pequeñuelos a Juana de Cusa. Ella sabe recordar los beneficios recibidos y es compasiva por amor a quien usó con ella misericordia. Vamos.
El hombre, confundido y apesadumbrado, trata de arreglar las cosas:
-Es de noche, Maestro. Te puede venir el agua por el camino. Entra en mi casa. Mira, la doméstica va a sacar ya el pan del horno... Te doy también para ellos.
-No hace falta. No sería por amor, lo darías por miedo al castigo prometido.
-Entonces no es éste -y señala a las manzanas que los dos niños hambrientos se están comiendo con avidez, cogidas del árbol antes vacío -, no es éste, entonces, el milagro?
-No.
Jesús se muestra severísimo.
-¡Oh, Señor, Señor, ten piedad de mí! ¡Entiendo! ¡Tienes intención de castigarme en las mieses! ¡Piedad, Señor!
-No todos los que me dicen "Señor" me tendrán, porque el amor y el respeto no se testifican con la palabra sino con obras. Tendrás la piedad que tú has tenido.
-Yo te amo, Señor.
-No es verdad. Me ama quien ama, porque esto es lo que he enseñado. Tú sólo te amas a ti mismo. Cuando me ames como enseño, el Señor volverá. Ahora me marcho. Mi techo es hacer el bien, consolar a los afligidos, enjugar las lágrimas de los huérfanos. Como la gallina extiende sus alas sobre los pollitos indefensos, así extiendo mi poder sobre los que sufren y viven en el dolor. Venid, niños. Pronto tendréis casa y pan. Adiós, Jacob.
Y, no contento con marcharse, indica que cojan en brazos a la niña fatigada (Andrés la toma y la arropa en su manto), y Él toma al niño; y se echan a andar, por la vereda ya oscura, con su carga de piedad que ya no llora.
Pedro dice:
-¡Maestro! ¡Qué gran suerte para éstos el que hayas llegado en este momento! ¡Pero para Jacob!... ¿Qué vas a hacer, Maestro?
-Justicia. No llegará a conocer el hambre, porque tiene todavía muy llenos los graneros, pero sí que conocerá la estrechez, porque el trigo sembrado no producirá grano, y los olivos y manzanos solamente hojas. Estos inocentes, no de mí, sino del Padre, han recibido pan y casa; porque mi
Padre es también Padre de los huérfanos; sí, Él, que da el nido y el alimento a los pájaros de los bosques. Éstos pueden decir, y con ellos todos los desvalidos, los desvalidos que saben permanecer "hijos inocentes y amorosos", que en sus pequeñas manos Dios ha depositado el alimento y que, con paterna guía, los conduce a casa hospitalaria.
La visión cesa así, y me deja una gran paz.
Dice Jesús:
-Para todos es la enseñanza de que sé ser el "Señor" con justicia. A mí no se me engaña, ni se me adula con falaz obsequio. Quien cierra su corazón a su hermano lo cierra a Dios, y Dios a él.
¡Oh, hombres, es el primer mandamiento: Amor y amor. El que no ama, y se profesa cristiano, miente. Es inútil frecuentar los sacramentos y los ritos, inútil la oración, si falta la caridad. Quedan con vertidos en fórmulas, e incluso en sacrilegios. ¿Cómo podéis venir al Pan eterno y saciaros con É1, cuando habéis negado un pan a un hambriento? ¿Vale más, acaso, vuestro pan que el mío? ¿Es más santo? ¡Hipócritas! Yo me doy a vuestra miseria sin medida, y vosotros, que sois miseria, no tenéis piedad de miserias que ante los ojos de Dios no son odiosas como lo son las vuestras: porque aquellas son desventuras, mientras que las vuestras son pecado. Demasiadas veces me decís:
"Señor, Señor" para ganar mi benignidad para vuestros intereses. Pero no lo decís por amor al prójimo y no hacéis nada por el prójimo en nombre del Señor. Mirad: colectiva e individualmente, ¿qué os ha dado vuestra falaz religión y auténtica anticaridad? El abandono de Dios. Y el Señor volverá cuando sepáis amar como Yo he enseñado.
Pero, a vosotros, pequeño rebaño formado por los que sufren siendo buenos, os digo: "Nunca estáis huérfanos, nunca abandonados. No existiría Dios, antes que faltarles la Providencia a sus hijos. Tended la mano: el Padre os da todo como abandonados. No existiría Dios, antes que faltarles la Providencia a sus hijos. Tended la mano: el Padre os da todo como“padre”, o sea, con amor que no humilla. Enjugad vuestras lágrimas. Yo os tomo y os llevo conmigo porque siento piedad de vuestro abatimiento".
La criatura más amada es el hombre. ¿Vais a poner en duda que el Padre se mostrará más compasivo con el hombre fiel que con los pájaros?, ¿con el hombre fiel, Él, que es longánimo incluso con el pecador, y le da tiempo y manera de ir a Él? ¡Ah, si el mundo comprendiera lo que es Dios!
Dice María (la Virgen):
-María (habla a María Valtorta), habla Mamá. Mi Jesús ha hablado de la infancia del espíritu, requisito necesario para conquistar el Reino. Ayer te mostré una página de su vida de Maestro. Has visto ayer a unos niños, a unos pobres niños. ¿No habría nada que añadir? Sí, y lo añado yo. A ti, que quiero que seas cada vez más amada de Jesús. Es un detalle en el cuadro que ha hablado a tu espíritu para el espíritu de muchos. Pero son los detalles los que hacen hermoso el cuadro, los que revelan la capacidad del pintor y la sabiduría del observador. Quiero que observes la humildad de mi Jesús.
Aquella pobre niña, en su ignorante simplicidad, no trata de forma distinta al pecador de corazón de piedra y a mi Hijo. No sabe ni de "Rabí" ni de "Mesías". Siendo poco menos que una pequeña salvaje, que ha vivido en los campos, en una casa donde se despreciaba al Maestro -porque el fariseo Ismael despreciaba a mi Jesús -, no había oído jamás hablar de Él, no lo había visto.
Su padre y su madre, quebrantados por el trabajo insoportable que el cruel patrón exigía, no tuvieron tiempo ni modo de levantar la cabeza de la gleba que roturaban. Habrían oído, quizás, mientras segaban el heno o las mieses, mientras recogían la fruta o los racimos, mientras trituraban la aceituna en la dura muela, un clamor de ¡hosanna! Habrían, incluso, alzado un momento su cansada cabeza. Mas el miedo y el cansancio habrían vencido enseguida esas cabezas bajo su yugo. Y murieron pensando que el mundo era sólo odio y dolor; en cambio, el mundo, desde que lo pisaban los santísimos pies de mi Jesús, era amor y bien. Siendo sólo los pobres siervos de un despiadado patrón, murieron sin cruzarse siquiera una vez con la mirada y la sonrisa de mi Jesús; sin haber oído su palabra, que daba una riqueza al espíritu por la que los indigentes se sentían ricos, los hambrientos hartos, los enfermos sanos, consolados los que sufrían. Pues bien, Jesús no dice:
"Yo, que soy el Señor, te digo: haz esto". Conserva su anonimato. Y la pequeñuela, tan simple que no comprendió ni siquiera al ver el milagro de un manzano, desnudo incluso de hojas, que carga una rama suya de manzanas para saciar su hambre, lo sigue llamando "Señor", como llamaba a su patrón Ismael y al cruel Jacob. Se siente atraída hacia este Señor bueno porque la bondad siempre atrae.
Pero nada más. Le sigue con confianza. Lo ama inmediatamente, instintivamente, esta pobre criaturita sola en el mundo, ignorada voluntariamente por el mundo, por ese "mundo importante de los poderosos y de los que gozan de la vida" que quiere mantener en la sombra a los inferiores para poderlos torturar más a gusto y explotar más acerbamente.
Más adelante sabrá quién era aquel "Señor" que -pobre como ella, sin casa ni alimento, sin madre porque todo lo había dejado por amor al hombre (también a esa pizquita de ser humano que era ella, pobre criaturita niña) -le había dado milagrosos frutos, queriéndole quitar de sus labios y su corazón el amargor de la maldad humana que crea el odio de los desvalidos contra los poderosos, con un fruto del Padre, no con un mendrugo de pan ofrecido tarde y que para ella habría tenido en todo caso sabor de dureza y llanto.
¡Ah, verdaderamente esas manzanas recordaban el pomo del Paraíso Terrenal! Fruto nacido en la rama para el Bien y para el Mal, determinaría redención de todas las miserias -la primera la de la ignorancia de Dios -para los dos huerfanitos; determinaría castigo para aquel que, conociendo ya la Palabra, había obrado como si no la conociera. Sabrá más adelante, de boca de la mujer buena que en nombre de Jesús la acogió, quién era Jesús: para ella Salvador repetidamente: del hambre, de la intemperie, de los peligros del mundo, del pecado original.
Pero, para ella, Jesús tuvo siempre la luz de aquel día, bajo esa luz lo vio siempre: el Señor bueno con bondad de cuento infantil, el Señor que tenía caricias y dones, el Señor que le había hecho olvidar que no tenía ni padre ni madre, ni casa ni vestidos, porque había sido para ella bueno como su padre y dulce como su madre y había ofrecido un nido para el cansancio de los dos, su pecho y el de otros hombres buenos que estaban con Él, y abrigo para la desnudez de los dos, su manto y el de otros hombres buenos que con Él estaban.
Una luz paterna y suave, que no se apagó con el flujo de las lágrimas, ni siquiera cuando supo que había muerto atormentado en una cruz; ni siquiera cuando, pequeña fiel de la primera Iglesia, vio el aspecto del rostro de su "Señor" con los golpes y las espinas y pensó cómo era El ahora, en el Cielo, a la derecha del Padre. Una luz que le sonrió en su última hora de la tierra, y la condujo sin temor hacia su Salvador. Una luz que le sonrió una vez más con inefable dulzura en el fulgor del Paraíso.
Jesús te mira a ti también así. Míralo siempre como lo veía tu lejana homónima y siéntete feliz de este amor suyo. Sé sencilla, humilde, fiel, como la pobre y pequeña María que has conocido. Ve adónde ha llegado, a pesar de que fuera una pobre ignorantilla de Israel: al corazón de Dios. El Amor se le reveló como se ha revelado a ti y se hizo docta con la verdadera Sabiduría.
Ten fe, vive en la paz. No existe miseria alguna que mi Hijo no pueda transformar en riqueza; no hay soledad alguna que no pueda colmar; como tampoco hay falta alguna que no pueda borrar. El pasado no existe, cuando el amor lo anula. Ni siquiera un pasado horrendo. ¿Temerás tú si no temió Dimas el ladrón? Ama, ama y no tengas miedo de nada.
Mamá te deja con su bendición.
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