Wednesday December 04,2024
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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO


El Evangelio como me ha sido revelado

Autor: María Valtorta

« PARTE 3 de 7 »

SEGUNDO AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS

Partes: [ 1 ] [ 2 ] [ 3 ]
[ 4 ] [ 5 ] [ 6 ] [ 7 ]



141. Yendo hacia Arimatea con los discípulos y con
José de Emaús

142. Con los doce hacia Samaria

143. La samaritana Fotinai

144. Los samaritanos invitan a Jesús a Sicar

145. El primer día en Sicar

146. El segundo día en Sicar. Jesús se despide de los samaritanos

147. Curación de una mujer de Sicar y conversión de Fotinai

148. Jesús visita a Juan el Bautista en las cercanías de Enón

149. La visita a Juan el Bautista, motivo de instrucción
a los apóstoles

150. Jesús en Nazaret, en casa de su Madre. Ella deberá
seguir a su Hijo

151. En Caná en casa de Susana, que se hará discípula.
El oficial del rey

152. María Salomé es recibida como discípula

153. Las mujeres allegadas a los discípulos al servicio de Jesús

154. Jesús en Cesárea Marítima habla a los galeotes.
Las fatigas del apostolado

155. Curación de la niña romana en Cesárea

156. Analía, la primera de las vírgenes consagradas

157. Instrucciones a las discípulas en Nazaret

158. En el lago de Genesaret
con Juana de Cusa.

159. Discurso en Guerguesa. La respuesta sobre el ayuno a los discípulos de Juan el Bautista.

160. Encuentro con Gamaliel en el camino de Neftalí a Yiscala

161. Curación del nieto del fariseo Elí de Cafarnaúm

162. Las conversiones humanas del fariseo Elí
y de Simón de Alfeo

163. Comiendo en casa del fariseo Elí de Cafarnaúm

164. El retiro en el monte para la elección de los Apóstoles

165. Elección de los doce Apóstoles

166. Los milagros después de la elección apostólica. Simón el Zelote y Juan predican por primera vez

167. Jesús concurre con las romanas en el jardín
de Juana de Cusa

168. Aglae en casa de María,
en Nazaret

169. Primer discurso de la Montaña: la misión de los apóstoles y de los discípulos

170. Segundo discurso de la Montaña: el don de la Gracia; las bienaventuranzas

171. Tercer discurso de la Montaña: los consejos evangélicos que perfeccionan
la Ley

172. Cuarto discurso de la Montaña: el juramento, la oración, el ayuno. El anciano Ismael y Sara

173. Quinto discurso de la Montaña: el uso de las riquezas; la limosna; la confianza en Dios.

174. Sexto discurso de la Montaña: la elección entre el Bien y el Mal; el adulterio; el divorcio. La llegada importuna de
María de Magdala.

175. El leproso curado al pie del Monte. Generosidad
del escriba Juan

176. Durante el descanso sabático, el último discurso
de la Montaña:
amar la voluntad de Dios

177. La curación del siervo
del centurión

178. Tres hombres que quieren seguir a Jesús

179. La parábola del sembrador. En Corazín con el nuevo
discípulo Elías

180. Controversia en la cocina de Pedro en Betsaida. Explicación de la parábola del sembrador. La noticia de la segunda captura de Juan el Bautista

181. La parábola del trigo
y la cizaña

182. Palabras a algunos pastores
con el huerfanito Zacarías

183. La curación de un hombre herido en casa de
María de Magdala

184. El pequeño Benjamín de Magdala y dos parábolas sobre
el Reino de los Cielos

185. La tempestad calmada.
Una lección sobre
sus preliminares

186. Los dos endemoniados de la región de los Gerasenos

187. Hacia Jerusalén
para la Pascua.
De Tariquea al monte Tabor

188. La gruta de la maga y el encuentro con Félix, llamado luego Juan

189. En Naím. Resurrección del hijo de una viuda

190. La llegada a la llanura de Esdrelón durante la puesta
del sol del viernes

191. El sábado en Esdrelón.
El pequeño Yabés.
Parábola del rico Epulón

192. Una predicción a Santiago de Alfeo. La Regada a Engannim tras un alto en Meguido

193. Llegada a Siquem tras dos días de camino

194. La revelación al pequeño Yabés durante el camino de Siquem a Berot

195. Una lección de Juan de Endor a Judas Iscariote.
Llegada a Jerusalén

196. El sábado en Getsemaní. Jesús habla de su Madre y de los amores de distintas potencias

197. En el Templo con José de Arimatea. La hora del incienso

198. El encuentro con la Madre en Betania. Yabés cambia su nombre por el de Margziam

199. Donde los leprosos de Siloán y Ben Hinnom. Pedro obtiene a Margziam
por medio de María

200. Coloquio de Áglae
con el Salvador

201. El examen de la mayoría
de edad de Margzia

202. Judas Iscariote es reprendido. Llegada de los campesinos de Jocanán

203. El Padrenuestro

204. La fe y el alma explicadas a los paganos con la parábola
de los templos

205. La parábola del hijo pródigo

206. Con dos parábolas sobre el Reino de los Cielos, termina la permanencia en Betania

207. En la gruta de
Belén la Madre evoca
el nacimiento de Jesús

208. María Santísima ve de nuevo al pastor Elías y con Jesús va a Betsur donde Elisa

209. La fecundidad del dolor, en el discurso de Jesús junto a la casa de Elisa en Betsur

210. Las inquietudes de Judas Iscariote durante el camino
hacia Hebrón

211. Regreso a Hebrón, patria del Bautista

212. Una ola de amor a Jesús, que en Yuttá habla desde
la casita de Isaac

213. En Keriot una profecía de Jesús y el comienzo de la predicación apostólica

214. La madre de Judas abre su corazón a María Stma., que ha llegado a Keriot

215. El posadero de Bet Yinna
y su hija lunática

216. Las infidelidades de los discípulos en la parábola
del diente de león

217. Las espigas arrancadas
un sábado

218. La llegada a Ascalón,
ciudad filistea

219. Los distintos frutos de la predicación de los apóstoles en la ciudad de Ascalón

220. Los idólatras de Magdalgad y la curación milagrosa
de la parturienta

221. Los prejuicios de los apóstoles respecto a los paganos y la parábola del hijo deforme

222. Un secreto del apóstol Juan

223. Una caravana nupcial se libra del asalto de bandidos después de un discurso de Jesús

224. En el apóstol Juan actúa el Amor. Llegada a Béter

225. El paralítico de la piscina de Betseida y la disputa sobre las obras del Hijo de Dios

226. Un signo bueno por parte de María de Magdala. Muerte del anciano Ismael

227. Un episodio incompleto

228. Margziam confiado
a Porfiria

229. Discurso a los habitantes de Betsaida sobre el gesto de caridad de Simón Pedro

230. Curación de la hemorroisa y resurrección de la hija de Jairo

231. En Cafarnaúm, Jesús y Marta hablan de la crisis que atormenta a María de Magdala

232. Curación de dos ciegos y de un mudo endemoniado

233. La parábola de la oveja perdida. María de Magdala también la oye

234. Comentario de tres episodios sobre la conversión de María de Magdala

235. Marta ha recibido de su hermana María la certidumbre de la conversión

236. La cena en casa de Simón el fariseo y la absolución
a María de Magdala

237. La petición de obreros para la mies, y la parábola del tesoro escondido en el campo. Marta todavía teme por su
hermana María

238. Llegada de María Stma. con María de Magdala a Cafarnaúm en medio de una tempestad

239. La parábola de los peces, la parábola de la perla, y del tesoro de las enseñanzas viejas y nuevas

240. En Betsaida, en la casa de Simón, con Porfiria y Margziam, el cual enseña a la Magdalena la oración de Jesús

241. Vocación de la hija de Felipe. Llegada a Magdala y parábola de la dracma perdida

242. Jesús habla sobre la Verdad al romano Crispo, el único que lo escucha de Tiberíades

243. En Caná en la casa de Susana. Las expresiones, los gestos y la voz de Jesús. Debate de los apóstoles acerca de las posesiones diabólicas

244. Juan repite un discurso de Jesús sobre la Creación y sobre los pueblos que esperan la Luz

245. Una acusación de los nazarenos a Jesús, rechazada con la parábola del
leproso curado

246. Un apólogo para los habitantes de Nazaret, los cuales permanecen incrédulos

247. María Stma. instruye a la Magdalena en orden
a la oración mental

248. En Belén de Galilea. Juicio ante un homicidio y parábola de los bosques petrificados

249. María Stma. instruye a Judas Iscariote sobre el deber preeminente de la
fidelidad a Dios

250. A los discípulos que han venido con Isaac: la parábola del lodo transformado en llama. Juan de Endor es alma víctima

251. A los pescadores siro-fenicios: la parábola del minero perseverante. Hermasteo
de Ascalón

252. El regreso de Tiro. Milagros. Parábola de la vid y el olmo

253. María Santísima devela a María de Alfeo el sentido de la maternidad espiritualizada.
La Magdalena debe
forjarse sufriendo

254. El encuentro con Síntica, esclava griega y la llegada a Cesárea Marítima

255. Despedida de las hermanas Marta y María, que parten con Síntica. Una lección
a Judas Iscariote

256. Parábola sobre la virtud de la esperanza, que sujeta la fe
y la caridad

257. Retiro de Jesús y Santiago de Alfeo en el monte Carmelo

258. Jesús revela a Santiago de Alfeo cuál será su misión
de apóstol

259. Lección sobre la Iglesia y los Sacramentos a Santiago de Alfeo, que obra un milagro

260. Dos parábolas de Pedro para los campesinos
de la llanura de Esdrelón

261. Exhortación a los campesinos de Doras,
que ahora lo son de Jocanán

262. Una hija no querida y el papel de la mujer redimida.
El Iscariote solicita
la ayuda de María

263. Curación del hombre del brazo atrofiado

264. Una jornada de Judas Iscariote en Nazaret

265. Instrucciones a los doce apóstoles al comienzo
de su ministerio

266. Los discípulos del Bautista quieren verificar que Jesús es el Mesías. Testimonio sobre el Precursor e invectiva contra las ciudades impenitentes

267. Jesús, carpintero en Corazín

268. Lección sobre la caridad con la parábola de los titos. El yugo de Jesús es ligero

269. La disputa con escribas y fariseos en Cafarnaúm. Llegada de la Madre y de los hermanos

270. Jesús recibe la noticia de que han matado a
Juan el Bautista

271. Salida para Tariquea con los apóstoles, que han regresado a Cafarnaúm

272. Reencarnación y vida eterna en el diálogo con un escriba

273. La primera multiplicación
de los panes

274. Jesús camina sobre las aguas. Su prontitud en socorrer
a quien le invoca

275. Cuatro nuevos discípulos. Jesús habla sobre las obras de misericordia corporal y espiritual

276. El hombre avaro y la parábola del rico necio. Las inquietudes y la vigilancia
en los siervos de Dios

277. En Magdala, en los jardines de María. El amor y la corrección entre hermanos

278. El perdón y la parábola del siervo inicuo. La misión confiada a setenta y dos discípulos

279. Encuentro con Lázaro en el campo de los Galileos

280. El regreso de los setenta y dos. Profecía sobre
los místicos futuros

281. En el Templo durante la fiesta de los Tabernáculos. Las condiciones para seguir a Jesús. La parábola de los talentos y la parábola del buen samaritano

282. La delación al Sanedrín respecto a Hermasteo,
Juan de Endor y Síntica

283. Síntica habla de su encuentro con la Verdad

284. La casita donada por Salomón. Cuatro apóstoles
se quedarán en Judea

285. Lázaro ofrece un refugio para Juan de Endor y Síntica. Viaje feliz hacia Jericó
sin Judas Iscariote

286. En Ramot con el mercader Alejandro Misax. Lección a Síntica sobre el recuerdo
de las almas

287. De Ramot a Gerasa con la caravana del mercader

288. Palabras a los habitantes de Gerasa y alabanza de una mujer a la Madre de Jesús

289. AEl sábado a Gerasa. Asueto de Margziam. La pregunta de Síntica sobre la salvación
de los paganos

290. El hombre de los ojos ulcerosos. El alto en la "fuente del Camellero". Más sobre el recuerdo de las almas

291. Margziam descubre por qué Jesús ora todos los días
a la hora nona

292. Insidia de escribas y fariseos en Bosrá

293. Palabras de Jesús y milagros en Bosrá, después de la irrupción de dos fariseos. El don de la fe a Alejandro Misax

294. La rica dádiva del mercader. Adiós a la Madre
y a las discípulas

295. Palabras y milagros en Arbela, ya evangelizada por Felipe de Jacob

296. Llegada a Aera bajo la lluvia. Curación de los enfermos que allí esperan

297. Con el sermón de Aera termina el segundo
gran viaje apostólico

298. La ayuda prestada a los huerfanitos María y Matías y las enseñanzas que de ella
se deducen

299. A Juana de Cusa le son confiados, para su tutela, los huerfanitos María y Matías

300. Con escribas y fariseos en casa del resucitado de Naím

301. ola de las frentes destronadas y explicación de la parábola sobre lo no puro

302. En Magdala, antes de mandar a todos a sus respectivas familias para las Encenias

303. Jesús donde su Madre
en Nazaret

304. Con Juan de Endor, Síntica y Margziam. María es Madre
y Maestra

305. Jesús consuela a Margziam con la parábola de los pajarillos

306. También Simón Zelote está en Nazaret. Lección sobre los daños del ocio

307. Controversia en la casa de Nazaret acerca de las culpas de los nazarenos. Lección sobre la tendencia al pecado a pesar de la Redención

308. Curación del hijo de Simón de Alfeo. Margziam es el primero de los niños discípulos

309. Sacrificio de Margziam por la curación de una niña. Enmienda de Simón de Alfeo

310. Con Pedro, en Nazaret, Jesús organiza la partida
de Juan de Endor y Síntica

311. La renuncia de Margziam es ocasión de una lección sobre los sacrificios hechos por amor

312. Jesús comunica a Juan de Endor la decisión de enviarle a Antioquía. Final del segundo año

 

238- Llegada de María Santísima., con María de Magdala a Cafarnaúm en medio de una tempestad


-Quizás haya tormenta hoy, Maestro. ¿Ves allí aquellas franjas de plomo de detrás del Hermón cómo vienen hacia aquí? ¿Ves cómo se riza el lago? Mira qué soplos de tramontana alternados con oleadas calientes de siroco.

Torbellino de viento: signo cierto de tempestad.

-¿Dentro de cuánto tiempo, Simón?
-Antes del final de la hora prima. Mira cómo se apresuran a regresar los pescadores. Sienten el rumor del lago, que dentro de poco tendrá aspecto plomizo, luego se pondrá como la pez y luego vendrá la furia.

-¡Pero si parece muy tranquilo! -dice incrédulo Tomás.

-Tú conoces el oro, yo el agua. Sucederá como digo. Además no es una tempestad repentina. Se está preparando con signos claros. El agua está tranquila en la superficie, sólo ese fruncido que parece una nadería. ¡Pero, si fueras en barca! Sentirías como miles de avellanas golpear contra el casco y sacudir extrañamente la barca. El agua hierve ya debajo. Espera la señal del cielo y luego verás... Deja que la tramontana se anude con el siroco. Y luego... ¡Eh, mujeres, retirad lo que habéis tendido y poned al seguro vuestros animales. Dentro de poco van a llover piedras y baldes de agua.

Efectivamente, el cielo se va poniendo cada vez más verdastro, veteado de esquisto por la invasión continua de estratos de nubes que parecen eruptadas por el gran Hermón y que repelen la aurora hacia el lugar de donde ha venido, como si la hora retrocediera hacia la noche en vez de avanzar hacia el mediodía. Sólo una lámina de sol, que pone una irreal pincelada de un amarillo-verde en la cima de una colina situada al suroeste de Cafarnaúm, se resiste a huir de detrás de la barricada de nubes de pez. El lago ya ha pasado de azul a negro-azul y las primeras espumas, ligeras, quebradas, de las cabrillas, sobre esa agua oscura, parecen de un blanco irreal. Ya no hay ninguna barca en el lago. Los hombres se apresuran a sacar las barcas al guijarral de la orilla, a poner en su sitio redes, cestas, velas y-remos; o, si se trata de campesinos, a retirar los productos agrícolas, a asegurar estacas y junturas, a cerrar en los establos a los animales; y las mujeres van de prisa a la fuente, antes de que empiece a llover, o reagrupan a los niños que se habían levantado con el primer sol, y los mueven hacia casa, y cierran las puertas, diligentes como cluecas que perciben próximo el granizo.

-Simón, ven conmigo. Llama también al sirviente de Marta y a Santiago, mi hermano. Coge una tela gruesa, gruesa y grande. Hay dos mujeres en el camino. Hay que salir a su encuentro.

Pedro lo mira con curiosidad, pero obedece sin perder tiempo. Sólo cuando ya están en el camino, atravesando rápidamente el pueblo hacia el Sur, Simón pregunta:
-Pero, ¿quiénes son?

-Mi Madre y María de Magdala.
La sorpresa es tal que Pedro se detiene un momento como clavado en el suelo y dice:
-¿Tú Madre y María de Magdala? ¿Juntas?

Luego reemprende el camino, corriendo, porque Jesús no se ha parado, ni tampoco Santiago y el sirviente. Pero vuelve a decir:

-¡Tú Madre y María de Magdala! ¡Juntas!... Pero, ¿desde cuándo?

-Desde cuando no es sino María de Jesús. Date prisa Simón, que empiezan a caer las primeras gotas...

Y Pedro se esfuerza en seguir el paso de sus compañeros, todos más altos y ligeros que él.

El viento alza ahora nubes de polvo del camino reseco; es un viento que por momentos se hace más fuerte, un viento que rompe el lago y lo alza en crestas de olas que ya se estrellan, con un primer estruendo, contra la playa.

Cuando es posible ver el lago, se le ve convertido en un enorme caldero en pleno furor de ebullición. Olas de, al menos, un metro de altas lo recorren en todas las direcciones, se entrechocan, crecen fundiéndose, se separan corriendo en direcciones opuestas en busca de otra ola con que chocarse: todo un duelo de espuma, de crestas, de prominencias abultadas, de estruendos, de bramidos, de embates contra las casas más cercanas a la orilla. Cuando las casas impiden la vista, el lago hace constar su presencia con su fragor, que supera al silbido del viento que comba los árboles, arranca hojas y hace caer frutos, y también al retumbo de los truenos largos, amenazadores, precedidos de relámpagos cada vez más frecuentes y potentes.

-¡A saber cuánto miedo tendrán esas mujeres! -resopla Pedro jadeando.

-Mi Madre no. No sé la otra. Pero, lo que está claro es que si no nos damos prisa se van a calar.

Ya han dejado Cafarnaúm a unos cien metros cuando, entre nubes de polvo, en medio del primer estruendo de un aguacero que cae oblicuo y violento rayando el aire oscuro, y que pronto es una verdadera catarata que se transforma en polvo, y ciega, y corta la respiración, se ve correr a una pareja de mujeres buscando amparo bajo algún árbol frondoso.

-¡Ahí están! ¡Corramos!

Pero Pedro, aunque su amor por María le ponga alas, con sus piernas cortas y ciertamente no de corredor, llega cuando Jesús y Santiago ya tienen recogidas a las mujeres bajo un tupido pedazo de vela.

-Aquí no se puede estar. Hay peligro de rayos y dentro de poco el camino será un torrente. Vamos, Maestro; al menos hasta la primera casa -dice Pedro jadeando.

Y van andando, con las mujeres en el centro, con el telón extendido apoyado sobre sus cabezas y espaldas.

La primera palabra que Jesús dice a la Magdalena, que lleva todavía el vestido de la noche del convite en casa de Simón -pero con un manto de María echado sobre los hombros- es ésta:
-¿Tienes miedo, María?

Ella, que se ha mantenido siempre con la cabeza inclinada bajo el velo de su cabellera desordenada por la carrera, se ruboriza, agacha aún más la cabeza y susurra:

-No, Señor.

También la Virgen ha perdido las horquillas y parece una niña con las trenzas cayéndole sobre los hombros. Sonríe a su Hijo, que está a su lado y le habla con esa sonrisa propia suya.

-Estás muy mojada, María -dice Santiago de Alfeo tocando el velo y el manto de la Virgen.

-No importa. Ahora ya no nos mojamos. ¿Verdad, María? Él nos ha salvado también de la lluvia -dice dulcemente María a la Magdalena (comprende el penoso empacho que siente).

Ésta asiente con la cabeza.

-Tu hermana se pondrá contenta al verte otra vez. Está en Cafarnaúm. Te buscaba -dice Jesús.

María alza un momento la cabeza y fija sus espléndidos ojos en el rostro de Jesús -que le habla con la misma naturalidad que usa con las otras discípulas-, pero no dice nada. Siente un nudo en la garganta por demasiadas emociones.

Jesús termina:

-Me alegro de haberla retenido. Podréis marcharos después de que os bendiga.

La palabra se pierde en el estallido seco de un rayo que ha caído cerca. La Magdalena reacciona con un gesto de miedo. Se lleva las manos a la cara, se pliega y rompe a llorar.

-¡No tengas miedo, que ya ha pasado! Además, con Jesús no se debe tener miedo nunca -conforta Pedro.

También Santiago, que está al lado de la Magdalena, dice:
-No llores, que ya están cerca las casas.

-No lloro de miedo... Lloro porque me ha dicho que me va a bendecir... Yo... yo... -y no puede decir nada más.

La Virgen interviene para calmarla diciendo:

-Tú, María, ya has pasado tu tempestad. No pienses más en ello. Ahora todo es cielo sereno y paz. ¿No es verdad, Hijo mío?

-Sí, Madre. Es todo verdad. Dentro de poco saldrá de nuevo el sol y todo se verá más hermoso, limpio, fresco, que ayer. Pues igual para ti, María.

La Madre interviene de nuevo, apretando la mano de la Magdalena:

-Referiré a Marta tus palabras. Me siento feliz de poderla ver enseguida y decirle cuán llena de buena voluntad está su María.

Pedro, chapoteando en el lodo y tomándose con paciencia el diluvio, sale de debajo del toldo para ir hacia una casa a pedir cobijo.

-No, Simón. Preferimos todos volver a nuestra casa. ¿No es verdad? -dice Jesús.

Todos asienten y Pedro regresa al toldo.

Cafarnaúm es un desierto. Se han adueñado de ella viento, lluvia, truenos, relámpagos, y ahora el granizo, que suena y rebota en terrazas y fachadas. El lago está de una terribilidad imponente. Las casas cercanas a él sufren las embestidas de las olas, pues la playita ya no existe. Las barcas, aseguradas cerca de las casas, están tan llenas de agua, que parece hubieran naufragado, y cada nuevo golpe de mar aumenta el agua, haciendo que rebose la que ya tenían.

Entran corriendo en el huerto, que ahora es un enorme charco en que flotan detritos en el agua fangosa; del huerto van a la cocina, donde están todos reunidos.

El grito de Marta, cuando ve a su hermana de la mano de María, es agudo. Se echa a su cuello -sin sentir cuánto se moja al hacerlo-, la besa, le dice:

-¡Mirí, Mirí, tesoro mío!

Quizás es el diminutivo afectuoso que usaban para la Magdalena cuando era pequeñita.

María llora, encorvada, con la cabeza apoyada en el hombro fraterno, revistiendo el indumento oscuro de Marta con un tupido velo de oro (única cosa que resplandece en la oscura cocina, en que sólo hay un fueguecillo de hornija para romper las tinieblas que no es capaz de vencer por sí sola una lamparita encendida).

Los apóstoles se han quedado de piedra, y también el dueño de la casa, y la dueña, que se han asomado al oír el grito de Marta; pero éstos, pasado el primer momento de curiosidad comprensible, se retiran discretamente.

Sedada un poco la vehemencia de los abrazos, Marta se acuerda de Jesús, de María, del hecho llamativo de que hayan venido todos juntos, y pregunta a su hermana, a la Virgen, a Jesús (no sabría decir a quién de ellos con más insistencia):

-¿Pero cómo es que venís todos juntos?
-Marta, la tormenta estaba llegando. He salido, con Simón, Santiago y tu sirviente, al encuentro de las dos peregrinas.

Marta está tan atónita que no se para a pensar en el hecho de que Jesús haya salido con tanta seguridad al encuentro de ellas y no pregunta: « ¿Pero lo sabías?».

Es Tomás quien se lo pregunta a Jesús. Pero no obtiene respuesta, porque Marta le dice a su hermana:

-¿Pero cómo es que estabas con María?

La Magdalena agacha la cabeza.

La socorre la Virgen, tomándola de la mano y diciendo:
-Vino a verme como la peregrina que se dirige a donde le pueden indicar el camino que debe recorrer para llegar a la meta; y me dijo: "Enséñame lo que debo hacer para ser de Jesús". Dado que en ella hay voluntad verdadera y total, enseguida ha comprendido y captado esta sabiduría.

Y yo la he visto enseguida preparada para tomarla de la mano, así, y traerla a tu presencia, Hijo mío, a tu presencia, Marta buena, a vuestra presencia, hermanos discípulos, y deciros: "He aquí a la discípula y hermana que no dará sino alegrías espirituales a su Señor y a sus hermanos". Os pido a todos que me creáis y que la améis como Jesús y yo la amamos.

Entonces los apóstoles se acercan y saludan a la nueva hermana. No se puede decir que no haya algo de curiosidad... ¡Pues claro! Todavía queda su humanidad...

Es el buen sentido de Pedro el que dice:

-Todo bien, sí. Vosotros le aseguráis ayuda y santa amistad; pero habría que pensar en que esta Madre y esta hermana están caladas... También nosotros, verdaderamente... Pero para ellas es peor. Su pelo chorrea agua como sauces después de un huracán; sus vestidos están mojados y embarrados. Vamos a hacer fuego, pidamos otros vestidos, preparemos comida caliente...

Todos colaboran. Marta lleva a la habitación a las dos caladas viajeras. Mientras tanto, avivan el fuego, tienden delante de la llama los mantos, los velos y vestidos empapados. No sé qué preparan allí. Sí sé que Marta, recuperada su energía de magnífica mujer de casa, va y viene solícita, con baldes de agua caliente, tazas de leche humeantes, vestidos prestados por la dueña de la casa... para socorrer a las dos Marías...


   


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