Wednesday December 04,2024
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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO


El Evangelio como me ha sido revelado

Autor: María Valtorta

« PARTE 3 de 7 »

SEGUNDO AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS

Partes: [ 1 ] [ 2 ] [ 3 ]
[ 4 ] [ 5 ] [ 6 ] [ 7 ]



141. Yendo hacia Arimatea con los discípulos y con
José de Emaús

142. Con los doce hacia Samaria

143. La samaritana Fotinai

144. Los samaritanos invitan a Jesús a Sicar

145. El primer día en Sicar

146. El segundo día en Sicar. Jesús se despide de los samaritanos

147. Curación de una mujer de Sicar y conversión de Fotinai

148. Jesús visita a Juan el Bautista en las cercanías de Enón

149. La visita a Juan el Bautista, motivo de instrucción
a los apóstoles

150. Jesús en Nazaret, en casa de su Madre. Ella deberá
seguir a su Hijo

151. En Caná en casa de Susana, que se hará discípula.
El oficial del rey

152. María Salomé es recibida como discípula

153. Las mujeres allegadas a los discípulos al servicio de Jesús

154. Jesús en Cesárea Marítima habla a los galeotes.
Las fatigas del apostolado

155. Curación de la niña romana en Cesárea

156. Analía, la primera de las vírgenes consagradas

157. Instrucciones a las discípulas en Nazaret

158. En el lago de Genesaret
con Juana de Cusa.

159. Discurso en Guerguesa. La respuesta sobre el ayuno a los discípulos de Juan el Bautista.

160. Encuentro con Gamaliel en el camino de Neftalí a Yiscala

161. Curación del nieto del fariseo Elí de Cafarnaúm

162. Las conversiones humanas del fariseo Elí
y de Simón de Alfeo

163. Comiendo en casa del fariseo Elí de Cafarnaúm

164. El retiro en el monte para la elección de los Apóstoles

165. Elección de los doce Apóstoles

166. Los milagros después de la elección apostólica. Simón el Zelote y Juan predican por primera vez

167. Jesús concurre con las romanas en el jardín
de Juana de Cusa

168. Aglae en casa de María,
en Nazaret

169. Primer discurso de la Montaña: la misión de los apóstoles y de los discípulos

170. Segundo discurso de la Montaña: el don de la Gracia; las bienaventuranzas

171. Tercer discurso de la Montaña: los consejos evangélicos que perfeccionan
la Ley

172. Cuarto discurso de la Montaña: el juramento, la oración, el ayuno. El anciano Ismael y Sara

173. Quinto discurso de la Montaña: el uso de las riquezas; la limosna; la confianza en Dios.

174. Sexto discurso de la Montaña: la elección entre el Bien y el Mal; el adulterio; el divorcio. La llegada importuna de
María de Magdala.

175. El leproso curado al pie del Monte. Generosidad
del escriba Juan

176. Durante el descanso sabático, el último discurso
de la Montaña:
amar la voluntad de Dios

177. La curación del siervo
del centurión

178. Tres hombres que quieren seguir a Jesús

179. La parábola del sembrador. En Corazín con el nuevo
discípulo Elías

180. Controversia en la cocina de Pedro en Betsaida. Explicación de la parábola del sembrador. La noticia de la segunda captura de Juan el Bautista

181. La parábola del trigo
y la cizaña

182. Palabras a algunos pastores
con el huerfanito Zacarías

183. La curación de un hombre herido en casa de
María de Magdala

184. El pequeño Benjamín de Magdala y dos parábolas sobre
el Reino de los Cielos

185. La tempestad calmada.
Una lección sobre
sus preliminares

186. Los dos endemoniados de la región de los Gerasenos

187. Hacia Jerusalén
para la Pascua.
De Tariquea al monte Tabor

188. La gruta de la maga y el encuentro con Félix, llamado luego Juan

189. En Naím. Resurrección del hijo de una viuda

190. La llegada a la llanura de Esdrelón durante la puesta
del sol del viernes

191. El sábado en Esdrelón.
El pequeño Yabés.
Parábola del rico Epulón

192. Una predicción a Santiago de Alfeo. La Regada a Engannim tras un alto en Meguido

193. Llegada a Siquem tras dos días de camino

194. La revelación al pequeño Yabés durante el camino de Siquem a Berot

195. Una lección de Juan de Endor a Judas Iscariote.
Llegada a Jerusalén

196. El sábado en Getsemaní. Jesús habla de su Madre y de los amores de distintas potencias

197. En el Templo con José de Arimatea. La hora del incienso

198. El encuentro con la Madre en Betania. Yabés cambia su nombre por el de Margziam

199. Donde los leprosos de Siloán y Ben Hinnom. Pedro obtiene a Margziam
por medio de María

200. Coloquio de Áglae
con el Salvador

201. El examen de la mayoría
de edad de Margzia

202. Judas Iscariote es reprendido. Llegada de los campesinos de Jocanán

203. El Padrenuestro

204. La fe y el alma explicadas a los paganos con la parábola
de los templos

205. La parábola del hijo pródigo

206. Con dos parábolas sobre el Reino de los Cielos, termina la permanencia en Betania

207. En la gruta de
Belén la Madre evoca
el nacimiento de Jesús

208. María Santísima ve de nuevo al pastor Elías y con Jesús va a Betsur donde Elisa

209. La fecundidad del dolor, en el discurso de Jesús junto a la casa de Elisa en Betsur

210. Las inquietudes de Judas Iscariote durante el camino
hacia Hebrón

211. Regreso a Hebrón, patria del Bautista

212. Una ola de amor a Jesús, que en Yuttá habla desde
la casita de Isaac

213. En Keriot una profecía de Jesús y el comienzo de la predicación apostólica

214. La madre de Judas abre su corazón a María Stma., que ha llegado a Keriot

215. El posadero de Bet Yinna
y su hija lunática

216. Las infidelidades de los discípulos en la parábola
del diente de león

217. Las espigas arrancadas
un sábado

218. La llegada a Ascalón,
ciudad filistea

219. Los distintos frutos de la predicación de los apóstoles en la ciudad de Ascalón

220. Los idólatras de Magdalgad y la curación milagrosa
de la parturienta

221. Los prejuicios de los apóstoles respecto a los paganos y la parábola del hijo deforme

222. Un secreto del apóstol Juan

223. Una caravana nupcial se libra del asalto de bandidos después de un discurso de Jesús

224. En el apóstol Juan actúa el Amor. Llegada a Béter

225. El paralítico de la piscina de Betseida y la disputa sobre las obras del Hijo de Dios

226. Un signo bueno por parte de María de Magdala. Muerte del anciano Ismael

227. Un episodio incompleto

228. Margziam confiado
a Porfiria

229. Discurso a los habitantes de Betsaida sobre el gesto de caridad de Simón Pedro

230. Curación de la hemorroisa y resurrección de la hija de Jairo

231. En Cafarnaúm, Jesús y Marta hablan de la crisis que atormenta a María de Magdala

232. Curación de dos ciegos y de un mudo endemoniado

233. La parábola de la oveja perdida. María de Magdala también la oye

234. Comentario de tres episodios sobre la conversión de María de Magdala

235. Marta ha recibido de su hermana María la certidumbre de la conversión

236. La cena en casa de Simón el fariseo y la absolución
a María de Magdala

237. La petición de obreros para la mies, y la parábola del tesoro escondido en el campo. Marta todavía teme por su
hermana María

238. Llegada de María Stma. con María de Magdala a Cafarnaúm en medio de una tempestad

239. La parábola de los peces, la parábola de la perla, y del tesoro de las enseñanzas viejas y nuevas

240. En Betsaida, en la casa de Simón, con Porfiria y Margziam, el cual enseña a la Magdalena la oración de Jesús

241. Vocación de la hija de Felipe. Llegada a Magdala y parábola de la dracma perdida

242. Jesús habla sobre la Verdad al romano Crispo, el único que lo escucha de Tiberíades

243. En Caná en la casa de Susana. Las expresiones, los gestos y la voz de Jesús. Debate de los apóstoles acerca de las posesiones diabólicas

244. Juan repite un discurso de Jesús sobre la Creación y sobre los pueblos que esperan la Luz

245. Una acusación de los nazarenos a Jesús, rechazada con la parábola del
leproso curado

246. Un apólogo para los habitantes de Nazaret, los cuales permanecen incrédulos

247. María Stma. instruye a la Magdalena en orden
a la oración mental

248. En Belén de Galilea. Juicio ante un homicidio y parábola de los bosques petrificados

249. María Stma. instruye a Judas Iscariote sobre el deber preeminente de la
fidelidad a Dios

250. A los discípulos que han venido con Isaac: la parábola del lodo transformado en llama. Juan de Endor es alma víctima

251. A los pescadores siro-fenicios: la parábola del minero perseverante. Hermasteo
de Ascalón

252. El regreso de Tiro. Milagros. Parábola de la vid y el olmo

253. María Santísima devela a María de Alfeo el sentido de la maternidad espiritualizada.
La Magdalena debe
forjarse sufriendo

254. El encuentro con Síntica, esclava griega y la llegada a Cesárea Marítima

255. Despedida de las hermanas Marta y María, que parten con Síntica. Una lección
a Judas Iscariote

256. Parábola sobre la virtud de la esperanza, que sujeta la fe
y la caridad

257. Retiro de Jesús y Santiago de Alfeo en el monte Carmelo

258. Jesús revela a Santiago de Alfeo cuál será su misión
de apóstol

259. Lección sobre la Iglesia y los Sacramentos a Santiago de Alfeo, que obra un milagro

260. Dos parábolas de Pedro para los campesinos
de la llanura de Esdrelón

261. Exhortación a los campesinos de Doras,
que ahora lo son de Jocanán

262. Una hija no querida y el papel de la mujer redimida.
El Iscariote solicita
la ayuda de María

263. Curación del hombre del brazo atrofiado

264. Una jornada de Judas Iscariote en Nazaret

265. Instrucciones a los doce apóstoles al comienzo
de su ministerio

266. Los discípulos del Bautista quieren verificar que Jesús es el Mesías. Testimonio sobre el Precursor e invectiva contra las ciudades impenitentes

267. Jesús, carpintero en Corazín

268. Lección sobre la caridad con la parábola de los titos. El yugo de Jesús es ligero

269. La disputa con escribas y fariseos en Cafarnaúm. Llegada de la Madre y de los hermanos

270. Jesús recibe la noticia de que han matado a
Juan el Bautista

271. Salida para Tariquea con los apóstoles, que han regresado a Cafarnaúm

272. Reencarnación y vida eterna en el diálogo con un escriba

273. La primera multiplicación
de los panes

274. Jesús camina sobre las aguas. Su prontitud en socorrer
a quien le invoca

275. Cuatro nuevos discípulos. Jesús habla sobre las obras de misericordia corporal y espiritual

276. El hombre avaro y la parábola del rico necio. Las inquietudes y la vigilancia
en los siervos de Dios

277. En Magdala, en los jardines de María. El amor y la corrección entre hermanos

278. El perdón y la parábola del siervo inicuo. La misión confiada a setenta y dos discípulos

279. Encuentro con Lázaro en el campo de los Galileos

280. El regreso de los setenta y dos. Profecía sobre
los místicos futuros

281. En el Templo durante la fiesta de los Tabernáculos. Las condiciones para seguir a Jesús. La parábola de los talentos y la parábola del buen samaritano

282. La delación al Sanedrín respecto a Hermasteo,
Juan de Endor y Síntica

283. Síntica habla de su encuentro con la Verdad

284. La casita donada por Salomón. Cuatro apóstoles
se quedarán en Judea

285. Lázaro ofrece un refugio para Juan de Endor y Síntica. Viaje feliz hacia Jericó
sin Judas Iscariote

286. En Ramot con el mercader Alejandro Misax. Lección a Síntica sobre el recuerdo
de las almas

287. De Ramot a Gerasa con la caravana del mercader

288. Palabras a los habitantes de Gerasa y alabanza de una mujer a la Madre de Jesús

289. AEl sábado a Gerasa. Asueto de Margziam. La pregunta de Síntica sobre la salvación
de los paganos

290. El hombre de los ojos ulcerosos. El alto en la "fuente del Camellero". Más sobre el recuerdo de las almas

291. Margziam descubre por qué Jesús ora todos los días
a la hora nona

292. Insidia de escribas y fariseos en Bosrá

293. Palabras de Jesús y milagros en Bosrá, después de la irrupción de dos fariseos. El don de la fe a Alejandro Misax

294. La rica dádiva del mercader. Adiós a la Madre
y a las discípulas

295. Palabras y milagros en Arbela, ya evangelizada por Felipe de Jacob

296. Llegada a Aera bajo la lluvia. Curación de los enfermos que allí esperan

297. Con el sermón de Aera termina el segundo
gran viaje apostólico

298. La ayuda prestada a los huerfanitos María y Matías y las enseñanzas que de ella
se deducen

299. A Juana de Cusa le son confiados, para su tutela, los huerfanitos María y Matías

300. Con escribas y fariseos en casa del resucitado de Naím

301. ola de las frentes destronadas y explicación de la parábola sobre lo no puro

302. En Magdala, antes de mandar a todos a sus respectivas familias para las Encenias

303. Jesús donde su Madre
en Nazaret

304. Con Juan de Endor, Síntica y Margziam. María es Madre
y Maestra

305. Jesús consuela a Margziam con la parábola de los pajarillos

306. También Simón Zelote está en Nazaret. Lección sobre los daños del ocio

307. Controversia en la casa de Nazaret acerca de las culpas de los nazarenos. Lección sobre la tendencia al pecado a pesar de la Redención

308. Curación del hijo de Simón de Alfeo. Margziam es el primero de los niños discípulos

309. Sacrificio de Margziam por la curación de una niña. Enmienda de Simón de Alfeo

310. Con Pedro, en Nazaret, Jesús organiza la partida
de Juan de Endor y Síntica

311. La renuncia de Margziam es ocasión de una lección sobre los sacrificios hechos por amor

312. Jesús comunica a Juan de Endor la decisión de enviarle a Antioquía. Final del segundo año

 

216- Las infidelidades de los discípulos en la parábola del diente de león


Una llanura martilleada por el sol, que encandece los cereales maduros y extrae de ellos un olor que ya recuerda al pan. Huele a sol, a ropa lavada, a mieses en sazón... a verano. Sí, cada estación -podría decir incluso cada mes y cada hora del día -tiene su olor, como también lo tiene cada lugar, para una persona de sentidos bien afinados y agudo espíritu de observación.

El olor de un día invernal con viento cortante es muy distinto del olor suave de un día neblinoso de invierno, o del olor que la nieve esparce. Qué distinto de éstos es el olor de la primavera que llega, que anuncia su presencia antes de llegar, como un perfume que no es perfume, muy distinto del olor del invierno. Una buena mañana nos levantamos y... el aire tiene un olor distinto: es el primer suspiro de la primavera. Y así se va adelante: olores de los pomares en flor, luego olores de los jardines, de las mieses, hasta llegar a ese olor caliente de vendimia, pasando, como un intermedio, por el olor de la tierra después de una tormenta...

¿Y las horas? Sería necedad decir que el olor de la aurora es como el del mediodía, y éste como el de la tarde o el de la noche. El primero, fresco y virginal. El segundo, riente y lleno de vitalidad. El otro, cansado y saturado de todo lo que exhaló durante el día: sus olores.

El último, el nocturno, es moderado, recogido, como si la tierra fuera una enorme cuna abierta para recibir el sueño de sus pequeñuelos.

¿Y los lugares? ¡Oh, el olor del litoral, tan distinto desde el alba a la tarde, del mediodía a la noche, de la tempestad a la calma, de las zonas de arrecife a las de playa baja! ¿Y el olor de las algas cuando quedan al aire después de las mareas, y parece como si el mar hubiera abierto sus entrañas para hacernos aspirar el olor acre de su fondo?: ¡qué distinto del de las llanuras de tierra adentro!, como éste lo es del de los lugares de colinas, y éste último del olor de los altos montes.

Grande es la infinitud del Creador, que ha imprimido una señal de luz o color o perfume o sonido o forma o altura en cada una de las infinitas cosas que ha creado. ¡Oh, belleza infinita del Universo -que no te veo sino... así, a través de las visiones y el recuerdo de lo que vi, amando a Dios y elevando a Él mi oración a través de tus obras y de la alegría que me producía el verlas -, cuán grande eres, potente, inagotable, exenta de monotonía! No, no eres monótono, ni inspiras monotonía, Universo de mi Señor; antes al contrario, el hombre al mirarte se renueva, se hace más bueno, más puro, se eleva, olvida... ¡Oh, deseo de mirarte continuamente y de olvidar lo bajo de los hombres, y amarlos en su alma y por su alma, para llevarlos a Dios!...

Así, siguiendo a Jesús, que va con sus apóstoles por esta llanura llena de mieses, me pongo de nuevo a divagar y me dejo apresar por la alegría de hablar de mi Dios en sus espléndidas obras; pues amor es, porque la criatura alaba en las criaturas aquello que en ellas ama, o, simplemente, alaba a las criaturas que ama. Lo mismo se da de la criatura al Creador: quien lo ama lo alaba, y cuanto más le ama más lo alaba, por Él y por sus obras. Mas ahora impongo silencio a mi corazón para seguir a Jesús no como adoradora sino como fiel cronista.

Decía que Jesús iba por los campos de cereales en sazón. El día está caluroso; el paraje, desierto. No se ve un solo hombre por los campos; sólo espigas maduras y árboles diseminados acá o allá. Sol, mieses, pájaros, lagartijas, matas verdes y quietas en el aire tranquilo: esto es lo que hay en torno a Jesús, que va por un camino de primer orden -cinta polvorienta y cegadora entre el cimbreo de las espigas -a cuyos lados hay respectivamente un pueblecillo y una alquería; nada más.

Todos caminan en silencio, sudorosos. Se han despojado de sus mantos, pero, ciertamente, sufren igualmente bajo sus vestidos, que son ligeros pero de lana. Solamente Jesús con sus dos primos y Judas Iscariote llevan indumentos de lino o de cáñamo: los de Jesús y este último, sin duda, son de lino blanco; los de los hijos de Alfeo, por su compacidad, me parecen demasiado pesados como para ser de lino, y son además de color marfil intenso, justo como el del cáñamo sin blanquear. Los otros apóstoles llevan los indumentos habituales y van secándose el sudor con el lienzo que les sirve de velo.

Llegan a un pequeño grupo de árboles que hay en un cruce de caminos. Bajo su saludable sombra se detienen, y, ávidamente, beben de los odres.

-Está caliente como recién apartada del fuego -dice Pedro con descontento.
-¡Si hubiera al menos un regatillo! Pero... ¡nada, nada! -suspira Bartolomé -Dentro de poco me quedaré sin agua.
-Casi digo que es mejor la montaña -gime Santiago de Zebedeo, congestionado por el calor.
-Lo mejor es la barca: fresca, sedante, limpia, ¡ah! -El corazón de Pedro va hacia su lago y su barca.
-Tenéis razón todos, pero los pecadores están tanto en la montaña como en la llanura. Si no nos hubieran echado de Agua Especiosa y no nos hubieran seguido pisándonos los talones, habría venido aquí entre Tébet y Sabat. De todas formas, pronto estaremos en el litoral, donde la brisa del mar abierto refresca el aire -dice Jesús para confortar a los suyos.

-¡Sí, claro! Aquí parecemos lucios agonizantes. Pero, ¿cómo es que están tan hermosas las mieses si no hay agua? ­pregunta Pedro.

-Hay agua subterránea que mantiene húmedo el terreno -explica Jesús.

-Mejor hubiera sido que hubiera estado en la superficie, no debajo. ¿De qué me sirve si está bajo tierra? ¡Yo no soy una raíz! -dice Pedro sin reflexionar, y todos se echan a reír.

Pero, un momento después, Judas Tadeo se pone serio y dice:

-El suelo es egoísta, como los corazones, y, como ellos, es árido; si nos hubieran dejado estar en aquel pueblo y pasar el sábado allí, habríamos tenido sombra, agua, posibilidad de descanso... pero nos han echado...
-También habríamos tenido comida, pero ni siquiera eso. Yo tengo hambre. ¡Si hubiera fruta! Los árboles frutales están cerca de las casas. ¿Quién se atreve a acercarse? Si todos tienen el humor de aquellos... -dice Tomás, señalando al pueblo que han dejado a las espaldas, a oriente.

-Toma mi comida. Yo nunca tengo mucha hambre -dice Simón Zelote.
-Coged también mi comida -dice Jesús -Quien se sienta más hambriento que coma.

Pero, aun juntando las provisiones de Jesús, Simón y Natanael, se ve que son muy escasas. La mirada zozobrante de Tomás y de los jóvenes lo confirma; no obstante, guardan silencio y, a pequeños mordiscos, se comen las microscópicas raciones.

El Zelote, paciente, va hacia un punto en que una verde hilera sobre la tierra quemada hace suponer la existencia de humedad. Y, efectivamente, en ese lugar hay un hilo de agua que discurre por el fondo guijarroso de un arroyuelo; es realmente un hilo, destinado a desaparecer al cabo de poco. Simón da un grito a los compañeros, que han quedado ya lejos, para que vengan a gozar de este alivio. Todos van, corriendo, por la sombra discontinua de una hilera de árboles que sigue la ribera del arroyuelo semiseco. Una vez allí, pueden refrescarse los pies polvorientos, lavarse la cara sudorosa. Antes llenan los odres, que ya estaban vacíos, y los apoyan en el agua, en donde se proyecta sombra, para tenerlos más frescos.

Se sientan al pie de un árbol y, con el cansancio que tienen, se quedan adormilados.

Jesús los mira con amor y compasión y menea la cabeza.
Simón Zelote, que había ido otra vez a beber, ve el gesto y le pregunta:

-¿Qué te pasa, Maestro?

Jesús se pone en pie, va donde Simón, le rodea los hombros con un brazo y lo lleva consigo hacia otro árbol, diciendo:

-¿Que qué me pasa? Me aflijo por vuestro cansancio. Si no supiera lo que estoy haciendo de vosotros, no me perdonaría el produciros tantas molestias.

-¿Molestias? ¡No, Maestro! Son nuestra alegría. Todo es nada yendo contigo. Todos estamos contentos, créeme. No echamos de menos nada, no...

-Calla, Simón. La humanidad grita incluso en los buenos. Y, humanamente hablando, tenéis razón en gritar; os he separado de vuestras casas, de vuestras familias, de vuestros intereses; habéis venido conmigo pensando que seguirme sería una cosa muy distinta... De todas formas, un día este grito vuestro de ahora, este grito íntimo, se aplacará; entonces comprenderéis la belleza de haber caminado entre niebla, barro, polvo, o con un calor asfixiante, perseguidos, sedientos, cansados, hambrientos, tras el Maestro perseguido, odiado, calumniado... y... y otras cosas. Entonces todo os parecerá hermoso, porque entonces tendréis otro pensamiento y todo lo veréis con otra luz. Y me bendeciréis por haberos conducido por mi camino difícil...

-Estás triste, Maestro. El mundo justificaría tu tristeza, de acuerdo; pero nosotros no. Nosotros estamos todos contentos...

-¿Todos? ¿Estás seguro?
-¿Tú lo ves de otra forma?

-Sí, Simón, de otra forma. Tú estás siempre contento. Tú has comprendido; muchos otros, no. ¿Ves aquellos que duermen? ¿Sabes cuántos pensamientos rumian incluso en el sueño? ¿Y los otros discípulos? ¿Crees que serán fieles hasta la consumación de todo? Mira. Vamos a hacer ese viejo juego que tú también has hecho, sin duda de niño (Jesús coge un diente de león que se yergue entre las piedras y que ha alcanzado ya la plena maduración, se lo lleva delicadamente a la altura de la boca, sopla y... se disgrega en minúsculos vilanos que se esparcen por el aire, vagando con su borlita mantenida derecha por el minúsculo manguito). ¿Ves? Mira... ¿Cuántos han caído en mis rodillas, cual enamorados de mí? Cuéntalos... Son veintitrés. Eran, por lo menos, el triple. ¿Y los otros? Mira. Unos siguen vagando por el aire; otros, como por demasiado peso, han caído ya al suelo; algunos, orgullosos, suben, vanagloriándose de su penacho de plata; otros caen en ese barrillo que hemos formado con nuestros odres. Sólo... Mira, mira... incluso de los veintitrés que tenía en mis rodillas siete se han ido; ha sido suficiente el vuelo de ese abejorro para que se marcharan... ¿Temían algo?: quizás el aguijón; ¡los ha seducido algo?: quizás los hermosos colores negros y amarillos, o el aspecto gallardo, o las alas irisadas... Se han ido... tras una belleza falaz... Simón, lo mismo sucederá con mis discípulos. Unos por nerviosismo, otros por inconstancia, o por estar demasiado cargados, o por orgullo, o por ligereza, por amor al fango, por miedo o ingenuidad, se irán.

¿Tú crees que a todos los que ahora me dicen: "Voy contigo" los veré a mi lado cuando llegue la hora decisiva de mi misión? Los vilanos de ese diente de león que creó mi Padre eran más de setenta... ahora, en mis rodillas, hay sólo siete, pues otros se han ido también, por este movimiento del aire que ha hecho decir "sí" a los tallitos más delgados. Así será. Y pienso en las luchas que libráis por manteneros fieles a mí... Ven, Simón, vamos a ver esas libélulas que danzan sobre la superficie del agua, a menos que prefieras descansar.

-No, Maestro. Tus palabras me han entristecido. Espero que no te abandone el leproso curado, el perseguido al que Tú rehabilitaste, el hombre solitario a quien has dado compañía, el nostálgico de afecto al que has abierto el Cielo para que encontrase amor y el mundo para que lo diera... Maestro... ¿qué piensas de Judas? El año pasado lloraste conmigo por él. Luego... no sé... Maestro, deja esas dos libélulas, mírame a mí, escúchame, esto que te voy a decir no se lo diría a ningún otro, ni a los compañeros ni a ningún amigo, pero a ti sí: no logro amar a Judas; lo confieso. Es él quien rechaza mi deseo de amarlo. No quiero decir que me trate con desprecio, no; es más, hasta incluso se muestra cortés con el viejo Zelote, al que intuye más experto que los demás en el conocimiento de los hombres. Es su modo de actuar. ¿Te parece sincero? Dímelo.

Jesús guarda silencio durante unos momentos, como cautivado por las dos libélulas, que se han posado apenas tocando el agua y que con sus élitros irisados dibujan un pequeño arco iris, un especioso arco iris que sirve para atraer a un mosquito curioso, que acaba devorado por uno de los voraces insectos, el cual a su vez cae en vuelo víctima de un sapo que estaba agazapado (sapo o rana, no lo sé), que se la come junto con el mosquito que había cazado.

Jesús se mueve, se levanta, pues casi se había echado para observar estos pequeños dramas de la naturaleza, y dice:

-Así es: la libélula tiene fuertes mandíbulas para nutrirse de hierbas, y alas fuertes para derribar a los mosquitos; la rana, garganta ancha para tragarse a las libélulas. Cada uno tiene lo suyo, y lo suyo usa. Vamos, Simón, que los otros se están despertando.
-No me has respondido, Señor; no has querido hacerlo.
-¡Pero si te he respondido! Mi sabio senequita, medita y hallarás...

Y Jesús, remontando el lecho guijarroso, va donde los discípulos, que se están despertando y ya lo buscan.


   


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