Wednesday December 04,2024
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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO


El Evangelio como me ha sido revelado

Autor: María Valtorta

« PARTE 3 de 7 »

SEGUNDO AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS

Partes: [ 1 ] [ 2 ] [ 3 ]
[ 4 ] [ 5 ] [ 6 ] [ 7 ]



141. Yendo hacia Arimatea con los discípulos y con
José de Emaús

142. Con los doce hacia Samaria

143. La samaritana Fotinai

144. Los samaritanos invitan a Jesús a Sicar

145. El primer día en Sicar

146. El segundo día en Sicar. Jesús se despide de los samaritanos

147. Curación de una mujer de Sicar y conversión de Fotinai

148. Jesús visita a Juan el Bautista en las cercanías de Enón

149. La visita a Juan el Bautista, motivo de instrucción
a los apóstoles

150. Jesús en Nazaret, en casa de su Madre. Ella deberá
seguir a su Hijo

151. En Caná en casa de Susana, que se hará discípula.
El oficial del rey

152. María Salomé es recibida como discípula

153. Las mujeres allegadas a los discípulos al servicio de Jesús

154. Jesús en Cesárea Marítima habla a los galeotes.
Las fatigas del apostolado

155. Curación de la niña romana en Cesárea

156. Analía, la primera de las vírgenes consagradas

157. Instrucciones a las discípulas en Nazaret

158. En el lago de Genesaret
con Juana de Cusa.

159. Discurso en Guerguesa. La respuesta sobre el ayuno a los discípulos de Juan el Bautista.

160. Encuentro con Gamaliel en el camino de Neftalí a Yiscala

161. Curación del nieto del fariseo Elí de Cafarnaúm

162. Las conversiones humanas del fariseo Elí
y de Simón de Alfeo

163. Comiendo en casa del fariseo Elí de Cafarnaúm

164. El retiro en el monte para la elección de los Apóstoles

165. Elección de los doce Apóstoles

166. Los milagros después de la elección apostólica. Simón el Zelote y Juan predican por primera vez

167. Jesús concurre con las romanas en el jardín
de Juana de Cusa

168. Aglae en casa de María,
en Nazaret

169. Primer discurso de la Montaña: la misión de los apóstoles y de los discípulos

170. Segundo discurso de la Montaña: el don de la Gracia; las bienaventuranzas

171. Tercer discurso de la Montaña: los consejos evangélicos que perfeccionan
la Ley

172. Cuarto discurso de la Montaña: el juramento, la oración, el ayuno. El anciano Ismael y Sara

173. Quinto discurso de la Montaña: el uso de las riquezas; la limosna; la confianza en Dios.

174. Sexto discurso de la Montaña: la elección entre el Bien y el Mal; el adulterio; el divorcio. La llegada importuna de
María de Magdala.

175. El leproso curado al pie del Monte. Generosidad
del escriba Juan

176. Durante el descanso sabático, el último discurso
de la Montaña:
amar la voluntad de Dios

177. La curación del siervo
del centurión

178. Tres hombres que quieren seguir a Jesús

179. La parábola del sembrador. En Corazín con el nuevo
discípulo Elías

180. Controversia en la cocina de Pedro en Betsaida. Explicación de la parábola del sembrador. La noticia de la segunda captura de Juan el Bautista

181. La parábola del trigo
y la cizaña

182. Palabras a algunos pastores
con el huerfanito Zacarías

183. La curación de un hombre herido en casa de
María de Magdala

184. El pequeño Benjamín de Magdala y dos parábolas sobre
el Reino de los Cielos

185. La tempestad calmada.
Una lección sobre
sus preliminares

186. Los dos endemoniados de la región de los Gerasenos

187. Hacia Jerusalén
para la Pascua.
De Tariquea al monte Tabor

188. La gruta de la maga y el encuentro con Félix, llamado luego Juan

189. En Naím. Resurrección del hijo de una viuda

190. La llegada a la llanura de Esdrelón durante la puesta
del sol del viernes

191. El sábado en Esdrelón.
El pequeño Yabés.
Parábola del rico Epulón

192. Una predicción a Santiago de Alfeo. La Regada a Engannim tras un alto en Meguido

193. Llegada a Siquem tras dos días de camino

194. La revelación al pequeño Yabés durante el camino de Siquem a Berot

195. Una lección de Juan de Endor a Judas Iscariote.
Llegada a Jerusalén

196. El sábado en Getsemaní. Jesús habla de su Madre y de los amores de distintas potencias

197. En el Templo con José de Arimatea. La hora del incienso

198. El encuentro con la Madre en Betania. Yabés cambia su nombre por el de Margziam

199. Donde los leprosos de Siloán y Ben Hinnom. Pedro obtiene a Margziam
por medio de María

200. Coloquio de Áglae
con el Salvador

201. El examen de la mayoría
de edad de Margzia

202. Judas Iscariote es reprendido. Llegada de los campesinos de Jocanán

203. El Padrenuestro

204. La fe y el alma explicadas a los paganos con la parábola
de los templos

205. La parábola del hijo pródigo

206. Con dos parábolas sobre el Reino de los Cielos, termina la permanencia en Betania

207. En la gruta de
Belén la Madre evoca
el nacimiento de Jesús

208. María Santísima ve de nuevo al pastor Elías y con Jesús va a Betsur donde Elisa

209. La fecundidad del dolor, en el discurso de Jesús junto a la casa de Elisa en Betsur

210. Las inquietudes de Judas Iscariote durante el camino
hacia Hebrón

211. Regreso a Hebrón, patria del Bautista

212. Una ola de amor a Jesús, que en Yuttá habla desde
la casita de Isaac

213. En Keriot una profecía de Jesús y el comienzo de la predicación apostólica

214. La madre de Judas abre su corazón a María Stma., que ha llegado a Keriot

215. El posadero de Bet Yinna
y su hija lunática

216. Las infidelidades de los discípulos en la parábola
del diente de león

217. Las espigas arrancadas
un sábado

218. La llegada a Ascalón,
ciudad filistea

219. Los distintos frutos de la predicación de los apóstoles en la ciudad de Ascalón

220. Los idólatras de Magdalgad y la curación milagrosa
de la parturienta

221. Los prejuicios de los apóstoles respecto a los paganos y la parábola del hijo deforme

222. Un secreto del apóstol Juan

223. Una caravana nupcial se libra del asalto de bandidos después de un discurso de Jesús

224. En el apóstol Juan actúa el Amor. Llegada a Béter

225. El paralítico de la piscina de Betseida y la disputa sobre las obras del Hijo de Dios

226. Un signo bueno por parte de María de Magdala. Muerte del anciano Ismael

227. Un episodio incompleto

228. Margziam confiado
a Porfiria

229. Discurso a los habitantes de Betsaida sobre el gesto de caridad de Simón Pedro

230. Curación de la hemorroisa y resurrección de la hija de Jairo

231. En Cafarnaúm, Jesús y Marta hablan de la crisis que atormenta a María de Magdala

232. Curación de dos ciegos y de un mudo endemoniado

233. La parábola de la oveja perdida. María de Magdala también la oye

234. Comentario de tres episodios sobre la conversión de María de Magdala

235. Marta ha recibido de su hermana María la certidumbre de la conversión

236. La cena en casa de Simón el fariseo y la absolución
a María de Magdala

237. La petición de obreros para la mies, y la parábola del tesoro escondido en el campo. Marta todavía teme por su
hermana María

238. Llegada de María Stma. con María de Magdala a Cafarnaúm en medio de una tempestad

239. La parábola de los peces, la parábola de la perla, y del tesoro de las enseñanzas viejas y nuevas

240. En Betsaida, en la casa de Simón, con Porfiria y Margziam, el cual enseña a la Magdalena la oración de Jesús

241. Vocación de la hija de Felipe. Llegada a Magdala y parábola de la dracma perdida

242. Jesús habla sobre la Verdad al romano Crispo, el único que lo escucha de Tiberíades

243. En Caná en la casa de Susana. Las expresiones, los gestos y la voz de Jesús. Debate de los apóstoles acerca de las posesiones diabólicas

244. Juan repite un discurso de Jesús sobre la Creación y sobre los pueblos que esperan la Luz

245. Una acusación de los nazarenos a Jesús, rechazada con la parábola del
leproso curado

246. Un apólogo para los habitantes de Nazaret, los cuales permanecen incrédulos

247. María Stma. instruye a la Magdalena en orden
a la oración mental

248. En Belén de Galilea. Juicio ante un homicidio y parábola de los bosques petrificados

249. María Stma. instruye a Judas Iscariote sobre el deber preeminente de la
fidelidad a Dios

250. A los discípulos que han venido con Isaac: la parábola del lodo transformado en llama. Juan de Endor es alma víctima

251. A los pescadores siro-fenicios: la parábola del minero perseverante. Hermasteo
de Ascalón

252. El regreso de Tiro. Milagros. Parábola de la vid y el olmo

253. María Santísima devela a María de Alfeo el sentido de la maternidad espiritualizada.
La Magdalena debe
forjarse sufriendo

254. El encuentro con Síntica, esclava griega y la llegada a Cesárea Marítima

255. Despedida de las hermanas Marta y María, que parten con Síntica. Una lección
a Judas Iscariote

256. Parábola sobre la virtud de la esperanza, que sujeta la fe
y la caridad

257. Retiro de Jesús y Santiago de Alfeo en el monte Carmelo

258. Jesús revela a Santiago de Alfeo cuál será su misión
de apóstol

259. Lección sobre la Iglesia y los Sacramentos a Santiago de Alfeo, que obra un milagro

260. Dos parábolas de Pedro para los campesinos
de la llanura de Esdrelón

261. Exhortación a los campesinos de Doras,
que ahora lo son de Jocanán

262. Una hija no querida y el papel de la mujer redimida.
El Iscariote solicita
la ayuda de María

263. Curación del hombre del brazo atrofiado

264. Una jornada de Judas Iscariote en Nazaret

265. Instrucciones a los doce apóstoles al comienzo
de su ministerio

266. Los discípulos del Bautista quieren verificar que Jesús es el Mesías. Testimonio sobre el Precursor e invectiva contra las ciudades impenitentes

267. Jesús, carpintero en Corazín

268. Lección sobre la caridad con la parábola de los titos. El yugo de Jesús es ligero

269. La disputa con escribas y fariseos en Cafarnaúm. Llegada de la Madre y de los hermanos

270. Jesús recibe la noticia de que han matado a
Juan el Bautista

271. Salida para Tariquea con los apóstoles, que han regresado a Cafarnaúm

272. Reencarnación y vida eterna en el diálogo con un escriba

273. La primera multiplicación
de los panes

274. Jesús camina sobre las aguas. Su prontitud en socorrer
a quien le invoca

275. Cuatro nuevos discípulos. Jesús habla sobre las obras de misericordia corporal y espiritual

276. El hombre avaro y la parábola del rico necio. Las inquietudes y la vigilancia
en los siervos de Dios

277. En Magdala, en los jardines de María. El amor y la corrección entre hermanos

278. El perdón y la parábola del siervo inicuo. La misión confiada a setenta y dos discípulos

279. Encuentro con Lázaro en el campo de los Galileos

280. El regreso de los setenta y dos. Profecía sobre
los místicos futuros

281. En el Templo durante la fiesta de los Tabernáculos. Las condiciones para seguir a Jesús. La parábola de los talentos y la parábola del buen samaritano

282. La delación al Sanedrín respecto a Hermasteo,
Juan de Endor y Síntica

283. Síntica habla de su encuentro con la Verdad

284. La casita donada por Salomón. Cuatro apóstoles
se quedarán en Judea

285. Lázaro ofrece un refugio para Juan de Endor y Síntica. Viaje feliz hacia Jericó
sin Judas Iscariote

286. En Ramot con el mercader Alejandro Misax. Lección a Síntica sobre el recuerdo
de las almas

287. De Ramot a Gerasa con la caravana del mercader

288. Palabras a los habitantes de Gerasa y alabanza de una mujer a la Madre de Jesús

289. AEl sábado a Gerasa. Asueto de Margziam. La pregunta de Síntica sobre la salvación
de los paganos

290. El hombre de los ojos ulcerosos. El alto en la "fuente del Camellero". Más sobre el recuerdo de las almas

291. Margziam descubre por qué Jesús ora todos los días
a la hora nona

292. Insidia de escribas y fariseos en Bosrá

293. Palabras de Jesús y milagros en Bosrá, después de la irrupción de dos fariseos. El don de la fe a Alejandro Misax

294. La rica dádiva del mercader. Adiós a la Madre
y a las discípulas

295. Palabras y milagros en Arbela, ya evangelizada por Felipe de Jacob

296. Llegada a Aera bajo la lluvia. Curación de los enfermos que allí esperan

297. Con el sermón de Aera termina el segundo
gran viaje apostólico

298. La ayuda prestada a los huerfanitos María y Matías y las enseñanzas que de ella
se deducen

299. A Juana de Cusa le son confiados, para su tutela, los huerfanitos María y Matías

300. Con escribas y fariseos en casa del resucitado de Naím

301. ola de las frentes destronadas y explicación de la parábola sobre lo no puro

302. En Magdala, antes de mandar a todos a sus respectivas familias para las Encenias

303. Jesús donde su Madre
en Nazaret

304. Con Juan de Endor, Síntica y Margziam. María es Madre
y Maestra

305. Jesús consuela a Margziam con la parábola de los pajarillos

306. También Simón Zelote está en Nazaret. Lección sobre los daños del ocio

307. Controversia en la casa de Nazaret acerca de las culpas de los nazarenos. Lección sobre la tendencia al pecado a pesar de la Redención

308. Curación del hijo de Simón de Alfeo. Margziam es el primero de los niños discípulos

309. Sacrificio de Margziam por la curación de una niña. Enmienda de Simón de Alfeo

310. Con Pedro, en Nazaret, Jesús organiza la partida
de Juan de Endor y Síntica

311. La renuncia de Margziam es ocasión de una lección sobre los sacrificios hechos por amor

312. Jesús comunica a Juan de Endor la decisión de enviarle a Antioquía. Final del segundo año

 

231- En Cafarnaúm, Jesús y Marta hablan de la crisis que atormenta a María de Magdala


Sudoroso y empolvado, Jesús, con Pedro y Juan, regresa a la casa de Cafarnaúm.

Apenas acaba de poner pie en el huerto, para ir a la cocina, cuando el dueño de la casa lo llama familiarmente y le dice:


-Jesús, ha vuelto esa dama de que te hablé en Betsaida; ha vuelto y te buscaba. Le he dicho que te esperase y la he conducido arriba, a la habitación superior.

-Gracias, Tomás, voy enseguida. Si llegan los demás, tenlos aquí.

Y Jesús sube ligero la escalera sin quitarse siquiera el manto. La escalera va a dar a una terraza. En ella, inmóvil, está Marcela, la sierva de Marta.

-¡Maestro nuestro! Mi señora está ahí dentro. Te espera desde hace muchos días -dice la mujer mientras se arrodilla ante Jesús para venerarlo.

-Ya me lo imaginaba. Voy enseguida a verla. Dios te bendiga, Marcela.  

Jesús levanta la cortina que protege de la luz, aún violenta a pesar de que la puesta de sol esté ya adelantada (vuelve fuego al aire y parece encender las casas blancas de Cafarnaúm con la roja reverberación de un enorme brasero). En la habitación está Marta, toda velada y envuelta en un manto, sentada junto a una ventana. Quizás mira a un trozo de lago en que un collado boscoso zambulle un entrante, quizás sólo mira a sus pensamientos.

Está muy absorta; tanto que no oye el leve roce de los pies de Jesús, que se está acercando a ella; siendo así que, cuando la llama, se sobresalta.

-¡Maestro! -grita, y se derrumba de rodillas con los brazos tendidos hacia adelante como solicitando ayuda, luego se curva hasta tocar con la frente en el suelo y se echa a llorar.

-¿Por qué? ¡Ánimo, levántate! ¿Por qué este llanto desconsolado? ¿Tienes alguna desventura que manifestarme? ¿Sí? ¿Cuál? Dime. He estado en Betania, ¿sabes? ¿Sí? Allí he sabido que había buenas noticias. Ahora estás llorando... ¿Qué ha pasado?

Y la obliga a levantarse, y a que se siente en el asiento que está colocado contra la pared. El se sienta frente a ella.

-Venga, quítate ese velo y ese manto, como hago Yo. Te estarás ahogando con ellos. Además es que quiero ver el rostro de esta Marta turbada, para alejar todas las nubes que lo ensombrecen.

Marta obedece, aunque sigue llorando; aparece su rostro enrojecido y de ojos hinchados.

-¿Entonces? Te ayudaré. María te ha mandado llamar. Ha llorado mucho, ha querido saber muchas cosas de mí. Tú has pensado que ello era buena señal, tanto es así que has manifestado tu deseo de que Yo viniera para cumplir el milagro. Bien, pues he venido. ¿Y ahora?...

-¡Ahora ya nada, Maestro! Me equivoqué. Una esperanza demasiado viva hace ver cosas inexistentes... Te he hecho venir para nada... María es peor que antes... ¡No! ¿Qué estoy diciendo? Estoy calumniando, mintiendo. No es que sea peor, porque no quiere ya hombres a su alrededor, es que es distinta; pero sigue siendo muy mala. La veo como loca... Yo ya no la entiendo. Antes, al menos, la comprendía. Pero, ahora, ¿quién puede comprenderla?
Y Marta llora desconsoladamente.


-Venga, mujer, tranquilízate y cuéntame lo que hace. ¿Por qué es mala? Has dicho que ya no quiere hombres en torno a ella. Por tanto, supongo que vivirá retirada en casa. ¿Es así? ¿Sí? Bien. Eso está muy bien. El hecho de que haya querido que estuvieras a su lado como defensa de la tentación-son tus palabras-, el hecho de esquivar la tentación apartándose de relaciones culpables, o simplemente de lo que podría inducir a relaciones culpables, es signo de buena voluntad.

-¿Piensas que sí, Maestro? ¿Lo crees verdaderamente?

-Sin duda. ¿En qué, entonces, te parece mala? Cuéntame lo que hace…

Marta, un poco más fuerte ahora por esta certeza de Jesús, habla con más orden:

-Desde que llegué, María no ha vuelto a salir de casa, del jardín, ni siquiera para ir al lago con la barca. La que fue su nodriza me ha dicho que ya antes no salía casi nada. Este cambio parece ser que ha empezado desde la Pascua. Pero, antes de que yo llegase, todavía había personas que iban a verla, y no siempre las rechazaba. Algunas veces mandaba que no dejasen pasar a ninguno, y parecía una orden de carácter definitivo. Pero luego, si, habiendo oído las voces de los visitantes, iba al vestíbulo y ya éstos se habían marchado, incluso pegaba a los sirvientes en un arrebato de injusta ira. Desde mi llegada no lo ha vuelto a hacer. La primera tarde -y por eso nació en mí tanta esperanza-me dijo: "Sujétame, átame incluso... pero no me dejes salir ya más, no dejes que vea a nadie sino a ti y a la nodriza, porque soy una enferma y quiero recobrar la salud. Esos que vienen aquí, o que quieren que yo vaya adonde ellos, son semejantes a pantanos de fiebre. Con ellos enfermo cada vez más. Pero su apariencia es muy hermosa, son exuberantes, están llenos de cantos, tienen frutos de aspecto tentador; tanto que no sé resistir, porque soy una desdichada, una desdichada soy.

Marta, tu hermana es una débil, y hay quien se aprovecha de su debilidad para hacer que haga cosas infames, a las cuales un resto de mí no consiente, el único resto que me queda todavía de mi madre, de mi pobre madre...", y lloraba, lloraba. Yo lo he hecho: con dulzura en las horas de mayor lucidez suya, con firmeza en las horas en que me parece una fiera enjaulada. Ninguna vez se ha rebelado contra mí; es más, pasados los momentos de mayor tentación, viene a llorar a mis pies con su cabeza reclinada en mi regazo, y dice: "¡Perdóname, perdóname!". Y, si le pregunto: "Pero, ¿de qué, hermana?

No me has ofendido", responde: "Porque hace poco, o ayer por la tarde, cuando me dijiste: “Tú no sales de
aquí”, en mi corazón te he odiado, te he maldecido, he deseado tu muerte". ¿No da pena, Señor? ¿Es que está loca?

¿Será que su vicio la ha vuelto loca? Yo creo que algún amante le ha dado un filtro para tenerla como esclava en la lujuria, un filtro que le ha afectado a la cabeza...

-No, no se trata de filtros ni de locuras, es otra cosa. Pero... continúa.

-Bien. Conmigo es respetuosa y obediente. Tampoco ha vuelto a maltratar a los sirvientes. Pero, después de la primera tarde, no ha preguntado nada sobre ti. Es más, si saco la conversación, la desvía; salvo cuando se queda horas y horas en el escollo de la panorámica mirando hasta quedar cegada por el lago, y me pregunta a cada barca que ve pasar: "¿Te parece la de los pescadores galileos?". No dice nunca tu Nombre, ni el de los apóstoles, pero sé que piensa en ellos y en ti en la barca de Pedro. También comprendo que piensa en ti porque algunas veces, al atardecer, paseando por el jardín o esperando a irnos a dormir -yo cosiendo, ella mano sobre mano-me dice: "¿Es así como hay que vivir según la doctrina que sigues?"; y unas veces llora, otras ríe con una carcajada sarcástica, de loca o de demonio. Otras veces se suelta los cabellos, ¡siempre tan artísticamente arreglados!-, se hace dos coletas, se pone uno de mis vestidos, me viene, con las coletas que le caen por detrás, o dispuestas delante, sin ningún escote, púdica, con aire de jovencita por el vestido, las coletas y la expresión del rostro, y me dice: "¿Es así como debería ser María?". En estos casos algunas veces llora besándose sus espléndidas coletas, gruesas como brazos, que le llegan hasta las rodillas, todo ese oro vivo que era la gloria de mi madre; pero también a veces echa esa horrenda carcajada, o me dice: "Mira, más bien, mira lo que hago, así me quito de en medio", y se rodea la garganta con las coletas y aprieta hasta que se pone violácea, como queriéndose estrangular. Otras veces -se ve que es cuando más fuerte siente su... su carne-le da por compadecerse de sí misma o por darse golpes (la he visto golpearse furiosamente el pecho, el vientre, arañarse la cara, golpear la cabeza contra la pared; y si le he preguntado:

"¿Por qué haces eso?", se me ha vuelto, como fuera de sí, furiosa, diciendo: "Para destruirme, y destruir mis entrañas y mi cabeza. Hay que destruir las cosas nocivas y malditas. Me estoy destruyendo".

Cuando le hablo de la misericordia divina, de ti -porque hablo de ti como si ella fuera la más fiel de tus discípulas, y te juro que a veces me repele hablar de ti delante de ella-me responde:

"Para mí no puede haber misericordia. He rebasado la medida". Y entonces le da un ataque furioso de desesperación, y se pone a gritar y a golpearse hasta hacerse sangre: "¿Por qué tengo este monstruo que me desmembra, que no me deja un momento de paz, que me conduce al mal con voces de cantos y luego une a éstas las voces de maldición de mi padre, de mi madre, y las vuestras? -porque también tú y Lázaro me maldecís, y me maldice Israel-, ¿qué me trae estas voces para hacerme enloquecer?".

Yo, cuando habla así, respondo: "¿Por qué piensas en Israel, que al fin y al cabo es una nación, y no en Dios? Dado que no has pensado antes, cuando pisoteabas todo, piensa ahora en vencer todo y en preocuparte sólo de lo que no es mundo, o sea, Dios, padre, madre, que no te maldicen si cambias de vida, antes al contrario, te abren sus brazos...". Y ella me escucha, pensativa, con asombro, como si le estuviera contando una fábula imposible. Luego se hecha a llorar, y no responde.

Otras veces pide a los sirvientes vinos y drogas, y bebe y come estos alimentos artificiosos diciendo: "Es para no pensar". Ahora, desde que ha sabido que estás en el lago, siempre que sabe que vengo aquí, me dice: "Un día voy a Un día voy a ir, yo también", y, riéndose con esa risa que es un insulto a sí misma, concluye: “Así, al menos, la mirada

de Dios caerá también en el estiércol". Pero no quiero que venga, así que espero a venir aquí cuando ella, cansada de ira, de vino, de llanto, de todo, duerme derrengada. Hoy también he huido de este modo. Volveré de noche, antes de que se despierte. Esta es mi vida... Ya no tengo esperanza...». Y el llanto, no refrenado ya por el deseo de decir todo con orden, vuelve a aparecer, más fuerte que antes.

-¿Te acuerdas, Marta, de que una vez te dije: "María es una enferma”? No querías creerlo, ahora lo ves. La llamas loca.Ella misma dice de sí que está enferma de fiebres pecaminosas. Yo digo: enferma por posesión demoníaca. Es una enfermedad, de todas formas. Estas incoherencias, rabias, lloros y estados de desolación y anhelo de mí son las fases de su enfermedad, que, llegado el momento de la curación, experimenta las crisis más violentas. Haces bien siendo buena con ella, siendo paciente y hablándole de mí. No te repugne pronunciar mi Nombre en su presencia. ¡Oh, pobre alma de mi María! Ella también ha salido del Padre Creador y no es distinta de las otras, de la tuya, de la de Lázaro, de las de los apóstoles y discípulos.

Ella también ha sido incluida y contemplada entre las almas por las que me he hecho carne para ser Redentor; es más, he venido más por ella que por ti, que por Lázaro, los apóstoles y los discípulos. ¡Pobre alma, amada alma que sufre, de mi María, de mi María envenenada con siete venenos además del veneno primogénito y universal, de mi María prisionera! ¡Deja, deja que venga a mí! ¡Deja que respire mi respiro, que oiga mi voz, que encuentre mi mirada!... Se llama a sí misma "estiércol"... ¡Oh, pobre amada, que de los siete demonios que tiene el menos fuerte es el de la soberbia! ¡Pues bien, le bastará esto para salvarse!


-¡Pero, ¿y si sale y encuentra a alguno que la desvía de nuevo hacia el vicio? Ella misma lo teme...
-Siempre lo temerá, ahora que ha llegado a sentir nausea del vicio. No temas, de todas formas. Cuando un alma tiene ya este deseo de dirigirse al Bien, y sólo la retiene el Enemigo diabólico -que es consciente de perder la presa-y el enemigo personal del yo -que razona todavía humanamente y se juzga a sí mismo humanamente, aplicando a Dios su juicio (para impedirle al espíritu dominar al yo humano)-, entonces esa alma es ya fuerte contra los asaltos del vicio y de los viciosos: ha encontrado la Estrella Polar y no se desviará. No le vuelvas a decir: "¿No has pensado en Dios y piensas en Israel?". Es una reprensión implícita. No lo hagas.

Es una mujer que ha salido de las llamas. Es toda ella una llaga. No la toques sino con bálsamos de dulzura, perdón, esperanza... Déjala libre de venir; es más, debes decirle que cuándo va a venir. Pero no le digas: "Ven conmigo"; al contrario, si te percatas de que viene, tú no vengas. Regresa. Espérala en casa. Volverá a ti quebrantada por la Misericordia. Porque Yo tengo que eliminar la malvada fuerza que ahora la tiene sujeta.

Durante unas horas, será como una a la que hubieran abierto las venas, como una a la que un médico hubiera quitado los huesos. Pero luego estará mejor. Estará aturdida. Tendrá gran necesidad de caricias y silencio. Asístela como si fueras su segundo ángel custodio: sin hacerte notar. Si la ves llorar, déjala llorar. Si la oyes hacerse preguntas, déjala que lo haga. Si la ves sonreír y luego ponerse seria, y sonreír de nuevo con sonrisa, mirada y rostro distintos, no le hagas preguntas, no la cohíbas. Sufre más ahora, que está subiendo, que cuando bajaba. Y debe ser ella quien suba, como por sí misma bajó.

Entonces no soportaba vuestras miradas puestas en su descenso, porque en vuestros ojos había reproche. Ahora, con su vergüenza, que por fin se ha despertado, menos aún puede soportar vuestra mirada: entonces era fuerte porque tenía dentro a Satanás, que era el amo, y con él la mala fuerza que la sostenía, de forma que podía desafiar al mundo, y, a pesar de ello, no ha resistido vuestra mirada cuando pecaba; ahora ya no tiene por amo a Satanás, sino que es sólo huésped en ella, todavía, aunque ya el deseo de María lo tiene sujeto por la garganta. Y no me tiene a mí todavía. Por eso es demasiado débil. No puede soportar ni siquiera la caricia de tus ojos fraternos puestos en su confesión a su Salvador. Toda su energía está orientada, y consumida, en estrangular al septipartito demonio. Para todo lo demás, ella está indefensa y desnuda.

Pero Yo la vestiré de nuevo y la fortaleceré. Ve en paz, Marta. Mañana, con tacto, dile que voy a hablar en el torrente de la Fuente, aquí en Cafarnaúm, al crepúsculo.

¡Ve en paz! ¡Ve en paz! ¡Te bendigo!

Marta se muestra titubeante todavía.

Jesús se da cuenta y dice:

-No caigas en incredulidad, Marta.

-No, Señor. Lo que pasa es que pienso... ¡Oh, dame algo que pueda llevarle a María para infundirle un poco de fuerza!... Está sufriendo mucho... ¡y tengo mucho miedo de que no logre triunfar sobre el demonio!

-¡Eres una niña! María nos tiene a mí y a ti. No puede fracasar. De todas formas, ven; ten; dame esta mano que no ha pecado nunca, ha sabido ser delicada, misericordiosa, activa, pía, que ha tenido siempre gestos de amor y de oración, que no se ha emperezado con el ocio y no se ha corrompido nunca. Mira, la tengo entre las mías para hacerla más santa todavía. Álzala contra el demonio, que no la soportará. Toma este cinturón mío. No te desprendas de él nunca. Siempre que lo veas dite a ti misma:

"El poder de Jesús es más fuerte que este cinturón suyo; con el poder de Jesús todo se vence: demonios y monstruos. No debo tener miedo". ¿Estás contenta ahora? Mi paz descienda sobre ti. Ve tranquila».
Marta lo venera y sale.

El carro de Marcela está a la puerta. Jesús sonríe mientras la ve tomar asiento y partir en dirección a Magdala.


   


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