 
            El secuestro no es castigo de Dios, es una de las mejores estrategias del demonio para llevarse almas al infierno. 
            
            Me mandaron este enlace y quiero compartirlo con ustedes... quiza lo   lean ... quiza no,.... quiza les sirva a algunos ...quiza a otros ni les   interese... a mi me lleno de esperanza y por eso quiero compartirlo con   ustedes:
              Dios los bendiga !!  =) Darz. 
            En vísperas de la celebración de la Natividad   de Nuestra Señora, la Virgen María, fui con mi familia a la misa   dominical a la iglesia de San Ignacio de Loyola, en Polanco. Al llegar   no hayamos estacionamiento y la misa estaba por comenzar. 
              
              Mis dos hijos   más pequeños estaban dormidos, así que le pedí a mi esposo que bajara   junto con mi hijo mayor de 11 años, mientras yo me quedaba al volante en   espera de un lugar de estacionamiento. Pasaron diez minutos y nada, y   me empecé a molestar por no poder asistir a misa. 
              
            
           
           
            Arranqué la camioneta y me decidí  a dar   vueltas a la manzana mientras rezaba el rosario. Antes de comenzar le   dije a Dios ¿No quieres que vaya a misa hoy? Mira que mi corazón está   tan sediento de ti y mi alma necesita recibir el Santísimo Sacramento,   ¿por qué me alejas de ti hoy? Y antes de seguir con mis injustos   reclamos, reaccioné y le dije, esta bien Señor, si tu voluntad es que me   quede afuera, me quedaré, pues sólo tú sabes por qué y para qué me   quieres aquí. Tomé mi rosario, di gracias y ofrecí mis oraciones por   diversas causas, y entre ellas pedí porque terminara el secuestro en   México. 
              
              Le pedí a la Santísima Virgen que intercediera por los mexicanos   para que Dios nos librara de este dolor. Muy confundida le pedí una   respuesta de por qué sucedían estas cosas y a lo largo de ese rosario   tuve esta inesperada respuesta de mi fe (espero que sea de la Gracia),   que quiero compartir con todos ustedes: 
           
            Comencé   por pedir por las personas secuestradas para que salieran con vida de   su cautiverio, en especial por una amiga de la familia que se encuentra   secuestrada y escuche que  no es eso lo importante. Debemos rezar por   las personas secuestradas para que tengan la fortaleza de vivir el   secuestro tomadas de la mano de Nuestro Señor, para que ofrezcan su   dolor y angustia para el perdón de sus pecados, clamando a la   misericordia divina que los acoja. Debemos rezar por las personas   secuestradas para que, si mueren a manos de los secuestradores, no   tengan miedo de morir, sabiendo que serán recibidas en el reino de Dios,   pero lo más importante, para que no mueran enojados, ni blasfemando   contra Dios, pensando que Dios les han enviado ese castigo. El   secuestro, me di cuenta en ese momento, no es castigo de Dios, es una de   las mejores estrategias del demonio para llevarse almas al infierno.
           
            
            El   demonio comienza por hacerse de las almas de los secuestradores,   quienes llegan a él desde su infancia. ¿Cómo puede ser esto?, Pensé y se   me permitió reflexionar sobre lo siguiente: El presente deterioro   familiar consecuencia de la perdida de valores cristianos, la violencia   familiar y  desintegración, afectan a los niños de forma que sólo   curaría una formación completa en la fe, y lo más grave es que en este   triste escenario nunca esta Dios. 
              
              Cada vez son más los padres y madres   de familia que dejan a Dios de lado y no educan a sus hijos bajo el amor   de Jesús y María argumentando que ese modelo es anticuado. Por otro   lado, las cifras de niños sin hogar, niños de la calle, niños   maltratados, niños violados en diversas formas: físicas y psicologías,   niños abandonados y niños repudiados por sus propios padres cada día son   más y más. 
              
              Estos niños van creciendo y al ser adolescentes experimentan   vivencias aun más desviantes que los marcan para siempre para no poder   amar. Así se va anidando el demonio en sus corazones, llenándolos de   odio y rencor con una sola meta: matar, vengarse, cobrarse todas las que   le hizo la sociedad. Desarrollan un desprecio hacia la vida. 
             Comenzando    por su propia vida, andan en busca de su autodestrucción empleando   drogas, alcohol, entregándose a la prostitución y todo tipo de prácticas   abominables. Sobra decirles que todas y cada una estas, son   herramientas del demonio que ha diseñado para lograr la corrupción y   destrucción de la vida humana y al mismo tiempo, para hacerse dueño de   estas almas. 
              
              Así, estos niños llenos de odio y bajo la dirección del   demonio que les va poniendo en este camino de perdición, satisfacciones   más altas mientras más delitos y atrocidades cometan, es por esto que el   perfil delincuente no se detiene, sino que cada vez se perfecciona y   aumenta su maldad, pues mientras más trasgreda, más satisfactorio  le   es. Es una droga que el demonio da a cambio de lo que los papás   sembraron quitando a Dios:
              
Tener el poder sobre los otros. El arma de    ese poder es el miedo. Todos sabemos que el demonio es el gran maestro   del miedo, de la angustia, el dolor y la desesperación. Por eso es que   sus seguidores y alumnos saben manejar muy bien estos sentimientos para   lograr hacer de nosotros lo que quieren.
            Ahora sorpréndase más, como yo cuando se me permitió ver cuál es la verdadera finalidad del secuestro. Vamos por partes:
            El   secuestro es, de todos los delitos, el más ruin, inhumano e injusto,   casi iguala el aborto. No sólo porque  acaba con la vida del secuestrado   quien se encuentra desprotegido, sin posibilidad de defenderse y que   además no es culpable de nada. La  mayoría, no conocen a sus   secuestradores y no hay una causa que provocara su secuestro, lo cual   les hace sufrir una muerte en calidad de mártir, un delito que a los   ojos de Dios y de los hombres no tiene precedente.
              
Por el otro lado   están los familiares, a quienes los secuestradores les provocan un   sufrimiento indecible, prolongado, sin causa ni explicación. Igualmente   que al secuestrado, los torturan a base de miedo, desesperación y   angustia, denotando en todo momento que son los que tienen el poder, que   son dueños de la vida y que si así lo deciden, acaban no sólo con la   existencia del secuestrado, sino también con la familia entera. 
Al   reflexionar sobre esto ultimo, Nuestra Madre me permitió ver con   claridad  la mano de satanás.
El   secuestrador, es una alma perdida. El mismo se considera ya propiedad   del demonio, por eso tiene una gran capacidad del mal sin el mayor   remordimiento, se ha negado a sí mismo la presencia del Espíritu Santo,   en su lugar el demonio obra sin reservas. 
  
  La mayoría de ellos se hacen   tatuar y ostentan imágenes demoniacas, pero lo más grave es que lo   llevan muy metido en sus corazones. El secuestrador es entonces un   instrumento incondicional del demonio, pero satan no se conforma sólo   con el alma del delicuente, quiere más, así que va en busca del alma del   secuestrado. 
            
            En   los evangelios siempre se nos aconseja estar en Gracia. Todo el tiempo   los sacerdotes en la celebración eucarística nos llaman a estar   preparados para el momento de nuestra muerte. 
              
              Nuestro Señor Jesús se ha   manifestado en diversas formas pidiendo que nos entreguemos a su Sagrado   Corazón, a su Divina Misericordia para no ser presas del demonio.
              
La   Santísima Virgen en sus diversas advocaciones siempre nos advierte de   las acechanzas del demonio y que recemos el rosario, que nos   convirtamos, que nos entreguemos a su Hijo, pero pocos son los que   escuchan y obedecen, como consecuencia, estamos en grave riesgo de   perder nuestras almas a manos del demonio en esta nueva treta: el   secuestro, cuya misión es arrebatarnos nuestras almas y llevarlas al   infierno. Aprendamos bien este por qué.
            
            Cuando   se secuestra a una persona, se le hace vivir un miedo inimaginable no   sólo a  perder la vida sino a perderlo todo, familia y pertenencias   materiales. 
              
              ¿Creen ustedes que el secuestrado en sus primeros minutos de   ser plagiado tenga la capacidad de unirse a Dios por lo que le está   sucediendo? 
              
              ¿Lo hará pasados los días, cuando ha sufrido tremendas   torturas psicológicas y físicas? 
              
              ¿Dada nuestra pobre formación   espiritual, el secuestrado en medio de su angustia y miedo dará gracias a   Dios y se preparará para ser recibido en el Corazón de Jesús o    renegará de su suerte, rechazando a Dios, culpándolo, pidiéndole   explicaciones sobre su injusto sufrimiento, blasfemando se enojará con   Dios porque es injusto que permita que haya tanta maldad? 
              
              ¿Le pedirá a   sus familiares con desesperación no sólo dinero, sino además oraciones,   misas para la salvación de su alma y la de sus captores? 
              
              Actualmente   sabemos que el secuestro es igual a muerte ¿nos preparamos para bien   morir en paz espiritual, reforzando nuestra fe en Dios, entregándonos a   su Divina Voluntad? 
              
              ¿Hemos logrado ser capaces de amar a Dios por sobre   todas las 
              cosas, de manera que si un secuestrador nos aparta de nuestras   familias y nos amenaza con matarnos, no tendremos miedo porque sabemos   que Dios nos espera y nos tendrá misericordia y tomará en cuenta nuestro   sufrimiento y el de nuestra familia y esa gran confianza nos permite   enfrentarnos sin miedo, con tranquilidad, abandonándonos a la voluntad   de Dios?
           
            La   respuesta es: NO TENEMOS A DIOS. Es eso lo que busca el demonio. Nuestra   gran pobreza espiritual es lo que busca, es lo que le permite y le   permitirá por mucho tiempo hacernos pedazos y de paso, llevarse nuestras   almas.
           
            La   mayoría de las personas secuestradas están enojadas, además de tener   miedo, están muy molestas por lo que les ha tocado vivir, se sienten   impotentes y pasan el tiempo de su secuestro desesperadas rogando por   ser salvadas al precio que sea, no sólo en dinero.
              
El miedo también lo   sufren por sus familiares, y quisieran protegerlos, igualmente, al   precio que sea. Esta situación límite a la que llevan los secuestradores   de “al precio que sea” es tierra fértil para el demonio, quien ve ahí   el momento preciso para negociar, con el alma por supuesto. Pero si la   persona no accede por ese lado, tiene otras opciones para robarse las   almas.
Quien vive sus últimos momentos y dependiendo de la calidad   espiritual de su vida, necesita minutos de calma, segundos quizá para   pedir perdón o bien entregarse a Dios. 
Eso se le niega al secuestrado,   porque los captores con la más despiadada saña matan a sus secuestrados   sin que ellos se den siquiera cuenta, así, en un segundo les matan de   manera sorpresiva. Pero lo más demoníaco  y estrujante es que privan al   secuestrado de recibir los sacramentos. Los teólogos dicen que una   persona que fallece puede recibir los sacramentos hasta tres horas   después, antes de que se presente la rigidez mortuoria. 
           
            Desgraciadamente   los cadáveres de personas secuestradas a veces se hayan meses o un año   después de haber sido ejecutados, y muchos, jamás son hallados. Es una   realidad por la cual debemos elevar nuestras oraciones y llorar a los   pies de Jesús clamando su misericordia. 
           
            Quedan   todavía las almas de los familiares, esas también son presas del   demonio. ¿Qué familia confiará y se acercará más a Dios por tener a uno   de sus miembros secuestrado?
            
            ¿Quiénes   estarán conformes con Él porque su familiar murió a manos de un   secuestrador? ¿Quién podrá aceptar sin renegar, blasfemar y reclamar, la   muerte de un secuestrado? Casi nadie. 
              
              La mayoría de las familias que   han sido víctimas de estos empleados del demonio se alejan de Dios,   porque creen equivocadamente que fue un castigo que se les aplicó de   manera injusta, venido de un Dios que a su juicio, es insensible y   cruel  que se llevo a su padre, madre, hijo, hija, hermana o hermano,   sin escuchar sus ruegos. 
              
              Podrán pensar quizá que  Dios es justo y bueno,   pero que desgraciadamente no escuchó sus oraciones y ruegos, así que,    Dios podrá seguir siendo Dios, pero que entre ellos, al menos ya no   puede haber amistad ni relación, así se van separando del Señor y una   alma sola y lejos de la mano de Jesús, será presa fácil en algún momento   de las tretas del demonio.
           
            ¡Cuantas   almas están en riesgo de ser propiedad del demonio! ¿Y de quién es la   culpa? -como siempre acostumbramos a buscar culpables- Pues muchos   dirán:  “¡De Dios, porque no nos protege, no nos cuida, no nos libra del   mal!”. 
              
              Para sorpresa nuestra, no es así. La culpa es nuestra. Somos   responsables en principio, de fallar ante Dios en el matrimonio, creando   familias alejadas de Dios, violentas, sin valores morales y religiosos,   ni principios, desintegradas, creadoras de niños y jóvenes lastimados y   llenos de odio que serán presas fáciles del demonio. 
              Somos responsables   también de caer en las trampas del demonio como la promiscuidad, la   unión libre, la maternidad soltera, el aborto y la homosexualidad, que   según dicen son formas de vida moderna que debe exigir el ser humano   como consecuencia de que tiene el derecho de vivir en libertad haciendo   lo que le haga más feliz. 
            ¿De   ser cierto, porque a negado  Dios darnos esas “libertades”? 
              
              Cuando   vemos adultos llevar ese comportamiento, al final de sus vidas deberían   ser sumamente felices, ¿por qué entonces acaban destrozados, llenos de   miedo y soledad, por qué muchos acaban suicidándose o regresando a los   brazos de Jesús pidiendo misericordia y piedad?
              
¿Por qué muchos están   inmersos en las ya mencionadas trampas demoníacas de la delincuencia, la   prostitución, la drogadicción y el secuestro? Y lo peor, esas formas de   vida afectan también a los niños y adolescentes y son formadoras de   seres insensibles a la vida y blancos fáciles del demonio. 
            Somos   responsables de lo que nos pasa también por poner a Dios al último, por   preferir siempre al demonio en nuestras vidas en diversas formas.   
              
              Cuando en el cine exhiben una película satánica, las salas están a   reventar, pero si exhiben una vida de santos o con valores religiosos,   las salas están desiertas. Si alguien habla de una posesión satánica,   todos creen y buscan conocer todos los detalles, pero si se les habla de   las advocaciones de la Santísima Virgen o de las vidas de Santos o de   los mensajes del Sagrado Corazón, entonces todos dudan y se alejan.   
              
              Todos los niños han leido y visto las aventuras de Harry Potter, pero   pocos son los que conocen la vida de Santo Domingo Savio y del mismo   Jesús. 
            
            Los   lugares de sanación por brujos, chamanes, adivinos y demás tienen cada   día más demanda, pero las adoraciones al Santísimo pocos las visitan.
              
Así que nuestra pobreza espiritual va en aumento, ¿qué armas podemos   emplear cuando el demonio nos pone presos y demanda nuestras almas?   
¿Cómo nos defenderemos de satán si lo invitamos día a día a nuestras   vidas? 
No conocemos las armas que nos da Dios para salvarnos, no creemos   en su Divina Misericordia ni en la Gloria, por eso nos llenamos de   miedo y desesperación cuando nos amenazan con quitarnos la vida, que   absurdo parece, pero nos rendimos a los pies del demonio en la hora de   nuestra muerte, negando la existencia de Dios, porque si creyéramos en   Él nada nos haría temer, el único miedo nuestro sería perder la Gloria   de Dios.
Si supiéramos lo que valemos, comprenderíamos por qué el   demonio anda desesperado urdiendo trampas para llevarse nuestras almas y   acabar con los seres humanos, y si realmente lo supiéramos, jamás,   nunca caeríamos en sus redes.
           
          
            Después   de saber lo que les he escrito, se me hizo un nudo en la garganta muy   doloroso que me impedía hasta respirar y comencé a llorar sin poder   dejar de sentir un gran dolor.
              
¿Qué podemos hacer? 
Pregunté, ¿qué   podemos Madre mía? –Refiriéndome a la Santísima Virgen-. 
Rezar por la   conversión de los secuestradores, asaltantes, narcotraficantes, rateros,   abortistas etc. Rezar por todos ellos todos los días y a cada momento   porque sus almas se conviertan, aunque sea en el ultimo minuto de sus   vidas, para que esas almas no se vayan al infierno. 
Rezar también para   que las personas secuestradas tengan su corazón puesto en el Señor y no   tengan miedo a nada, rezar para que se preparen a  morir, si es que Dios   así lo permite, en los brazos de Jesús y de María y para que Dios tome   en cuenta sus sufrimientos. Rezar también por las familias de los   secuestrados, para que se aferren a Dios y nunca duden de su Infinita   Misericordia y para que el Espíritu Santo obre en ellos la Gracia de   aceptar siempre la Voluntad de Dios. 
Rezar para que todos seamos   salvados y bendecidos en todo momento y no seamos presas del demonio y   sus tormentos. Si lográramos fortalecer nuestra fe en Jesús, comulgar   diario, rezar el rosario diario y en familia, pedir por la salvación de   la humanidad, sobre todo por los más perdidos y obrar según la palabra   de Dios, el demonio estaría derrotado. 
           
            No   permitamos que el mal nos extinga, en nuestras manos está la salvación.   No hay que temer al secuestro, más bien tengamos temor de lo que hemos   sido capaces de hacernos a nosotros mismos negando la existencia de Dios   en nuestras vidas.
              
La vida humana es la creación más grande y valiosa   que hizo Dios, por eso el demonio quiere extinguirla.
La vida humana no   tiene valor en dinero, por que somos una extensión de la existencia de   Dios, pretender pagar con dinero una vida humana, es como si cortáramos a   Dios en millones de pedacitos equivalentes a cuantos humanos hay en la   tierra y a cada pedazo le pusiéramos un precio, acto abominable, pues ha   habido personas secuestradas muertas por 10  mil pesos, otras por 5   millones de pesos, en fin. 
Esta es una de las más grande ofensas de   satan a Dios, no permitamos esta nueva crucifixión de Jesús, no   comentamos el mismo error de hace 2009 años, es mucho tiempo ya como   para no darnos cuenta del valor del amor de nuestro Padre. Recemos.
           
            Cuando   terminé el rosario, mi esposo me habló por teléfono y me dijo que dónde   estaba, yo le hubiera querido decir que a los pies de María, pero lo   dije: “Estoy dando la vuelta a la manzana”. El me contestó que el padre   estaba a la puerta de la iglesia para darme la comunión, pues como no   había podido entrar a misa, él y mi hijo habían pedido la comunión para   mi. 
              
              Que corta es mi fe en Dios, pues aparte de recibir este regalo que   les he compartido, Jesús no se olvidó de permitirme recibirlo como cada   domingo y todos los días.
              
Gracias Señor.