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San José - El mas santo de los antos

  


SAN JOSÉ
El más santo de los santos
  


Introducción

1»  Algunos textos aplicables a san José

2»  Virginidad de san José

3»  Matrimonio de José y María

4»  Paternidad de san José

5»  La sagrada familia

6»  Un poco de historia

7»  Privilegios de san José

8»  Asunción de san José

9»  San José y los moribundos

10»  El más santo de los santos

11»  Los Papas y san José


12.1»  Apariciones de san José Parte 1

12.2»  Apariciones de san José Parte 2

12.3»  Apariciones de san José Parte 3

12.4»  Apariciones de san José Parte 4


13.1»  Milagros de san José Parte 1

13.2»  Milagros de san José Parte 2

13.3»  Milagros de san José Parte 3

13.4»  Milagros de san José Parte 4


14.1»  Palabras de algunos santos - Parte 1

14.2»  Palabras de algunos santos - Parte 2

14.3»  Palabras de algunos santos - Parte 3

14.4»  Palabras de algunos santos - Parte 4


15»  Algunos santuarios de san José

16»  Reflexiones

17»  Dolores y gozos de san José

18»  Letanías a san José

19»  Oraciones a san José

20»  Consagración a san José

21»  Conclusión

22»  Bibliografía

23»  Novena a san José
(versión corta)

 

12.4 » Apariciones de san José
Parte 4

Autor: P. Angel Peña O.A.R

La venerable Consolata Betrone (1903-1946) escribió en su Diario: El 20 de marzo de 1935 Franca me escribió una carta en la que me anunciaba la enfermedad de mi padre y su angustia. La Madre Priora me repetía, a veces, que debía rezar por mi papá.

En la mañana del 17 de abril, en la comunión, yo le ofrecí mi papá a Jesús para que, si era su voluntad, lo llevara con Él antes de que terminara el año. Ese mismo día moría mi padre. Yo estaba haciendo turno para confesarme y rezaba el rosario, ignorante de su muerte. La Priora no quiso darme la noticia hasta la tarde. ¿Por qué Jesús no me había dicho nada de la muerte de mi padre? Yo le pregunté:

- Jesús, ¿dónde está mi papá?
- Está en el purgatorio, Consolata.
- Líbralo, te lo suplico.
- Lo libraré el sábado por la mañana.
- ¿Hasta el sábado?

En la tarde del Jueves Santo, oí la voz angustiada de mi padre que me decía en dialecto: ¡Sufro tanto! Y Jesús estaba inexorable: No, No, hasta el sábado no lo puedo liberar.

Entonces, me confié a san José, eligiéndolo como mi padre. Y se me apareció con la Virgen María. San José me dijo:

- Consolata, ¿qué tienes? ¿Estás triste?
- San José, mi padre está en el purgatorio y Jesús no quiere liberarlo hasta el sábado por la mañana.
- No te preocupes, lo liberará mañana, Viernes Santo.
- Pero Jesús no quiere, se lo he pedido tanto…
- Oh, a Jesús le mando yo y mañana liberará a tu padre.

El Viernes Santo, cuando estábamos en la función litúrgica, se me aparece mi papá, apenas salido del purgatorio. La vista de mi papá no se borrará jamás de mi mente. Su rostro tenía señales de haber sufrido, pero tenía una paz profunda. Me habló en dialecto y me dijo que iba al paraíso y que allí rogaría por mí y por toda la familia
53.

El 9 de noviembre de ese mismo año 1935, san José, a quien había nombrado padre, en lugar de su papá muerto, le dice: Te ayudaré en tu misión y te asistiré en el último momento. Soy el protector de los moribundos y el terror de los demonios. En los últimos momentos de tu vida, yo estaré a tu lado espiritualmente, sensiblemente. ¿Estás contenta? El 26 de noviembre de 1938, Jesús le dijo: Te doy a san José por protector hasta el último respiro, para que te ayude y te prepare una santa muerte.

Y ella decía: ¡Es tan bello vivir con mis tres: Jesús, la Virgen y san José!54. Con Jesús, María y san José, se disfruta de un cielo anticipado55.

El padre Herminio Higuera, párroco de La Felguera (Asturias-España), en una charla que dio el 18 de marzo de 1982 a los Cruzados de Santa María en Valladolid, les contó un hecho personal. Dijo así:

Estaba empeñado en la reconstrucción de la iglesia parroquial y un domingo, a las nueve de la noche, estaba en el despacho parroquial, cuando entró un señor venerable de unos 65 años, con una barba de unos ocho días, barba blanca. Al verle, me dio una corazonada desde el primer momento. Le dije:

- Siéntese.
- No, no, es un momento. Vengo a entregarle lo que usted necesita.

Yo tenía un Diario donde iba apuntando las colaboraciones de los feligreses para que todos pudieran ver cómo habían colaborado, y tomé el libro para enseñárselo, pero me dijo:

- No, no hace falta.

Me dejó el dinero y salió. Yo salí detrás de él para despedirlo en la puerta. Salí del despacho, crucé el portal, luego la puerta, salí a la plaza y aquel hombre había desaparecido. Y era una plaza con una explanada enorme sin rincones. Yo me quedé mirando a un lado y a otro y no vi nada. Regresé al despacho y guardé el sobre en el cajón bajo llave, sin abrirlo, y me fui a cenar.

Aquella noche no pude dormir, yo creía que había sido san José, que se me había aparecido, con una vestimenta sencilla como la blusa de los comerciantes.

Al día siguiente, me senté al confesionario temprano, como todos los días, haciendo oración. Después celebré la misa. Fui a desayunar, pero yo estaba intranquilo de toda la noche y me dirijo al despacho parroquial para abrir el sobre, pensando que aquello era un milagro de san José.

Abro el sobre y era matemático, exactamente el dinero que necesitaba. Para mí fue un milagro. Eran unos cuantos miles los que debía y ni un céntimo más ni un céntimo menos. Exactito. Eso fue a mi juicio uno de los milagros que san José ha hecho conmigo, aparte de que yo siempre le he tenido mucha devoción desde que me la dio mi madre.


Una religiosa, a quien conozco personalmente y que tiene dones místicos extraordinarios, me contaba confidencialmente algo que le sucedió, cuando tenía unos 10 años de edad y vivía en casa de sus padres. Un día, por la mañana, tocaron a la puerta y ella salió a ver quién era. Vio a una familia muy pobre; el papá tenía un aspecto muy distinguido e iba con barba; sus ojos irradiaban paz y amor.

La señora llevaba un niño dormido entre sus brazos e, igualmente, irradiaba amor y ternura. Al verlos, pensó que querían algo de comer, pues eran muchos los que en aquellos tiempos, año 1947, en España, iban pidiendo limosna por los pueblos. Su madre le había dicho siempre que nunca dejara irse a ningún pobre sin darle algo; pero que, al entrar a buscar la comida, cerrara la puerta, pues a un vecino le habían robado.

Ella se sintió tan confiada en presencia de aquella familia pobre que quiso entrar a buscar la comida, dejando la puerta abierta. Entonces, la señora la llamó por su nombre y le dijo que cerrara la puerta. ¿Cómo sabía ella su nombre, si nunca se habían visto? ¿Cómo sabía que debía cerrar la puerta para obedecer a su mamá? La niña le dijo:

Si mi mamá estuviera aquí, no les cerraría la puerta
. Y se volvió a buscar algo de comida para darles. Pero la señora cerró la puerta. Al regresar, ya no estaban. Preguntó a las vecinas y nadie supo decir dónde estaban, no los pudieron localizar, a pesar de que no podían haber ido muy lejos sin tener medios de transporte.

Esta niña, hoy religiosa, siempre pensó que fue la Sagrada Familia y nunca se olvida de aquella mirada dulce y transparente de san José y de la Virgen, que le inspiraron tanta confianza, amor y ternura hasta el día de hoy.


53 Anónimo, Suor Maria Consolata Betrone, Ed. Monastero Clarisse Capuccine, Testona (Turín), 1998, p. 53.
54 Diario, 3 de mayo de 1943.
55 Diario, 5 de mayo de 1943

 

 

   


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