13.2» Milagros de San José
Parte 2
Autor: P. Angel Peña O.A.R
- En la noche del 2 de enero de 1885, un anciano se presentó en casa de un sacerdote para pedirle que fuera a ver a una mujer agonizante. El sacerdote siguió al desconocido. La noche era muy fría, pero el anciano parecía no darse cuenta de ello. Iba adelante y decía al sacerdote para tranquilizarlo, pues la zona era de mala fama:
- Yo lo esperaré a la puerta.
La puerta donde se detuvo era una de las más miserables del barrio... Al llegar junto a la moribunda, la moribunda estaba diciendo entre gemidos:
- ¡Un sacerdote! ¡Un sacerdote! ¡Me voy a morir sin sacerdote!
- Hija mía, yo soy sacerdote. Un anciano me llamó para que viniera.
La enferma le confesó los pecados de su larga vida de pecadora y el sacerdote le preguntó si había observado alguna práctica de devoción en su vida.
- Ninguna, respondió, salvo una oración que recitaba todos los días a san José para obtener la buena muerte.
El sacerdote, después de confesarla, le dio la comunión y la unción de los enfermos, y ella quedó muy reconfortada. Cuando el sacerdote llegó a la puerta, no encontró a nadie.
Pero, reflexionando sobre el acontecimiento de esa noche y sobre el misterio consolador que había ejercido, sintió nacer en su corazón la convicción de que el caritativo anciano no era otro que el glorioso y misericordioso san José, patrono de la buena muerte59.
- El 2 de noviembre de 1853, una joven, inspirada por Dios, concibió la idea de fundar una Congregación para auxiliar a las almas del purgatorio. Consultó con el santo cura de Ars, quien le dio consejos y le ayudó en esta Obra. La fundadora, muy devota de san José, le prometió, que si la Obra se llevaba a cabo, la primera casa fundada sería en su honor. Y la Obra se realizó con el nombre de Auxiliadoras de las almas del purgatorio.
Al día siguiente de adquirir una casa en París para comenzar la Obra, un desconocido, que no sabía nada, les hizo regalo de una estatua de san José, como si el mismo san José hubiera querido hacerse presente y declararse protector de la Obra60.
- María Repetto había nacido en 1807 en Voltaggio, al norte de Génova. A los 22 años entra en el convento de las Hijas de Nuestra Señora del Refugio en Bisagno. Siendo de salud precaria, la emplean en la costura; luego pasa a la enfermería, y, finalmente, a la portería. Como portera, manifiesta una gran devoción a san José.
A los visitantes les aconseja acudir al esposo de María. Si alguien viene a pedir consejo o ayuda, le dice que espere un momento y va a rezar delante de la imagen de san José en el corredor inmediato. Después de un momento, regresa y da la respuesta adecuada.
En una ocasión, una esposa le pide oraciones porque su marido se había quedado ciego. La religiosa le aconseja rezar a san José y luego va a rezar ante la imagen del santo. Al día siguiente, vuelve la mujer y le dice que su esposo había recobrado la vista. La hermana María, gran devota de san José, fue beatificada por el Papa Juan Pablo II en 1998.
En la ciudad de San Luis en Estados Unidos, el año 1866, hubo una epidemia de cólera que mató durante dos meses a unas 280 personas cada día. En la parroquia de San José, el párroco y superior de la Comunidad de jesuitas, el padre Joseph Weber, les invitó a hacer un compromiso con Dios para construir un monumento a san José, el patrono de la parroquia, si cesaban las muertes. A partir del día en que hicieron la solemne promesa a Dios por medio de san José, se acabaron las muertes en la parroquia, que anteriormente eran alrededor de 25 diarias, sólo en la parroquia.
Ninguna persona de las familias que hicieron el compromiso murió. Esto fue considerado como un milagro. Y cumplieron su promesa. Construyeron un magnífico altar en el presbiterio de la iglesia, el altar principal, que todavía puede verse y que, desde entonces, se llama el altar de las respuestas (a las oraciones). Este milagro fue registrado como un hecho auténtico en los documentos de la parroquia del año 1866, para gloria de san José61.
- En la Costa oriental de África florecía, en el siglo XIX, una misión en Mandera. El padre Hacquard refiere la fundación de la misión:
Corría el año 1880 y necesitábamos una misión intermedia entre Bagamoyo y Mhomda. Acompañado del padre Machón, emprendí el viaje para buscar un sitio conveniente para establecer un pueblo cristiano, encomendándonos a san José.
El día 19 de marzo, fiesta de san José, emprendimos la marcha y nos dirigimos a Udoé, un lugar jamás visitado por ningún europeo. Los indígenas de aquella comarca eran antropófagos y por ninguna parte nos concedían la autorización de establecernos.
Yo me dirigí a san José, encomendándole el éxito de nuestro viaje. De Udoé pasamos a Uriguá, caminando sin guía ni norte, a la aventura, pero en ningún sitio nos permitían establecer la misión hasta que llegamos a la casa del cacique Kingarú, llamado cara de serpiente.
Al instante que nos vio, se detuvo admirado y, mirándonos fijamente, prorrumpió en expresiones:
- Sí, ellos son. ¡Los mismos! Escuchadme. Esta noche, no sé si despierto o dormido, he visto ante mí a un venerable anciano que, tocándome como para despertarme, me ha dicho: “Kingarú, sepas que vienen a tu casa con una pequeña caravana dos blancos, recíbelos bien y dales cuanto te pidan”. Y esos sois vosotros, los mismos que yo vi.
Entonces, llamó a las gentes del pueblo y les dijo:
- Mirad a estos dos blancos, a quienes vi esta noche juntos con un anciano y de quienes os he hablado esta mañana. Ellos son.
Permanecimos allí ocho días y todos se esforzaron en atendernos bien. Una vez elegido el lugar de nuestra vivienda, dispusimos de nuevo la partida; para la cual, el mismo Kingarú quiso acompañarnos y servirnos de guía y de escolta.
Al cabo de quince días, vino a visitarnos a Bagamoyo y, llegado el momento de comenzar la obra proyectada, volvió de nuevo con gran tropa de hombres para conducir a los misioneros y llevar todo el equipaje y enseres necesarios.
Él es uno de los más asiduos y constantes asistentes a los ejercicios de la Misión. Esto y mucho más ha obrado san José por el pueblo de Mandera, por lo cual le debemos honor y gloria y reconocimiento eternos62.
59 ib. p. 24.
60 ib. p. 141.
61 www.shrineofstjoseph.org.
62 Tomado de Las misiones católicas, tomo IV p. 54 de 1883.