Tuesday March 19,2024
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INDICE REFLEXIONES

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DIOS AÚN HABLA

¿Dios aún habla con las personas?  Un joven de vida espiritual fue a una reunión de estudio de la Biblia en la residencia de un matrimonio amigo.

Era noche de jueves. El matrimonio dividió el estudio entre oír a Dios y obedecer la Palabra del Señor. El joven no podía dejar de querer saber si "Dios aun habla con las personas".

Después del estudio, él salió para tomar un café con los ami­gos que estaban en la reunión familiar y discutían un poco más sobre el mensaje de esa noche. De formas diversas, ellos habla­ban de cómo Dios había con­ducido sus vidas de maneras tan diferentes. Eran aproximada­mente las 22 horas cuando el joven se despidió de sus amigos y comenzó a dirigirse a su casa. Sentado en su automóvil, co­menzó a pedir: "¡Dios! Si aún hablas con las personas, habla conmigo, yo te escucharé. Haré todo para obedecerte".

Mientras conducía por la ave­nida principal de la ciudad, tuvo un pensamiento muy extraño, como si una voz hablase dentro  de su cabeza: "Para y compra un

litro de leche". Él movió su ca­beza y dijo en alto:

"Dios, ¿eres tu Señor?". No obtuvo respuesta y continuó di­rigiéndose para su casa. Sin em­bargo, nuevamente, surgió el pensamiento: "Compra un litro de leche". El joven pensó en Samuel y como él no reconoció la voz de Dios, y como corrió hacia Él. "¡Muy bien, Dios! En caso de ser el Señor, voy a com­prar la leche". Esto no parece ser una prueba de obediencia muy difícil."

Total, él podría también usar la leche. Así que paro, compró la leche y reinició su camino a casa.

Cuando pasaba por la sépti­ma avenida, nuevamente sintió un pedido: "Gira en aquella ca­lle". Esto es una locura, pensó, y pasó de largo el retorno.

Nuevamente sintió que debe­ría haber girado en la séptima avenida. En el siguiente retorno, él giró y se dirigió por la sépti­ma avenida. Medio bromeando, dijo en voz alta: "Muy bien, Dios, lo haré". Siguió avanzan­do por algunas cuadras cuando

de repente sintió que debía pa­rar. Se detuvo y miró a su alre­dedor. Era un área mixta comer­cial y residencial. No era la me­jor área, pero tampoco era la peor de la vecindad. Los esta­blecimientos estaban cerrados y la mayoría de las casas estaban a oscuras, como si las personas ya se hubiesen ido a dormir, ex­cepto una del otro lado de la calle que estaba cerca. Nuevamente, sintió algo: "Ve y dale la leche a las personas que están en aque­lla casa del otro lado de la ca­lle". El joven miró la casa, y co­menzó a abrir la puerta del co­che, pero se volvió a sentar. "Se­ñor, esto es una locura. ¿Cómo puedo ir a una casa extraña en medio de la noche?".

Una vez más, sintió que de­bería ir a dar la leche.

Finalmente, abrió la puerta. "Muy bien, Dios, si eres el Se­ñor, iré y entregaré la leche a aquellas personas. Si el Señor quiere que yo parezca un idiota, muy bien, yo quiero ser obedien­te. Pienso que esto va a contar para algo; sin embargo, si ellos no responden inmediatamente, me iré en el mismo acto".

Atravesó la calle y tocó la campanilla. Pudo oír un barullo

viniendo desde dentro, pareci­do al llanto de una criatura. La voz de un hombre sonó alto: "¿Quién esta ahí? ¿Que quie­re?". La puerta se abrió antes de que el joven pudiese huir. De pie, estaba un hombre vestido de jeans y camiseta. Tenía un olor extraño y no parecía feliz de ver a un desconocido de pie en su puerta.

"¿Que pasa?". El joven le en­tregó la botella de leche.

"Compré esto para ustedes". El hombre tomó la leche y co­rrió adentro hablando alto. Des­pués, una mujer pasó por el corredor cargando la leche en di­rección a la cocina.

El hombre seguía sostenien­do en brazos una criatura que lloraba. Lágrimas corrían por el rostro del hombre y luego co­menzó a hablar, medio sollozan­do: "Nosotros oramos. Teníamos muchas cuentas que pagar este mes y nuestro dinero se había acabado. No teníamos más le­che para nuestro bebé. Apenas recé le pedí a Dios que me mos­trase una manera de conseguir leche". Su esposa gritó desde la cocina: "Pedí a Dios que me mandara un ángel con un poco... ¿Ud. es un ángel?

El joven tomó su cartera y sacó todo el dinero que había en ella y lo colocó en las manos del hombre. Se dio media vuelta y se fue a su vehículo, mientras las lágrimas corrían por sus me­jillas. Él experimentó que Dios todavía responde los pedidos justos y verdaderos.