REGRESANDO A CASA
Testimonio
1.44» Steve Clifford
“Según los mormones o Iglesia de Jesucristo de los santos de los últimos días, la Iglesia fundada por Cristo cayó en total apostasía el año 420 y se llamó hasta hoy Iglesia católica.
Pero, según ellos, la primitiva Iglesia, la verdadera, fue restaurada por Dios por medio de José Smith, el fundador de la Iglesia mormona.
Yo nací en una familia mormona y nosotros sabíamos que nuestra Iglesia era verdadera.
Mis padres procedían de los pioneros mormones, que se establecieron en Lago Salado. Nosotros vivíamos en Utah.
Y, desde los primeros tiempos, todos mis familiares habían sido mormones.
En Utah las actividades, deportes, música, escuelas... se desarrollan alrededor de la Iglesia.
Aproximadamente, el 77% de la población era mormona en mis tiempos jóvenes.
En el mundo hay unos 60.000 misioneros o misioneras jóvenes, de 19 ó 20 años, que trabajan gratuitamente en distintos países durante dos años. Y todos los mormones deben pagar religiosamente el 10% de sus ingresos a su iglesia.
Yo casi no tenía contacto con gente no mormona y a ellos los considerábamos como extraños.
Los mormones tienen cuatro libros considerados por ellos como Palabra de Dios: la Biblia, Libro del Mormón, Doctrinas y Convenios, y Perla de gran precio.
En ellos, se permite la poligamia, y se habla de que los buenos mormones llegarán a ser dioses en el más allá.
Cuando yo abandoné Utah en 1968 para ir al ejército, mi obispo me dio una medalla en la que decía: “Soy miembro de la Iglesia de Jesucristo de los santos de los últimos días”.
Estando en el ejército, conocí a Ana, una católica, con la que me casé en Alemania en 1971.
Con frecuencia, asistía a misa con mi esposa y mis dos hijas y apoyaba como músico al coro. Pero no tenía ninguna intención de hacerme católico.
A pesar de que no asistía a los servicios mormones, yo me proclamaba públicamente como mormón.
En enero de 1993, nos mudamos a Virginia y comencé de nuevo a asistir a misa regularmente.
Mi esposa me daba libros para que los leyera, pero yo le decía: Nací mormón, crecí mormón y moriré mormón.
Pero en noviembre de 1993, escuché la charla de un convertido del protestantismo a la Iglesia católica, que con sus investigaciones y estudios había llegado a convencerse de la verdad de la Iglesia católica.
Empecé como loco a leer libros sobre los mormones, sobre el protestantismo y el catolicismo, buscando la verdad.
Descubrí que era mentira que la Iglesia había llegado a la total apostasía y que había desaparecido en el año 420, como decían los mormones.
Estudiando la historia de la Iglesia, me di cuenta de que las enseñanzas de la Iglesia católica eran las mismas ahora que en el primer siglo.
No había evidencias de discontinuidad o de la total apostasía. Además, me di cuenta de otras incongruencias en las enseñanzas de los mormones.
José Smith había dicho, poco antes de morir, en 1844, en un sermón en el entierro de King Follet: “Hay pocos hombres que entienden el verdadero ser de Dios… Dios mismo fue una vez lo que ahora somos nosotros y es un hombre ensalzado”134.
“Cuando me di cuenta de que estaba equivocado como mormón, me quedé triste.
¿Cómo podía ser engañada tanta gente?
¿Qué podía decir de todos los sacrificios y sufrimientos de mis antepasados como mormones?
¿Cómo yo podía retirarme de la línea de mis antepasados?
Pero yo había encontrado la verdad y debía ser fiel a Dios y decidí hacerme católico, después de mucha oración y estudio.
Un día, antes de mi bautismo, me sentí lleno de gozo ante una imagen de la Virgen de Guadalupe y me convencí plenamente de la presencia real de Jesús en la Eucaristía.
El 19 de febrero de 1994 recibí el bautismo, confirmación, confesión y comunión.
Soy el primero de mi familia en dejar la Iglesia mormona, ellos se han sentido defraudados, pero yo y mi esposa rezamos para que ellos también encuentren el camino de la verdad en la Iglesia católica”135.
134 Teachings of the Prophet, Joseph Smith, section 6.
135 Resumen del artículo escrito por el autor en Surprised by truth, (Vol 2), Sophia Institute Press, Manchester, (USA), 2000, pp. 103-117.