REGRESANDO A CASA
Aclaraciones Doctrinales
d» Eucaristía
El punto central y fundamental de la fe católica es Cristo; Cristo vivo y resucitado, presente entre nosotros en el sacramento de la Eucaristía como un amigo cercano, que siempre nos espera.
El Evangelio es claro. Jesús afirma sin lugar a dudas:
“Yo soy el pan de vida” (Jn 6,34). “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último día” (Jn 6, 54). Algunos hermanos separados dicen que esto hay que entenderlo simbólicamente.
¿Simbólicamente qué? ¿El comer su carne y beber su sangre? ¿El tener vida eterna y resucitar en el último día?
La vida eterna no es ninguna cosa simbólica, y no se puede decir que lo primero, comer y beber, es simbólico y lo segundo no.
Además, Jesús, en la última Cena, les dice seriamente Tomad y comed; “Esto es mi cuerpo” (Mt 26,26). Y en el original griego se dice: “Outo estin to soma mou”.
Por tanto, no se puede traducir: “Esto simboliza mi cuerpo”. Sería ir contra la voluntad de Jesús y ofenderle gravemente al distorsionar sus palabras. Outo estin, significa: ESTO ES.
El mismo san Pablo nos lo aclara con su autoridad, interpretando auténticamente las palabras de Jesús. “El cáliz de bendición que bendecimos ¿no es acaso la comunión con el cuerpo de Cristo” (1 Co 10,16).
Es como si nos dijera: ¿acaso alguno lo duda? Y para reafirmarlo más, insiste: “El que coma el pan y beba el cáliz del Señor indignamente será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Examínese cada cual y coma así el pan y beba el cáliz. Pues quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propio castigo” (1 Co 11,27-29).
Para reafirmar nuestra fe en la Eucaristía podemos leer los escritos de los cristianos de los primeros siglos y veremos que la Iglesia ha entendido siempre los textos bíblicos, desde hace dos mil años, en el sentido de que, realmente, en la Eucaristía, está el Cuerpo y Sangre de Jesús.
Podemos leer, por ejemplo, lo que dice la Didache, o doctrina de los doce apóstoles, hacia el año 70: “Nos reunimos en el día del Señor, partimos el pan y ofrecemos la Eucaristía, después de hacer confesión de nuestras faltas para que nuestro sacrificio sea puro” (c. 14,1).
“Que nadie se atreva a acercarse a comer o beber la Eucaristía, si no ha sido antes bautizado” (ib. c. 9,1-5). Puede leerse también la primera carta del Papa san Clemente romano a los corintios capítulos 40 y 41, del año 96.
San Ignacio de Antioquia (†107) dice que los docetas: “se mantienen alejados de la Eucaristía y de la oración, porque no quieren confesar que la Eucaristía es la carne de Nuestro Señor Jesucristo” (Carta a los de Esmirna 7,1).
San Justino (100-165) en su Apología del siglo II, caps. 66-67 dice: “Llamamos a este alimento Eucaristía y sólo pueden participar de la Eucaristía los que admiten como verdaderas nuestras enseñanzas, han sido lavados por el baño de la regeneración y viven tal como Cristo nos enseñó.
Porque el pan y la bebida que tomamos, no lo recibimos como pan y bebida corriente, sino que se nos ha enseñado que aquel alimento sobre el cual se ha pronunciado la acción de gracias es la carne y la sangre de Jesús, el Hijo de Dios encarnado: Tal es nuestra doctrina” (c. 66, 1-4)4.
4 Otros autores que hablan de la Eucaristía.
San Ireneo (130-200) en Adversus haereses 5, 2, 3.
Clemente de Alejandría (150-215) en su libro Pedagogo 2,2.
Orígenes (185-254) en Homilías sobre el Exodo 13,3.
San Hipólito (170-236) La tradición apostólica 4,1-2.
San Eusebio (260-340) en Historia de la Iglesia 6,44.