5. Formación y funcionamiento de logias
Autor: Cardenal José María Caro Rodríguez (1924) Fuente: Catholic.net
1. 25. Formación de logias.
Como se comprende, es cosa muy fácil formar, por lo menos un triángulo
o logia irregular, cuando hay en una ciudad cinco o más masones autorizados o
delegados para ello, o simplemente celosos del progreso de la Masonería.
Ellos
conversarán con otros caballeros amigos; les harán ver la conveniencia de
asociarse para su mutuo socorro, formando una logia; les quitarán los temores
que puedan tener, y en seguida, nombrarán Venerable a uno de ellos, con lo que
el inocente se creerá muy honrado, sin sospechar siquiera que no es más que la
víctima y en instrumento de sus amigos, que nada le han dicho de su carácter de
masones de alguna logia quizás de grado superior.
Por otra parte, la idea de entrar en comunicación con otras logias, de ser
hermanos de grandes personajes nacionales o extranjeros, y de conocer los
secretos de la Masonería, es un poderoso aliciente, que hace caer a muchos en
las redes tendidas con tanta habilidad y disimulo.
‘Para determinar al curioso, decía el H. Clavel, se asegura que la
sociedad conserva religiosamente un secreto que no es ni puede ser participado
sino a los francmasones.
Para decidir a los hombres de placeres, se les hacen
valer los frecuentes banquetes en que los buenos platos y los vinos generosos
excitan a la alegría y estrechan los lazos de una amistad fraternal.
En cuanto a
los artesanos y mercaderes, se les dice que la Masonería les será provechosa,
extendiendo el círculo de sus relaciones y de sus negocios’ (Benoit, F. M. I,
190.)
1. 26. Esfuerzos de proselitismo.
Asegura Mackey, en su Encyclopedia of Freemasonry, que la Masonería
‘no sólo prohíbe a sus miembros hacer cualquier esfuerzo para obtener iniciados,
sino que actualmente exige que cada candidato para la admisión a sus sagrados
ritos declare seriamente como un paso previo, que en este voluntario
ofrecimiento de sí mismo no ha sido inclinado por impropias solicitaciones de
hermanos’ (Benoit, F. M. I, 319.)
Sin embargo, a todo el mundo le consta que la
Masonería hace una activa propaganda para afiliarse adeptos, aún en las aulas
universitarias y hasta en los liceos, Escuela militar y Escuela Naval. Yo mismo
he oído contar a varios funcionarios públicos las repetidas instancias para que
ingresaran a las logias, a tal punto, que uno, que se retiró después de la
iniciación, fue en cierto modo arrastrado al coche que se le tenía a la puerta para
llevarlo a la ceremonia que le repugnaba, aún sin conocerla.
Estos esfuerzos corresponden a las recomendaciones que grandes
autoridades masónicas hacen a los hermanos. ‘Es de la mayor importancia para
el éxito de nuestro sublime proyecto (la restauración del estado de naturaleza,) y
para facilitar y asegurar mejor su ejecución, no descuidar nada para arrastrar a
nuestra orden a miembros que descuellen en el clero, entre las autoridades
civiles y militares, las instituciones de l juventud, sin exceptuar a reyes y
príncipes, y sobre todo a sus hijos, sus consejeros y ministros, y en fin, a todos
aquellos cuyos intereses estarían en oposición con nuestra doctrina.
Es menester
hacer deslizar astutamente y bajo las formas más seductoras el germen de
nuestros dogmas, y acostumbrarlos así, insensiblemente y sin que lo sospechen,
al choque que debe anonadarlos’ (Instr. De un alto masón de Módena) (Benoit,
F. M. I, 176.)
1. 27 Artes para reclutar adeptos.
Sea por el temor de los desconocido y misterioso, sea por el desprestigio
que suele rodear a la Masonería entre la gente sería de los países católicos, sea,
sobre todo, por las prohibiciones de la Iglesia, la propaganda masónica, a pesar
de su actividad, suele encontrar grandes tropiezos.
Para allanarlos, se asegura a
los que se procura conquistar, que en la Masonería no se trata de política ni de
religión, que no hay ataque a ninguna religión, mucho menos a la religión
cristiana; que se rinde adoración a Dios, Gran Arquitecto del Universo; que hay
muchos personajes, aún religiosos, aún obispos y papas, que han pertenecido a
la Masonería; que Pío IX fue masón, que León XIII también lo fue; que se jura
sobre la Biblia; que está en los estatutos o constituciones de la Masonería la fe
en Dios y en Nuestro Señor Jesucristo, &c., &c. Se nombran personajes
conocidos y respetables que son masones, aún cuando ello sea tan falso como
cuando se dice de los Papas. ‘Si hay algún hombre de gran reputación por su
mérito, haced creer que es uno de los nuestros.’ Era una de las recomendaciones
de Weishaupt (Benoit, F. M. I, 170.)
Con esas afirmaciones para quitar todo temor, se necesita carácter para
resistir a las invitaciones de un amigo, que tal vez habla con mediana sinceridad,
porque a él también le dijeron lo mismo y no ha tenido tiempo de desengañarse
o no se ha preocupado más de ello. Ya se verá lo que valen todas esas
afirmaciones.
Weishaupt, en su ‘Código de Iluminismo’, ha dado reglas minuciosas que
los insinuantes o afiliadores deben seguir para hacer el reclutamiento de
adeptos. Antes que nada se les recomienda el examen más detallado del carácter
y circunstancias de los posibles candidatos.
1. 28. Las conquistas preferidas.
Son, en primer lugar, los jóvenes, y entre éstos, los preferidos son los
aspirantes a profesiones liberales, para los cuales Weishaupt había establecido
un grado especial, el de los Minervales o Universitarios.
El mismo jefe recomendaba también la conquista de los profesionales.
De los abogados que tienen fácil palabra, astucia y actividad, decía.
‘Estas
gentes son verdaderos demonios, poco fáciles de conducir; pero su conquista es
siempre buena cuando se los puede tener.’ Los maestros, profesores de
universidades y hasta los superiores de seminarios si fuese posible, eran también
objeto de sus recomendaciones.
Todas las logias trabajan activamente por
conquistarse a los funcionarios públicos, y mucho más por acaparar los puestos
públicos, sobre los de mayor renta y de mayor influencia. ¡Lo sabemos
demasiado! Los reyes y los príncipes, son también objeto preferido de las
conquistas masónicas:
‘El concurso de los grandes, decía Mazzini, es de una
necesidad indispensable para hacer el reformismo en un país de feudalismo.’ Los
ricos y los descontentos, son también señalados a la habilidad de los
enroladores. Son interesantes los datos y citas de Benoit sobre este punto
(Benoit, F. M. I, 160-171.)
1. 29. Los Hermanos decorativos.
He citado, al hablar del secreto masónico, la razón que daba el H.•.
Limosín para probar que la Masonería no es sociedad secreta, señalando a una
cantidad de reyes y príncipes que pertenecen o han pertenecido a la Masonería.
Estoy acostumbrado a oírlo y lo mismo les pasa a todos aquellos que
manifiestan dudas acerca de la bondad y rectitud de la masonería: ‘Don Fulano
de tal, hombre correctísimo, muy caritativo, es masón, ¿cómo se le ocurre que
haya algo de malo en laq Masonería? Ese argumento lo dan los ingleses, la
mayor parte con toda buena fe: ‘El príncipe de Gales, el Rey, es masón, es Gran
Maestre de no sé cuántas logias o Grandes logias.’
Esa confianza en la rectitud
de sus reyes o príncipes les honra; pero no tanto la ignorancia en que viven de
los resortes de la Masonería. A ésta le conviene tener en su seno o en sus listas a
tales personajes; le conviene desvanecer en el vulgo, poco observador y poco
estudioso, cualquier prevención contra sus planes siniestros; le conviene
despistar a las autoridades, haciéndoles ver que todo es inocente, a lo sumo
ridículo e infantil en sus tenidas.
Dice Luis Blanc, revolucionario y francmasón, que a pesar de los temores
que la Masonería inspiraba a los soberanos más suspicaces, ‘gracias al hábil
mecanismo de la institución, encontró en los príncipes y en los nobles menos
enemigos que protectores. Agradó a los soberanos como el gran Federico, el
tomar la plana y ceñir el mandil. ¿Por qué no? La existencia de los altos grados
les era cuidadosamente ocultado, sabían de la Masonería solamente lo que se
les puede mostrar sin peligro’ (Copin, C.J. 309.)
Hay veces que a los príncipes y a los reyes se les hace ocupar los más
altos puestos; pero eso no quiere decir que se les confíen los secretos. De todos
los príncipes que hubo en la Masonería en el siglo pasado, incluso el mismo
Napoleón, sólo Felipe-Igualdad fue verdaderamente iniciado en los secretos de
la masonería, si bien cayó también víctima de las intrigas de la Viuda, que lo
había elevado al poder.
Ésa es la explicación del juramento que se hace en
ciertos grados, como en el 29 del rito escocés, en que el iniciado se obliga bajo
severísimas penas ‘al secreto más riguroso sobre todo lo que pasa en ese grado,
aún para con el Maestre de toda la Orden, si no es notorio que ha sido
reconocido en una alta logia escocesa, o si los jefes de la logia no lo han hecho
reconocer como tal.’
Ya sabemos, pues, cuál es el papel de los príncipes en la Masonería, por
altos puestos o grados que tengan: son pantalla de la que se sirve la Masonería
para adelantar con mayor seguridad en la ejecución de sus planes, como lo
veremos mejor después al hablar de la política.
1. 30. Los Papas masones.
Ésta ha sido una de las más desesperadas invenciones que se le ha
ocurrido a la Masonería para despistar y engañar a católicos ignorantes y
sencillos.
Al final veremos las condenaciones que los Papas, casi sin
interrupción, desde que les fue conocida la secta, han venido fulminando contra
ella, siendo todas ellas concebidas en los términos más severos y con el mayor
conocimiento de causa.
Por ahora diré solamente el origen de la imputación
hecha a Pío IX, que es la que los masones tienen más en boga y con mayor
seguridad. He aquí cómo refiere y confuta esa fábula John Gilmary Shea en su
‘Vida de Pío IX’, p. 291-2, escrita en inglés: ‘Comenzó en Alemania y pensaron
(los masones) que con poner la escena en América había de escapar a la
investigación.
Declararon positivamente que Pío IX había sido recibido en una
logia masónica en Filadelfia, citaron sus discursos y declararon que se
conservaba en la logia un buen número de sus autógrafos.
Desgraciadamente,
para el cuento, Filadelfia está en el mundo civilizado. La gente sabe allí leer y
escribir. Se averiguó y se encontró que no hay en aquella ciudad logia masónica
con el nombre dado; se encontró que ninguna logia en Filadelfia había recibido
jamás a Juan María Mastai; no se pudo encontrar huella de que él haya estado
allí, porque nunca estuvo; ninguna logia tenía ninguna de sus cartas autógrafas;
los mismos masones atestiguaron que todo no era sino una pura invención.
La
calumnia así refutada ha revivido de cuando en cuando y en la última versión se
ha puesto cuidado en no especificar ni logia, ni ciudad, con demasiada
distinción’ (Preuss, A. F. 270-271.) Para hacerlo creer más fácilmente habían
colocado en una fotografía de un masón con insignias, la cabeza del papa,
recortada de su retrato y ajustada en lugar de la del masón.
El lector recordará el consejo de Weishaupt, citado poco antes: asegurar
que las personas de mérito pertenecen a la Masonería, para ayudar con eso al
reclutamiento de los adeptos. La mentira esa sobre Pío IX, estaba calculada
sobre todo para engañar al clero, a fin de que siguiera el ejemplo de uno que
había sido su jefe.
No sé si habrán encontrado en el mundo entero sacerdote tan
cándido o ignorante que se haya dejado engañar con ella. Eso sí que la mentira
se repite aún entre nosotros, en la sociedad del día, demasiado ignorante en
materias de religión y de historia eclesiástica, por desgracia.
1. 31. La iniciación.
Cada grado tiene su ceremonia de iniciación, ceremonia larga y llena de
simbolismo. Como no puedo, dentro de mi propósito, detallarlas, ni siquiera dar
idea breve de las principales o de las tres primeras, remito al lector que quiere
tener mayor conocimiento sobre el ritualismo masónico, a la obra de Benoit.
Me
limito solamente a dar la descripción sumario de la iniciación al primer grado, al
grado de aprendiz, que es la puerta de la Masonería, advirtiendo que actualmente
ya parece que no están en uso, por demasiado ridículas, las pruebas que antes
ordenaba el Ritual.
‘El aspirante, dicen los rituales, se presenta a la logia en un estado en que no está ‘ni vestido ni desnudo’, porque, agregan, ‘nuestras costumbres no toleran
el estado de desnudez completa.’ Es despojado de ‘todo metal’, es decir, de todo
el dinero que lleva consigo. Se le vendan los ojos y se le conduce a una cámara
negra, llamada ‘gabinete de las reflexiones’, especie de tumba, en que hay
cabezas de muertos y otros huesos humanos, con inscripciones grabados en las
paredes.
‘La permanencia del candidato en este antro o tumba, se llama la ‘prueba
de la tierra.’ Queda algunos minutos solo, son los ojos vendados: en seguida, a
una señal, se quita la venda y se pone a leer las inscripciones grabadas sobre las
paredes:
‘Si tú eres capaz de disimular, tiembla; se irá al fondo de tu corazón. Si
tu alma ha sentido en espanto, no pases adelante. Si te gustan las distinciones
humanas, sal; aquí no se conocen. Se podrá exigir de ti los más grandes
sacrificios, aún el de la vida: ¿estás dispuesto?’
‘En seguida el candidato debe hacer su testamento y responder por escrito
a las tres preguntas siguientes: ¿Cuáles son los deberes del hombre para con
Dios? ¿Cuáles son los deberes para con sus semejantes? ¿Cuáles son los deberes
para consigo mismo?’ Es, dice Ragón, un medio de tantear a los candidatos que
se presentan.’
‘El hermano Terrible7[7], o Introductor, toma el testamento y las respuestas
y las lleva al Venerable o presidente de la logia. El postulante es siempre
admitido, cualesquiera que sean las respuestas.
‘El hermano Terrible vuelve a él, le venda de nuevo los ojos, le pasa por el
cuello una cuerda cuya extremidad tiene él y lo lleva en este estado a la puerta
de la logia. El aspirante forcejea con la puerta por tres veces. Una voz del
interior pregunta: ¿Quién es el audaz que trata de forzar la entrada del templo?’
El hermano Terrible responde: ‘El hombre que acaba de golpear es un profano
deseoso de ver la luz, y que viene a solicitarla humildemente de nuestra
respetable logia.’
‘La puerta se abre y el candidato es introducido en la logia cubierta de
azul. El hermano Terrible lo conduce entre las dos columnas que sostienen el
edificio y que tienen los nombres de Jakin y Booz, como las del pórtico del
templo de Salomón. Allí el candidato sufre un interrogatorio y es sometido a
diversas pruebas, llamadas pruebas del aire, del agua y del fuego.
Por medio de
máquinas se imita la caída del granizo, el silbido del viento y el estampido del
trueno: es la prueba del aire. Se le sumerge la mano izquierda en un tarro lleno
de agua: es la prueba del agua. Se le envuelve en ‘llamas purificadoras’,
soplando sobre él polvo de licopodio al cual se pone fuego: es la prueba del
fuego.
‘Siempre con los ojos vendados viaja tres veces dando cinco o seis vueltas
en todos los sentidos; bebe un brebaje amargo; pasa sobre tablas movedizas que
se escapan bajo sus pies, y sube las gradas de la ‘escala sin fin;’ se hace el
simulacro de abrirle una vena, para asegurarse de su adhesión a la Masonería;
porque, se le dice: ‘la sociedad en la cual deseáis ser admitido exigirá tal vez que
derraméis por ella hasta la última gota de vuestra sangre.’ Se le anuncia que se le
va a imprimir el ‘sello masónico’ sobre su cuerpo con fierro candente; pero se
contentan con aplicarle solamente el cabo de una vela recién apagada o el pie de
un vaso calentado de antemano.. En fin, presta el juramento de no revelar
secretos, signos, toques, doctrinas y usos de los masones.
‘Entonces se le quita la venda, y ve en torno suyo a sus hermanos armados
de espadas desnudas dirigidas contra su pecho: ‘No temas nada, hermano mío, le
dice el Venerable no temas nada de las espadas que están vueltas contra ti. Ellas
no son amenazadoras sino para los perjuros. Si tú eres fiel a la Masonería, estas
espadas estarán prontas para defenderte. Si, por el contrario, llegas alguna vez a
traicionarla, ningún lugar de la tierra te ofrecerá un refugio contra estas armas
vengadoras.
‘El neófito recibe la palabra de pase: es Tubalcaín, que significa ‘metal o
reino mineral’, porque este nieto de Caín, según la escritura, ‘trabaja los
metales.’ Se le ciñe con un mandil de piel blanca y se le entrega un par de
guantes de mujer que deberá ofrecer a la que el más estime.’
‘La iniciación está terminada: el profano ha llegado a ser aprendiz’
(Benoit, F. M. I, 203-206.)
1. 32. Apostasía radical del Iniciado.
Las ceremonias, ritos y símbolos de la Masonería están muy calculados
para ir abriendo poco a poco al iniciado el verdadero sentido que tienen y
enseñarle gradualmente las verdaderas doctrinas de la secta, de modo que
insensiblemente se vaya penetrando de ellas sin que nadie se las declare. Tanto
es así que es difícil que, entre todos los aprendices, haya alguno que se dé cuenta
de que el acto que acababa de hacer, ese acto en que tal vez él ha declarado ser
católico, es, sin embargo, una apostasía radical de la religión que profesa.
Esa
apostasía está envuelta en el significado de las ceremonias; más tarde ella se irá
desarrollando junto con la inteligencia de que ella vaya adquiriendo. He aquí
cómo declara esta apostasía el autor tantas veces citado, Benoit: El profano tiene
una ‘venda en los ojos y una cuerda al cuello’, en efecto, está ‘en las tinieblas de
la superstición y de los prejuicios’ y lleva las cadenas de que los sacerdotes y los
reyes lo han circundado. Se presenta al ‘templo’ para recibir ‘la luz’ y ‘recobrar
la libertad;’ porque sólo la Masonería ‘puede iluminar su espíritu con la
verdadera ciencia’ y darle ‘la libertad del estado de naturaleza.’
Los que habitan el templo lo despojan de sus ‘vestidos’ y de su ‘metal;’
porque si él quiere tomar puesto entre los discípulos de la naturaleza, debe
abjurar todo pudor y renunciar a toda propiedad: ‘el lujo’, aún el de los vestidos,
‘engendra todos los vicios y el verdadero masón no debe poseer nada como
propio.’ El candidato hace su testamento antes de penetrar entre los hermanos,
porque ‘la propiedad individual es contraria a la perfecta igualdad que reina en
el templo’, y aún, ‘el que es recibido masón entra en un estado de muerte.’ Se le
pide una profesión de fe sobre sus deberes para con Dios, para con sus
semejantes y para consigo mismo; si es verdaderamente digno de la luz, podrá
responder como un candidato célebre:
¡Guerra a Dios! ¡Libertad para mí!
¡Igualdad para todos! Pero si responde como deísta o aún como católico, no por
eso dejará de ser recibido; porque la masonería no pide a sus adeptos sino una
sola cualidad, la de ser ‘tolerantes’ o ‘filántropos.’ Que piensen de Dios lo que
quieran, eso es cosa indiferente, con tal que no pretendan imponer sus creencias
a nadie…’
Las pruebas le enseñan que no puede desprenderse de sus prejuicios y
cadenas, sino mediante un trabajo incesante sobre sí mismo bajo la dirección de
sus nuevos jefes, y que, aunque los elementos se vuelvan contra él, perseverará
en la carrera emprendida. Viaja en todas direcciones porque deberá dedicarse a
toda suerte de investigaciones y estudios, a fin de tomar sobre todas las cosas
ideas nuevas contrarias a las que ha tenido hasta ahora. ‘He aprendido’ en estos
viajes, dice el compañero, ‘que importa por sobre todo y ante todas las cosas
conocerse a sí mismo y trabajar en perfeccionarse y en desprenderse de los
prejuicios y de las supersticiones que nos ciegan’ (Catecismo del Compañero)…
Después se le da la luz, como fruto y premio de sus pruebas y trabajos.
Los compañeros con sus espadas dirigidas contra él le enseñan que estarán
siempre a su lado, para defenderlo contra los profanos y para hacerlo cumplir
sus compromisos.
La palabra de pase es Tubalcaín, porque debe trabajar los metales,
entregándose al estudio de la naturaleza comenzando por el reino mineral, que
tiene el primer lugar en ella. Debe también honrar a Tubalcaín, como
descendiente de Caín, y según los masones, de Satanás también por Caín, y
porque, según las tradiciones masónicas, tenía las costumbres del estado de
naturaleza.
Se le da el mandil, porque estando a los principios de su iniciación
masónica, todavía tiene el sentimiento del pudor… La mayor parte de estas
interpretaciones son dadas por las mismas obras masónicas. Todas resultan de la
naturaleza misma de las ceremonias en relación con el fin (Benoit, F. M. I, 206-
208.)
En una palabra, las ceremonias aceptadas o ejecutadas por el que se inicia,
son una profesión de que, fuera de la masonería, el candidato, católico o no,
cristiano o no, estaba en tinieblas, y por tanto, que la fe que hasta entonces
profesaba, no era verdad ni luz para él. Puede verse sobre este mismo punto
(Preuss, A. F., cap. IV,) donde el autor, con la autoridad de los dos grandes
pontífices de la Masonería en Estados Unidos, Pike y Mackey, no sólo establece
el cambio de doctrina que hace el iniciado, apostando de la que antes profesaba,
sino también la falta absoluta de autoridad del nuevo magisterio del cual
pretende recibir la verdad y la moralidad.
1. 33. Consecuencias prácticas de la apostasía de la iniciación.
La consecuencia inmediata es el abandono de aquellas prácticas
religiosas, al menos las públicas, como la Misa, que pertenecen a ese estado y
profesión que se abandona como tinieblas para buscar la luz. Al final de la vida,
esa apostasía opone al sacerdote una dificultad casi insalvable para procurar la
reconciliación del iniciado. Ya no se trata solamente de dificultades del orden
moral, como sucede con otros pecadores; es la completa y formal apostasía que
se ha hecho de la religión la que impide morir con los auxilios y consuelos de la
fe cristiana. Como se verá después, el masón, al iniciarse, queda excomulgado.
1. 34. La selección.
‘Debemos aumentar el número de nuestros hermanos, dice el ritual de los
Jueces Filósofos Desconocidos; pero con discreción.’ A la Masonería no le
conviene que entre en ella toda clase de gente, ni siquiera que perseveren en ella
todos los que entran, ni mucho menos que asciendan a los grados más altos
todos los que perseveran. Todo está calculado para hacer la selección que
conviene a sus planes. En primer lugar, la iniciación misma es una buena
coladera que no deja entrar a los que tienen demasiada independencia para
dejarse gobernar por un poder oculto, cuyos fines y aún cuyos verdaderos
representantes se ignoran.
Los demasiados curiosos, los escépticos, que o se
dejarían llevar con demasiada inquietud a investigar los verdaderos secretos de
la Masonería, o no estarían dispuestos a creer todo lo que en su nombre se les
dice, y amenazarían revolver el gallinero, pueden también quedar detenidos por
las ceremonias de la iniciación, que son demasiado humillantes y ridículas para
que todos puedan pasar por ellas y quedarse satisfechos. ‘Apenas, dice Copin-
Albancelli, los profanos que pertenecen al grupo de los curiosos o escépticos
han contemplado los estúpidos gestos que les obliga a hacer la Viuda el día en
que por primera vez los recibe en su casa, se sienten humillados y le vuelven las
espaldas con desprecio’ (Copin, C. J., 56.)
Yo mismo he oído a alguno decir: ‘Vi
que eran leseras no más y me retiré.’ Pero la selección comienza solamente con
las pruebas de la iniciación. En seguida viene el trabajo de formación o
deformación, como lo llama el autor citado, que estuvo sujeto a él por seis años,
y en este tiempo es cuando se conoce mejor al iniciado y sus aptitudes para
servir los planes de la institución. Se manifiesta buenas aptitudes, será elevado a
los grados superiores; si no las manifiesta, si no presta servicios ni da esperanzas
de prestarlos, se le dejará vegetar para ayudar a la caja, o hasta que se aburra
solo y se vaya, sobre todo cuando no hace mucho honor a la institución.
Esto se
hace de grado en grado, poniéndose en práctica un espionaje hábilmente
organizado, y como la iniciativa de la elección o ascenso viene de lo
desconocido, aunque nadie o pocos se den cuenta de ello, el que se siente
postergado, no tiene más que llevarlo con paciencia.
Si hay algún hermano que se muestra demasiado recalcitrante para
penetrarse del espíritu de la Orden, se le hostiliza, y si hay algún pretexto para
ello, se le condena o se le expulsa como indigno de estar en compañía de tanto
virtuoso. Si la falta no es muy grande, se le suspende: se le deja dormir.
Pero no se vaya a creer que los que se retiran de la Masonería le han sido
del todo inútiles. La Orden tiene demasiada sagacidad y experiencia para no
saber aprovechar las fuerzas y la posición social de cada cual. Cuando ya no se
espera más del Hermano, cuando haya dado de sí todo lo que podía dar en favor
de la institución, sólo entonces se le dejará a un lado, se les postergará y
olvidará.
1. 35. La caja.
Es una cosa tomada muy a pechos en la Masonería, como que tiene
muchos gastos ordinarios y a veces extraordinarios; no tanto en las obras de
beneficencia, como pregona, sino en obras de propaganda, política, fiestas, &c.
Hay especial prohibición de los reglamentos para admitir a profanos que no
puedan soportar las cargas de la Orden. Hay impuestos ordinarios, como cuotas,
derechos de matrícula o de ascenso, precio de insignias, &c. Hay entradas
extraordinarias, provenientes de multas, donaciones, legados y quizá
subvenciones gubernativas. Ahí es donde los ricos prestan especialmente sus
servicios a la Orden, y para ese fin particular se les inicia en ella. Darán sus
cuotas, harán sus donativos y no se preocuparán de lo que pasa en las logias.
‘Dejad a un lado’, decía Weishaupt, en el capítulo de sus instrucciones relativo a
la exclusión de los altos grados, ‘dejad a un lado a los brutos, a los groseros, a
los imbéciles. Hay, sin embargo, una especie de imbéciles a quienes no conviene
decirlo; porque se puede sacar alguna ventaja alguna ventaja de su tontería. Sin
tener espíritu, tienen, al menos, escudos. Esa gente es gente buena y la
necesitamos. Esa buena gente hace número y llena la caja. Augent numerunt et
aerarium. Poneos, pues, a la obra; es menester que esos señores muerdan el
anzuelo; pero guardémonos bien de decirles nuestros secretos. Esta clase de
personas debe estar siempre persuadida de que el grado que tienen es el último’
(Benoit, F. M. II, 197.)
Sin embargo, como se les halaga, y ellos no saben que la consideración de
que se les rodea no es tan desinteresada, suelen hacer grandes donativos. Se sabe
por el apunte de uno de los papeles del Club de Propaganda, encontrados en
poder del cardenal Bernis, que el duque de Orleans había dado 400 mil francos a
la caja.
La Masonería recibió subvenciones del Gobierno en Francia para preparar
en otros países las insurrecciones que debían estallar al paso de las armas
republicanas (Benoit, F. M. II, 201.)
1. 36. Las tenidas.
Así suelen llamarse las sesiones de las logias. Lo leemos con frecuencia
en los avisos que publican en los diarios. Las tenidas son distintas para los
diversos grados; los de grado superior pueden asistir a las de los grados
inferiores, mas no vice-versa. Son de dos clases: las solemnes y las de comité o
puramente administrativas. Deben tener lugar mensualmente al menos cada una
de ellas. Las primeras suelen ser concurridas; las segundas no; sólo los
administradores de la logia tienen obligación de asistir a éstas, que son las
tenidas ordinarias. Las hay también extraordinarias.
En las tenidas se observa con toda formalidad el ritual, lleno de preguntas
y respuestas para saber si la logia esta cubierta, es decir, que no hay profanos al
exterior ni en el interior, después de lo cual se hacen los signos, las baterías y las
aclamaciones. Para cerrar la tenida se procede igualmente.
Cuando funciona la logia con los tres grados de aprendiz, compañero y
maestro, todos los signos y ceremonias corresponden al primer grado, porque los
de grados inferiores no deben saber nada de lo que toca a los grados superiores.
A veces se abre la tenida con los tres grados y hay que sesionar en los tres.
Entonces, una vez que sesionó el primer grado, se manda a los aprendices cubrir
el templo, es decir, retirarse. Se abre en seguida, especialmente, la tenida del otro
grado, y lo mismo se repite si hay que celebrar tenida de maestros. Esto debe
hacerse cada vez que hay que iniciar a un maestro.
El orden que se observa en la sesión suele ser el siguiente:
1° Apertura del trabajo, según el rito y con el misterio acostumbrado.
2° Lectura y aprobación de la plancha (acta) de los trabajos anteriores.
3° Introducción de los visitantes después del examen.
4° Lectura de correspondencia.
5° Trabajos a la orden del día: iniciaciones, conferencias, &c.
6° Circulación del Saco de proposiciones y del tronco de Pobres o de Beneficencia.
7° Lectura del bosquejo de acta y clausura.
1. 37. Lo grotesco en lo solemne.
He aquí el juicio que le han merecido a un masón las ceremonias que se
observan en las tenidas solemnes: ‘La tenida solemne es la que hay que
considerar, si se quiere sentir palpitar el alma masónica. Pues bien, un
observador, por más que abriera ojos y orejas no oiría, no vería nada,
absolutamente nada, fuera de interminables palabras impresas del fanatismo
anticatólico más feroz y de algunas ceremonias que, no por alcanzar a lo
grotesco del asesinato de Hiram, dejan de ser de un ridículo acabado.
Esto es,
por otra parte, lo que explica que tantos profanos, que no se glorían de eso,
sufran las estúpidas pruebas de la iniciación, asistan a dos o tres tenidas, y en
seguida, avergonzados de sí mismos y convencidos de la completa inutilidad de
esa vida masónica, que había exaltado su imaginación, no vuelvan a poner más
los pies en la logia. Renuncian o se hacen rayar por falta de pago de cuotas y
guardan toda su vida la convicción de que se han dejado mixtificar…’
‘Parece que los masones se entregan a ejercicios tanto más estúpidos
cuanto más suben en grado. Esta especie de ascensión en la necedad parece, por
otra parte, marcada por los ‘pasos’ que son peculiares a cada grado. Porque es
preciso saber que los masones, cuando penetran en sus talleres, una vez
comenzados los trabajos, no marchan como todos.
‘Cada grado tiene su paso.. El de aprendiz, el solo que es permitido
ejecutar en las tenidas solemnes, en presencia de aprendices, es ya pasablemente
ridículo. El de compañero lo es más. En cuanto al de maestro, llega a los últimos
límites de lo grotesco. El masón que ejecuta el paso de maestro, debe juntar en
un mismo ejercicio el paso de aprendiz y el de compañero y termina zanqueando
y volviendo a zanquear de derecha a izquierda y de izquierda a derecha, tres
veces seguidas, lanzando el pie muy alto, pues, aunque el famoso cadáver de
Hiram esté ausente, por supuesto, el ejecutante, con todo, debe tener cuidado de
no tropezar con él.
No sin motivo, se ve que los masones de baja graduación se
muestran inclinados a no dar ninguna importancia a los altos grados. Aceptan sin
ninguna dificultad la opinión que circula entre las logias (que no se sabe de
dónde viene,) y según la cual, los altos grados estarían reservados a aquellos
masones que son demasiado vanidosos para no retroceder ante ninguna
estupidez por amor al galón…’
1. 38. El famoso Hiram.
Como el cadáver de Hiram o el nombre de este famoso personaje tiene
mucha figuración en las logias del tercer grado para arriba, dejando para poco
después la explicación de su simbolismo, transcribiré aquí la ceremonia que se
desarrolla alrededor de él en el grado de maestro.
‘Por la lectura del catecismo y
del ritual del grado, se advierte que los maestros conmemoran en sus reuniones
el asesinato, entierro y exhumación de un cierto Hiram, dado como constructor
del templo de Jerusalén, bajo Salomón, y padre, afirma el ritual, de todos los
masones del mundo pasado, presente y futuro, sean de raza blanca, amarilla o
negra.’
Esta ceremonia burlesca tiene lugar en un local especial llamado ‘Cámara
del medio’, donde los masones llegados al grado de maestros, entran uno por
uno, con la cabeza cubierta, como los judíos que entran a la sinagoga. Está aún
prohibido, cuando se entra por primera vez a la sala, hacerlo de otro modo que
reculando…
‘No sólo se da, en la Cámara del Medio, lectura del asesinato de Hiram y
del descubrimiento de su cadáver, sino que los masones representan entre la
escena del asesinato y de la busca del cadáver, a la luz de bujías recubiertas con
inmensos apagadores, de treinta centímetros de alto, y que dejan pasar la luz por
una escotadura hecha en su parte superior y por otra hecha en uno de los
costados e la base. Uno de los ‘venerables maestros’ hace el papel de Hiram;
otros, el de los asesinos.
Se representa la escena del asesinato. En seguida,
Hiram, fingiéndose el muerto, se acuesta en un ataúd y se le cubre con un paño
mortuorio, sobre el cual se arregla una gran rama de acacia artificial. Ese ataúd
está colocado en el centro de la Cámara del Medio.
El Venerable, entonces,
expone con la mayor seriedad, a sus hermanos, que Salomón está turbado por la
desaparición de Hiram, y que ha dado orden de que se le busque.
Inmediatamente toda la banda ejecuta un primer ‘viaje de busca’, es decir, que
se pone a ir y venir por complacer a Salomón, a dar vueltas y a buscar por todas
partes el cadáver, dando cada uno muestras de no ver el ataúd. Después de
comprobar que son vanas las búsquedas, se ordena un segundo viaje de busca,
en atención a la pena de Salomón que no hace sino crecer. Después del segundo
viaje, un tercero. Sólo en el curso de este último es permitido descubrir, no el
cadáver (no se va tan ligero como eso,) sino la rama de acacia.
Entonces todos
se precipitan y forman círculo alrededor de esta rama. Se quita el paño bajo el
cual el falso Hiram se hace el muerto. Se le toma la mano, se le sacude el dedo.
Se finge ver con espanto que el dedo se desliga de la mano y exclaman con
horror: ¡Macbenas! lo que parece significa: ‘¡La carne ha dejado los huesos!’
Después de lo cual se ayuda al seudo-Hiram a levantarse; y éste vuelve a entrar,
incontinenti, con su dedo, en su verdadera piel de masón cretinizado.
‘Los verdaderos maestros no entran jamás en la Cámara del Medio sino
para entregarse a esta extraordinaria e inverosímil bufonada…’ (Copin, P. O.,
165-182.)
A pesar de la ridiculez y de que hay muchos masones que han pedido la
supresión, esas ceremonias se mantienen aún durante dos siglos. Eso prueba que
se las conserva con algún fin. Y desde luego, sin duda,, para despistar a las
autoridades, haciéndoles creer que la Masonería se ocupa en cosas de niños, o a
lo sumo en ridiculeces. Sirven, también, de obstáculos para que no entren en las
logias los que no han de tener suficiente docilidad o han de ser peligrosos.
Además, sin duda, sirven para la formación misma, para disponer a los iniciados
a la aceptación de las sugestiones del poder oculto que dirige la Masonería. Con
ese fin se les trata como niños de tres, de cinco y de siete años respectivamente,
según el ritual, y se les obliga a hacer marchas y contra-marchas como a los
niños de la escuela (Copin, P. O., 160-180.)
Con razón me decía un caballero que, al oír los ejercicios que tenían lugar
en una logia que funcionaba en el piso superior a aquél en que él estaba, había
preguntado si había algún colegio arriba.
¡Y pensar que tanto alto personaje, congresales, ministros, diplomáticos,
generales, y aun jefes de Estado, han hecho su carrera, preparándose con
semejantes ejercicios!
7[7] En la Gran Logia de Chile no hay ese título; el oficio lo desempeña el Hno. Guarda Templo.<1.>