13. Doctrinas Filosófica y Sociales
Autor: Cardenal José María Caro Rodríguez (1924) Fuente: Catholic.net
108.- Materialismo y Ateísmo
Casi todas la variantes del culto y simbolismo masónico van a parar en la
negación del Ser Supremo, distinto de este mundo material, es decir, en la
negación de Dios, tal cual lo ha conocido el mundo cristiano, el pueblo
mahometano y el judío; espiritual, infinito, con una infinidad de perfección
actual y no sólo con la infinidad pasiva, de recibir formas indefinidamente
posibles, propias de la materia.
La Masonería, busca de sus pontífices protesta
del cargo de ateísmo que lo hace; pero trata de conciliar su afirmación de
divinidad con el materialismo: ‘El materialismo, dice Ragón, es muy
impropiamente llamado ateísmo. El ateísmo no es concebible: sería suponer
efecto sin causa; puesto que es la causa de todo lo que existe lo que se designa
con el nombre de DIOS, el cual es la causa desconocida de efectos conocidos.
Pues bien, tal absurdo no es admitido por nadie, sino por la ignorancia o por la
mala fe. Por tanto, no puede haber ateos.
La sola división que existe está en la
cuestión de saber si la causa de toda existencia es espiritual o material, es decir,
aislada, independiente de la materia, o bien inherente a la materia y formando
parte integrante de ella. Pero un materialista no es un ateo’ (Benoit, F. M., I,
232.) Eso está bueno para engañar tontos.
Desde el momento en que se acepta
que la divinidad no es más que el mundo material, y principalmente el hombre,
que es la parte superior del mundo, se niega la existencia de Dios en la realidad,
dejando solamente el nombre, como una muestra más del engaño e hipocresía
que usa la Masonería.
‘Viendo (los masones) que cada ser construye, infieren de ahí que la
construcción es universal, que una actividad constructiva se ejerce a través del
mundo, el cual no existe sino porque perpetuamente se construye. El universo
aparece así como un inmenso taller que se edifica él mismo por el intermedio de
infinidad de seres dedicados a su construcción.
Pero los seres se construyen por
un tiempo limitado, mientras que la construcción del conjunto es indefinida.
Notemos aquí que construcción implica discernimiento. Un pollito se desarrolla
en el huevo según un plan. Las células que se multiplican obedecen a una
sugestión constructiva para constituirse en organismo.
¿No se ejerce en grande
una sugestión análoga sobre todo lo que se desarrolla, sobre la evolución
humanitaria, por ejemplo?
¡Y he ahí al Gran Arquitecto reconocido en su obra, que es la gran obra del Progreso general!..
‘Un masón no tiene nada de metafísico, hábil para hacer el titiritero con
concepciones etéreas; es un constructor sobre la tierra plana, que no construye
en las nubes.
Sintiendo bajo sus pies el suelo, se vuelve hacia él antes de
investigar las nubes. Lo que cae bajo sus sentidos es para él el punto de partida
de toda revelación.’ (Oswald Wirth, ‘El Dios de la Teología y el Gran Arquitecto
de los Francmasones’
Otros hay que proponen con más franqueza su ateísmo: ‘Somos personalmente
tan ateos como se puede ser. La idea de Dios es de las que rehusamos aun
discutir; tan indigna de consideración nos parece. ¡Pues bien! No por eso somos
menos partidarios de que se mantenga el Gran Arquitecto del universo. Esta
inscripto en la cabeza de las primeras constituciones. Dejémoslo. Otros lo
aceptan como una verdad; nosotros lo soportamos como una convención’. (H..
Lantoine, cit. Rev.des SS. SS. N° 18, p. 328, 1925)
Sobre esos principios se edifica la libertad absoluta que defiende la Masonería, y
con mucha lógica; porque si no hay más Dios que la Naturaleza, de la cual
nosotros los hombres somos la parte culminante, nosotros somos dios o parte
principal de dios, somos soberanos independientes de todo otro ser como no
sean las leyes naturales, físicas, químicas, mecánicas. De ahí que se exhorte al
hombre a ser su propio dios y adorador de sí mismo.
109. — Negación del alma espiritual e inmortal
Respecto a la inmortalidad y espiritualidad del alma, no pueden ser dudosas las
teorías masónicas. Si el alma a lo sumo es una parte de la divinidad y no puede
ser parte de ella si ésta no es algo material, divisible, claro está que, el alma es
también algo puramente material, sujeta, por lo mismo, a corrupción y a muerte.
‘En el principio, dice Pike, el Universo no era más que un alma. Era un Todo
solo, con Tiempo, Espacio, e Infinito como ellos. Tuvo ese pensamiento: - Yo
creo al hombre, cuya Alma sea mi imagen y e´l gobernará. Y ¡he ahí! El Hombre
con sentidos, instintos, y un alma nacional!’Y sin embargo, no hombre todavía,
sino un animal que respiraba, que veía, que pensaba, hasta que penetró en su
cerebro una centella inmaterial del propio Infinito Ser de Dios , y se hizo Alma:
y ¡he ahí al hombre, al Inmortal’. (Preuss, A.F.,204.)
Esta centella, en la muerte vuelve al seno de Dios, si está purificada con la
iniciación masónica, que es como una muerte espiritual que borra lo pasado, y si
no está purificada tendrá que dar vueltas por la vida hasta que se purifique. Esta
es la doctrina del Supremo Gran Pontífice de la Masonería Universal, Pike.
Es
cierto que afirma que el alma tendrá su actividad e inteligencia en Dios, como
antes de unirse con el cuerpo, pero ésa no es ni puede ser otra vida que la que
tiene la parte en el todo en cual se refunde. Se deja, pues, en el nombre la
Inmortalidad del alma; en realidad se la niega; pues, si su inmortalidad se reduce
a eso, también las pIantas, los frutos, son inmortales, ya que ninguno de sus
componentes se reduce a la nada, sino que todos los elementos disueltos con la
muerte, vuelven a formar parte del todo material de donde habían salido.
Las doctrinas masónicas sobre este punto, tales como las han expuesto Pike y
Mackey, son las mismas de los gnósticos, con las viejas teorías de la
preexistencia de las almas, de su transmigración y de su vuelta a Dios, con todo
su cortejo de incongruencias y de falta de lógica, que los doctores masones
prefieren pasar por alto y aceptar, porque esas eran las doctrinas de los
antiguoos. (Véase Preuss, A. F., 200 -220)
El predominio de las ideas materialistas entre los hermanos es la causa de la
insistencia con que se enseña en las cátedras oficiales, que están casi todas en su
poder, la teoría del darwinismo o transformismo, con su postulado indispensable
de la generación espontánea y su cortejo de absurdos, de ridiculeces, de
afirmaciones sin fundamento serio y de esfuerzos por sorprender en las capas de
la tierra algún mezquino indicio, entre la inmensa mina de hechos que no no
dejan subsistir por un momento la absurdísima idea de que las cosas se pongan
solas en movimiento, después de haber comenzado a existir sin que nadie les
diera la existencia, que se hayan dado solas la vida, las que la tienen, sin
recibirla de un ser que antes la tuviera, que se hayan dado la inteligencia, los
seres que la tienen, sin recibirla de quien pudiera darla, que las cosas se hayan
ordenado solas, que se construyan solos esos admirables organismos, que
nuestra inteligencia no alcanza aun a conocer y admirar, sin que haya una
inteligencia que haya establecido el orden y las leyes, en una palabra, que la
nada haya producido lo que existe y que el acaso ciego haya llenado de leyes y
de orden el universo.
Contra estas enfermedades de los espíritus, que no son nuevas en la humanidad,
hay que tener paciencia y mucha caridad, al mismo tiempo que hay que usar de
la reflexión para con todos aquellos que no están aun fanatizados y cegados por
el constante repetir de los mismos errores acompañados de los mismos aordes de
las palabras ciencia, progreso, evolución y otras parecidas.
110. — Doctrinas comunistas, antianarquistas, bolchevistas
No son más que consecuencias de la doctrina masónica acerca de la igualdad
primitiva, que se propone restaurar entre los hombres, de esa igualdad absoluta,
tan invocada y querida por los Comunistas corno fundamento de la realización
de sus sueños.
Ya desde la entrada en la logia se previene a los adeptos que en la
Masonería no hay distinciones, que todos son iguales; se le hace hacer la entrega
del metal, es decir del dinero que llevan y si no se les deja desnudos es porque
las costumbres no permiten realizar ese ideal. Así los hombres quedarían
iguales en todo lo que no depende únicamente de la naturaleza.
Esa igualdad trae consigo la comunidad de bienes y lógicamente las demás
comunidades, especialmente la de mujeres y de la patria, a que aspiran ciertas
escuelas socialistas.
Naturalmente, cuando la Masonería necesitaba el apoyo de los reyes y príncipes,
para trabajar a las sombras de ellos en derribar sus tronos, y cuando necesitaba
del dinero de los ricos para su propaganda o para sus misiones revolucionarias,
no se proponían tan claramente las doctrinas socialistas o anarquistas. Y ahora
mismo, no en todas partes se habla claramente de esos ideales; eso haría que se
retiraran muchos de cuyo apoyo y dinero la Viuda tiene necesidad.
Todos o casi todos los autores que he tenido a la vista establecen el parentesco
doctrinal entre la Masonería y los sistemas destructores del orden social y los
esfuerzos empleados por la Masonería para tener a los partidos revolucionarios
como aliados o instrumentos suyos; y los autores de los últimos tiempos
manifiestan a las claras la íntima relación del judaísmo con la Masonería y con
los partidos revolucionarios, desde el Socialismo hasta el Bolchevismo.
‘De la explicación del ritual (masónico,) dice Eckert, cómo de la historia y de las
confesiones de la Orden hay razón para concluir que la Francmasonería es una
conjura contra el altar, el trono y la propiedad, con el fin de establecer sobre el
haz de la tierra un reino social y teocrático, cuyo gobierno religioso y político
tendría su sede en Jerusalén!..
La condición indispensable para su realización es
la destrucción de los tres obstáculos que se le oponen: la Iglesia, el trono y la
propiedad’ (I. 208.) El Congreso masónico de Saintes, en 1847, y los que le
siguieron ‘prueban con demasiada claridad que la Masonería tiene por fin el
socialismo y por medio de la revolución’ (Eckert, II, 227, nota.)
Eso explica el
favor que la Masonería prestó y presta a todas aquellas asociaciones o ligas que
directa o indirectamente se proponen parcial o totalmente la destrucción de la
propiedad, la revolución social y la guerra al cristianismo, asociaciones que se
multiplicaron en Europa y América en el siglo pasado.
A ellas dedica Benoit la
sección segunda de la segunda parte de su obra ‘la F.M.’, tantas veces citada, a
la cual remito al lector que quiera estudiarlas más detalladamente. Lo digno de
observación, es, como hace notar Webster, que todos esos movimientos
subversivos, de los cuales el bolchevismo se nos presenta como la última fase,
tienen una sola mira: la destrucción del Cristianismo. ‘Lo repito: No es una
revolución económica lo que forma el plan de los directores reales del
movimiento, no es ni la ‘dictadura del proletariado’ ni la reorganización de la
sociedad por los inteligentes del ‘Trabajo’; es la destrucción de la idea cristiana.
Los oradores socialistas pueden prorrumpir en invectivas contra la aristocracia
corrompida o los ‘hinchados capitalistas’, pero éstos no serán los que más
sufrirán una vez que esté ejecutada la conspiración. La revolución mundial se ha
manifestado siempre indulgente para con los aristócratas egoístas y
corrompidos, desde el marqués de Sade y el duque de Orleáns para adelante.
Son los buenos, los rectos, los benévolos, los que han caído víctimas de la furia
revolucionaria’ (p.341.)
Las logias quieren hoy, dice el Marqués de Colbet en el Echo du Cher, el
despojo de los propietarios, la supresión de la herencia, la socialización del
individuo, nuevos impuestos, la nacionalización de las grandes empresas, etc.’,
es decir, el programa de la Internacional roja (Rev. de SS. SS., p. 41, 1925.)
Con
razón, detrás de todo este movimiento revolucionario, ramificado en tantos
sistemas, grupos o partidos, a veces contrarios entre si, y que, sin embargo,
todos van al mismo fin, la destrucción del orden social cristiano, los que
estudian y observan no pueden menos de ver una dirección general que
habilísimamente maneja los hilos de todo ese ejército revolucionario, cuyas
compañías al parecer andan por su cuenta y parece dirigirse por sí mismas.
La libertad masónica, que lleva al hombre a tenerse como su propio dios,
conduce naturalmente a todas las revoluciones y al anarquismo más absoluto, y
si no se puede realizar ese ideal es porque el sentido común no se ha perdido del
todo entre los hombres y porque la naturaleza racional y social que hemos
recibido deja sentir, aun en los que profesan los principios más disolventes, otra
fuerza arraigada en las profundidades mismas de nuestro ser que pone algún
dique a los más peligrosos extravíos humanos.
La historia muestra las reacciones
que se han producido cuando la fuerza disolvente de los principios masónicos ha
llegado a ponerse en ejercicio con el mayor furor y cuando parecía que el triunfo
del desorden era definitivo.
‘El hombre, dice el Jerofante en la secta de los Iluminados al adepto que se
recibe de epopta o sacerdote, el hombre es malvado, porque la religión, el
estado, los malos ejemplos lo pervierten’ (Benoit, F.M. I, 46.) Con toda verdad y
lógica dijo, pues, Prudhon, que el sistema de la Masonería era la negación de
todo…en política el anarquismo’.
Dadas las relaciones del anarquismo con el judaísmo, no es de extrañar que no
sólo se haya lecho notable la proporción de judíos anarquistas criminales, sino
también de anarquistas judíos insanos, como lo hace notar el médico
neuropsiquiátrico de Nueva York, Mr. Collins (Webster, p. 397.)
111.- Doctrinas disolventes de la Familia
El ataque de la Masonería a la familla ha sido uno de los más dañosos a la
sociedad. Ha comenzado por las leyes de matrimonio civil, haciendo perder al
matrimonio ante los ojos de la muchedumbre ignorante o viciosa esa
consagración, ese carácter de institución sacramental de que lo dotó Nuestro
Señor Jesucristo, y lo ha reducido al carácter de un contrato humano, como
tantos otros, cuya fuerza depende de la ley humana.
Los males que ha causado
en la sociedad cristiana en que vivimos ese primer atentado contra el matrimonio
y contra la familia están, por desgracia, a la vista de todos, y son tan enormes,
que casi ha concluido la familia en las clases populares de las ciudades.
Y como si fuera poco todavía el mal hecho, la Masonería, siguiendo los
ejemplos o instrucciones venidas de otras naciones, anhelo establecer la ley del
divorcio.
En la ceremonia del matrimonio masónico, el Venerable y el Primer
Vigilante tienen en presencia de los recién unidos este diálogo: ‘¿Qué pensáis de
la indisolubilidad del matrimonio? - Que es contraria a las leyes de la naturaleza
y de la razón; a las leyes de la naturaleza, porque las conveniencias sociales han
unido muchas veces a seres que la naturaleza había separado por antipatías que
no se descubren sino por el matrimonio; a las leyes de la razón, porque la
indisolubilidad hace una ley del amor y pretende sujetar al más caprichoso y al
más involuntario de los sentimientos - ¿Y cuál debe ser el correctivo? - El
divorcio, responde el Primer Vigilante’… (Ragón, cit. Benoit, F. M., II, 234
-235.) La ley del divorcio es ya un hecho en varias naciones; en otras, como en
Chile, es un proyecto auspiciado por la Masonería.
De ahí al amor libre, como lo quieren los socialistas, hay muy poca distancia.
Fuera de eso, la Masonería introduce la Corrupción de costumbres en el mismo
matrimonio, recomendando prácticas que van contra su fin principal.
Con la ley del secreto y las insistentes recomendaciones de guardarlo
especialmente con la familia, amigos y vecinos establece un muro entre los
consortes y crea un antagonismo entre la mujer cristiana que profesa con
sinceridad su religión y el que renegó de ella con su ingreso a la Masonería y
sigue instituyéndose y preparándose para combatirla con todas las armas que
ella suele usar.
Ya se comprende qué vida de martirio tiene que llevar una esposa que se dé
cuenta, algo siquiera, de la escuela en que se encuentra su marido, de los
proyectos a los cuales presta su concurso obligado por los juramentos, y todavía,
sin poder tener con ella una confidencia sobre asuntos que son de tanta entidad
para un alma cristiana. No soñó tal cosa al escoger por compañero o íntimo
confidente de su vida, al que había de tener un juramento que le impedirá ser
confidente con ella, y que tras de ese juramento está conspirando por destruir lo
que ella más aprecia, su Religión.
Nadie hay que no vea cuánto se debilitan así los vínculos de familia.
Todavía la Masonería se empeña en separar de su hogar al niño, sustrayéndolo
en el colegio y fuera de él, cuanto puede a la dirección y formación moral y
religiosa de sus padres y debilitando, por consiguiente, en ellos los sentimientos
y deberes filiales y los vínculos de familia. ¡Se comprende!
La familia está destinada para ser centro de virtudes y es el conservatorio de la
religiosidad cristiana, como lo es de las buenas costumbres.
El Gran Oriente de Bélgica puso, el año 1864, a la orden del día de todas las
logias, la cuestión de la enseñanza obligatoria. De las discusiones de las logias
salió el proyecto de ley laica y obligatoria, cuyo último artículo era el siguiente:
‘5º Arrebatar el niño a la dirección paterna’. Dos meses después se formaba la
Liga de la Enseñanza con el concurso activo de los masones y judíos enfeudados
a la Masonería, para preparar el terreno a la aceptación de la ley (I. Bertrand, La
F. M., Secte juive, 54-55.)
112. — Ataque hipócrita a la confesión
La Masonería suele atacar la confesión, como si ella impidiera o debilitara la
confianza mutua que han de tener entre si los esposos; en lo cual falta, como
acostumbra, a la verdad; pues nada impide que la esposa diga a su marido todo
lo que necesita decir a su confesor para que se le perdonen sus pecados.
Otra
cosa es si le convendrá a ella, a su marido o a la paz del hogar el hacerlo; pero
no hay juramento ni prohibición alguna que se lo estorbe. Y si no le basta la
confesión con su marido, como hipócritamente suelen decirlo los masones, es
porque su marido no tiene poder de perdonar las ofensas cometidas contra Dios.
Por lo demás, la intervención del confesor jamás puede ser causa de que se
perturbe un hogar en que se observen las leyes naturales y positivas.
113. – Doctrina antipatriótica y hechos que la confirman
Como sociedad internacional, empeñada en establecer la libertad, igualdad y
fraternidad universales, entendidas a su modo, por supuesto, la Masonería es
enemiga de la nacionalidad, y buenas pruebas ha dado de ello.
Si así como en el convento de Wilhemsbad (1782) se decretó que la Revolución
comenzara en Francia, se hubiera resuelto que comenzara por Alemania, habría
sido éste el país devorado por la Revolución y, en vez de ayudar los traidores a
las armas revolucionarias o imperiales, cuando invadían a Italia o al imperio
germánico habría sido Francia el teatro de esas increíbles perfidias que le hacían
decir a Napoleón que Italia estaba completamente minada; y a Henry de
Beauregard, Jefe de Estado Mayor de Carlos Manuel, que los franceses ponían
allí fuego a la pólvora por todas partes y que su poder no tenía más límite ni
freno que su conciencia (Benoit, F. M., II, 395 396.)
Lo mismo pasaba en
Austria, donde los emisarios de las logias francesas encontraban bastantes
afiliados para secundarle sus planes. La captura de Semonville, enviado
extraordinario de los Jacobinos a Constantinopla, vino a hacer descubrir ‘un
mundo de traidores’, como dice una publicación de aquel tiempo, de los cuales
no se tenía la menor sospecha.
De Alemania, durante el furor de la Revolución francesa, hay que decir otro
tanto ‘Creo haberlo demostrado suficientemente, dice Eckert, en la Historia de la
Masonería Francesa, es incontestable que los masones alemanes, por su unión
con la asociación general y especialmente con las logias militares, fueron
cómplices o los instrumentos de varias traiciones. La infame conducta de la
guarnición de Maguncia es notoria.
¿La defección de que en esta época se hicieron culpables muchos comandantes
de plazas prusianas, tuvieron todas el mismo fundamento? . No me atrevería a
asegurarlo, pero es lo cierto que muchos hechos no pueden explicarse de un
modo plausible en otra forma.. Estos hechos desconsoladores no se han
verificado sino durante la época en que la Masonería estuvo completamente
entregada a Napoleón; no se pudo comprobar lo mismo, o más bien sucedió todo
lo contrario, cuando al fin la Orden adquirió la convicción de que no era el
Emperador quien había sido su fácil instrumento, sino que era la Masonería la
que no había siso más que un medio de que se había servido Napoleón.
Jamás
Alemania volvió a mancharse con tal infamia, cuando la Masoneria lanzó el
grito contra la profanación sacrílega que Napoleón había hecho de los santuarios
masónicos’. ‘En España y Portugal, dice el mismo autor, la Masonería mostró
una docilidad que no se le conocía hasta entonces y desplegó una gran actividad
para crear un partido imperial’ (Eckert, II, p.151 y sigs.)
Ya antes se ha dicho cómo la Masonería fue preparando la caída de Napoleón III
y la derrota de Francia en 1870.
La historia de Italia es, tal vez, la que presenta en su aspecto más repugnante la
connivencia de los revolucionarios con los poderes extranjeros, por medio de.
las logias, con Napoleón III, con Lord Palmerston, el Oriente de los Orientes,
como se le ha llamado, y con el Supremo Pontífice de la Masonería
Norteamericana y, a lo que parece, de toda la Masonería, Alberto Pike, que, si no
los podía auxiliar con fuerzas, los auxiliaba con dólares.
Margiotta suministra
muchos y preciosos datos al respecto. También los dan las Historias en general
(Véase especialmente a Crétineau-Joly. L’Engl, en fase de la Revol..)
Con tales antecedentes históricos nada es más natural, justo y patriótico, que la
ley que ha dictado el Gobierno de Italia sobre las asociaciones secretas, para
defender a la Patria de semejantes traiciones, no sólo en tiempo de guerra, sino
aun en tiempo de paz, en que las influencias extranjeras pueden obrar, por medio
de las sociedades secretas, en contra de los intereses más vitales del país, como
de hecho ha pasado en Italia, por lo que toca al aspecto religioso, considerado
como de suprema necesidad para la moralidad y para la paz interna.
En el informe que sobre ese proyecto de ley pasó el señor Bodrero, se lee:
‘Al impregnar a sus adeptos de una seudo- moral en que los conceptos de nación
y de patria ceden a los más universales de humanidad, toda masonería coloca
efectivamente la calidad de masón en las diversas organizaciones sociales como
anterior y superior a toda otra cualidad, autoridad u obligación jerárquica’.
‘Si es una falta grave, continúa, para todos los súbditos del estado el formar
parte de sociedades secretas, ¿qué decir de los magistrados, cuya función debe
siempre inspirarse en una conciencia recta, serena, objetiva, libre de toda
influencia, presión, hecho de jefe que amenazaría la honrada equidad de su
misión?
¿Qué decir de los oficiales de todas las fuerzas del Estado (ejército,
marina, aviación, milicia voluntaria) que deben ser fieles y lealmente fieles a un
solo juramento sagrado, el que prestan al Rey y a la Patria; hombres selectos por
el uniforme que visten y por la muy noble misión que han escogido libremente?
Por eso el Estado no podría admitir que puestos delicados y esenciales, como la
administración de los fondos públicos, la justicia, la enseñanza, la defensa
nacional, la asistencia pública, sean confiados a hombres que, en nombre de una
asociación secreta, puedan trastornar todas las reglas expresamente establecidas
para el cumplimiento de sus funciones... ‘(Rev, de Sociétés Secretes, p. 382-383,
Por lo que toca a España, dice Nocedal, en su discurso ya citado, que, en tiempo
de la invasión francesa, ‘el gran Duque de Berg, caudillo entonces de los
ejércitos invasores, pudo encontrar malos españoles, afrancesados aduladores
del poderoso, traidores a la patria, buscándolos en las logias, y mientras España
entera se apercibía a la heróica pelea, los masones enviaron a sus jefes más
conspicuos a poner la corona en la sienes de Napoleón Bonaparte… De modo
que sobre la Masonería pesan, a más del crimen de traición a la patria, todos los
crímenes, matanzas, incendios y rapiñas de los franceses, de que fué cómplice y
auxiliadora...’ (La Igl. y la Mas., p.155-156.)
No es de extrañar todo eso, pues es doctrina de los Iluminados que ‘El amor a la
Patria es incompatible con los objetos de un amor inmenso, con el fin ulterior de
la Orden’. Y Rebold, que ‘La Francmasonería proclama la fraternidad universal;
sus esfuerzos tienden constantemente a ahogar entre los hombres los prejuicios
de casta, la distinción de color, de origen, de opinión, de nacionalidad’ ( Benoit,
F. M. 246.)
Los resultados de esos esfuerzos los expresa L’ltalie, de Roma, en su artículo de
fondo, el 16 de octubre de 1879: ‘Lo que asombra en las doctrinas profesadas
hoy día por los oradores radicales de todos los Estados de Europa, es la
perversión completa de los sentimientos patrióticos. Los filósofos y los
filántropos (es decir los masones,) que pedían ingenuamente una alianza
universal de los pueblos, estaban, sin duda, muy lejos de imaginarse que sus
sueños inocentes producirían tantas extravagancias criminales’ ( Rosset, La F.
M., p 192.)
En los libros y magazines de la Masonería los actos ilegítimos y traicioneros
ejecutados para la mutua asistencia son recomendados y alabados como gloria
de la Masonería.
‘Las mismas inexorables leyes de la guerra,’ dice el Gr. O. de Francia Lefévre
(Solsticio 24 Junio 1841, Proceso verbal, 62,) ‘tienen que doblegarse ante la
F.M..; lo cual es tal vez la prueba más elocuente de su poder. Una señal hasta
para detener una matanza; los combatientes arrojan lejos sus armas, se abrazan
fraternalmente entre sí y al momento llegan a ser amigos y hermanos, como lo
prescriben sus juramentos’. En el mismo sentido se expresa el ‘Handbuch’ o
Manual Mas.. Alemán. (Cath. Encycl.)
Muy loable es el amor a todos los hombres en general y especialmente a los de
nuestra misma asociación; pero deja de serlo y se convierte en un crimen de lesa
Patria, cuando con ese pretexto se la traiciona o pone en peligro.
Ese peligro, nacido de los juramentos masónicos a que alude el orador citado,
cuyas obligaciones se sobreponen a las de la disciplina militar y a las de la
Patria, justifican de más la prohibición hecha en varios Países a los militares, de
afiliarse a la Mas.., prohibición que la influencia masónica ha dejado
desgraciadamente sin efecto entre nosotros.
No es, pues, de extrañar que, cuando en Chile se ha levantado una voz para herir
el sentimiento patrio, siempre haya habido entre los HH.. apologistas o
defensores de los sin patria.