19. Tretas Masónicas:
Mentira e hipocresía
Autor: Cardenal José María Caro Rodríguez (1924) Fuente: Catholic.net
150. — Mentira e hipocresía
Ya se ha dicho que el gran medio de que se vale la Masonería para hacer sus
conquistas y realizar sus fines es la mentira y el engaño.
Ese engaño lo hemos visto empleado en la manifestación de sus propósitos: lo
que ella dice que quiere es precisamente lo contrario de lo que quiere en
realidad.
No es raro encontrar también en los escritos masónicos o en la boca de los
propagandistas o apologistas de la Orden la afectación de Cristianismo, de
respeto por la religión y por el catolicismo; eso sí que libre de toda mezcla
agregada por la ignorancia, etc.
Hace poco cayó en mis manos un folleto
publicado por el centro editorial masónico de Santiago, en que el masón va
atacando la religión cristiana y a Dios mismo, con toda la hipocresía masónica,
presentándose como un creyente y mejor creyente aún que la persona piadosa a
quien se dirige, mintiendo, tergiversando, interpretando con la más torcida
intención todo lo que necesita para destruir la fe del católico.
Los que asistieron hace poco a los Congresos Eucarísticos de Santiago y de
Concepción saben cómo la Masonería engañó a muchos católicos, vendiendo en
las puertas de los templos folletos blasfemos, presentándolos con la apariencia
de ser folletos eucarísticos.
Ese es sistema masónico antiguo: ‘Las semejanzas entre la correspondencia de
Weishaupt’, dice Webster, ‘y la de Voltaire y de Federico el Grande son por
cierto muy sorprendentes. Todos por momentos profesan respeto al Cristianismo
al mismo tiempo que trabajan por destruirlo.
Así, lo mismo que Voltarire es una
carta a D´Alembert expresa su horror por la publicación de un folleto
anticristiano, Le Testament de Jean Merlier, y en otro lo urge para hacerlo
circular a millares por toda Francia; igualmente Weishaupt cuida en general de
mostrar la apariencia de un filósofo benigno y aun de un evangelista critiano;
sólo por momentos echa a un lado la máscara y muestra detrás de ella la mueca
del sátiro’.
Esa afectación de Cristianismo dio tan buen resultado, que el mismo Spartacus
(seudónimo de Weishaupt) escribe con aires de triunfo ‘Usted no puede
imaginarse qué consideración y sensación está levantando nuestro grado de
Sacerdote.
Lo más admirable es que grandes Protestantes y teólogos reformados
que pertenecen al Iluminismo están creyendo que la enseñanza religiosa que en
él se da contiene el verdadero y genuino espíritu de la religión cristiana. ¡Oh!
Hombres, ¿de qué no se os puede persuadir? ¡Nunca pensé que llegaría a ser el
fundador de una nueva religión’! (Webster, p 213-219.)
Las palabras mágicas de que usa la Masonería para engañar y seducir son
demasiado conocidas ya; pero a pesar de todo, es difícil convencerse de la fuerza
que tienen. Cuando uno ve a los hombres más elevados e independientes del país
manejados como niños pequeños al llamado de una palabra como liberalismo o
conquistas liberales, que si alguna realidad tienen es precisamente la contraria de
lo que suenan; cuando se ve entusiasmarse a las muchedumbres, cuando se les
habla de libertad, igualdad y fraternidad, por aquellos mismos que trabajan por
quitar toda libertad, igualdad y fraternidad; cuando se les habla de la verdad, por
aquellos que tienen por norma la falsedad ; cuando uno ve a los de arriba y a los
de abajo, entregarse como mansos corderos a la dirección de los que la
pronuncian, de los que ya en otras ocasiones han resultado embaucadores, sólo
entonces puede darse cuenta de la habilidad con que la Masonería sabe valerse
de esos resortes para llegar a dominar el mundo, y de la constancia y majadería
con que los emplea.
Tal ha sido uno de los resortes más poderosos con que la Masonería se ha
afiliado adeptos y ha hecho que las multitudes ciegas y sencillas hayan
obedecido ciegamente sus planes, especialmente en esos períodos de fanatismo
y enloquecimiento que la historia del siglo XIX, sobre ledo, nos presenta en
Francia, en Alemania, en Italia y en España, como puede verse en los autores
que especialmente relatan su acción en esos países.
Lo mismo, desgraciadamente se observa también en los pueblos de América, en
Chile mismo a pesar de lo sesuda que suele ser su mentalidad, y a pesar de que
los engaños precedentes han ido quedando en descubierto con la realidad de los
hechos.
Las palabras de doble sentido son corrientes en el estilo masónico: para el
común de las gentes tienen un sentido, para la Masonería tienen otro. Lo que
significa fanatismo para los profanos, no es lo que significa para los masones; lo
que suena la palabra superstición para los demás, no es lo mismo que suena para
los masones; lo mismo hay que decir del despotismo, de la tiranía, de la
emancipación, del mismo nombre de Dios, si alguna vez resuena en sus labios.
Superstición y fanatismo para los masones es la religión, especialmente la
católica; despotismo y tiranía para ellos son los reyes, sacerdotes, magistrados y
ejército. Emancipación es la licencia, la anarquía, etc.
Con el empleo de esas palabras, la Masonería sabe ir ajustando su propaganda al
grado de preparación para llegar al final de su obra destructora de toda idea
religiosa y de orden.
151. — Exponer principios ocultando las consecuencias
Entre las habilidades masónicas enumera Dom Benoit las siguientes; Afirmar los
principios, disimulando sus consecuencias. ‘Siempre los principios, decía
Weishaupt, jamás las consecuencias’. La igualdad, la libertad, la secularización,
por ejemplo, son principios, afirmados constantemente por la Masonería; pero se
guarda bien de manifestar las consecuencias de destrucción del orden social
adonde quiere llegar con la libertad, y de la apostasía general del Estado, de la
familia y de los individuos, adonde quiere ir a parar con la secularización.
152. — Ir tras un fin aparentando buscar otro
Así, cuando se quería destruir el Poder Temporal del Papa, no se hablaba de eso,
sino de formar la unidad italiana. Cuando se quiere separar la Iglesia del Estado,
se dirá que es para tener más fondos para la enseñanza, para evitar roces de la
religión con la política, etc., pero jamás se dirá que es por cercenar a la religión
una parte de su acción.
Cuando se quiere apartar de la Misa a los niños, a los
jóvenes, a los profesores, se fundarán sociedades de Boys Scouts, musicales,
deportivas, etc., para fomentar los ejercicios físicos, para cultivar un arte o
ciencia, etc., y se procurará ocupar en eso precisamente el tiempo en que se
impida el cumplimiento de los deberes religiosos; pero no se dirá que es allá
adonde se quiere ir.
‘Al organizarse la Masonería en la América Latina’, dice la Pastoral, ya citada,
del Rvmo. Arzob. de Caracas, ‘después de la Independencia, se encontró con
que estos países eran entera y profundamente católicos; mostrarles, pues,
claramente el fin que se proponía hubiera sido un procedimiento demasiado
torpe; apeló, por tanto, al fingimiento, al disimulo, a la hipocresía, propagando
que no era sino una asociación de caridad’...
153. — Combatir a los enemigos sin nombrarlos
Es corriente entre nosotros, como en todas partes, pues el estilo masónico es
universal, el oír declamar contra los reaccionarios, los oscurantistas. Ya se sabe
que son los católicos o los clérigos. Si se les nombrara, muchos de los oyentes se
sentirían heridos y se prevendrían en contra. Cuando se trató de suprimir los
derechos de Dios en la Revolución Francesa, se habló sólo de los Derechos del
Hombre.
154. — Perseguir con el pretexto de defenderse
Cuando hicimos, en Iquique, la procesión conmemorativa del Centenario de
Constantino, a que antes he hecho referencia, en la cual fuimos atacados de una
manera salvaje, ensañándose los atarantes contra respetables e indefensas
señoras, se nos culpó de provocación. El liberalismo tarapaqueño, que no era
más que la máscara detrás de la cual ocultó la Masonería su faz cobarde, se
defendía en aquella forma de nuestro supuesto ataque, que consistía en una
procesión piadosa, pacífica y respetuosa. Para la Masonería, el clericalismo y la
religión son siempre enemigos que amenazan los ideales que ella persigue.
155. — Hacer profesión de ciencia
El estandarte de la ciencia es enarbolado por la Masonería corno un arma para
combatir los dogmas de nuestra fe. Ya antes he hablado algo de los quilates que
calza la ciencia y aun la intelectualidad de los masones en cuanto tales, por
confesión de ellos mismos En esa decantada ciencia ha entrado todo cuanto
disparate han dicho antiguos y modernos contra la moral y contra Dios, contra la
espiritualidad del alma y consiguiente dignidad del hombre En ella se contienen
todos los sofismas, todas las calumnias, todas las falsificaciones que han
fabricado la filosofía o la historia para debilitar la fe o socavar sus cimientos
racionales. Es una inmensa y tenaz conspiración contra la verdad.
Ahí están los
sabios de la Masonería sosteniendo, contra todos los dictados de la ciencia y
llegando hasta las mayores ridiculeces para sostenerlo, el materialismo, la
generalización espontánea, la descendencia del hombre, del mono o de otro
animal, del cual no se han encontrado aún rastros sobre la tierra, a pesar de que,
al buscarlos, los han encontrado hasta de las hormigas que han vivido en épocas
prehistóricas.
Al llegar en mi revisión de la primera edición a este punto, leo en La Revista
Católica, de Santiago, un artículo inspirado en revistas europeas, especialmente
en Estudio, revista francesa, que trata precisamente de la pobreza de hombres de
valer de que adolece la Masonería. Ese artículo, publicado en el número del 3 de
octubre de 1925, es digno de leerse.
El filósofo italiano Benedicto Croce,
hablando de la cultura masónica, dice: ‘Excelente cultura para comerciantes,
empleados, preceptores, medicastros, pero... cultura barata. Sin embargo, cultura
detestable, por el mismo motivo, para el que quiere profundizar en los
problemas del espíritu, de la sociedad, de la realidad de las cosas. Detestable,
intelectualmente y también moralmente.’
Lombardo Radice, en su revista pedagógica I Nuovi Doveri, decía analizando la
acción masónica en la vida pública italiana: ‘‘vida social e intelectual toda era un
fracaso monstruoso’.
Como resultado de una encuesta que se hizo entre personalidades que no figuran
ni en la extrema católica ni en la masónica, la Masonería fue calificada como
gravísimo peligro, como ‘peso muerto de todas las mediocridades coaligadas’.
Otro ha dicho con ironía: ‘Creo yo que la acción manifiesta u oculta de la
Masonería se resuelve en un bien para nuestro país, porque sirve para esparcir
por todas partes y cada vez más un saludable desprecio por las sectas secretas
por las sutiles intrigas, las declamaciones humanitarias, que ocultan el vacío del
pensamiento y la violencia de los intereses particulares’
156. — Fomentar la corrupción
Hija y heredera del ángel caído, la Masonería se complace como él en la caída
de los hombres. Las doctrinas que profesa, son de suyo corruptoras de las
costumbres. El materialismo; la divinización del hombre; la libertad absoluta; la
identificación de la naturaleza con Dios, etc., son las doctrinas que santifica toda
suerte de inclinaciones o suprimen toda responsabilidad por la condescendencia
con nuestros desordenados apetitos; el culto de la carne; el llanto por la muerte
de Hiram, o sea del estado de naturaleza primitiva que la Masonería supone
destruido por la religión y la Sociedad, y el anhelo para reconstruirlo, haciendo
envidiable y convirtiendo en un ideal la suerte del salvaje sin leyes y del animal
que puede sin rubor alguno satisfacer sus apetitos, Son otros tantos estímulos a
la deshonestidad y a toda suerte de crímenes y pecados. Eso no hay quien no lo
vea.
En Dom Benoit se puede ver hasta dónde llegó la avaricia de muchos corifeos de
la Revolución Francesa. Me contentaré sólo con tomarle una cita de Taine,
escritor muy conocido y nada sospechoso de parcialidad, según el cual la
Revolución ‘echó mano de los tres quintos de los bienes raíces de Francia,
arrancó a las comunidades y a los particulares de diez a doce mil millones de
valores muebles e inmuebles, elevó la deuda pública, que era en 1789 de cuatro
mil millones, a más de cincuenta riiil millones’. Pues bien, la mayor parte de
esos bienes no tuvo otro empleo que el de servir a los intereses privados de los
‘virtuosos republicanos’
‘Napoleón 1, continúa Dom Benoit, no hizo sino hartar de pensiones y de
puestos a los más fogosos revolucionarios para convertirlos en conservadores’
(Benoit, F. M., II, 336-337.)
Y José, su hermano, hecho Gran Maestre por él, convertido en Rey de España,
se agregó al archicanciller Cambaceres con el tltulo de Primer Gran Maestre
adjunto a su majestad el Rey de España y dió a las logias toda libertad,
agrupándolas alrededor del Gran Oriente, en el cual veían a su protector y
salvador. De ahí provino, según el autor de la ‘Memoria de la Masonería
militar’, que las rentas de la Masonería produjeron al Gran Maestre dos millones
de francos y a su adjunto Cambaceres cien mil! (Eck., II, 155.)
Según Menéndez y Pelayo, la venta de los bienes de los religiosos llevada a
cabo por la Masonería española en la llamada desamortización de Mendízabal,
‘no fué tal sino conjunto de lesiones enormísimas e inmenso desbarate, en que,
si perdió la Iglesia, nada ganó el Estado, viniendo a quedar los únicos
gananciosos, en último término, no los agricultores y propietarios españoles,
sino una turba aventurera de agiotistas y jugadores de bolsa.’ (Heterodoxos, III,
597 y sigs.)
Lo que pasó en Francia a principios de este siglo, cuando la Masonería,
adueñada del poder, despojó a la Iglesia de sus bienes, para venderlos en favor
de la beneficencia o enseñanza del Estado, el escandaloso latrocinio con que se
enriquecieron unos pocos y se esfumaron los millones que se habían prometido
al pueblo, para cohonestar aquel robo, es historia fresca y demasiado conocida
aún.
Lo que ha pasado en Francia ha ocurrido en todas partes; pasa en Méjico, pasó
en Italia, y la Masonería se ha estado preparando para realizarlo también en
Chile, donde la voz pública no daría carta de delicada honradez en el manejo de
fondos ajenos a la Masonería.
Yo mismo, personalmente, he tenido ocasión de
saberlo; pero no quiero hacer la menor alusión que pudiera personalizar el cargo.
Muchos de los lectores lo saben; otros lo sabrán después, ya que son pocas las
cosas que no llegan a saberse en este mundo. Los que, después de la primera
edición me han dado datos a este respecto, se contentarán con esta afirmación
general. No puedo detallar.
No tengo para qué decir que la Masonería ha usado como arma poderosa al
estimular en las multitudes codicias y sed de placeres que es difícil puedan
saciar, a fin de prepararlas para las revueltas o para conquistarse sus votos,
haciéndoles promesas que no ha de cumplir.
En cuanto a la sensualidad, la más violenta de todas las pasiones, ved lo que dice
León XIII, fundándose como lo advierte, en datos auténticos, en su Encíclica
‘Humanum Genus’, contra las sociedades secretas: ‘Se han encontrado en la
secta de los masones quienes dijeran y propusieran que es menester trabajar con
arte y concienzudamente para que la multitud se sacie con ilimitada licencia de
vicios’.
A ese fin van encaminadas las publicaciones inmorales, obras teatrales,
producciones cinematográficas, casi totalmente en manos de los judíos, casas
destinadas al fomento de los vicios, etc..
157. — Resultados a la vista
Lo están en todas partes, En la ciudad donde esto escribí, hay proporcionalmente
más logias que en las ciudades de la República; y, por consiguiente, es tanto
mayor la influencia de las logias cuanto menor es la de la Iglesia, todo en
proporción a la población. Pues bien, los que conocen esta ciudad pueden decir
si esa mayor influencia masónica ha hecho de ella una ciudad de costumbres
más sobrias y puras o si hay en ella mayor corrupción de costumbres que en
aquellas otras ciudades donde se observa la proporción contraria.
Por lo demás, a cualquiera parte del mundo hacia donde se tienda la vista, se
encontrará siempre la misma ley:
A mayor influencia y preponderancia
masónica, en igualdad de otras circunstancias, corresponderá mayor corrupción,
manifestada en los crímenes pasionales e infantiles, en los suicidios, en los
divorcios, en la prostitución, en el juego, etc.