Wednesday December 04,2024
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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO


El Evangelio como me ha sido revelado

Autor: María Valtorta

« PARTE 4 de 7 »

TERCER AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS

Partes: [ 1 ] [ 2 ] [ 3 ]
[ 4 ] [ 5 ] [ 6 ] [ 7 ]



313. Preparativos para salir de Nazaret, después de la visita de Simón de Alfeo con su familia. Durante el tercer año,
Jesús será el Justo

314. La cena en la casa de Nazaret. La dolorosa partida

315. El viaje hacia Yiftael y las reflexiones de Juan de Endor

316. Jesús se despide de Juan
de Endor y de Síntica

317. La oración de Jesús por la salvación de Judas Iscariote

318. En barca de Tolemaida
a Tiro

319. Partida de Tiro en la nave del cretense Nicomedes

320. Prodigios en la nave en medio de una tempestad

321. Arribo a Seleucia.
Se despiden de Nicomedes

322. Partida de Seleucia en un carro y llegada a Antioquía

323. La visita a Antigonio

324. Las pláticas de los ocho apóstoles antes de dejar Antioquía. El adiós a Juan de Endor y a Síntica

325. Los ocho apóstoles se reúnen con Jesús
cerca de Akcib

326. Un alto en Akcib

327. En los confines de Fenicia. Palabras de Jesús sobre la igualdad de los pueblos.
Parábola de la levadura

328. En Alejandrocena donde los hermanos de Hermiona

329. En el mercado de Alejandrocena. La parábola
de los obreros de la viña

330. Santiago y Juan "hijos del trueno". Hacia Akcib
con el pastor Anás

331. La fe de la mujer cananea y otras conquistas. Llegada a Akcib

332. La sufrida separación de Bartolomé, que con Felipe
vuelve a unirse al Maestro

333. Con los diez apóstoles
hacia Sicaminón

334. También Tomas y Judas Iscariote se unen de nuevo al grupo apostólico

335. La falsa amistad de Ismael ben Fabí, y el hidrópico
curado en sábado

336. En Nazaret con cuatro apóstoles. El amor de Tomás
por María Santísima

337. El sábado en Corazín. Parábola sobre los corazones imposibles de labrar. Curación
de una mujer encorvada

338. Judas Iscariote pierde el poder de milagros.
La parábola del cultivador

339. La noche pecaminosa
de Judas Iscariote

340. El enmendamiento de Judas Iscariote y el choque con los rabíes junto al sepulcro de Hil.lel

341. La mano herida de Jesús. Curación de un sordomudo en los confines sirofenicios

342. En Quedes. Los fariseos piden un signo.
La profecía de Habacuc

343. La levadura de los fariseos. El Hijo del hombre.
El primado a Simón Pedro

344. Encuentro con los discípulos en Cesárea de Filipo y explicación de la sedal de Jonás

345. Milagro en el castillo
de Cesárea Paneas

346. Primer anuncio de la Pasión y reprensión a Simón Pedro

347. En Betsaida. Profecía sobre el martirio de los Apóstoles y curación de un ciego

348. Manahén da algunas noticias acerca de Herodes Antipas, y desde Cafarnaúm va con Jesús a Nazaret. Revelación de las transfiguraciones
de la Virgen

349. La Transfiguración en el monte Tabor y el epiléptico curado al pie del monte. Un comentario para los predilectos

350. Lección a los discípulos sobre el poder de vencer
a los demonios

351. El tributo al Templo pagado con la moneda hallada
en la boca del pez

352. Un convertido de María de Magdala. Parábola para el pequeño Benjamín y lección sobre quién es grande
en el reino de los Cielos

353. La segunda multiplicación de los panes y el milagro de la multiplicación de la Palabra

354. Jesús habla sobre el Pan del Cielo en la sinagoga
de Cafarnaúm

355. El nuevo discípulo Nicolái de Antioquía y el segundo anuncio de la Pasión

356. Hacia Gadara. Las herejías de Judas Iscariote y las renuncias de Juan,
que quiere sólo amar

357. Juan y las culpas de Judas Iscariote. Los fariseos y la cuestión del divorcio

358. En Pel.la. El jovencito Yaia y la madre de Marcos de Josías

359. En la cabaña de Matías cerca de Yabés Galaad

360. El malhumor de los apóstoles y el descanso en una gruta. El encuentro
con Rosa de Jericó

361. Los dos injertos que transformarán a los apóstoles. María de Magdala advierte a Jesús de un peligro. Milagro ante la riada del Jordán

362. La misión de las "voces" en la Iglesia futura. El encuentro con la Madre y las discípulas

363. En Rama, en casa de la hermana de Tomás. Jesús habla sobre la salvación.
Apóstrofe a Jerusalén

364. En el Templo. Oración universal y parábola del hijo verdadero y los hijos bastardos

365. Judas Iscariote insidia la inocencia de Margziam. Un nuevo discípulo, hermano de leche de Jesús. En Betania, en la
casa de Lázaro, enfermo

366. Anastática entre las discípulas. Las cartas de Antioquía

367. El jueves prepascual. Preparativos en el Getsemaní

368. El jueves prepascual. En Jerusalén y en el Templo

369. El jueves prepascual. Parábola de la lepra de las casas

370. El jueves prepascual. En el convite de los pobres en el palacio de Cusa

371. El jueves prepascual. Por la noche en el palacio de Lázaro

372. El día de la Parasceve. Despertar en el palacio de Lázaro

373. El día de la Parasceve.
En el Templo

374. El día de la Parasceve. Por las calles de Jerusalén y en el barrio de Ofel

375. La cena ritual en casa de Lázaro y el banquete sacrílego en la casa de Samuel

376. Lección sobre la obra salvífica de los santos, y condena al Templo corrompido

377. Parábola del agua y del junco para María de Magdala, que ha elegido la mejor parte

378. La parábola de los pájaros, criticada por unos judíos enemigos que tienden una trampa

379. Una premonición del
apóstol Juan

380. El amor de los apóstoles, de la contemplación a la acción

381. La parábola del administrador infiel y sagaz. Hipocresía de los fariseos y conversión de un esenio

382. Un alto en casa de Nique

383. Discurso sobre la muerte junto al vado del Jordán

384. El anciano Ananías, guardián de la casita de Salomón

385. Parábola de la encrucijada y milagros cerca del pueblo
de Salomón

386. Hacia la orilla occidental
del Jordán

387. En Guilgal. El mendigo Ogla y los escribas tentadores. Los apóstoles comparados con las doce piedras del
prodigio de Josué

388. Exhortación a Judas Iscariote, que irá a Betania
con Simón Zelote.

389. Llegada a Engadí con
diez apóstoles

390. La fe de Abraham de Engadí y la parábola de la semilla
de palma

391. Curación del leproso Eliseo de Engadí

392. La hostilidad de Masada, ciudad-fortaleza

393. En la casa de campo de María de Keriot

394. Parábola de las dos voluntades y despedida de los habitantes de Keriot

395. Las dos madres infelices de Keriot. Adiós a la madre de Judas

396. En Yuttá, con los niños. La mano de Jesús obradora
de curaciones

397. Despedida de los fieles
de Yuttá

398. Palabras de despedida en Hebrón. Los delirios
de Judas Iscariote

399. Palabras de despedida en Betsur. El amor materno de Elisa

400. En Béter, en casa de Juana de Cusa, la cual habla del daño provocado por Judas Iscariote ante Claudia

401. Pedro y Bartolomé en Béter por un grave motivo.
Éxtasis de la escritora

402. Judas Iscariote se siente descubierto durante el discurso de despedida en Béter

403. Una lucha y victoria espiritual de Simón de Jonás

404. En camino hacia Emaús
de la llanura

405. Descanso en un henil y discurso a la entrada de Emaús de la llanura. El pequeño Miguel

406. En Joppe. Palabras inútiles a Judas de Keriot y diálogo sobre el alma con algunos Gentiles

407. En los campos de Nicodemo. La parábola de los dos hijos

408. Multiplicación del trigo en los campos de José de Arimatea

409. El drama familiar del Anciano Juan

410. Provocaciones de Judas Iscariote en el grupo apostólico

411. Una lección extraída de la naturaleza y espigueo milagroso para una viejecita. Cómo ayudar a quien se enmienda

412. Elogio del lirio de los valles, símbolo de María. Pedro se sacrifica por el bien de Judas

413. Llegada a Jerusalén para la fiesta de Pentecostés y disputa con los doctores del Templo

414. Invectiva contra fariseos y doctores en el convite en casa
del Anciano Elquías

415. Un alto en el camino
en Betania

416. Un mendigo samaritano en el camino de Jericó

417. Historia de Zacarías el leproso y conversión
de Zaqueo el publicano

418. Curación del discípulo José, herido en la cabeza y recogido en la casita de Salomón

419. Curaciones en un pueblecito de la Decápolis. Parábola del escultor y de las estatuas

420. Curación de un endemoniado completo. La vocación de la mujer al amor

421. El endemoniado curado, los fariseos y la blasfemia contra
el Espíritu Santo

422. El Iscariote, con sus malos humores, ocasiona la lección sobre los deberes
y los siervos inútiles

423. Partida del Iscariote, que ocasiona la lección sobre
el amor y el perdón

424. Pensamientos de gloria y martirio ante la vista de la costa mediterránea

425. En Cesárea Marítima. Romanos mundanos y parábola de los hijos con destinos distintos

426. Con las romanas en Cesárea Marítima. Profecía en Virgilio.
La joven esclava salvada

427. Bartolomé instruye
a Áurea Gala

428. Parábola de la viña y del viñador, figuras del alma y del libre albedrío

429. Con Judas Iscariote en la llanura de Esdrelón

430. El nido caído y el escriba cruel. La letra y el espíritu
de la Ley

431. Tomás prepara el encuentro de Jesús con los campesinos
de Jocanán

432. Con los campesinos
de Jocanán, cerca de Sefori

433. Llegada a Nazaret. Alabanzas a la Virgen.
Curación de Áurea

434. Trabajos manuales en Nazaret y parábola
de la madera barnizada

435. Comienzo del tercer sábado en Nazaret y llegada de Pedro con otros apóstoles

436. En el huerto de Nazaret, revelado a apóstoles y discípulas el precio de la Redención

437. Coloquio
de Jesús con su Madre

438. María Santísima con María de Alfeo en Tiberíades, donde Valeria. Encuentro con Judas Iscariote

439. María Santísima enseña a Áurea a hacer la voluntad de Dios

440. Otro sábado en Nazaret. Obstinación de José de Alfeo

441. Partida de Nazaret. Un incendio de brezos durante el viaje viene a ser el tema de una parábola

442. Judas Iscariote en Nazaret en casa de María

443. La muerte del abuelo de Margziam

444. Las dotes de Margziam. Lección sobre la caridad, sobre la salvación, sobre los méritos del Salvador

445. Dos parábolas durante una tormenta en Tiberíades. Llegada de Maria Stma., e impenitencia de Judas Iscariote

446. Llegada a Cafarnaúm en medio de un cálido recibimiento

447. En Cafarnaúm unas palabras de Jesús sobre la misericordia y el perdón no encuentran eco

448. Encuentro de barcas en el lago y parábola sugerida por Simón Pedro

449. El pequeño Alfeo desamado de su madre

450. Milagros en el arrabal cercano a Ippo y curación del leproso Juan

451. Discurso en el arrabal cercano a Ippo sobre los deberes de los cónyuges y de los hijos

452. El ex leproso Juan se hace discípulo. Parábola de los diez monumentos

453. Llegada a Ippo y discurso en pro de los pobres. Curación de un esclavo paralítico

454. María Santísima y su amor perfecto. Conflicto de Judas Iscariote con el pequeño Alfeo

455. La Iglesia es confiada a la maternidad de María. Discurso, al pie de Gamala, en pro
de unos forzados

456. Despedida de Gamala y llegada a Afeq. Advertencia a la viuda Sara y milagro en su casa

457. Discurso en Afeq, tras una disputa entre creyentes y no creyentes. Sara se hace discípula

458. Una curación espiritual en Guerguesa y lección sobre
los dones de Dios

459. El perdón a Samuel de Nazaret y lección sobre
las malas amistades

460. Fariseos en Cafarnaúm con José y Simón de Alfeo. Jesús y su Madre preparados
para el Sacrificio

461. Confabulación en casa de Cusa para elegir a Jesús rey. El griego Zenón y la carta de Síntica con la noticia de la muerte de Juan de Endor

462. Discurso y curaciones en las fuentes termales de Emaús
de Tiberíades

463. En Tariquea. Cusa, a pesar del discurso sobre la naturaleza del reino mesiánico, invita a Jesús a su casa. Conversión de una pecadora

464. En la casa de campo de Cusa, intento de elegir rey a Jesús. El testimonio
del Predilecto

465. En Betsaida para un encargo secreto a Porfiria. Apresurada partida de Cafarnaún

466. Un alto en la casa de los ancianos cónyuges Judas y Ana

467. Parábola de la distribución de las aguas. Perdón condicionado para el campesino Jacob. Advertencias a los apóstoles camino de Corazín

468. Un episodio de enmendamiento de Judas Iscariote, y otros que
ilustran su figura

469. Despidiéndose de los pocos fieles de Corazín

470. Lección a una suegra sobre los deberes del matrimonio

471. Encuentro con el levita José, llamado Bernabé, y lección
sobre Dios-Amor

472. Solicitud insidiosa de un juicio acerca de un hecho ocurrido en Yiscala

473. Curación de un niño ciego de Sidón y una lección
para las familias

474. Una visión que se pierde en un arrobo de amor

475. Abel de Belén de Galilea pide el perdón para sus enemigos

476. Lección sobre el cuidado de las almas y perdón a los dos pecadores castigados con la lepra

477. Coloquio de Jesús con su Madre en el bosque de Matatías. Los sufrimientos morales
de Jesús y María

478. Coloquio de Jesús con José y Simón de Alfeo, que van a la fiesta de los Tabernáculos

479. Con Juan al pie de la torre de Yizreel en espera de los campesinos de Jocanán

480. Parten de Yizreel tras la visita nocturna de los campesinos de Jocanán

481. Llegada a Enganním. Maquinaciones de Judas Iscariote para impedir una trama
de los fariseos

482. En camino con un pastor samaritano que ve
premiada su fe

483. Polémica de los apóstoles sobre el odio de los judíos. Los diez leprosos curados en Samaria

484. Alto obligado en las cercanías de Efraím y parábola de la granada

485. Jesús llega con los apóstoles a Betania, donde ya están algunos discípulos con Margziam

486. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Reino

487. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Cristo

488. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Partida secreta hacia Nob después
de la oración

489. En Nob. Parábola del rey no comprendido por sus súbditos. Jesús calma el viento

490. En el campo de los Galileos con los primos apóstoles y encuentro con el levita Zacarías

491. TEn el Templo el último día de la fiesta de los Tabernáculos. Sermón sobre el Agua viva

492. En Betania se evoca la memoria de Juan de Endor

493. Jesús habla cabe la fuente de En Royel, lugar en que hicieron un alto los tres Sabios

494. La mujer adúltera y la hipocresía de sus acusadores

495. Jesús instruye acerca del perdón de los pecadores, y se despide de sus discípulos en el camino de Betania

496. Un alto en la casita de Salomón. Improvisa turbación
de Judas Iscariote.

497. Simón Pedro atraviesa una hora de abatimiento

498. Exhortación a Judas Tadeo y a Santiago de Zebedeo después de una discusión
con Judas Iscariote

499. Fuga de Esebón y encuentro con un mercader de Petra

500. Reflexiones de Bartolomé y Juan después de un retiro
en el monte Nebo

501. Parábola de los hijos lejanos. Curación de dos hijos ciegos del hombre de Petra

502. Otro abatimiento en Pedro. Lección sobre las posesiones (divinas y diabólicas)

503. Los apóstoles indagan acerca del Traidor. Un saduceo y la infeliz mujer de un nigromante. Saber distinguir lo sobrenatural de lo oculto

504. Margziam preparado para la separación. Regreso a la aldea de Salomón y muerte de Ananías

505. En el Templo, una gracia obtenida con la oración incesante y la parábola del juez y la viuda

506. En el Templo, oposición al discurso que revela que Jesús
es la Luz del mundo

507. El gran debate con los judíos. Huyen del Templo con la ayuda del levita Zacarías

508. Juan será la luz de Cristo hasta el final de los tiempos. El pequeño Marcial-Manasés acogido por José de Seforí

509. El anciano sacerdote Matán acogido con los apóstoles y discípulos que han huido
del Templo

510. La curación de un ciego
de nacimiento

511. En la casa de Juan de Nob, otra alabanza a la Corredentora. Embustes de Judas Iscariote

512. Profecía ante un pueblo destruido

513. En Emaús Montana, una parábola sobre la verdadera sabiduría y una advertencia
a Israel

514. Consejos sobre la santidad a un joven indeciso. Reprensión a los habitantes de Bet-Jorón después de la curación de un romano y una judía

515. Las razones del dolor salvífico de Jesús. Elogio de la obediencia y lección sobre
la humildad

516. En Gabaón, milagro del mudito y elogio de la sabiduría como amor a Dios

517. Hacia Nob. Judas Iscariote, tras un momento polémico, reconoce su error

518. En Jerusalén, encuentro con el ciego curado y palabras que revelan a Jesús como
buen Pastor

519. Inexplicable ausencia de Judas Iscariote y alto en Betania, en casa de Lázaro

520. Conversaciones en torno a Judas Iscariote, ausente. Llegada a Tecua con el anciano Elí-Ana

521. En Tecua, Jesús se despide de los habitantes del lugar y del anciano Elí-Ana

522. Llegada a Jericó. El amor terreno de la muchedumbre y el amor sobrenatural del
convertido Zaqueo

523. En Jericó. La petición a Jesús de que juzgue a una mujer. La parábola del fariseo y el publicano tras una comparación entre pecadores y enfermos

524. En Jericó. En casa de Zaqueo con los pecadores convertidos

525. El juicio sobre Sabea
de Betlequí

526. T526 Curaciones cerca del vado de Betabara y discurso en recuerdo de Juan el Bautista

527. Desconocimiento y tentaciones en la naturaleza humana de Cristo

528. En Nob. Consuelo materno de Elisa y regreso inquietante de Judas Iscariote

529. Enseñanzas a los apóstoles mientras realizan trabajos manuales en casa de Juan de Nob

530. Otra noche de pecado de Judas Iscariote

531. En Nob, enfermos y peregrinos venidos de todas partes. Valeria y el divorcio. Curación del pequeño Leví

532. Preparativos para las Encenias. Una prostituta enviada a tentar a Jesús, que deja Nob

533. Hacia Jerusalén con
Judas Iscariote

534. Enseñanzas y curaciones en la sinagoga de los libertos romanos. Un encargo
para los gentiles

535. Judas Iscariote llamado
a informar a casa de Caifás

536. Curación de siete leprosos y llegada a Betania con los apóstoles ya reunidos. Marta y María preparadas por Jesús
a la muerte de Lázaro

537. En el Templo en la fiesta de la Dedicación, Jesús se manifiesta a los judíos, que intentan apedrearle

538. Jesús, orante en la gruta de la Natividad, contemplado por los discípulos ex pastores

539. Juan de Zebedeo se acusa de culpas inexistentes

540. La Madre confiada a Juan. Encuentro con Manahén y lección sobre el amor a los animales. Conclusión del tercer año

 

460- Fariseos en Cafarnaúm con José y Simón de Alfeo. Jesús y su Madre preparados
para el Sacrificio


-¿No llevas al niño de nuevo a su madre? -pregunta Bartolomé a Jesús, al encontrarlo en la terraza absorto en profunda oración.

-No. Voy a esperar a que ella regrese de la sinagoga...
-¿Esperas que allí dentro el Señor le hable... y que... comprenda su deber? Piensas sabiamente. Pero ella no es sabia. Otra madre habría venido inmediatamente ayer por la noche para llevarse a su criatura. En fin... habíamos navegado en un mar tempestuoso... ella no sabía de dónde veníamos...

¿Se ha preocupado, acaso, de ver si su niño había sufrido algún daño? ¿Viene, acaso, esta mañana? Mira cuántas madres están ya levantadas, a pesar de que haya amanecido hace poco, diligentes en tender los vestidos de fiesta para que terminen de secarse y los niños se los pongan limpios para el día del Señor. Un fariseo diría que hacen una obra servil, porque tienden esos vestiditos. Yo digo que hacen una obra de amor, hacia Dios y hacia sus hijos.

Son en general mujeres pobres. Mira allí: María de Benjamín y Rebeca de Miqueas. Y, en aquella modesta terraza, Yoana desenredando pacientemente las orlas de la pobre túnica de su hijo, para que parezca menos pobre en la función sagrada. Y allá, en la orilla que dentro de poco estará llena de sol, Sélida tiende la tela todavía basta, para que parezca fina lo que es tela sin desbastar, bonita sólo por el sacrificio que le cuesta: muchos pedazos de pan, negados al hambre del vientre para transformarlos en copos de cáñamo. ¿Y allí no está Adiná frotando con hierbas la tuniquita descolorida de su niña para que parezca más verde? Pero no se ve a la otra...

-¡Que el Señor le cambie el corazón! No hay otra cosa que decir...

Permanecen apoyados en la paredilla de la terraza, mirando la naturaleza refrescada por el temporal, que ha puesto terso el aire y ha limpiado la vegetación. El lago, aún un poco agitado y menos azul que de costumbre -y es que le varetean las aguas que han descendido de los torrentes llenos por pocas horas, y que arrastran el polvo del reseco lecho-, está hermoso, a pesar de estos desagües de ocre. Parece un gran lapislázuli con perláceas vetas, y ríe bajo un límpido sol que se asoma ahora tras los montes orientales y enciende todas las gotas aún retenidas entre los ramajes. Golondrinas y palomas surcan, festivas, el aire purificado, y entre las frondas pájaros de todas las especies trinan y gorjean.

-El calor se marcha. Bonita estación del año ésta. Fecunda y bonita. Como una edad madura. ¿No es verdad, Maestro?
-Bonita... sí...

Pero se ve que Jesús está lejos con su pensamiento.
Bartolomé lo mira... Luego pregunta:

-¿En qué piensas? ¿En lo que vas a decir hoy en la sinagoga?

-No. Pienso que los enfermos esperan. Vamos nosotros dos a curarlos.
-¿Nosotros solos?

-Simón, Andrés, Santiago y Juan han ido a sacar las nasas que había metido Tomás en previsión de nuestro regreso. Los otros duermen. Vamos nosotros dos.
Bajan y se dirigen hacia la campiña, a las casas diseminadas por entre las huertas o ya en el campo, a la búsqueda de enfermos amparados en casas de pobres, siempre hospitalarias.

Pero hay quien se adelanta al Maestro, intuyendo a dónde va; hay quien le dice: -Espérame aquí, en mi huerto. Te los traemos aquí...

Y pronto, de distintas partes, como aguas de exiguos regatillos que se unen en un único estanque, los enfermos vienen, o los traen, a Aquel que cura. Y los milagros se efectúan. Jesús los despide diciendo: -No digáis, si alguien os preguntara, que os he curado. Volved a vuestras casas, donde estabais. Este discípulo mío, antes del ocaso, llevará ayudas a los más pobres.

-Si. No lo digáis. Lo perjudicaríais. Recordad que es sábado y que muchos lo odian -añade Bartolomé.
-No perjudicaremos a quien nos ha beneficiado. Lo diremos en nuestros pueblos sin precisar qué día nos curamos -el que habla es uno que antes era paralítico.

-Es más, yo diría que nos disemináramos por los campos en espera del ocaso. Los fariseos saben dónde estábamos alojados y podrían venir a ver... -el que habla es uno que antes estaba enfermo de los ojos.

-Buena idea, Isaac. Ayer preguntaban demasiado, y demasiadas cosas... Pensarán que, cansados de esperar, nos hemos marchado antes de la puesta de sol.

-¿Pero ayer por la noche nos vio el apóstol? -pregunta uno que era ciego. ¿No era él el que hablaba?
-No. Era un hermano del Señor. No nos traicionará.
-Decid sólo a dónde vais, para poderos encontrar cuando venga -dice Bartolomé.

Los enfermos se consultan entre sí. Quién querría ir hacia Corazín, quién hacia Magdala. Lo dejan al dictamen de Jesús.

Y Jesús dice:
-A los campos del camino que va a Magdala. Seguid el segundo torrente. Pronto encontraréis una casa. Id allí y decid: "Nos manda Jesús". Os acogerán como a hermanos. Id, y que Dios esté con vosotros, y vosotros con Dios no pecando en el futuro.

Jesús se echa a caminar de nuevo, no volviendo inmediatamente al pueblo por el camino recorrido antes, sino describiendo por entre los huertos un semicírculo que lo lleva al lado del manantial que está cerca del lago, manantial que toman al asalto las mujeres, queriendo aprovisionarse cuando todavía el sol no está alto y el agua está fresca.

-¡El Rabí! ¡El Rabí!
Y mujeres que se apresuran hacia Él, y niños y también hombres del pueblo, la mayoría viejos, inactivos a causa del sábado.

-Una palabra, Maestro, para hacer alegre este día -dice un hombre ya muy anciano que lleva de la mano a un niño, quizás un biznieto, porque si el viejo es casi ciertamente centenario el niño no tiene más de unos seis años.
-Sí. Para alegrar al viejo Leví, y a nosotros con él.
-Hoy tenéis la explicación de Jairo. Yo estoy aquí para oírlo. Tenéis un arquisinagogo sabio...

-¿Por qué dices esto, Maestro? Tú eres el arquisinagogo de los arquisinagogos, el Maestro de Israel. Nosotros te reconocemos sólo a ti.

-No debéis hacerlo. Los arquisinagogos están puestos para que sean vuestros maestros, para llevar a cabo el culto entre vosotros, dándoos ejemplo para haceros fieles israelitas. Los arquisinagogos seguirán estando cuando Yo ya no esté. Tendrán otro nombre, otras ceremonias, pero siempre serán los ministros del culto. Debéis amarlos, y debéis orar por ellos; porque donde hay un buen arquisinagogo hay buenos fieles, y, por tanto, ahí está Dios.

-Lo haremos. Pero háblanos ahora. Nos han dicho que estás para dejarnos...
-Tengo muchas ovejas esparcidas por Palestina. Todas esperan a su Pastor. Pero tenéis a los discípulos, que cada vez son más y más sabios...

-Sí. Pero lo que Tú dices es siempre bueno y fácil para nuestras mentes ignorantes.
-¿Qué os diré?...

-¡Jesús, te hemos buscado por todas partes! -grita José de Alfeo, que, junto con su hermano Simón y un grupo de fariseos, ha llegado imprevistamente.
-¿Y dónde puede estar el Hijo del hombre, sino entre los pequeños y los simples de corazón? ¿Queríais verme? Aquí me tenéis. Pero antes dejad que diga a éstos unas palabras...

Escuchad. Os han dicho que estoy para dejaros. Es verdad.

No lo he negado. Pero, antes de dejaros, os mando esto:
que os vigiléis mucho a vosotros mismos para conoceros mucho, que os acerquéis cada vez más a la Luz para que podáis ver. Mi palabra es Luz. Custodiadla en vosotros, y cuando a su luz descubráis manchas o sombras, perseguidlas para arrojarlas fuera de vuestro corazón. Lo que erais antes de que Yo os conociera ya no debéis serlo; debéis ser mucho mejores, porque ahora sabéis mucho más. Antes estabais como en un crepúsculo, ahora tenéis la Luz en vosotros. Debéis, por tanto, ser hijos de la Luz.

Mirad al cielo por la mañana, cuando el alba lo esclarece: puede parecer sereno por el solo hecho de no estar todo cubierto de nubes de tormenta, pero, en cuanto aumenta la luz y el vivo claror del sol se asoma por oriente, los ojos, asombrados, ven formarse manchas rosadas en el azul del cielo.

¿Qué son? Ligeras nubecitas, tan leves que parecían no estar mientras la luz era tenue, pero que ahora dándoles el sol, aparecen como espumas ligeras en el campo del cielo. Y ahí están hasta que el sol las funde, las anula en su gran fulgor. Vosotros haced lo mismo con vuestra alma. Llevadla cada vez más a la luz, para descubrir en vosotros cualquier niebla, aunque sea levísima, y luego tenedla bajo el gran sol de la Caridad.

La Caridad consumará vuestras imperfecciones como el sol hace evaporar la humedad ligera que se condensa en aquellas nubecillas tan tenues que disipa en la aurora. Si estáis mucho en la Caridad, la Caridad obrará en vosotros continuos prodigios.

Marchaos ahora y sed buenos...
Se despide de ellos y va hacia sus dos primos, a los cuales besa después de haber hecho respetuosas reverencias a los fariseos presentes, entre los cuales está Simón, el fariseo de Cafarnaúm. Los otros son caras nuevas.

-Te hemos buscado más por éstos que por nosotros. Hemos venido a Nazaret a buscarte, y entonces... -explica Simón de Alfeo señalando a los fariseos.
-La paz a vosotros. ¿De qué teníais necesidad?
-¡De nada! Verte, sólo verte. Escucharte. Oír la sabiduría de tus palabras...

-¿Sólo para esto?

-Verdaderamente, también para aconsejarte... Tú eres demasiado bueno, y la gente abusa de ello. No es bueno este pueblo. Y Tú lo sabes. ¿Por qué no maldices a los pecadores?

-Porque el Padre me ordena que salve, no que pierda.
-Te buscarás adversidades...
-No importa. No puedo transgredir la orden del Altísimo por ningún beneficio humano.

-Y si... Ya sabes... se dice por lo bajo que halagas al pueblo para servirte de él en una rebelión. Hemos venido a preguntarte si es verdad.
-¿Habéis venido u os han mandado?
-Es lo mismo.

-No. De todas formas, os respondo a vosotros y también a quienes os han mandado que el agua que rebosa de mi recipiente es agua de paz, que la semilla que siembro es semilla de renuncia. Yo podo las ramas soberbias, estoy pronto para arrancar las plantas malas, para que no perjudiquen a las buenas, si no se someten al injerto. Pero lo que Yo llamo bueno no es lo que vosotros llamáis bueno.

Porque Yo llamo buena a la obediencia, a la pobreza, a la renuncia, a la humildad, a la caridad que condesciende a todas las humildades y misericordias. No temáis a nadie. El Hijo del hombre no tiende asechanzas a los poderes humanos, sino que viene a inculcar poder a los espíritus. Id y referid que el Cordero no será nunca lobo.

-¿Qué quieres decir? Tú nos entiendes mal y nosotros te entendemos mal.

-No. Yo y vosotros nos entendemos muy bien...
-¿Entonces sabes para qué hemos venido?
-Sí. Para decirme que no debo hablar a las multitudes. Y no pensáis que no podéis prohibirme entrar, como cualquier israelita, donde se leen y explican las Escrituras, y donde todo circuncidado tiene el derecho de hablar.
-¿Quién te lo ha dicho? Jairo, ¿no es verdad? Referiremos.
-No he visto todavía a Jairo.
-Mientes.

-Yo soy la Verdad.

Un hombre de la multitud, de la multitud que se ha vuelto a formar, dice:

-Él no miente. Jairo se ha marchado ayer, antes de la puesta del sol, con su mujer y su hija. Las ha acompañado. Ha dejado aquí a su ayudante. Las ha acompañado donde su madre, que se está muriendo. No volverá hasta después de las purificaciones.

Los fariseos no tienen la satisfacción de poder mostrar que Jesús miente, pero sí la de saber que no tiene consigo a su más poderoso amigo de Cafarnaúm. Se miran unos a otros: toda una mímica de miradas.

José de Alfeo, el mayor de la familia, siente el deber de defender a Jesús y se vuelve hacia Simón el fariseo:
-Me has honrado queriendo compartir el pan y la sal conmigo, y el Altísimo tendrá en cuenta este honor que has dado a los descendientes de David. Te has mostrado justo ante mí.

Estos fariseos acusan a este hermano mío. Ayer me dijeron a mí, cabeza de la casa, que el único dolor era el que Jesús desatendiese a Judea, porque, siendo el Mesías de Israel, tenía el deber de amar y evangelizar por igual a todo Israel. Me pareció justo el razonamiento y se lo habría dicho a mi hermano. Pero entonces, ¿por qué hablan así hoy? Al menos, que digan por qué no debe hablar. Que yo sepa, no dice cosas contrarias a la Ley y a los Libros. Dad las razones y yo convenceré a Jesús de que hable de otra forma.

-Es razonable lo que dices. Responded a este hombre... -dice Simón el fariseo -¿Ha dicho Él cosas... sacrílegas?
-No. Pero el Sanedrín lo acusa de separar, de tratar de separar a la nación. El Rey debe ser de Israel, no sólo de Galilea.

-Se quiere a toda la patria, se quiere muchísimo dentro de la patria a la región natal. Este amor suyo por Galilea no es una causa tan grave que merezca castigo. Y además, nosotros somos de David, así que...


-Que venga entonces a Judea. Que no nos desprecie.
-¿Los oyes? ¡Es un honor para ti y para la familia! -dice, entre severo y jactancioso, José.
-Estoy oyendo.


-Te aconsejo que condesciendas con su deseo. Es bueno. Es puro honor. Tú dices que quieres paz. Pues entonces pon fin, dado que te quieren de uno a otro confín, a esta desavenencia que hay entre las dos regiones. Lo harás, ciertamente. ¡Ciertamente lo hará! Lo aseguro por Él, que es obediente a los mayores.

-Está escrito: "No hay nadie mayor que Yo. No hay ningún otro dios delante de mí". Yo obedeceré siempre a lo que Dios quiere.

-¿Oís? Id, pues, en paz.

-Oímos. Pero, José, antes de marcharnos queremos saber lo que para Él es lo que Dios quiere.
-Lo que Dios quiere es que Yo haga su voluntad.
-¿Y cuál sería esa voluntad? Dila.
-Que recoja las ovejas de Israel y las reúna en un solo rebaño. Y lo haré.

-Tendremos en cuenta estas palabras tuyas.
-Será buena cosa. Que Dios esté con vosotros -y Jesús vuelve las espaldas al grupo farisaico y camina hacia casa.

José, su primo, se pone a su lado, medio contento medio descontento, y, con aire protector, le hace observar que si se les sabe tratar (como ha hecho él), que si se tiene el apoyo de los familiares (como afortunadamente ha sucedido hoy), que si se recuerda que se tiene derecho al trono (como descendientes de David), etc., también los fariseos se hacen buenos amigos.

Jesús le interrumpe diciendo:
-¿Y tú lo crees? ¿Crees en sus palabras? Verdaderamente el orgullo y la alabanza engañosa bastan para cubrir de escamas las vistas más agudas.

-Yo, de todas formas... los complacería. No puedes pretender que te paseen victorioso entre gritos de hosanna, así de repente... Los debes conquistar. Un poco de humildad, Jesús. Un poco de paciencia. El honor merece cualquier sacrificio...

-¡Basta! Hablas palabras humanas, y peor todavía. Que Dios te perdone. Y te dé luz, hermano. Pero apártate, porque me produces amargura. Y no expreses a tu madre, a tus hermanos, a mi Madre estos consejos necios.

-¡Quieres tu perdición! ¡Eres causa de nuestro hundimiento y del tuyo!

-¿Por qué has venido, si sigues siempre igual? Todavía no he padecido por ti, pero lo haré; y entonces...
José se ha marchado, inquieto.
-Tú lo enojas... Es como nuestro padre, ya sabes... Es el viejo israelita... -le susurra Simón.

-Cuando comprenda, verá que mi acción, que ahora lo enoja, era santa...
Ya están en la puerta de casa. Entran. Jesús ordena a Pedro:

-Ocúpate de que la barca esté preparada para la puesta del sol. Vamos a acompañar a Tiberíades a las dos Marías, y Simón las acompañará a casa. Irá contigo Mateo, además de tus compañeros pesca-lores. Los demás nos esperarán aquí.
Pedro toma aparte a Jesús:

-¿Y si viene el de Antioquía? Lo digo por Judas de Keriot...

-Tu Maestro te dice que lo encontraremos en el muelle de Tiberíades.

-¡Ah, entonces! -y con voz fuerte:
-¡La barca estará preparada!

-Madre, sube conmigo. Estaremos juntos estas horas.
María lo sigue sin hablar. Entran en la habitación de arriba, fresca y umbría por la parra que la cubre y las cortinas puestas para dar sombra.
-¿Te vas, Jesús mío?
María está muy pálida.
-Sí. Llega el momento de marcharme.

-¿Y yo no debo ir para los Tabernáculos? ¡Hijo mío!... -María tiene un amago de llanto.

-¡Mamá! ¿Por qué? ¡No es la primera vez que nos dejamos!
-No. Es verdad. Pero... ¡oh!, recuerdo cuanto me dijiste en el bosque cercano a Gamala... ¡Hijo mío! Perdona a una pobre mujer. Te obedeceré... Con la ayuda de Dios, seré fuerte... Pero quiero una promesa tuya...

-¿Cuál, Madre mía?
-Que no me ocultarás la hora tremenda. Ni por piedad ni por aprensión respecto a mí... Sería demasiado dolor... y demasiada tortura... Dolor porque... sabría todo al improviso y por boca de quien no me ama como Tú amas a esta pobre Mamá... Y sería tortura si pensara que, quizás mientras hilo o tejo o cuido las palomas, a ti, Hijo mío, te están matando...

-No temas, Madre. Lo sabrás... Nos veremos todavía...
-¿Verdaderamente?

-Sí. Nos veremos todavía.
-¿Y me dirás: "Voy a cumplir el Sacrificio"? ¡Oh...!
-No diré eso. Pero tú comprenderás... Y luego, la paz; mucha paz... Fíjate: haber hecho todo lo que Dios quiere de nosotros, sus hijos, para el bien de todos los otros hijos. Mucha paz... La paz del perfecto amor...

La ha recogido en su corazón, y la tiene ahí, estrechada en el abrazo filial: Él mucho más alto y fuerte; Ella, más menuda, joven, con esa incorrupta juventud suya, de carne y de expresión, puesta sobre la eterna juventud de su espíritu inmaculado.

Y Ella repite, heroica (¡cuán heroica!):

-Sí, sí. Lo que Dios quiera...

No hay más palabras. Los dos Perfectos ya consuman el sacrificio de su más dura obediencia. No hay tampoco lágrimas. Y tampoco besos. Hay sólo Dos que aman perfectamente y depositan a los pies de Dios su amor.

Pero éste no es el último adiós.

   


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