Wednesday December 04,2024
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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO


El Evangelio como me ha sido revelado

Autor: María Valtorta

« PARTE 4 de 7 »

TERCER AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS

Partes: [ 1 ] [ 2 ] [ 3 ]
[ 4 ] [ 5 ] [ 6 ] [ 7 ]



313. Preparativos para salir de Nazaret, después de la visita de Simón de Alfeo con su familia. Durante el tercer año,
Jesús será el Justo

314. La cena en la casa de Nazaret. La dolorosa partida

315. El viaje hacia Yiftael y las reflexiones de Juan de Endor

316. Jesús se despide de Juan
de Endor y de Síntica

317. La oración de Jesús por la salvación de Judas Iscariote

318. En barca de Tolemaida
a Tiro

319. Partida de Tiro en la nave del cretense Nicomedes

320. Prodigios en la nave en medio de una tempestad

321. Arribo a Seleucia.
Se despiden de Nicomedes

322. Partida de Seleucia en un carro y llegada a Antioquía

323. La visita a Antigonio

324. Las pláticas de los ocho apóstoles antes de dejar Antioquía. El adiós a Juan de Endor y a Síntica

325. Los ocho apóstoles se reúnen con Jesús
cerca de Akcib

326. Un alto en Akcib

327. En los confines de Fenicia. Palabras de Jesús sobre la igualdad de los pueblos.
Parábola de la levadura

328. En Alejandrocena donde los hermanos de Hermiona

329. En el mercado de Alejandrocena. La parábola
de los obreros de la viña

330. Santiago y Juan "hijos del trueno". Hacia Akcib
con el pastor Anás

331. La fe de la mujer cananea y otras conquistas. Llegada a Akcib

332. La sufrida separación de Bartolomé, que con Felipe
vuelve a unirse al Maestro

333. Con los diez apóstoles
hacia Sicaminón

334. También Tomas y Judas Iscariote se unen de nuevo al grupo apostólico

335. La falsa amistad de Ismael ben Fabí, y el hidrópico
curado en sábado

336. En Nazaret con cuatro apóstoles. El amor de Tomás
por María Santísima

337. El sábado en Corazín. Parábola sobre los corazones imposibles de labrar. Curación
de una mujer encorvada

338. Judas Iscariote pierde el poder de milagros.
La parábola del cultivador

339. La noche pecaminosa
de Judas Iscariote

340. El enmendamiento de Judas Iscariote y el choque con los rabíes junto al sepulcro de Hil.lel

341. La mano herida de Jesús. Curación de un sordomudo en los confines sirofenicios

342. En Quedes. Los fariseos piden un signo.
La profecía de Habacuc

343. La levadura de los fariseos. El Hijo del hombre.
El primado a Simón Pedro

344. Encuentro con los discípulos en Cesárea de Filipo y explicación de la sedal de Jonás

345. Milagro en el castillo
de Cesárea Paneas

346. Primer anuncio de la Pasión y reprensión a Simón Pedro

347. En Betsaida. Profecía sobre el martirio de los Apóstoles y curación de un ciego

348. Manahén da algunas noticias acerca de Herodes Antipas, y desde Cafarnaúm va con Jesús a Nazaret. Revelación de las transfiguraciones
de la Virgen

349. La Transfiguración en el monte Tabor y el epiléptico curado al pie del monte. Un comentario para los predilectos

350. Lección a los discípulos sobre el poder de vencer
a los demonios

351. El tributo al Templo pagado con la moneda hallada
en la boca del pez

352. Un convertido de María de Magdala. Parábola para el pequeño Benjamín y lección sobre quién es grande
en el reino de los Cielos

353. La segunda multiplicación de los panes y el milagro de la multiplicación de la Palabra

354. Jesús habla sobre el Pan del Cielo en la sinagoga
de Cafarnaúm

355. El nuevo discípulo Nicolái de Antioquía y el segundo anuncio de la Pasión

356. Hacia Gadara. Las herejías de Judas Iscariote y las renuncias de Juan,
que quiere sólo amar

357. Juan y las culpas de Judas Iscariote. Los fariseos y la cuestión del divorcio

358. En Pel.la. El jovencito Yaia y la madre de Marcos de Josías

359. En la cabaña de Matías cerca de Yabés Galaad

360. El malhumor de los apóstoles y el descanso en una gruta. El encuentro
con Rosa de Jericó

361. Los dos injertos que transformarán a los apóstoles. María de Magdala advierte a Jesús de un peligro. Milagro ante la riada del Jordán

362. La misión de las "voces" en la Iglesia futura. El encuentro con la Madre y las discípulas

363. En Rama, en casa de la hermana de Tomás. Jesús habla sobre la salvación.
Apóstrofe a Jerusalén

364. En el Templo. Oración universal y parábola del hijo verdadero y los hijos bastardos

365. Judas Iscariote insidia la inocencia de Margziam. Un nuevo discípulo, hermano de leche de Jesús. En Betania, en la
casa de Lázaro, enfermo

366. Anastática entre las discípulas. Las cartas de Antioquía

367. El jueves prepascual. Preparativos en el Getsemaní

368. El jueves prepascual. En Jerusalén y en el Templo

369. El jueves prepascual. Parábola de la lepra de las casas

370. El jueves prepascual. En el convite de los pobres en el palacio de Cusa

371. El jueves prepascual. Por la noche en el palacio de Lázaro

372. El día de la Parasceve. Despertar en el palacio de Lázaro

373. El día de la Parasceve.
En el Templo

374. El día de la Parasceve. Por las calles de Jerusalén y en el barrio de Ofel

375. La cena ritual en casa de Lázaro y el banquete sacrílego en la casa de Samuel

376. Lección sobre la obra salvífica de los santos, y condena al Templo corrompido

377. Parábola del agua y del junco para María de Magdala, que ha elegido la mejor parte

378. La parábola de los pájaros, criticada por unos judíos enemigos que tienden una trampa

379. Una premonición del
apóstol Juan

380. El amor de los apóstoles, de la contemplación a la acción

381. La parábola del administrador infiel y sagaz. Hipocresía de los fariseos y conversión de un esenio

382. Un alto en casa de Nique

383. Discurso sobre la muerte junto al vado del Jordán

384. El anciano Ananías, guardián de la casita de Salomón

385. Parábola de la encrucijada y milagros cerca del pueblo
de Salomón

386. Hacia la orilla occidental
del Jordán

387. En Guilgal. El mendigo Ogla y los escribas tentadores. Los apóstoles comparados con las doce piedras del
prodigio de Josué

388. Exhortación a Judas Iscariote, que irá a Betania
con Simón Zelote.

389. Llegada a Engadí con
diez apóstoles

390. La fe de Abraham de Engadí y la parábola de la semilla
de palma

391. Curación del leproso Eliseo de Engadí

392. La hostilidad de Masada, ciudad-fortaleza

393. En la casa de campo de María de Keriot

394. Parábola de las dos voluntades y despedida de los habitantes de Keriot

395. Las dos madres infelices de Keriot. Adiós a la madre de Judas

396. En Yuttá, con los niños. La mano de Jesús obradora
de curaciones

397. Despedida de los fieles
de Yuttá

398. Palabras de despedida en Hebrón. Los delirios
de Judas Iscariote

399. Palabras de despedida en Betsur. El amor materno de Elisa

400. En Béter, en casa de Juana de Cusa, la cual habla del daño provocado por Judas Iscariote ante Claudia

401. Pedro y Bartolomé en Béter por un grave motivo.
Éxtasis de la escritora

402. Judas Iscariote se siente descubierto durante el discurso de despedida en Béter

403. Una lucha y victoria espiritual de Simón de Jonás

404. En camino hacia Emaús
de la llanura

405. Descanso en un henil y discurso a la entrada de Emaús de la llanura. El pequeño Miguel

406. En Joppe. Palabras inútiles a Judas de Keriot y diálogo sobre el alma con algunos Gentiles

407. En los campos de Nicodemo. La parábola de los dos hijos

408. Multiplicación del trigo en los campos de José de Arimatea

409. El drama familiar del Anciano Juan

410. Provocaciones de Judas Iscariote en el grupo apostólico

411. Una lección extraída de la naturaleza y espigueo milagroso para una viejecita. Cómo ayudar a quien se enmienda

412. Elogio del lirio de los valles, símbolo de María. Pedro se sacrifica por el bien de Judas

413. Llegada a Jerusalén para la fiesta de Pentecostés y disputa con los doctores del Templo

414. Invectiva contra fariseos y doctores en el convite en casa
del Anciano Elquías

415. Un alto en el camino
en Betania

416. Un mendigo samaritano en el camino de Jericó

417. Historia de Zacarías el leproso y conversión
de Zaqueo el publicano

418. Curación del discípulo José, herido en la cabeza y recogido en la casita de Salomón

419. Curaciones en un pueblecito de la Decápolis. Parábola del escultor y de las estatuas

420. Curación de un endemoniado completo. La vocación de la mujer al amor

421. El endemoniado curado, los fariseos y la blasfemia contra
el Espíritu Santo

422. El Iscariote, con sus malos humores, ocasiona la lección sobre los deberes
y los siervos inútiles

423. Partida del Iscariote, que ocasiona la lección sobre
el amor y el perdón

424. Pensamientos de gloria y martirio ante la vista de la costa mediterránea

425. En Cesárea Marítima. Romanos mundanos y parábola de los hijos con destinos distintos

426. Con las romanas en Cesárea Marítima. Profecía en Virgilio.
La joven esclava salvada

427. Bartolomé instruye
a Áurea Gala

428. Parábola de la viña y del viñador, figuras del alma y del libre albedrío

429. Con Judas Iscariote en la llanura de Esdrelón

430. El nido caído y el escriba cruel. La letra y el espíritu
de la Ley

431. Tomás prepara el encuentro de Jesús con los campesinos
de Jocanán

432. Con los campesinos
de Jocanán, cerca de Sefori

433. Llegada a Nazaret. Alabanzas a la Virgen.
Curación de Áurea

434. Trabajos manuales en Nazaret y parábola
de la madera barnizada

435. Comienzo del tercer sábado en Nazaret y llegada de Pedro con otros apóstoles

436. En el huerto de Nazaret, revelado a apóstoles y discípulas el precio de la Redención

437. Coloquio
de Jesús con su Madre

438. María Santísima con María de Alfeo en Tiberíades, donde Valeria. Encuentro con Judas Iscariote

439. María Santísima enseña a Áurea a hacer la voluntad de Dios

440. Otro sábado en Nazaret. Obstinación de José de Alfeo

441. Partida de Nazaret. Un incendio de brezos durante el viaje viene a ser el tema de una parábola

442. Judas Iscariote en Nazaret en casa de María

443. La muerte del abuelo de Margziam

444. Las dotes de Margziam. Lección sobre la caridad, sobre la salvación, sobre los méritos del Salvador

445. Dos parábolas durante una tormenta en Tiberíades. Llegada de Maria Stma., e impenitencia de Judas Iscariote

446. Llegada a Cafarnaúm en medio de un cálido recibimiento

447. En Cafarnaúm unas palabras de Jesús sobre la misericordia y el perdón no encuentran eco

448. Encuentro de barcas en el lago y parábola sugerida por Simón Pedro

449. El pequeño Alfeo desamado de su madre

450. Milagros en el arrabal cercano a Ippo y curación del leproso Juan

451. Discurso en el arrabal cercano a Ippo sobre los deberes de los cónyuges y de los hijos

452. El ex leproso Juan se hace discípulo. Parábola de los diez monumentos

453. Llegada a Ippo y discurso en pro de los pobres. Curación de un esclavo paralítico

454. María Santísima y su amor perfecto. Conflicto de Judas Iscariote con el pequeño Alfeo

455. La Iglesia es confiada a la maternidad de María. Discurso, al pie de Gamala, en pro
de unos forzados

456. Despedida de Gamala y llegada a Afeq. Advertencia a la viuda Sara y milagro en su casa

457. Discurso en Afeq, tras una disputa entre creyentes y no creyentes. Sara se hace discípula

458. Una curación espiritual en Guerguesa y lección sobre
los dones de Dios

459. El perdón a Samuel de Nazaret y lección sobre
las malas amistades

460. Fariseos en Cafarnaúm con José y Simón de Alfeo. Jesús y su Madre preparados
para el Sacrificio

461. Confabulación en casa de Cusa para elegir a Jesús rey. El griego Zenón y la carta de Síntica con la noticia de la muerte de Juan de Endor

462. Discurso y curaciones en las fuentes termales de Emaús
de Tiberíades

463. En Tariquea. Cusa, a pesar del discurso sobre la naturaleza del reino mesiánico, invita a Jesús a su casa. Conversión de una pecadora

464. En la casa de campo de Cusa, intento de elegir rey a Jesús. El testimonio
del Predilecto

465. En Betsaida para un encargo secreto a Porfiria. Apresurada partida de Cafarnaún

466. Un alto en la casa de los ancianos cónyuges Judas y Ana

467. Parábola de la distribución de las aguas. Perdón condicionado para el campesino Jacob. Advertencias a los apóstoles camino de Corazín

468. Un episodio de enmendamiento de Judas Iscariote, y otros que
ilustran su figura

469. Despidiéndose de los pocos fieles de Corazín

470. Lección a una suegra sobre los deberes del matrimonio

471. Encuentro con el levita José, llamado Bernabé, y lección
sobre Dios-Amor

472. Solicitud insidiosa de un juicio acerca de un hecho ocurrido en Yiscala

473. Curación de un niño ciego de Sidón y una lección
para las familias

474. Una visión que se pierde en un arrobo de amor

475. Abel de Belén de Galilea pide el perdón para sus enemigos

476. Lección sobre el cuidado de las almas y perdón a los dos pecadores castigados con la lepra

477. Coloquio de Jesús con su Madre en el bosque de Matatías. Los sufrimientos morales
de Jesús y María

478. Coloquio de Jesús con José y Simón de Alfeo, que van a la fiesta de los Tabernáculos

479. Con Juan al pie de la torre de Yizreel en espera de los campesinos de Jocanán

480. Parten de Yizreel tras la visita nocturna de los campesinos de Jocanán

481. Llegada a Enganním. Maquinaciones de Judas Iscariote para impedir una trama
de los fariseos

482. En camino con un pastor samaritano que ve
premiada su fe

483. Polémica de los apóstoles sobre el odio de los judíos. Los diez leprosos curados en Samaria

484. Alto obligado en las cercanías de Efraím y parábola de la granada

485. Jesús llega con los apóstoles a Betania, donde ya están algunos discípulos con Margziam

486. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Reino

487. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Cristo

488. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Partida secreta hacia Nob después
de la oración

489. En Nob. Parábola del rey no comprendido por sus súbditos. Jesús calma el viento

490. En el campo de los Galileos con los primos apóstoles y encuentro con el levita Zacarías

491. TEn el Templo el último día de la fiesta de los Tabernáculos. Sermón sobre el Agua viva

492. En Betania se evoca la memoria de Juan de Endor

493. Jesús habla cabe la fuente de En Royel, lugar en que hicieron un alto los tres Sabios

494. La mujer adúltera y la hipocresía de sus acusadores

495. Jesús instruye acerca del perdón de los pecadores, y se despide de sus discípulos en el camino de Betania

496. Un alto en la casita de Salomón. Improvisa turbación
de Judas Iscariote.

497. Simón Pedro atraviesa una hora de abatimiento

498. Exhortación a Judas Tadeo y a Santiago de Zebedeo después de una discusión
con Judas Iscariote

499. Fuga de Esebón y encuentro con un mercader de Petra

500. Reflexiones de Bartolomé y Juan después de un retiro
en el monte Nebo

501. Parábola de los hijos lejanos. Curación de dos hijos ciegos del hombre de Petra

502. Otro abatimiento en Pedro. Lección sobre las posesiones (divinas y diabólicas)

503. Los apóstoles indagan acerca del Traidor. Un saduceo y la infeliz mujer de un nigromante. Saber distinguir lo sobrenatural de lo oculto

504. Margziam preparado para la separación. Regreso a la aldea de Salomón y muerte de Ananías

505. En el Templo, una gracia obtenida con la oración incesante y la parábola del juez y la viuda

506. En el Templo, oposición al discurso que revela que Jesús
es la Luz del mundo

507. El gran debate con los judíos. Huyen del Templo con la ayuda del levita Zacarías

508. Juan será la luz de Cristo hasta el final de los tiempos. El pequeño Marcial-Manasés acogido por José de Seforí

509. El anciano sacerdote Matán acogido con los apóstoles y discípulos que han huido
del Templo

510. La curación de un ciego
de nacimiento

511. En la casa de Juan de Nob, otra alabanza a la Corredentora. Embustes de Judas Iscariote

512. Profecía ante un pueblo destruido

513. En Emaús Montana, una parábola sobre la verdadera sabiduría y una advertencia
a Israel

514. Consejos sobre la santidad a un joven indeciso. Reprensión a los habitantes de Bet-Jorón después de la curación de un romano y una judía

515. Las razones del dolor salvífico de Jesús. Elogio de la obediencia y lección sobre
la humildad

516. En Gabaón, milagro del mudito y elogio de la sabiduría como amor a Dios

517. Hacia Nob. Judas Iscariote, tras un momento polémico, reconoce su error

518. En Jerusalén, encuentro con el ciego curado y palabras que revelan a Jesús como
buen Pastor

519. Inexplicable ausencia de Judas Iscariote y alto en Betania, en casa de Lázaro

520. Conversaciones en torno a Judas Iscariote, ausente. Llegada a Tecua con el anciano Elí-Ana

521. En Tecua, Jesús se despide de los habitantes del lugar y del anciano Elí-Ana

522. Llegada a Jericó. El amor terreno de la muchedumbre y el amor sobrenatural del
convertido Zaqueo

523. En Jericó. La petición a Jesús de que juzgue a una mujer. La parábola del fariseo y el publicano tras una comparación entre pecadores y enfermos

524. En Jericó. En casa de Zaqueo con los pecadores convertidos

525. El juicio sobre Sabea
de Betlequí

526. T526 Curaciones cerca del vado de Betabara y discurso en recuerdo de Juan el Bautista

527. Desconocimiento y tentaciones en la naturaleza humana de Cristo

528. En Nob. Consuelo materno de Elisa y regreso inquietante de Judas Iscariote

529. Enseñanzas a los apóstoles mientras realizan trabajos manuales en casa de Juan de Nob

530. Otra noche de pecado de Judas Iscariote

531. En Nob, enfermos y peregrinos venidos de todas partes. Valeria y el divorcio. Curación del pequeño Leví

532. Preparativos para las Encenias. Una prostituta enviada a tentar a Jesús, que deja Nob

533. Hacia Jerusalén con
Judas Iscariote

534. Enseñanzas y curaciones en la sinagoga de los libertos romanos. Un encargo
para los gentiles

535. Judas Iscariote llamado
a informar a casa de Caifás

536. Curación de siete leprosos y llegada a Betania con los apóstoles ya reunidos. Marta y María preparadas por Jesús
a la muerte de Lázaro

537. En el Templo en la fiesta de la Dedicación, Jesús se manifiesta a los judíos, que intentan apedrearle

538. Jesús, orante en la gruta de la Natividad, contemplado por los discípulos ex pastores

539. Juan de Zebedeo se acusa de culpas inexistentes

540. La Madre confiada a Juan. Encuentro con Manahén y lección sobre el amor a los animales. Conclusión del tercer año

 

522- Llegada a Jericó. El amor terreno de la muchedumbre y el amor sobrenatural
del convertido Zaqueo


Hay gran expectación allí por la llegada de Jesús.

Numerosa gente espera en los campos cercanos a la ciudad, y en cuanto uno -que ha trepado a un alto nogal con la misión de observar-lanza el grito: « ¡Allí está el Cordero de Dios!», la gente se pone en pie y va presurosa hacia Jesús, que avanza entre las primeras nieblas crepusculares.

-¡Maestro! ¡Maestro! ¡Te esperamos desde hace mucho! ¡Nuestros enfermos! ¡Nuestros niños! ¡Tu bendición! Los viejos te esperan para morir en paz. Si nos bendices, Señor, quedaremos preservados de la desventura -hablan todos a la vez, mientras Jesús alza la mano con sucesivos gestos de bendición, y repite:

-¡Paz, paz, paz a todos vosotros!
Los apóstoles que están todavía con Él se ven alcanzados y arrollados par la muchedumbre, separados de Jesús -quien casi no puede andar-por las mismas personas que se quejan dulcemente de tanta espera.

El pobre Zaqueo lucha nerviosamente para llegar hasta Jesús para que lo oiga; para que, al menos, lo vea. Pero, siendo tan bajo como es, y ni muy ágil ni muy fuerte, se ve siempre rechazado por nuevas oleadas de gente, y su grito se pierde en el clamor; y en el jaleo de cabezas, de brazos, de indumentos que se agitan, se pierde su persona.

Inútilmente suplica, y alguna vez se enfada, para obtener un poco de piedad. La gente es siempre egoísta para lo que le gusta, y cruel con los más débiles. El pobre Zaqueo, agotado por los esfuerzos, convencido de la inutilidad de éstos, pierde la voluntad de luchar y se resigna mortificado.

En efecto, ¿cómo podrá conseguirlo, si por todas las calles sale más gente y cada calle parece un riachuelo que va a desembocar a un único río: el camino recorrido por Jesús? Y cada nuevo afluente, con una nueva oleada que hace cada vez más densa la muchedumbre -hasta el punto de que se hace peligroso encontrarse en medio-rechaza al pobre Zaqueo.

Judas Tadeo lo ve y trata de abrirse paso para sacarlo -en una de las calles-del rincón al que lo ha relegado y fijado la muchedumbre. Pero a su vez Judas de Alfeo es impelido por los que le empujan por detrás, y el intento fracasa. Tomás, haciendo arma de su robusta persona, empuja con los codos y grita con su vozarrón potente: «

¡Dejad paso!» con el mismo intento.  

Pero... ¡ya, ya! La gente es un muro más sólido que la roca, y flexible como el caucho: se pliega pero no se rompe; ya no es un abrazo lo suyo: es una cadena indestructible. También Tomás se resigna.

Zaqueo pierde toda esperanza, porque Dídimo es el último de los apóstoles enganchados por el aluvión de gente, que, por fin, pasa. Ha pasado... Trozos de tela, mechones, orlas, horquillas de mujer, hebillas, quedan en el suelo como testimonio de su violencia. Hay incluso una sandalia pequeña, de niño, pisoteada... Parece esperar tristemente al piececito que la ha perdido... Zaqueo se pone en la cola, también él triste como ese calzado pequeño que la muchedumbre ha arrancado a su pequeño propietario.

A Jesús ya ni siquiera se le ve. Un esquina de la calle lo ha escondido para los ojos del pobre Zaqueo... Pero cuando -el último de la muchedumbre-llega a la plaza donde antes tenía su banco, ve que la gente se ha parado, gritando, orando, suplicando.

Y ve que Jesús, subido en la escalinata de una casa, hace con los brazos y con la cabeza gesto negativo. Y dice algo que, en medio del bramido de la muchedumbre, no se puede comprender. En fin, ve que Jesús, bajando, no sin dificultad, de su pedestal, reanuda el camino y tuerce, sí, tuerce justamente por la parte en donde se encuentra su casa. Entonces Zaqueo recupera todo el coraje. La gente es mucha, pero la plaza es amplia, y, por tanto, la masa de gente es menos compacta y puede ser... atravesada como un seto no muy tupido por una persona que tenga voluntad de hacerlo y no tenga miedo de herirse.

Y Zaqueo, transformado en cuña, en catapulta, en ariete, arremete, choca, penetra, distribuye y recibe puñetazos en la cara y codazos en el estómago y patadas en las espinillas, pero se abre paso, avanza... Ya está en el lado opuesto, donde... el ensanchamiento termina, y de nuevo se encuentra delante del muro impenetrable. Pocos pasos lo separan de Jesús, que ya está parado junto a su casa. Pero si lo separaran desiertos y ríos podría tener más esperanza en lograr llegar a Él. Se inquieta, vocea, impone:

-¡Tengo que ir a mi casa! ¡Dejadme pasar! ¿No veis que Él quiere ir a mi casa?
¿Cómo se le habrá ocurrido decirlo? Ello enciende de nuevo a la muchedumbre, en su deseo de tener en otras casas al Maestro. Quién se ríe burlándose del pobre Zaqueo, quién le responde con malos modales. No hay uno sólo que tenga piedad.

Al contrario, se ponen a gritar y a moverse para que el Maestro ni oiga ni vea a Zaqueo. Y algunos gritan:

-¡Hasta demasiado has recibido de Él, viejo pecador!
Creo que en tanta malevolencia está presente el recuerdo de las pasadas exacciones y vejaciones... El hombre, incluso el más dispuesto a lo sobrenatural, conserva casi siempre un rinconcito en que está vivo el amor por su peculio y donde, aún más vivo, está el recuerdo de quien perjudicó a este peculio...

Pero la hora de la prueba para Zaqueo ha pasado, y Jesús lo premia por su constancia. Grita Jesús con toda la fuerza de su voz:

-¡Zaqueo! ¡Ven a mí! ¡Dejadlo pasar, que quiero entrar en su casa!

Es inevitable obedecer. La gente se comprime para abrirse y Zaqueo pasa adelante, rojo por el esfuerzo, rojo de alegría, tratando de poner en orden sus cabellos despeinados, la túnica desabotonada, el cinturón que ahora tiene las borlas en los riñones en vez de por delante.

Busca el manto... ¿Quién sabe dónde estará el manto?... No importa.

Ya está delante de Jesús, semiencorvado como acto de deferencia hacia Él. No puede hacer más, porque tiene el mínimo espacio para inclinarse un poco.

-Paz a ti, Zaqueo. Ven, pues, que quiero darte el beso de paz Bien lo has merecido -dice Jesús, sonriendo con una sonrisa verdaderamente alegre, juvenil, que, efectivamente, le hace aparecer rejuvenecido.

-¡Oh, sí, Señor. Bien lo he merecido! ¡Qué difícil es llegar a ti, Señor! -dice Zaqueo alzándose lo más que puede para ponerse al nivel de Jesús, que se inclina para besarlo. Y alzándose pone a la vista una cara sangrante por un arañazo en la mejilla derecha, y lívido un ojo por algún codazo sufrido en la órbita.
Jesús lo besa y dice:

-Pero mi premio a ti no es por esta fatiga, sino por las otras, para muchos secretas, pero que Yo conozco. Sí, es verdad. Llegar a mí es difícil, y no es la muchedumbre el único obstáculo, ni es el obstáculo más difícil que uno encuentra. Pero, ¡oh pueblo que casi me has paseado como triunfador!, el obstáculo más difícil, el más hecho, y que vuelve a rehacerse después de haber intentado romperlo o superarlo, es el propio yo.

Yo parecía que no veía, pero he visto todo. Y he valorado todo. ¿Y qué he visto? He visto a un pecador convertido, a un hombre que era duro de corazón, que era amante de las comodidades, soberbio, vanidoso, lujurioso y avaro.

Y lo he visto despojarse de su yo viejo, incluso en las cosas menores, cambiar en sus modos y apegos como para venir donde su Salvador, luchar y suplicar humildemente-y lo he visto recibir pullas y reproches pacientemente, y sufrir en su cuerpo por los empujones de la muchedumbre, y en su corazón por verse relegado a la cola, sin poder recoger ni siquiera una mirada mía. Y he visto otras cosas en él; cosas que también vosotros conocéis, pero que no queréis tener en cuenta, a pesar de que os hayan producido alivio.

Diréis: "¿Y cómo lo conoces, Tú que no vives con nosotros?". Os respondo: de la misma forma que leo en el corazón de los hombres, no ignoro las acciones de los hombres, y sé ser justo y premiar en proporción al camino recorrido para llegar a mí, a los esfuerzos realizados para desplantar de la agreste selva que cubría al espíritu todo aquello que no fuera el árbol vital, y fertilizar al espíritu y ponerlo como rey en el yo, y rodearlo de árboles de virtudes para que recibiera honor, y velar para que ningún animal -las distintas pasiones malas-inmundo, porque repta, por su avidez de corrupción, o lascivo u ocioso, anidara en este bosque, sino que el espíritu vuestro espíritu-estuviera habitado sólo por lo que es bueno y capaz de alabar al Señor, o sea, por los afectos sobrenaturales: aves cantoras y mansos corderos, dispuestos a ser sacrificados, dispuestos a la perfecta alabanza por amor a Dios.

Y, de la misma forma que no he ignorado las obras de Zaqueo, sus pensamientos, sus fatigas, tampoco he ignorado que en muchos de esta ciudad, muchos que me han aclamado, hay más un amor sensible que espiritual. Si me amarais con justicia, habríais sido compasivos con vuestro convecino; no lo habríais mortificado recordándole el pasado. Ese pasado que él ha borrado y que Dios no recuerda. Porque el perdón concedido ya no se toca. A menos que el hombre vuelva a pecar. Pero se le juzga de nuevo por el pecado nuevo, no por el que fue perdonado.  

Ahora Yo -y esto os lo doy como compañía en las meditaciones de la noche-os digo que el amarme de verdad no consiste en aclamarme, sino en hacer lo que Yo hago y enseño, en practicar el amor recíproco, en ser humildes y misericordiosos, recordando que un único barro os ha formado respecto a la parte material, y que el barro siempre tiende al pantano y que, por tanto, si hasta ahora lo que en vosotros es fuerza -el espíritu-que os ha tenido suspendidos por encima del pantano, no ha conocido nunca derrotas y ello es imposible, porque el hombre es pecador y sólo Dios carece de pecado, mañana vuestro espíritu podría conocerlas, y en número y alcance aún mayores que las del antiguo pecador que ha renacido a la Gracia, que ha sido rejuvenecido por ella y renovado, como un niño nacido poco antes, y que tiene a favor de él esa humildad que le viene del recuerdo de haber sido pecador, y la enardecida voluntad de hacer, en el resto de la vida, tanto bien como sea requerido para llenar una vida longeva y enteramente consagrada al bien, hasta el punto de reparar, con medida llena y rebosante, todo el mal que haya podido hacer.

Mañana os voy a hablar. Por ahora, en este atardecer, he terminado. Id, llevando en vosotros esta advertencia mía, y bendecid a Dios, que os manda al Médico que extirpa vuestras sensualidades celadas bajo un velo de santidad espiritual, como enfermedades escondidas que roen la vida bajo un velo de salud aparente... Ven, Zaqueo.
-Sí, mi Señor. Tengo sólo un anciano doméstico. Yo mismo abro la puerta, y con ella mi corazón lleno de emoción por tu infinita bondad.

Y, abierta la cancilla, invita a Jesús y a los apóstoles a entrar. Guía a Jesús hacia la casa, a través del jardín, que ahora es huerto... La casa también está despojada de todas las cosas superfluas. Zaqueo enciende una lámpara y llama al doméstico.

-Mira, el Maestro está aquí. Duerme aquí con los suyos y cena aquí. ¿Has preparado las cosas como te dije?
-Sí, todo está preparado, menos las verduras, que voy a echar ahora en el agua hirviendo.

-Entonces cámbiate de vestido y ve a decir a los que tú sabes que Él está aquí, que vengan.
-Voy, señor. ¡Bendito seas, Maestro, que me das la ocasión de morir feliz!
Se marcha.

-Servía ya a mi padre y se ha quedado en mi casa. De todos los demás he prescindido. Pero a él lo estimo. Ha sido la voz que no callaba nunca cuando pecaba. Y yo, por eso, lo maltrataba. Ahora, después de ti, es al que más quiero... Venid, amigos. Allí hay fuego y todo lo que puede aliviar a los cuerpos cansados y helados. Tú, Maestro, en mi misma habitación... -y lo guía hacia un cuarto que está en el fondo del pasillo.

Entra, cierra la puerta, echa agua humeante en un barreño, descalza a Jesús, le sirve. Antes de calzarle las sandalias, besa un pie desnudo y se lo pone encima del cuello y dice:

-¡Así! ¡Para que aplastes los residuos del viejo Zaqueo!
Se levanta. Mira a Jesús con una sonrisa que le tiembla en los labios, una sonrisa humilde, hecha un poco de llanto. Con un gesto señala todo el cuarto, diciendo:

-Aquí dentro he pecado mucho. Pero he cambiado todo, para que lo que tenía ese sabor ya no estuviera presente en mí... Los recuerdos... Yo soy débil... He dejado que viviera entre estas paredes desnudas, en este lecho duro, sólo el recuerdo de la conversión... Lo demás... Lo he vendido, porque me había quedado sin dinero y quería hacer el bien. Siéntate, Maestro...

Jesús se sienta en un asiento de madera y Zaqueo se pone en el suelo, a sus pies, medio sentado, medio arrodillado. Sigue hablando:

-No sé si he hecho bien; si aprobarás lo que he hecho. Quizás he empezado por donde tenía que terminar. Pero ellos también existen. Y sólo un viejo publicano puede no sentir rechazo hacia ellos en Israel. No. Lo he dicho mal.

No sólo un viejo publicano. Tampoco Tú. Es más, eres Tú el que me ha enseñado a amarlos verdaderamente. Antes eran mis cómplices en el vicio, pero no los quería. Ahora me opongo a ellos, pero los quiero. Tú y yo. El todo Santo, el pecador convertido.

Tú, porque no has pecado nunca y quieres darnos tu alegría, la de un Hombre sin culpa; yo, porque he pecado mucho, y sé lo dulce que es la paz que proviene de haber sido perdonado, redimido, renovado... La he deseado para ellos. Los he buscado. ¡Al principio ha sido duro! Quería hacerlos buenos a ellos y tenía que hacerme bueno yo mismo...

¡Qué fatiga! Vigilarme porque sentía que me vigilaban. La más mínima cosa habría bastado para que se alejaran… Y además... muchos pecaban por necesidad, por necesidad de oficio. He vendido todo para tener dinero para mantenerlos hasta que encontraran otros oficios menos fructíferos, más cansados, pero honestos. Y siempre hay alguno de ellos que viene, mitad curioso, mitad deseoso de ser un hombre y no sólo un animal. Y debo hospedarlos, hasta que se hacen mansos para el nuevo yugo. Muchos se han circuncidado. El primer paso hacia el verdadero Dios. Pero no lo impongo.

Tengo amplios los brazos para abrazar las miserias, yo que no puedo sentir asco de ellas. Quisiera también yo dar a éstos lo que Tú querrías dar a todos: la alegría de no tener ya remordimientos, dado que no podemos como Tú carecer de culpa. Ahora dime, mi Señor, si he sido demasiado osado.

-Has obrado bien, Zaqueo. Les das a ellos más de lo que esperas y de lo que piensas que Yo quiero dar a los hombres. No sólo la alegría del perdón, de no tener remordimientos, sino también la alegría de ser pronto ciudadanos de mi Reino celeste. No ignoraba estas obras tuyas. Observaba tu marcha por el arduo, pero glorioso, camino de la caridad; porque esto es caridad, y de la más genuina.

Has aprendido la palabra del Reino. Pocos la han comprendido, porque sobrevive en ellos la concepción antigua y la convicción de ser ya santos y doctos. Tú, eliminado de tu corazón el pasado, te has quedado vacío, y has podido, es más, has querido, meter dentro de ti las palabras nuevas, lo futuro, lo eterno. Sigue así, Zaqueo, y serás el exactor de tu Señor Jesús -concluye Jesús, sonriendo y poniendo su mano en la cabeza de Zaqueo.
-¿Estás conforme conmigo, Señor? ¿En todo?

En todo, Zaqueo. Se lo he dicho también a Nique, que me hablaba de ti. Nique te comprende. Es una mujer abierta a la piedad universal.

-Nique me ayudaba mucho. Pero ahora la veo sólo cada nueva luna... Hubiera querido seguirla. Pero Jericó es un lugar propicio para mi nuevo trabajo...
-No estará mucho tiempo en Jerusalén... Viajarías por nada. Nique volverá después aquí...

-¿Después?... ¿Cuándo, Señor?
-Cuando mi Reino haya sido proclamado.

-Tu Reino... Tengo miedo de ese momento. Los que ahora se dicen fieles tuyos, ¿sabrán serlo entonces? Porque, sin duda, habrá tumultos y luchas entre los que te aman y los que te odian... ¿Sabes, Señor, que tus enemigos pagan incluso a bandoleros, a la hez del pueblo, para tener partidarios preparados a crear alboroto para imponerse? Esto lo he sabido por uno de mis pobres hermanos... ¡Oh!

¿Entre quien roba legalmente, entre quien roba el honor y el que desvalija a un viandante, hay, acaso, mucha diferencia? Yo he robado también legalmente, hasta que Tú me salvaste, pero ni siquiera entonces habría secundado a los que te odian... Es un joven. Un ladrón. Sí. Un ladrón.

Una noche, que había ido hacia el Adomín a esperar a tres como yo, que venían de Efraím con ganado que había comprado a menos precio, lo encontré apostado en una hoz. Hablé con él... Nunca he tenido familia, pero creo que si hubiera tenido hijos les habría hablado de la misma manera para convencerlos de cambiar de vida. Me explicó cómo y por qué se hizo ladrón. Sí, ¡cuántas veces los verdaderos culpables son los que parece que no hacen nada malo!... Le dije:

"Deja de robar. Si tienes hambre, hay un pan también para ti. Te encontraré un trabajo honrado. Dado que todavía no te has hecho homicida, detente, sálvate". Y lo convencí.

Me dijo que se había quedado solo, porque los otros habían sido comprado con mucho dinero por los que te odian, y ahora están preparados para crear tumultos y para decirse tuyos y escandalizar al pueblo, escondidos en las grutas del Cedrón, en los sepulcros, hacia el Faselo en las cavernas del norte de la ciudad, entre las tumbas de los Reyes y de los Jueces, en todas partes... ¿Qué pretenden hacer, Señor?

-Josué pudo detener el Sol, pero ellos, a pesar de todos los medios, no podrán detener la voluntad de Díos.
-¡Tienen el dinero, Señor! El Templo es rico, y para ellos no es korbán el oro ofrecido al Templo, si les sirve para triunfar.

-No tienen nada. La fuerza es mía. Su edificio caerá como si fuera de hojas secadas por los vientos de otoño y colocadas en forma de castillo por un niño. No temas, Zaqueo. Tu Jesús será Jesús.

-¡Dios lo quiera, Señor!... Nos llaman. Vamos...

   


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