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San José - El mas santo de los antos

  


LIRIOS PERFUMADOS DE SAN JOSÉ
Revelaciones dadas a un Alma  


»  Pasos a seguir

»  Coronilla a San José


1»  Lirio Perfumado de la Divina Voluntad

2»  Lirio Perfumado de la Castidad

3»  Lirio Perfumado de la Prudencia

4»  Lirio Perfumado de la Paciencia

5»  Lirio Perfumado de la Fortaleza

6»  Lirio perfumado del Silencio

7»  El lirio Perfumado del Amor de Dios

8»  El lirio Perfumado del Discernimiento

9»  El lirio Perfumado de la Docilidad

10»  El lirio Perfumado de la Confianza

11»  El lirio Perfumado de la Santa Iglesia

12»  El lirio Perfumado de la Familia

13»  El Lirio Perfumado del Sufrimiento

14»  El Lirio Perfumado de la Buena Muerte

15»  El Lirio Perfumado del Trabajo

16»  El Lirio Perfumado de Entrega al Señor


»  Letanías a San José

»  Oración a San José

 

 

 

13» El Lirio Perfumado del Sufrimiento


Abril 15/09 (9:30 p. m.)

San José dice:

Amado mío: muy de madrugada hablé a vuestro corazón;
susurré palabras de amor. Palabras que excitará vuestro
espíritu para que vengáis a mi humilde taller. Taller que
es vuestra casa, vuestra morada; morada abierta los días
miércoles; miércoles josefinos dedicados a mi veneración
y culto; miércoles de nuestro fraternal encuentro;
encuentro ágape que hace de nuestro diálogo una fiesta.

Hijo mío: si queréis, podéis venir un poco más temprano;
os espero con mis brazos abiertos, preparaos porque os
daré una gran lección de vida. Lección que os servirá para
que saquéis provecho de cada circunstancia, de cada
dificultad o de cualquier problema.

Basta que la pongáis en práctica, que no la olvidéis una vez os halláis ido de mi carpintería; que la viváis día a día porque no todo en la vida es dicha y alegría; hay momentos difíciles, situaciones imprevistas que debéis manejarlas con sabiduría, con tino porque la imprudencia os llevaría a cometer muchísimos errores, errores que os pondría sello de perdedores.

Como habéis sido puntual en vuestra llegada, hoy he
decidido plantar en vuestro corazón el Lirio Perfumado
del sufrimiento. No creáis que se os va a aumentar el
tamaño o el peso de vuestra cruz o que a partir de este
instante pasaréis al monte Gólgota. No, amados míos. Os
mostraré la forma de cómo afrontar el dolor, de cómo
soportar las penas y vejámenes de cada uno de los
aconteceres cotidianos.

Lo primero que os quiero decir es que no le tengáis miedo
al sufrimiento cuando por fortuna o desventura os viniere:
ofrecedlo por vuestra propia conversión, por las necesidades de vuestros amigos y desconocidos, por el
sufragio de las benditas almas del purgatorio. Os recuerdo
que cuando decidisteis seguir las huellas de Nuestro
Señor, Él os mandó a alistaros para la prueba.

Prueba que purificará y refinará vuestro corazón. Prueba que os pulirá hasta daros forma, parecido y a semejanza de Jesús.

Prueba que os fortalecerá para el combate, para la guerra
espiritual contra las huestes del mal. Prueba que os dará
hermosura y belleza espiritual si no renegáis de vuestro
sufrimiento, si soportáis pacientemente vuestras penas;
penas que son dulcificadas si las ofrecéis al Mártir del
Gólgota.

Hijo querido: muchas almas perecen porque no aceptan
cargar con la cruz de cada día, almas que siempre quieren
vivir en la anchura, alma que les cuesta unirse al
padecimiento de Jesús en la calle de la amargura, almas
que se enojan con Dios cuando les llega el momento de
ser acrisoladas y purificadas en el fuego como el oro y la
plata, almas que deciden alejarse de los caminos del Señor
cuando son probadas, refinadas; almas que llegan al punto
de apostatar de la bondad y misericordia del Altísimo,
almas que piensan que la adversidad jamás habrá de llegar
a ellas.

Almas que no sopesan el gran valor del sufrimiento cuando es ofrecido, aceptado. No tengáis miedo en dejarme sembrar el Lirio perfumado del sufrimiento.

Carísimos míos: no estáis exentos del sufrimiento, no sois
cuerpos gloriosos, no estáis inmune a la enfermedad, sois
finitos, estáis de paso en la tierra, no fuisteis descendidos del Cielo para quedaros de semilla, sois corruptibles; aceptad con beneplácito este preciosísimo lirio.

Lirio que os revestirá de una coraza Divina para que no declinéis, para que no retrocedáis el camino ya andado. Lirio que os dará el temple y coraje de uno de los mártires que gozan de la visión beatifica de Dios en el Cielo. Lirio que os ceñirá franja roja en vuestra cintura para que tengáis la misma capacidad de aguante del Santo Job. Lirio que os dará tenacidad para que no os amilanéis de nada ni por nadie. Lirio que cultivado a base de sacrificios, de renuncias y de ofrecimientos vais cosechando méritos para ganaros una pequeña parcela en el Cielo. Cielo que embellece a las almas que en vida lucharon con tesón.

Cielo con las puertas siempre abiertas dispuesto en dar
cobijo y abrigo a las almas que no rechazaron la cruz, ni
evadieron el sufrimiento, antes bien lo acogieron con
amor en su corazón dando gloria al Santo Nombre de
Jesucristo.

El alma dice:

San José, consuelo de los que sufren: Mi corazón en la
alborada de la madrugada, latía con ímpetu, con
vehemencia, algo extraordinario estaba ocurriendo en
aquel momento; momento que elevaba plegarias al cielo.

Momento que agradecía a Dios por sus grandes beneficios
y misericordia para conmigo. Momento que unía mi espíritu a la adoración y a la alabanza de la Iglesia Triunfante, Purgante y Militante. Momento de gloria porque muchas Eucaristías se estarían celebrando en este precioso instante. Momento que deseaba adelantar las horas del reloj para encontrarme con Vos.

San José consuelo de los que sufren: heme aquí en vuestro
taller. Taller en el que hallo calidez, taller que sosiega mi espíritu de una paz celestial. Taller que une mi corazón al Vuestro y lo funde en un éxtasis de Amor Santo y Divino.

Taller que es libro abierto, libro que contiene sabiduría
exquisita que me educa, me forma, me prepara para
enrolarme en vuestro escuadrón; escuadrón integrado por
almas ávidas de Dios. Almas que tienen como meta las
santidad, almas que luchan en vencer las tentaciones,
salirle al encuentro al espíritu del mal; almas de corazón
puro, diáfano como la luz del día, cristalino como el agua.

Almas que cada día miércoles oran por la solidez de
nuestra Iglesia. Iglesia que ha de conservar su fidelidad al mensaje de Jesucristo. Iglesia que ha de permanecer bajo las directrices del Espíritu Santo. Iglesia que ha de vivir un continuo Pentecostés.

San José, consuelo de los que sufren: infinitas gracias os
doy. Sois un padre bueno que prepara a sus hijos para el
combate, para la guerra y batalla espiritual. Permaneceréis siempre adelante encabezando la fila de vuestro escuadrón.

San José consuelo de los que sufren: no sé cómo
agradeceros por el esbelto lirio que hoy habéis sembrado
en mi corazón, el lirio perfumado del sufrimiento. Lirio
que habrá de fortalecer mi espíritu para la prueba. Lirio
que me impulsará a no desfallecer, a mirar siempre hacia
adelante. Lirio que hará mi corazón de hierro para el
combate; corazón impenetrable a los dardos ponzoñosos
de satanás. Lirio que me dará aguante, fuerza cuando la
adversidad toque las puertas de mi alma. Lirio que me
llevará a caminar por la calle de la amargura sin temor, sin miedo.

Lirio que dirigirá mis pasos, a besar las llagas del Crucificado, a dejarme seducir por sus palabras. Lirio que ha de ser bálsamo sanador para cuando el peso de la cruz lacere mis hombros, mi corazón. Lirio que perfumará mis tres potencias: cuerpo, alma y espíritu de una fragancia sobrenatural para poder resistir, aguantar, soportarlo todo por amor. Lirio que a medida que acepte el sufrimiento y lo ofrezca me irá abriendo las puertas del Cielo para entrar en él, el día que sea llamado, día que mi cuerpo mortal haya sido transfigurado, renovado, revestido de donaire, de luz.

San José consuelo de los que sufren: no os apartéis de mi
lado cuando mi corazón esté anegado por el dolor, cuando
mi espíritu gima y clame al Cielo, cuando todo
aparentemente se halla perdido, cuando mis ojos se hallen
inundados por un mar de lágrimas; hacedme sentir que no
estoy solo, que estáis muy cercano a mí enjugando mi rostro, sosteniendo mi cuerpo tambaleante, revistiéndome
con vuestro coraje celestial para no decaer, no sucumbir,
no lanzar mi cruz al precipicio.

San José consuelo de los que sufren: habéis embellecido
mi corazón con un nuevo lirio. Lirio delicadísimo, lirio
que requiere de sutiles cuidados porque cualquier viento
leve que sople sobre él, le puede deshojar, marchitar.

San José consuelo de los que sufren: concededme la gracia de ser fortalecido en la tribulación, de asemejarme en algo a Cristo Crucificado, de saber padecer en silencio,
de buscar alivio a mis males en el Sagrario porción de
Cielo siempre abierta, manantial de paz y de bendición; de
buscaros a vos y refugiarme en vuestro castísimo corazón.
Corazón que será fuente de consuelo en mis días de
infortunio y de tristeza.

(Letanías y oración al final.)
   


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