16» El Lirio Perfumado de Entrega al Señor
Abril 26/09 (7:00 a. m.)
San José dice:
Hijo carísimo: los días miércoles mi corazón salta de
júbilo porque sé que algunas almas vendrán a mi humilde
taller de carpintería a recibir mis enseñanzas; almas que
me rinden culto y veneración, almas que se acuerdan de
que yo existo, almas que anhelan ahondar en su vida
interior; almas que ven en mí a un padre protector,
cariñoso, dadivoso; almas que llegan en búsqueda de un
consejo, de una palabra cálida; almas que sienten la
necesidad de mi pobre compañía. Compañía que les
brinda consuelo, apoyo, luz en su búsqueda.
Querido hijo: venid, pues, que os quiero abrazar, deseo
sentir vuestro calor, tengo muchos consejos para daros,
consejos que renovarán vuestros pensamientos, consejos
que os hará más espiritual; consejos que os despertará el
deseo de seguir al Señor, de escucharle, de vivir su
Palabra; consejos que os llevará por los caminos de la
santidad, santidad que está al alcance de todas las almas,
santidad que os asciende por escaleras de oro hasta llegar
al cielo.
Hoy, hijo mío, os tengo el bellísimo lirio de entrega al
Señor. Lirio que os quitará vuestros harapos para vestiros
con ropajes de luz.
Lirio que os dará convencimiento de
que el mundo no es la felicidad, la verdadera dicha es
Dios. Lirio que correrá velos negros de vuestros ojos para
que podáis ver. Lirio que ablandará vuestro corazón para
que podáis sentir a Dios. Lirio que os llamará a dejarlo
todo para que os abandonéis en el Todo. Lirio que os
despojará de ataduras para que podáis andar en libertad.
Lirio que os dará deleite en las cosas del Cielo. Lirio que
os desatará de las amarras mundanales para que alcéis
vuelo, para que os dirijáis en la búsqueda del premio que
se os tiene prometido.
Una vez haya sembrado el lirio perfumado de entrega al
Señor en vuestro corazón, sentiréis gozo en vuestra alma,
paz que el mundo no os la podrá arrebatar. Los dones y
carismas empezarán a florecer. Las cosas que antes os
llenaban, ahora sentís hastío por ellas.
Hijo amado: os llegó la hora de tomar la decisión de elegir
el camino del bien o el camino del mal, de seguir a Jesús o
a satanás, de optar por el cielo o por el infierno.
No podéis continuar como navío en alta mar sin brújula,
sin dirección.
Comprended que vuestra meta, vuestra
prioridad es la salvación de vuestra alma y para ganaros
una de las moradas del Cielo debéis acoger el mensaje del
Señor, debéis vivirlo no a medias sino en su totalidad. ¿Por qué os cuesta tanto caminar tras las huellas de Jesús?
¿Qué es aquello que os coarta? ¿Acaso son más
importantes las cosas del mundo que servir al Señor? Os
llegó el momento de desnudar vuestro corazón; os llegó el
momento de entregarme vuestros miedos y dudas; a nada
habéis de temer porque yo os ayudaré a despertar de
vuestro sueño letargo, os sacudiré dulcemente para que os
mováis y reaccionéis que, es urgente que os entreguéis al
Señor.
No posfechéis vuestra decisión, mañana quizás
podrá ser demasiado tarde. Vuestra vida en la tierra es
como un sueño que así como de rápido os llega, muy
pronto se os va. Sé que habéis buscado tanto y nada
habéis encontrado porque, aún, hay vacíos en vuestro
corazón; la soledad os abruma, la desdicha os carcome
lentamente, os hace un orificio y no os dais cuenta.
Decidle sí al Señor. Dejaos abrazar por Él. Recostaos en
su pecho y llorad. Necesitáis sacar todo lo que os reprime,
todo lo que os entristece; necesitáis recobrar la paz; paz
que creísteis encontrar en el mundo, en su falsos dioses;
aceptad que estabais bien equivocado, confundido; que los
placeres furtivos, efímeros os asfixiaron, os ahogaron,
laceraron vuestro corazón.
Si hoy le decís sí al Señor: corred a su encuentro. Él os
espera para daros ese beso al que tantas veces le
rehuisteis, le despreciasteis. Él os espera para sanar las
heridas de vuestro corazón con su llanto. Él os espera para
daros del alimento que os da vida eterna. Él os espera para
reavivaros porque estáis flaco, sumamente demacrado. Él
os espera para perdonaros vuestras culpas y devolveros el
estado de gracia.
El alma dice:
San José, modelo insigne de entrega al Señor: os amo por
haberos fijado en mí. Os venero por ser el padre adoptivo
del Salvador, os rindo el culto que como esposo castísimo
de la Virgen María os merecéis.
San José, modelo insigne de entrega al Señor: os doy
gracias por llamarme cada día miércoles a compartir y a
disfrutar de vuestra adorable compañía. Vuestra presencia
eclipsa mis sentidos, capta la atención de mi mirada
porque de vuestros purísimos labios brotan miel del Cielo,
miel que endulza la amargura de mi corazón, miel que es
néctar suave, que hace que exhale suspiros de amor.
San José, modelo insigne de entrega al Señor: me moriría
de tedio el día que venga a vuestro humilde taller y no os
encuentre; vuestra sencillez me conlleva a despojarme de
tanto materialismo y arandela que hacen de mí un ser
superficial. Es debido vivir sólo con lo necesario. Dios
mismo se encargará de proveerme, de asistirme de tal
modo como lo hace con las aves del cielo que ni siegan ni
trabajan y sin embargo Dios las alimenta.
San José, modelo insigne de entrega al Señor: vaciad mi
corazón, removedlo, ponedlo en orden. Haced que mi
única ocupación sea: amar, adorar y glorificar al Señor.
San José, modelo insigne de entrega al Señor:
concededme el vuelo de las águilas, haced que nada me
ate a la tierra, que mi corazón y mis pensamientos siempre
estén fijos en el Cielo.
San José, modelo insigne de entrega al Señor: llenad mi
corazón de vuestro amor para así amar al Señor con la
misma intensidad como vos lo amasteis en la tierra y
adorarlo como vos lo adoráis en el Cielo.
San José, modelo insigne de entrega al Señor: tomadme
de vuestras manos y llevadme a andar los mismos
caminos que vos anduvisteis, caminos angostos con
algunos obstáculos pero caminos seguros en los que jamás
hay pérdida.
San José, modelo insigne de entrega al Señor: corred el
velo de mis ojos para que vea a Jesús como al Hijo de
Dios. Hijo que vos arrullasteis en vuestros brazos, Hijo al
que le rendisteis los más excelsos tributos porque sabíais
que este Niño que se os había puesto bajo vuestra
protección era el Salvador que había descendido a la tierra
para redimir a toda la humanidad.
San José, modelo insigne de entrega al Señor:
conducidme a las fuentes de aguas puras del Sacratísimo
Corazón de Jesús, aguas que han de saciar mi sed, aguas
que habrán de purificar mis inmundicias hasta quedar
limpio de todo pecado.
San José, modelo insigne de entrega al Señor: los lirios
perfumados que habéis sembrado en mi corazón expelen
aroma de santidad, perfume de mortificación y de
sacrificio, embellecen mi alma y exaltan mi espíritu de
júbilo.
San José, modelo insigne de entrega al Señor: sois
generoso al alentarme a proseguir mi camino, camino que
me exige renuncias, desprendimientos, cambios notorios
en mi vida, vida que es transformada por los criterios del
Evangelio. Evangelio que me comunica la Buena Nueva.
Evangelio que me lleva a conocer de Jesús, a ahondar en
sus milagros, a imitarle en sus Santas Virtudes.
San José, modelo insigne de entrega al Señor: muchas
veces he emprendido el camino de la santidad, he querido
vivir el Santo Abandono pero mi vulnerabilidad, mi
inconstancia son baches que me hacen desandar lo
recorrido.
Estoy cansado, hastiado de una vida sin sentido,
quiero entregarme por completo al Señor, servirle sólo a Él, amarle con ímpetu, obedecerle siempre, aún, en
aquellas situaciones que me sean difíciles de asimilar.
San José, modelo insigne de entrega al Señor: ayudadme
para que el Sí que le dé a Jesús sea rotundo, definitivo,
que sepa vencer obstáculos, que no le cuestione por el
peso o tamaño de mi cruz, que aun con mis pies vacilantes
continúe la marcha.
San José, modelo insigne de entrega al Señor: no os
separéis de mi lado, sostenedme cuando esté al borde del
precipicio, alentadme para no decaer, animadme hasta el
día que parta de este mundo a la eternidad.