12» Comunión y caridad
Autor: P. Angel Peña O.A.R
No olvidemos que la comunión con Cristo nos debe llevar a la comunión con los demás hermanos.
Por eso, el Papa Juan Pablo II nos decía:
La Iglesia… es capaz de compartir no sólo lo que concierne a los bienes espirituales, sino también los bienes materiales (MND, N° 22).
Pienso en el drama del hambre, que atormenta a cientos de millones de seres humanos, en las enfermedades que flagelan a los países en desarrollo, en la soledad de los ancianos, la desazón de los parados, el trasiego de los emigrantes.
Se trata de males que, si bien en diversa medida, afectan también a las regiones más opulentas, no podemos hacernos ilusiones; por el amor mutuo y, en particular por la atención a los necesitados, se nos reconocerá como verdaderos discípulos de Cristo (MND N° 28).
Al comulgar, todos debemos sentirnos hermanos. El pan es uno y somos muchos un solo Cuerpo, porque todos participamos del único pan (1 Co 10, 17).
En la misma fila, podemos encontrar al empresario y al obrero, al alumno y a su profesor, al soldado y al general, al rico y al pobre, al patrón y a su empleado.
Si asistimos a una misa en la catedral y comulga el jefe del Estado, Jesús viene a él lo mismo que viene a una viejecita, que comulgue en una misa celebrada en un rincón de la selva.
Y a todos puede decir Jesús: El que me come vivirá por mí (Jn 6, 57).
De modo que la común unión con Cristo nos lleva a la común unión con los demás como hermanos en Cristo.
Por eso, podemos, por ejemplo, invitar a comer a alguna persona sola, visitar enfermos, proporcionar comida a alguna familia necesitada…
Estas serían algunas maneras de llevar a la vida la caridad de Cristo, recibida en la mesa eucarística (DD 72).
Y esto debe hacerse, especialmente, el domingo, que es el día de la fraternidad por excelencia, en el que Dios nuestro Padre nos quiere ver reunidos a todos sus hijos en la misma reunión familiar de la misa y en la misma mesa de la comunión.
Ya san Agustín, en el siglo IV, hablaba de que la Eucaristía es sacramento de unidad.
Afirma: Así como de muchos granos reunidos y, en cierto modo, mezclados entre sí mediante el agua, se hace un solo pan, de idéntica manera, mediante la caridad se crea el único cuerpo de Cristo.
Lo que se ha dicho del cuerpo de Cristo ha de decirse también de los granos de uva con respecto a la sangre, pues también de muchas uvas se llega a la unidad y se convierte en vino. Así, por tanto, lo mismo en el pan que en el vino se encuentra el misterio de la unidad35.
Quiere decir san Agustín que, así como el pan y el vino se forman con muchos granos de trigo y con muchos granos de uva, así nosotros, que somos muchos, debemos formar un solo Cuerpo, el Cuerpo místico de Cristo, que es la Iglesia, en la que Jesús es nuestra cabeza y nosotros debemos estar unidos y amarnos como hermanos.
Por ello, después de la misa y comunión con Cristo debemos pensar en compartir nuestros bienes, nuestra fe y nuestro amor a los demás.
No sólo debemos ayudar con caridad a los más necesitados materialmente, debemos pensar también en losmás necesitados espiritualmente y procurar compartir nuestro mayor tesoro, el tesoro de nuestra fe, especialmente la presencia de Jesús en la Eucaristía.
Los dos discípulos de Emaús, tras haber reconocido al Señor, se levantaron al momento para ir a comunicar lo que habían visto y oído…
El encuentro con Cristo suscita en la Iglesia y en cada cristiano la exigencia de evangelizar y dar testimonio (MND 24).
Que la fe en Dios que, encarnándose se hizo nuestro compañero de viaje, se proclame por doquier y particularmente por nuestras calles y en nuestras casas como expresión de nuestro amor agradecido y fuente de inagotable bendición (MND 18).
35 San Agustín, Sermón 229 A.