19» Los santos y la Eucaristía
e) Santa María Micaela del Santísimo Sacramento (1809-1865)
Autor: P. Angel Peña O.A.R
El amor a Jesús la sacaba de quicio. Era como una loca enamorada de Jesús Eucaristía. Sin él, las casas de la Congregación le parecían vacías.
Cuando iba a la iglesia a rezar, debía estar en un lugar que pudiera mirar bien al sagrario; si no le parecía que le faltaba algo, como si se ahogara.
Dice: Ofrecía a mi amado Jesús cada día, muchas veces, enviarle un pensamiento de amor a todos los sagrarios del mundo para que tenga amor y mi corazón por compañía.
¡Ojalá se dividiera todo él a este fin! Ofrecí vivir con mucha pureza y adorarle con más esmero y procurar que le adoren en las casas a fin de que siempre halle una adoratriz que le consuele de tanto olvido y tanta soledad y descuido69.
Era tanta su confianza que en todo acudía a Él en busca de ayuda.
Un día, ya eran las once y no había nada en casa para comer setenta personas que éramos.
Como Dios ha puesto en mi corazón una muy grande fe que el Señor no nos dejaría sin comer, no dije nada a nadie de que no tenía un cuarto.
Eran ya las doce y lloraba yo al pie del altar y di unos golpecitos a la puerta del sagrario: Señor y mi Dios, mira que no tenemos qué comer.
Estando en esto llaman a la puerta y era un religioso, que venía de Filipinas, que deseaba ver la casa. La vio toda muy bien y entró en mi despacho…
Me hizo un elogio de lo bien que le pareció todo y me dijo que quería tener parte en la obra tan grande de la salvación de las almas.
Me dio un papel, creo con dos onzas, 640 reales. Se fue y yo mandé por arroz, huevos, pescado y, a la una, tenía el colegio una comida muy buena y de su gusto…
No sólo esta vez llamé a la puerta del sagrario, sino que, en otra ocasión, tenía yo necesidad de pagar cuentas y no tenía dineros y llamé obligada:
Señor, prueba de que es tuya la obra, mándame dineros. Y llegó una limosna que cubría la necesidad; y esto se ha repetido de mil maneras distintas…
Es muy común en estos apuros, después de haber acudido al Santísimo, hallar en el cajón cantidades que no puse; y una vez hasta 10.000 reales70.
Algunas veces, le escribía las necesidades que tenía en un papel y se lo dejaba debajo de la custodia, cuando había Exposición del Santísimo, o lo metía dentro del sagrario.
Dice: Muchas veces, en la oración, me hizo el Señor comprender cuánto siente la soledad en que está en las iglesias…
Estando en la guardia al Santísimo, con grande pena, al pensar que el Señor se hallaba solo y encerrado en los sagrarios como preso por el amor que nos tiene, me quejaba yo a Él de que se hubiera multiplicado tanto en las iglesias y… me hizo ver el Señor las grandes y especiales gracias que, desde los sagrarios, derrama sobre la tierra y, además, sobre cada individuo, según la disposición de cada uno, que continuamente derrama y como que las despide de Sí, a favor de los que las buscan…
Me hizo comprender de un modo admirable cómo participaba toda la tierra de esta influencia y cómo recibe más el que mejor se dispone a recibirla y cómo participa el que más se aproxima a Él con fe…
Al comulgar, un día vi un niño en la sagrada forma. En otra ocasión, se me presentó el Señor como de tamaño natural y muy claramente71.
Varias veces, he oído distintamente dar unos golpecitos en la puerta del sagrario por dentro. Esos golpecitos eran como si Jesús la llamara y le dijera: Aquí estoy, gracias por venir.
Otras veces, se abría sola la puerta del sagrario para demostrarle su amor a través de una luz maravillosa.
69 G. de Vegas Ignacio, El Santísimo y una loca, Ed. Difusora bíblica, Madrid, 2001, p. 9.
70 ib. pp. 19-20.
71 ib. pp. 42-43.