26.1» Horas santas
Si todos nos comprometiéramos
Autor: P. Angel Peña O.A.R
Si todos los católicos buenos se comprometieran a estar una hora diaria en adoración ante Jesús Eucaristía, el mundo cambiaría, porque la fuerza y el poder que salen del sagrario cambiarían el mundo.
Pero ¡hay tantos que ya ni creen que Jesús está en el sagrario!
San Juan María Vianney, el famoso cura de Ars, decía constantemente a sus feligreses:
Jesús está ahí; si supieran cuánto los ama Jesús en el Santísimo Sacramento, morirían de felicidad.
Y él, que lo creía firmemente, se pasaba muchas horas del día y de la noche en adoración.
Monseñor Fulton Sheen, arzobispo de Nueva York, todos los días tenía su hora santa de adoración ante Jesús sacramentado.
Esta práctica le había sido inspirada por una historia real, ocurrida en China, cuando los comunistas ocuparon el poder.
En un pequeño pueblo, entraron a la iglesia, destrozaron el sagrario y tiraron las hostias por el suelo, encerrando al sacerdote en su propia casa.
Pero una niña del pueblo entraba cada día, sigilosamente, a la iglesia, al anochecer, y se pasaba una hora en adoración ante las hostias tiradas por el suelo y, después, recibía una para comulgar.
Esto lo podía ver cada noche el sacerdote desde su casa, que estaba junto a la iglesia.
El día en que la niña comulgó con la última hostia, los guardias comunistas la vieron y la mataron a golpes. El sacerdote pudo sobrevivir para contarlo.
Y el obispo Fulton Sheen escuchó esta historia, siendo seminarista, y, desde entonces, hasta los 82 años en que murió, siempre mantuvo su promesa de hacer una hora santa cada día, en recuerdo de aquella niña valiente, que dio la vida por amor a Jesús Eucaristía.
El padre Roberto DeGrandis nos dice:
Hace poco una mujer compartió conmigo su vida y me dijo que había sufrido mucho y que la única paz que había sentido en esos momentos, la había encontrado en la hora diaria que ella pasaba ante el Santísimo Sacramento.
Ése era un lugar de curación para ella.
Yo pienso que eso fue algo muy cierto. Hay una tremenda curación con sólo estar en la iglesia rodeados de la paz del Señor128.
Otra mujer me dijo que, cuando tenía 29 años, pensó que se iba a volver loca, porque estaba pasando una menopausia anticipada. Emocionalmente, le estaban sucediendo todas las cosas posibles.
Ella también sentía que debía ir a la iglesia todos los días y estar allí una hora santa en oración; y me dijo:
Usted sabe, hay muy pocas cosas que no puedan ser curadas, estando una hora todos los días ante el Santísimo Sacramento129.
El Padre Josefino Ramírez en su libro Cartas a un hermano sacerdote dice:
Hoy, durante mi hora santa, vi algo muy peculiar: una caja de chocolates sobre el altar. Pensé que alguien la había dejado olvidada, hasta que leí la tarjeta que había en la caja:
“Para Jesús, porque su amor es el más dulce de todos. Ninay”.
Una niña le había dejado a Jesús una caja de chocolates para demostrarle su amor. ¿Qué le daremos nosotros?
Otra niña le entregó a su padre el día de su cumpleaños una caja forrada con un lindo papel de regalo.
Su padre, al abrirla, vio que estaba vacía y le preguntó por qué le regalaba una caja vacía. Y la niña le dijo:
Papá, no está vacía, antes de cerrarla, la llené de besos para ti.
¡Qué hermoso sería, si todos los días vamos a visitar a Jesús y le dejamos nuestro corazón lleno de amor y lleno de besos para Él!
El beato Damián de Molokai organizó en la isla de los leprosos la adoración perpetua en su capilla y allí se pasaba muchas horas en adoración ante Jesús, ofreciéndole todo su amor por Él y por aquellos leprosos, que tanto lo necesitaban.
Un día llegó un voluntario para ayudarlo en su tarea. Era un hombre bueno, que estaba buscando un sentido para su vida. Se llamaba Dutton y venía de USA.
Un día, Dutton necesitaba consultar algunas cosas con el Padre Damián y no lo encontraba por ninguna parte. Por fin, lo encontró en la capilla.
El Padre Damián se veía como transformado de amor y sus ojos brillaban de felicidad. A Dutton le impresionó tanto esa actitud y ese amor ante Jesús sacramentado, que se convirtió al catolicismo y siguió ayudando a los leprosos.
Hoy está abierta la causa de su beatificación.
El beato Damián decía:
Sin mi hora santa diaria en presencia de Jesús sacramentado, no hubiera sido capaz de quedarme en este lugar ni un solo día.
San Pedro Julián Eymard insistía: Hay que considerar la hora de adoración como una hora de paraíso. Vayan a ella como si fuesen al cielo, como a un banquete divino130.
San Juan María Vianney vio en una ocasión con sus propios ojos cómo Jesús tomaba con cariño en sus manos la cara de cada persona que lo visitaba en el Santísimo Sacramento y le daba un tierno beso de amor y agradecimiento.
Como si quisiera cumplir lo que dice Oseas:
Con cuerdas humanas, con lazos de amor los atraía… Era para ellos como quien alza a un niño contra su mejilla y se baja para darle de comer (Os 11, 4).
128 DeGrandis Roberto, Curación a través de la misa, Ed. Minuto de Dios, Bogotá, p. 3.
129 ib. p. 30.
130 San Pedro Julián Eymard, Obras eucarísticas, Ed. Eucaristía, p. 3.