6.2» El sagrario
El Maestro está ahí y te llama
Autor: P. Angel Peña O.A.R
Marta dijo a su hermana María:
El Maestro está ahí y te llama (Jn 11, 28). Sí, Jesús está esperándote todos los días y todas las noches.
¿No tendrás al menos cinco minutos cada día para ir a visitarlo?
¡Qué solo se encuentra Jesús en tantos sagrarios del mundo, donde se pasa horas y horas sin que nadie lo visite!
¡Qué pocos se dan cuenta del enorme deseo que tiene de ser visitado y amado en este Santísimo Sacramento del altar!
No olvidemos que en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía están contenidos verdaderamente, real y sustancialmente el cuerpo y la sangre junto con el alma y la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo y, por consiguiente, Cristo entero (Cat 1374).
La Eucaristía es el corazón y la cumbre de la vida de la Iglesia (Cat 1407).
Por eso, el sagrario debe estar colocado en un lugar particularmente digno de la iglesia; debe estar construido de tal forma que subraye y manifieste la verdad de la presencia real de Cristo en el santo sacramento (Cat 1379).
El sagrario es el trono de Dios en la tierra, es el lugar más hermoso del mundo. Allí el Dios omnipotente, el autor de todo la creación, está habitando en una pequeña casita de cuatro tablas, humilde como la pequeña cueva de Belén.
Por eso, el sagrario nos trae el recuerdo de la Navidad, pues Jesús está como un niño pequeñito, oculto en la hostia santa.
El sagrario es el lugar donde habita Dios en medio de los hombres. Es su casa, siempre abierta para nosotros, y a la que estamos invitados cada día, pues nos espera con los brazos abiertos.
¡Qué dicha para nosotros saber que Jesús, para estar con nosotros, no escogió el rayo, que es la fuerza cumbre de la naturaleza y que sólo aparece de vez en cuando y no en todas partes; tampoco escogió el diamante, cuyo brillo cautiva los ojos.
No escogió la rosa ni ninguna otra bella flor. Quiso escoger un pedazo de pan y algunas gotas de vino para que todos los días pudiera estar con nosotros y pudiéramos asimilarlos para ser UNO con Él!
Por eso, aunque escasee el tiempo, aunque solo dispongas de unos minutos, no dejes de entrar cada día a visitar a Jesús.
Y, si algún día no puedes, suple tu visita con amor; porque Jesús, desde el sagrario, te está preguntando como a Pedro:
¿Me amas? Cuantas más veces visites a Jesús sacramentado, más robusta estará tu alma.
¡Qué momentos tan sublimes serán los que pases delante de Jesús! La luz roja de la lámpara parpadea como si fuera un corazón que late de amor por Jesús.
Ofrécele toda tu vida y tu amor y déjate bañar por sus benditos rayos de luz y de amor invisibles, pero reales.
Lo que es el sol para la vida física eso es el sol de la Eucaristía para la vida espiritual. El mismo Papa Benedicto XVI decía: Dios nos espera en Jesucristo, presente en el santo sacramento.
¡No le hagamos esperar en vano! No pasemos de largo...
Tomémonos algún tiempo durante la semana, entremos al pasar y permanezcamos un momento ante el Señor que está tan cerca.
Nuestras iglesias no deberían ser durante el día casas muertas, que están ahí vacías y, aparentemente, sin ninguna finalidad. Siempre sale de dentro de ellas una invitación de Jesucristo.
Lo más hermoso de las iglesias católicas es, justamente, que en ellas siempre hay liturgia, porque en ellas siempre permanece la presencia eucarística del Señor24.
El sagrario es, en una palabra, la locura de un Dios omnipotente que ha querido vivir entre los hombres con un corazón humano. Y Jesús te sigue diciendo desde el sagrario:
Dame, hijo mío, tu corazón y que tus ojos hallen deleite en mis caminos (Prov 23, 26).
Jesús no necesita cosas materiales, Jesús sólo busca nuestro cariño y nuestro amor.
¡Cuán consoladores y suaves son los momentos pasados con este Dios de bondad! ¿Estás dominado por la tristeza? Ven un momento a echarte a sus plantas y quedarás consolado.
¿Eres despreciado del mundo? Ven aquí y hallarás un amigo, que jamás quebrantará la fidelidad.
¿Te sientes tentado? Aquí es donde vas a hallar las armas más seguras y terribles para vencer al enemigo.
¿Temes el juicio de Dios? ¿Estás oprimido por la pobreza?
Ven aquí, donde hallarás a un Dios inmensamente rico, que te dirá que todos sus bienes son tuyos25.
¡Cuántos, en el silencio del sagrario, han encontrado la fe perdida! ¡Cuántos han regresado a la fe católica abandonada!
En tu sagrario, Señor, hay plenitud de vida. ¿Qué haces ahí solitario tantos días y tantas noches? ¿Esperándome?
¿Tanto me quieres? Señor, yo te amo y quiero amarte con todo mi ser. Te ofrezco mi amor, con todos los besos y flores de mi corazón.
24 Eucaristía centro de la vida, o.c., p. 114.
25 Cura de Ars, Sermón sobre el Corpus Christi..