25.1» Adoración eucarística
La devoción de adorar
Autor: P. Angel Peña O.A.R
La devoción de adorar a Jesús Eucaristía tiene sus antecedentes remotos en el amor con que los primeros cristianos guardaban la Eucaristía en las casas, cuando no había templos, para poder llevar la comunión fuera de la misa a los enfermos, a los presos y a otros que se encontraban en especiales necesidades.
¿Nos imaginamos con qué cuidado, respeto y devoción tendrían en sus casas aquellos primeros cristianos a Jesús Eucaristía? Y ¿con qué amor y devoción la llevarían a los enfermos, sabiendo que no era un simple pan bendito sino el mismo Señor Jesús?
Por eso, podemos comprender que el niño Tarsicio fuera capaz de dejarse matar antes de entregar a sus compañeros las hostias consagradas que llevaba a los enfermos.
Inmediatamente después de las persecuciones, en el siglo IV, según se dice en las Constituciones apostólicas, las hostias consagradas que sobraban, después de haber distribuido la comunión, se guardaban en un sacrarium (de ahí viene la palabra sagrario).
Pronto delante del sacrarium se colocó una lámpara encendida para manifestar la presencia viva de Jesús.
En el siglo VI, en el sínodo de Verdún, se manda guardar la Eucaristía en un lugar eminente y honesto, y si los recursos lo permiten, debe tener una lámpara permanentemente encendida, y se colocaba el pan eucarístico en unas cajitas preciosas.
De modo que ya el Papa León IV, en el siglo IX, dispone que en el altar solamente se coloquen las reliquias de los santos, los cuatro evangelios y la píxide (cajita) con el cuerpo del Señor para el viático a los enfermos.
El hecho de tener la Eucaristía sobre el altar, les da a las iglesias un ambiente de recogimiento y de respeto especial.
De modo que muchos se arrodillan, cuando van a la iglesia, adorando a Jesús allí presente.
Esta adoración al Santísimo Sacramento comienza a desarrollarse más, cuando, en el siglo XI, se hacen monumentos eucarísticos para la adoración el día del Jueves Santo, costumbre que continúa hasta el presente.
Esta devoción se incrementa, especialmente a partir de 1208, cuando Jesús se aparece a santa Juliana de Mont-Cornillon, una religiosa agustina de Lieja, en Bélgica.
Ella era una enamorada de Jesús Eucaristía, de modo que hasta físicamente encontraba en la comunión su único alimento.
Bajo el influjo de estas apariciones, el obispo de Lieja, Roberto de Thourotte, instituye en 1246 la fiesta del Corpus Christi.
En 1264, el Papa Urbano IV, antiguo arcediano de Lieja, extiende esta fiesta a toda la cristiandad por la bula Transiturus, que es una especie de carta magna sobre el culto eucarístico fuera de la misa.
San Francisco de Asís, en este mismo siglo XIII, antes de morir, aconseja en su Testamento:
Quiero que estos santísimos misterios del cuerpo y de la sangre de Cristo sean honrados y venerados por encima de todo y colocados en lugares preciosos.
Santo Tomás de Aquino (1224-1274) celebraba todos los días la misa a primera hora y luego asistía a otra.
Era un enamorado de la Eucaristía y compuso para su adoración himnos, que se han hecho famosos a lo largo de los siglos como Pange lingua, Lauda Sion o Sacris solemniis.
A partir de este siglo, la adoración eucarística va creciendo más y más en todo el mundo católico.
En ese tiempo, tiene su origen la devoción de la Cuarenta horas, que comienza en Roma.
En el siglo XIV se fundan muchas capillas de adoración al Santísimo Sacramento y se hace, frecuentemente, Exposición del Santísimo.
Hacia 1500, en muchísimas iglesias católicas del mundo, los domingos en la tarde se acostumbraba ya a rezar vísperas con Exposición del Santísimo.
En el siglo XVI se multiplican las Asociaciones y obras eucarísticas como Hora santa, Jueves sacerdotales, Cruzada eucarística, Guardia de honor, visitas al Santísimo, procesiones eucarísticas y congresos eucarísticos diocesanos, regionales o nacionales.
En 1881 comenzó el primer Congreso eucarístico internacional en Lille (Francia), motivado por Emile Tamisier.
Actualmente, en muchos lugares, la adoración del Santísimo Sacramento tiene cotidianamente una importancia destacada y se convierte en fuente inagotable de santidad.
La participación de los fieles en la procesión eucarística en la solemnidad del Corpus Christi es una gracia de Dios, que cada año llena de gozo a quienes toman parte en ella (EE 10).
San Alfonso María de Ligorio escribió:
Entre todas las devociones ésta de adorar a Jesús sacramentado es la primera, después de los sacramentos, la más apreciada por Dios y la más útil para nosotros (EE 25).
El Papa Juan XXIII, en su Diario de un alma, declara que tenía la costumbre de hacer frecuentes visitas al Santísimo, es decir, a Jesús sacramentado. Y eso lo convirtió en el Papa tan alegre que el mundo entero llegó a amar.
Juan Pablo I, el Papa de la sonrisa, cuando le preguntaban por qué sonreía tanto y por qué era tan alegre, respondía:
Porque Jesús en el Santísimo Sacramento me ama mucho.
El Papa Juan Pablo II se pasaba dos horas diarias ante Jesús sacramentado y hacía frecuentes visitas a Jesús Eucaristía.
La beata Madre Teresa de Calcuta, cuando le preguntaban qué será lo que convertirá al mundo, decía sin dudar: la oración.
Y añadía:
En cada parroquia es preciso orar delante del Santísimo Sacramento en horas santas de adoración.