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AQUEL
PABLO DE TARSO


San Pablo

Autor: P. Pedro García
Fuente: Evangelicemos.net

« PARTE 3 de 3

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71. La carta a los Filipenses. Corazón de punta a punta

72. ¿Nuestra mística? ¡Jesucristo! Invariable en Pablo

73. El amor fraterno.
Insistencia continua.

74. Trivialidades de la vida.
La virtud cristiana

75. Filemón.
Sembrando la libertad.

76. A los de Colosas.
Jesucristo sobre todo

77. Cristo en Colosenses. Grandezas y compromiso

78. Resucitados con Cristo. Somos seres celestiales

79. Cristo x Adán.
O uno u otro

80. Una lección machacona.
La Oración en San Pablo


81. Ceñidos por el amor.
El principio, el medio y el fin

82. La carta a los Efesios. Páginas sublimes

83. Predestinados y elegidos.
De eternidad a eternidad.

84. Santos, inmaculados, amantes. Así nos pensó Dios

85. ¡Ven, Espíritu Santo!
El único Espíritu de la Iglesia


86. ¡Viva la Vida de Dios!

87. El “Misterio” de Cristo.
Un secreto revelado

88. Pablo, el héroe
de la humildad.
El menor que el más pequeño

89. ¡Perfectos!
Nada de medianías.
El crecimiento en Cristo

90. El Matrimonio cristiano.
Un misterio grande.

91. Pablo y sus colaboradores. Un equipo magnífico

92. Primera carta a Timoteo.
A dirigir bien la Iglesia

93. Dios nuestro Salvador. Bondad sobre bondad

94. Un solo Mediador.
Gozo, confianza y seguridad

95. Soldados.
En Pablo, ya se sabe…

96. Jesucristo.
La clave del arco

97. Tito.
Estás en puesto difícil…

98. Jesucristo más y más.
El inagotable Pablo

99. Hebreos.
Con muchas ideas de Pablo

100. Sacerdote y Víctima.
Y el cristiano con Cristo

101. Tras el Jefe y el Guía.
¡A perseverar!

102. Timoteo, ¡ven!...
Un testamento de Pablo

103. He terminado mi carrera. Pablo en el final

104. Dinos, Pablo,
¿tú, quién eres?...
Estamos de despedida

 

Dios nuestro Salvador.
Bondad sobre bondad.


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La primera carta de Pablo a Timoteo contiene una afirmación tan solemne y tan importante como consoladora sobre el problema más grave que tiene planteado toda persona:

“¡Dios quiere que todos se salven” (1Tm 2,4)

¿Todos?... Luego ninguno queda excluido de la salvación, por enorme que sea su culpabilidad, ya que la sangre del Salvador es más poderosa que todas las culpas de la humanidad entera.

El problema de la salvación es hoy muy actual.

A muchos hombres y mujeres les falta esperanza, y esta esperanza sólo les puede venir por la seguridad que Dios les da de la salvación.

¿Hablamos hoy de esto, teniendo a Pablo por guía?

En otra carta seria, aparentemente fría, le dice Pablo a su discípulo Tito con aire de emoción: “¡Dios nos salvó!” (Tt 3,4)

Aunque Dios actuó con un acto libre del todo ─pues Dios no debe nada a nadie─, podemos decir sin embargo que Dios se vio obligado por Sí mismo a salvarnos. ¡Es tan bueno! ¡Ama tanto!...

Y Dios no tuvo más remedio que ceder ante su propia bondad, ante su amor misericordioso tan inmenso…

Ésta es precisamente la razón que da Pablo sobre la decisión de Dios, libre por una parte, y, por otra, obligado consigo mismo:

“Nos salvó por su bondad…, por su misericordia” (Tt 3,4-5). “Pues Dios, rico en misericordia, por el grande amor con que nos amó, estando muertos a causa de nuestros delitos, nos vivificó en Cristo, y así fuimos salvados”
Pablo lo dice de este modo, a pesar de mantener su afirmación anterior:

“Éramos todos hijos de ira”, estábamos irremisiblemente perdidos, destinados a la condenación (Ef 2,3-8)

Desde el principio miramos la salvación como una iniciativa de Dios, que la manda al mundo por medio de Jesucristo.

¿Por qué quiso Dios que su Hijo hecho hombre se llamara precisamente JESUS, Yahvé Dios que salva?...

Porque Dios quería salvar, no condenar.

Y salvar por medio de Jesucristo.

Todo lo que decimos de la salvación de Dios según San Pablo, eso mismo, lo vemos plenamente confirmado por San Juan, el otro gran apóstol, que escribe:

“Así amó Dios al mundo, que le dio su propio Hijo…, y no para juzgar y condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él” (Jn 3,16-17)

Hay que espigar en las cartas de Pablo muchas ideas sobre la salvación, algunas de las cuales están ciertamente contra muchas opiniones modernas, según las cuales todos están salvados ya por Jesucristo, sin distinción de buenos y malos, y eso de la salvación no debe preocupar a nadie.

Desde luego, que Pablo no admite semejante opinión.

Para Pablo, Dios ha determinado nuestra salvación, y por parte de Dios la salvación es un hecho irreversible, porque las decisiones de Dios son irrevocables y Dios no se tira nunca atrás en sus promesas (Ro 11,29)

Pero, lo que no falla de parte de Dios, puede fallar por
parte del hombre. Por eso Pablo avisa: “Trabajen con sumo cuidado por su salvación”, no por temor a Dios, que no fallará, sino por temor a ustedes mismos, que le pueden fallar a Dios (Flp 2,12)

En las cartas de Pablo tenemos el caso aleccionador de aquel escandaloso de Corinto. Pablo se vio en la precisión dolorosa de excomulgarlo para darle ocasión de arrepentirse, y daba la gran razón: “A fin de que su alma se pueda salvar en el Juicio del Señor” 1Co 5,5)

Con esta prudencia ante los ojos ─de que Dios nos salva, pero nosotros nos podemos perder─, Pablo es enormemente optimista cuando trata el problema de la salvación, como cuando proclama:

“¡Ya estamos salvados en esperanza!” (Ro 8,24)
¿Por qué? Porque el Dios que nos eligió, ese mismo Dios nos ha hecho santos, nos ha entregado ya la herencia de la vida eterna, y, para tranquilidad y seguridad nuestra, nos ha dado como prenda el Espíritu Santo, que llevamos dentro de nosotros.

Por otra parte, Dios toma tan en serio nuestra salvación, que, para conseguirla, se ha empeñado en dirigir todos los acontecimientos del mundo de tal modo que todos ellos van encaminados a la salvación de los elegidos (Ro 8,23-30)
Y hasta nos podemos preguntar: ¿De qué salvación se trata? ¿Sólo de nuestra salvación eterna?...

¡No! Pablo tiene una mirada más amplia. Va a ser salvada la creación entera.

¡No puedes ser ─viene a decirse Pablo─, que el pecado, metido en el mundo por Satanás, eche a perder para siempre la obra maravillosa de Dios!

El universo entero será una morada digna de los hijos de Dios que se habrán salvado.

La creación entera, que ahora participa de la maldición del pecado cometido en el paraíso, participará un día de la gloria que Dios habrá devuelto a la humanidad, restaurada por Jesucristo (Ro 8, 18-22)

El Apocalipsis nos dice lo mismo que Pablo, aunque algo poéticamente:

“Vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra y el primer mar desaparecieron” (Ap 21,1)

Según San Pablo, estamos ahora en un mundo provisional, mientras esperamos la salvación completa:

“Ahora gemimos, nos angustiamos, esperando nuestra redención” (Ro 8,23)

¡Pero llegará, un día llegará la salvación total!...
El pecado y todos los males que arrastra consigo, habrán quedado aniquilados.

La fe se habrá convertido en visión de Dios cara a cara.
Ya no tendremos que esperar nada, porque lo tendremos todo en la mano.

Sólo restará un amor intenso y feliz en el gozo de Dios y de todos los salvados.

¡La salvación! Un problema tan serio lo sabemos mirar, como Pablo, con ojos ilusionados.

Nuestra esperanza se apoya en el poder de Dios y en la intercesión de Jesucristo, garantizada por el Espíritu Santo que mora en nosotros.

Y al mundo, a muchos hermanos que desesperan, sabemos decirles también como Pablo a los cristianos de Roma:

-¡Venga! ¡Confíen! ¡Que nuestra salvación está más cerca de lo que creen! (Ro 13,11)

La palabra de Dios es firme, no falla nunca, y si ha dicho que nos quiere salvar, ya verán cómo nos salva a todos los que nos damos a Él con corazón sincero...

   


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