Wednesday December 04,2024
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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO


El Evangelio como me ha sido revelado

Autor: María Valtorta

« PARTE 4 de 7 »

TERCER AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS

Partes: [ 1 ] [ 2 ] [ 3 ]
[ 4 ] [ 5 ] [ 6 ] [ 7 ]



313. Preparativos para salir de Nazaret, después de la visita de Simón de Alfeo con su familia. Durante el tercer año,
Jesús será el Justo

314. La cena en la casa de Nazaret. La dolorosa partida

315. El viaje hacia Yiftael y las reflexiones de Juan de Endor

316. Jesús se despide de Juan
de Endor y de Síntica

317. La oración de Jesús por la salvación de Judas Iscariote

318. En barca de Tolemaida
a Tiro

319. Partida de Tiro en la nave del cretense Nicomedes

320. Prodigios en la nave en medio de una tempestad

321. Arribo a Seleucia.
Se despiden de Nicomedes

322. Partida de Seleucia en un carro y llegada a Antioquía

323. La visita a Antigonio

324. Las pláticas de los ocho apóstoles antes de dejar Antioquía. El adiós a Juan de Endor y a Síntica

325. Los ocho apóstoles se reúnen con Jesús
cerca de Akcib

326. Un alto en Akcib

327. En los confines de Fenicia. Palabras de Jesús sobre la igualdad de los pueblos.
Parábola de la levadura

328. En Alejandrocena donde los hermanos de Hermiona

329. En el mercado de Alejandrocena. La parábola
de los obreros de la viña

330. Santiago y Juan "hijos del trueno". Hacia Akcib
con el pastor Anás

331. La fe de la mujer cananea y otras conquistas. Llegada a Akcib

332. La sufrida separación de Bartolomé, que con Felipe
vuelve a unirse al Maestro

333. Con los diez apóstoles
hacia Sicaminón

334. También Tomas y Judas Iscariote se unen de nuevo al grupo apostólico

335. La falsa amistad de Ismael ben Fabí, y el hidrópico
curado en sábado

336. En Nazaret con cuatro apóstoles. El amor de Tomás
por María Santísima

337. El sábado en Corazín. Parábola sobre los corazones imposibles de labrar. Curación
de una mujer encorvada

338. Judas Iscariote pierde el poder de milagros.
La parábola del cultivador

339. La noche pecaminosa
de Judas Iscariote

340. El enmendamiento de Judas Iscariote y el choque con los rabíes junto al sepulcro de Hil.lel

341. La mano herida de Jesús. Curación de un sordomudo en los confines sirofenicios

342. En Quedes. Los fariseos piden un signo.
La profecía de Habacuc

343. La levadura de los fariseos. El Hijo del hombre.
El primado a Simón Pedro

344. Encuentro con los discípulos en Cesárea de Filipo y explicación de la sedal de Jonás

345. Milagro en el castillo
de Cesárea Paneas

346. Primer anuncio de la Pasión y reprensión a Simón Pedro

347. En Betsaida. Profecía sobre el martirio de los Apóstoles y curación de un ciego

348. Manahén da algunas noticias acerca de Herodes Antipas, y desde Cafarnaúm va con Jesús a Nazaret. Revelación de las transfiguraciones
de la Virgen

349. La Transfiguración en el monte Tabor y el epiléptico curado al pie del monte. Un comentario para los predilectos

350. Lección a los discípulos sobre el poder de vencer
a los demonios

351. El tributo al Templo pagado con la moneda hallada
en la boca del pez

352. Un convertido de María de Magdala. Parábola para el pequeño Benjamín y lección sobre quién es grande
en el reino de los Cielos

353. La segunda multiplicación de los panes y el milagro de la multiplicación de la Palabra

354. Jesús habla sobre el Pan del Cielo en la sinagoga
de Cafarnaúm

355. El nuevo discípulo Nicolái de Antioquía y el segundo anuncio de la Pasión

356. Hacia Gadara. Las herejías de Judas Iscariote y las renuncias de Juan,
que quiere sólo amar

357. Juan y las culpas de Judas Iscariote. Los fariseos y la cuestión del divorcio

358. En Pel.la. El jovencito Yaia y la madre de Marcos de Josías

359. En la cabaña de Matías cerca de Yabés Galaad

360. El malhumor de los apóstoles y el descanso en una gruta. El encuentro
con Rosa de Jericó

361. Los dos injertos que transformarán a los apóstoles. María de Magdala advierte a Jesús de un peligro. Milagro ante la riada del Jordán

362. La misión de las "voces" en la Iglesia futura. El encuentro con la Madre y las discípulas

363. En Rama, en casa de la hermana de Tomás. Jesús habla sobre la salvación.
Apóstrofe a Jerusalén

364. En el Templo. Oración universal y parábola del hijo verdadero y los hijos bastardos

365. Judas Iscariote insidia la inocencia de Margziam. Un nuevo discípulo, hermano de leche de Jesús. En Betania, en la
casa de Lázaro, enfermo

366. Anastática entre las discípulas. Las cartas de Antioquía

367. El jueves prepascual. Preparativos en el Getsemaní

368. El jueves prepascual. En Jerusalén y en el Templo

369. El jueves prepascual. Parábola de la lepra de las casas

370. El jueves prepascual. En el convite de los pobres en el palacio de Cusa

371. El jueves prepascual. Por la noche en el palacio de Lázaro

372. El día de la Parasceve. Despertar en el palacio de Lázaro

373. El día de la Parasceve.
En el Templo

374. El día de la Parasceve. Por las calles de Jerusalén y en el barrio de Ofel

375. La cena ritual en casa de Lázaro y el banquete sacrílego en la casa de Samuel

376. Lección sobre la obra salvífica de los santos, y condena al Templo corrompido

377. Parábola del agua y del junco para María de Magdala, que ha elegido la mejor parte

378. La parábola de los pájaros, criticada por unos judíos enemigos que tienden una trampa

379. Una premonición del
apóstol Juan

380. El amor de los apóstoles, de la contemplación a la acción

381. La parábola del administrador infiel y sagaz. Hipocresía de los fariseos y conversión de un esenio

382. Un alto en casa de Nique

383. Discurso sobre la muerte junto al vado del Jordán

384. El anciano Ananías, guardián de la casita de Salomón

385. Parábola de la encrucijada y milagros cerca del pueblo
de Salomón

386. Hacia la orilla occidental
del Jordán

387. En Guilgal. El mendigo Ogla y los escribas tentadores. Los apóstoles comparados con las doce piedras del
prodigio de Josué

388. Exhortación a Judas Iscariote, que irá a Betania
con Simón Zelote.

389. Llegada a Engadí con
diez apóstoles

390. La fe de Abraham de Engadí y la parábola de la semilla
de palma

391. Curación del leproso Eliseo de Engadí

392. La hostilidad de Masada, ciudad-fortaleza

393. En la casa de campo de María de Keriot

394. Parábola de las dos voluntades y despedida de los habitantes de Keriot

395. Las dos madres infelices de Keriot. Adiós a la madre de Judas

396. En Yuttá, con los niños. La mano de Jesús obradora
de curaciones

397. Despedida de los fieles
de Yuttá

398. Palabras de despedida en Hebrón. Los delirios
de Judas Iscariote

399. Palabras de despedida en Betsur. El amor materno de Elisa

400. En Béter, en casa de Juana de Cusa, la cual habla del daño provocado por Judas Iscariote ante Claudia

401. Pedro y Bartolomé en Béter por un grave motivo.
Éxtasis de la escritora

402. Judas Iscariote se siente descubierto durante el discurso de despedida en Béter

403. Una lucha y victoria espiritual de Simón de Jonás

404. En camino hacia Emaús
de la llanura

405. Descanso en un henil y discurso a la entrada de Emaús de la llanura. El pequeño Miguel

406. En Joppe. Palabras inútiles a Judas de Keriot y diálogo sobre el alma con algunos Gentiles

407. En los campos de Nicodemo. La parábola de los dos hijos

408. Multiplicación del trigo en los campos de José de Arimatea

409. El drama familiar del Anciano Juan

410. Provocaciones de Judas Iscariote en el grupo apostólico

411. Una lección extraída de la naturaleza y espigueo milagroso para una viejecita. Cómo ayudar a quien se enmienda

412. Elogio del lirio de los valles, símbolo de María. Pedro se sacrifica por el bien de Judas

413. Llegada a Jerusalén para la fiesta de Pentecostés y disputa con los doctores del Templo

414. Invectiva contra fariseos y doctores en el convite en casa
del Anciano Elquías

415. Un alto en el camino
en Betania

416. Un mendigo samaritano en el camino de Jericó

417. Historia de Zacarías el leproso y conversión
de Zaqueo el publicano

418. Curación del discípulo José, herido en la cabeza y recogido en la casita de Salomón

419. Curaciones en un pueblecito de la Decápolis. Parábola del escultor y de las estatuas

420. Curación de un endemoniado completo. La vocación de la mujer al amor

421. El endemoniado curado, los fariseos y la blasfemia contra
el Espíritu Santo

422. El Iscariote, con sus malos humores, ocasiona la lección sobre los deberes
y los siervos inútiles

423. Partida del Iscariote, que ocasiona la lección sobre
el amor y el perdón

424. Pensamientos de gloria y martirio ante la vista de la costa mediterránea

425. En Cesárea Marítima. Romanos mundanos y parábola de los hijos con destinos distintos

426. Con las romanas en Cesárea Marítima. Profecía en Virgilio.
La joven esclava salvada

427. Bartolomé instruye
a Áurea Gala

428. Parábola de la viña y del viñador, figuras del alma y del libre albedrío

429. Con Judas Iscariote en la llanura de Esdrelón

430. El nido caído y el escriba cruel. La letra y el espíritu
de la Ley

431. Tomás prepara el encuentro de Jesús con los campesinos
de Jocanán

432. Con los campesinos
de Jocanán, cerca de Sefori

433. Llegada a Nazaret. Alabanzas a la Virgen.
Curación de Áurea

434. Trabajos manuales en Nazaret y parábola
de la madera barnizada

435. Comienzo del tercer sábado en Nazaret y llegada de Pedro con otros apóstoles

436. En el huerto de Nazaret, revelado a apóstoles y discípulas el precio de la Redención

437. Coloquio
de Jesús con su Madre

438. María Santísima con María de Alfeo en Tiberíades, donde Valeria. Encuentro con Judas Iscariote

439. María Santísima enseña a Áurea a hacer la voluntad de Dios

440. Otro sábado en Nazaret. Obstinación de José de Alfeo

441. Partida de Nazaret. Un incendio de brezos durante el viaje viene a ser el tema de una parábola

442. Judas Iscariote en Nazaret en casa de María

443. La muerte del abuelo de Margziam

444. Las dotes de Margziam. Lección sobre la caridad, sobre la salvación, sobre los méritos del Salvador

445. Dos parábolas durante una tormenta en Tiberíades. Llegada de Maria Stma., e impenitencia de Judas Iscariote

446. Llegada a Cafarnaúm en medio de un cálido recibimiento

447. En Cafarnaúm unas palabras de Jesús sobre la misericordia y el perdón no encuentran eco

448. Encuentro de barcas en el lago y parábola sugerida por Simón Pedro

449. El pequeño Alfeo desamado de su madre

450. Milagros en el arrabal cercano a Ippo y curación del leproso Juan

451. Discurso en el arrabal cercano a Ippo sobre los deberes de los cónyuges y de los hijos

452. El ex leproso Juan se hace discípulo. Parábola de los diez monumentos

453. Llegada a Ippo y discurso en pro de los pobres. Curación de un esclavo paralítico

454. María Santísima y su amor perfecto. Conflicto de Judas Iscariote con el pequeño Alfeo

455. La Iglesia es confiada a la maternidad de María. Discurso, al pie de Gamala, en pro
de unos forzados

456. Despedida de Gamala y llegada a Afeq. Advertencia a la viuda Sara y milagro en su casa

457. Discurso en Afeq, tras una disputa entre creyentes y no creyentes. Sara se hace discípula

458. Una curación espiritual en Guerguesa y lección sobre
los dones de Dios

459. El perdón a Samuel de Nazaret y lección sobre
las malas amistades

460. Fariseos en Cafarnaúm con José y Simón de Alfeo. Jesús y su Madre preparados
para el Sacrificio

461. Confabulación en casa de Cusa para elegir a Jesús rey. El griego Zenón y la carta de Síntica con la noticia de la muerte de Juan de Endor

462. Discurso y curaciones en las fuentes termales de Emaús
de Tiberíades

463. En Tariquea. Cusa, a pesar del discurso sobre la naturaleza del reino mesiánico, invita a Jesús a su casa. Conversión de una pecadora

464. En la casa de campo de Cusa, intento de elegir rey a Jesús. El testimonio
del Predilecto

465. En Betsaida para un encargo secreto a Porfiria. Apresurada partida de Cafarnaún

466. Un alto en la casa de los ancianos cónyuges Judas y Ana

467. Parábola de la distribución de las aguas. Perdón condicionado para el campesino Jacob. Advertencias a los apóstoles camino de Corazín

468. Un episodio de enmendamiento de Judas Iscariote, y otros que
ilustran su figura

469. Despidiéndose de los pocos fieles de Corazín

470. Lección a una suegra sobre los deberes del matrimonio

471. Encuentro con el levita José, llamado Bernabé, y lección
sobre Dios-Amor

472. Solicitud insidiosa de un juicio acerca de un hecho ocurrido en Yiscala

473. Curación de un niño ciego de Sidón y una lección
para las familias

474. Una visión que se pierde en un arrobo de amor

475. Abel de Belén de Galilea pide el perdón para sus enemigos

476. Lección sobre el cuidado de las almas y perdón a los dos pecadores castigados con la lepra

477. Coloquio de Jesús con su Madre en el bosque de Matatías. Los sufrimientos morales
de Jesús y María

478. Coloquio de Jesús con José y Simón de Alfeo, que van a la fiesta de los Tabernáculos

479. Con Juan al pie de la torre de Yizreel en espera de los campesinos de Jocanán

480. Parten de Yizreel tras la visita nocturna de los campesinos de Jocanán

481. Llegada a Enganním. Maquinaciones de Judas Iscariote para impedir una trama
de los fariseos

482. En camino con un pastor samaritano que ve
premiada su fe

483. Polémica de los apóstoles sobre el odio de los judíos. Los diez leprosos curados en Samaria

484. Alto obligado en las cercanías de Efraím y parábola de la granada

485. Jesús llega con los apóstoles a Betania, donde ya están algunos discípulos con Margziam

486. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Reino

487. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Cristo

488. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Partida secreta hacia Nob después
de la oración

489. En Nob. Parábola del rey no comprendido por sus súbditos. Jesús calma el viento

490. En el campo de los Galileos con los primos apóstoles y encuentro con el levita Zacarías

491. TEn el Templo el último día de la fiesta de los Tabernáculos. Sermón sobre el Agua viva

492. En Betania se evoca la memoria de Juan de Endor

493. Jesús habla cabe la fuente de En Royel, lugar en que hicieron un alto los tres Sabios

494. La mujer adúltera y la hipocresía de sus acusadores

495. Jesús instruye acerca del perdón de los pecadores, y se despide de sus discípulos en el camino de Betania

496. Un alto en la casita de Salomón. Improvisa turbación
de Judas Iscariote.

497. Simón Pedro atraviesa una hora de abatimiento

498. Exhortación a Judas Tadeo y a Santiago de Zebedeo después de una discusión
con Judas Iscariote

499. Fuga de Esebón y encuentro con un mercader de Petra

500. Reflexiones de Bartolomé y Juan después de un retiro
en el monte Nebo

501. Parábola de los hijos lejanos. Curación de dos hijos ciegos del hombre de Petra

502. Otro abatimiento en Pedro. Lección sobre las posesiones (divinas y diabólicas)

503. Los apóstoles indagan acerca del Traidor. Un saduceo y la infeliz mujer de un nigromante. Saber distinguir lo sobrenatural de lo oculto

504. Margziam preparado para la separación. Regreso a la aldea de Salomón y muerte de Ananías

505. En el Templo, una gracia obtenida con la oración incesante y la parábola del juez y la viuda

506. En el Templo, oposición al discurso que revela que Jesús
es la Luz del mundo

507. El gran debate con los judíos. Huyen del Templo con la ayuda del levita Zacarías

508. Juan será la luz de Cristo hasta el final de los tiempos. El pequeño Marcial-Manasés acogido por José de Seforí

509. El anciano sacerdote Matán acogido con los apóstoles y discípulos que han huido
del Templo

510. La curación de un ciego
de nacimiento

511. En la casa de Juan de Nob, otra alabanza a la Corredentora. Embustes de Judas Iscariote

512. Profecía ante un pueblo destruido

513. En Emaús Montana, una parábola sobre la verdadera sabiduría y una advertencia
a Israel

514. Consejos sobre la santidad a un joven indeciso. Reprensión a los habitantes de Bet-Jorón después de la curación de un romano y una judía

515. Las razones del dolor salvífico de Jesús. Elogio de la obediencia y lección sobre
la humildad

516. En Gabaón, milagro del mudito y elogio de la sabiduría como amor a Dios

517. Hacia Nob. Judas Iscariote, tras un momento polémico, reconoce su error

518. En Jerusalén, encuentro con el ciego curado y palabras que revelan a Jesús como
buen Pastor

519. Inexplicable ausencia de Judas Iscariote y alto en Betania, en casa de Lázaro

520. Conversaciones en torno a Judas Iscariote, ausente. Llegada a Tecua con el anciano Elí-Ana

521. En Tecua, Jesús se despide de los habitantes del lugar y del anciano Elí-Ana

522. Llegada a Jericó. El amor terreno de la muchedumbre y el amor sobrenatural del
convertido Zaqueo

523. En Jericó. La petición a Jesús de que juzgue a una mujer. La parábola del fariseo y el publicano tras una comparación entre pecadores y enfermos

524. En Jericó. En casa de Zaqueo con los pecadores convertidos

525. El juicio sobre Sabea
de Betlequí

526. T526 Curaciones cerca del vado de Betabara y discurso en recuerdo de Juan el Bautista

527. Desconocimiento y tentaciones en la naturaleza humana de Cristo

528. En Nob. Consuelo materno de Elisa y regreso inquietante de Judas Iscariote

529. Enseñanzas a los apóstoles mientras realizan trabajos manuales en casa de Juan de Nob

530. Otra noche de pecado de Judas Iscariote

531. En Nob, enfermos y peregrinos venidos de todas partes. Valeria y el divorcio. Curación del pequeño Leví

532. Preparativos para las Encenias. Una prostituta enviada a tentar a Jesús, que deja Nob

533. Hacia Jerusalén con
Judas Iscariote

534. Enseñanzas y curaciones en la sinagoga de los libertos romanos. Un encargo
para los gentiles

535. Judas Iscariote llamado
a informar a casa de Caifás

536. Curación de siete leprosos y llegada a Betania con los apóstoles ya reunidos. Marta y María preparadas por Jesús
a la muerte de Lázaro

537. En el Templo en la fiesta de la Dedicación, Jesús se manifiesta a los judíos, que intentan apedrearle

538. Jesús, orante en la gruta de la Natividad, contemplado por los discípulos ex pastores

539. Juan de Zebedeo se acusa de culpas inexistentes

540. La Madre confiada a Juan. Encuentro con Manahén y lección sobre el amor a los animales. Conclusión del tercer año

 

318- En barca de Tolemaida a Tiro


La ciudad de Tolemaida da la impresión de que va a ser aplastada por un cielo bajo, de plomo, sin una rendija azul, sin una sola variación en su lóbrego aspecto. No. Ni una nube o un cirro o un nimbo que surquen aislados la capa cerrada del firmamento.

Es una única bóveda cóncava y pesada como una tapa que fuera a ser abatida sobre una caja; una enorme tapa de estaño sucio, fuliginoso, opaco, agobiante. Las casas blancas de la ciudad parecen de yeso, un yeso áspero, crudo, desolado, bajo esta luz... y el verde de las plantas siempre verdes parece empañado, triste; los rostros de las personas, lívidos y espectrales; los colores de los vestidos, apagados. La ciudad se ahoga en el cargante siroco.

El mar responde al cielo con su mismo aspecto de muerte. Un mar sin límites, quieto, desierto. No es siquiera plomizo, sería errado definirlo así. Es una extensión ilimitada, diría incluso sin repliegues, de una sustancia oleaginosa, gris como deben ser los lagos de petróleo crudo, o, mejor, si fuera posible, los lagos de una plata mezclada con hollín, con ceniza, para formar una pomada. Tiene un especial brillo de lasca cuarzosa, y, no obstante, se ve tan muerto y paco, que no parece brillar.

Su resplandor no se advierte sino con la molestia que sufren los ojos, deslumbrados por este cabrilleo de madreperla negruzca que cansa y no alegra. No se ve ni una sola ola hasta donde alcanza la vista. La mirada llega al horizonte, donde el muerto mar toca el cielo muerto, sin ver movimiento alguno de ola, aunque, por su subyacente ondeo, apenas sensible en la superficie con el cabrilleo sucio de las aguas, se comprende que no son aguas solidificadas.

Tan muerto, que en la orilla las aguas están detenidas como agua de un pilón, sin el más mínimo indicio de ola o resaca. Y la arena está claramente marcada de humedad a poco más de un metro del agua, confesando así que no ha habido movimiento de olas en la orilla desde hace muchas horas. Es la calma chicha absoluta.  

Las naves, pocas, que hay en el puerto están completamente inmóviles. Tan inmóviles, que parecen clavadas en una materia sólida. Los pocos paños tendidos en los altos puentes -enseñas o indumentos, no lo sé -penden inmóviles.

Por una callecita del barrio popular del puerto, vienen hacia la marina los apóstoles con los dos que van a Antioquía. No sé qué ha sido del burro y el carro. No están ya. Pedro y Andrés llevan un arcón, Santiago y Juan el otro; Judas de Alfeo, por su parte, se ha liado a los hombros el telar, desmontado; Mateo, Santiago de Alfeo y Simón Zelote van cargados con los talegos de todos, incluido el de Jesús.

Síntica lleva en la mano solamente un cesto con comida. Juan de Endor no lleva nada. Caminan deprisa por entre la gente que, en general, regresa de los mercados con las compras, o que, si son gente de mar, se apresura en dirección al puerto, para cargar o descargar las naves, o repararlas, según las necesidades.

Simón de Jonás camina seguro. Debe saber ya a dónde ir porque no mira a los lados. Todo colorado, sujeta de su parte el arcón, por una lazada de la cuerda, puesta como asidero; Andrés, de su parte, hace lo propio. Y se ve, tanto en ellos como en los compañeros Santiago y Juan, el esfuerzo del peso que llevan, porque se les ponen turgentes los músculos de las pantorrillas y de los brazos (y es que, para estar más libres, llevan sólo la prenda de debajo, corta y sin mangas); en todo, semejantes a los mozos de cuerda, que, ágiles, van de los fondaques a las naves, o viceversa, para sus operaciones. Por tanto, pasan completamente desapercibidos.

Pedro no va al muelle grande, sino a otro más pequeño, a través de una pasarela chirriante: es un andén construido en forma de arco, que delimita como un segundo embarcadero, mucho más pequeño, para las barcas de pesca. Mira y da una voz.

Responde un hombre, alzándose del fondo de una barca fuerte y bastante grande.

-¡Estás decidido a zarpar de verdad? Ten en cuenta que la vela hoy no sirve. Tendrás que ir a fuerza de remos.
-Así me caliento y se me abre el apetito.
-¿Pero sabes de verdad navegar?
-¿Pero qué dices, hombre? No sabía decir "mamá" y ya mi padre me había puesto en la mano la sondaleza y las cuerdas de las velas. He amolado con ellas los dientes de leche...

-Es porque... ¿sabes?... esta barca es todo lo que poseo, ¿sabes?...
-Ya desde ayer me lo estás diciendo. ¿No sabes otra canción?
-Lo que sé es que si te vas a pique pierdo todo y...
-¡Yo sí que pierdo todo, que me dejo la piel ahí, no tú!
-Pero esto es mi bien, mi pan, la alegría mía y de mi mujer, y es la dote de mi niña, y...

-¡Uf! ¡Mira, no me pinches más los nervios, que tienen ya un calambre... un calambre... mucho peor que el de los nadadores! Te he dado tanto, que podría decir: "he comprado la barca". No te he regateado lo que me has pedido. Tú eres un barquero largo de uñas, hombre. Te he demostrado que conozco el remo y la vela mejor que tú. Ya todo estaba acordado. Ahora, si la ensalada de puerros que has cenado ayer -que te huele la boca como una sentina -te ha dado una pesadilla y ahora te arrepientes, me importa un bledo. El acuerdo se ha efectuado delante de dos testigos, uno tuyo, otro mío, y es suficiente. Baja de ahí, cangrejo peludo, y déjame entrar.

-Pero yo... al menos una garantía... Si mueres, ¿quién me paga la nave?
-¿La nave? ¿Llamas nave a esta calabaza despulpada? ¡Miserable! ¡Soberbio! De todas formas, te voy a calmar, para que te decidas: te voy a dar otras cien dracmas. Con éstas y con lo que has pedido como alquiler te construyes otros tres topos de éstos...

Bueno, no... de dinero nada. Serías capaz incluso de llamarme loco, y luego pedirme más todavía, a la vuelta.

¡Porque vuelvo, eh, puedes estar seguro! A lo mejor para quitarte la barba a tortazos, si me has dado una barca con los fondos defectuosos. Te dejo como seña el burro y el carro... ¡No! ¡Tampoco eso! No dejo en tus manos a mi Antonio. Te creo capaz de cambiar de oficio y pasarte de barquero a carretero, y escaparte en mi ausencia. Mi Antonio vale diez veces lo que tu barca. Mejor te dejo el dinero. Pero ten en cuenta que son como seña, y tú me lo devuelves a mi regreso. ¿Está bien claro? ¡Eh, los de esa nave! ¿Quién es de Tolemaida?

En una nave cercana se asoman tres caras:
-Nosotros.
-Venid aquí...
-No, no, no hace falta. Nos arreglamos entre nosotros -suplica el barquero.
Pedro lo mira indagador, razona para sí, y, viendo que el hombre baja de la barca y se apresura a cargar el telar que Judas había dejado en el suelo, susurra:
-¡Comprendo!

Luego grita a los de la nave:
-¡Ya no hace falta. Quedaos ahí -y extrae de una bolsa pequeña unas monedas, las cuentas, las besa y dice: « ¡Adiós, amigas!» y se las da al barquero.
-¿Por qué las has besado? -pregunta éste extrañado.
-Un... rito. ¡Adiós, ladrón! Arriba, vosotros; tú, al menos, sujeta la barca. Ya las contarás. Verás que están justas. No quiero tenerte como compañero en el infierno, ¡eh! Yo no robo... ¡Aaarriba! ¡Aaarriba!

Y embarca el primer baúl. Luego ayuda a los otros a estibar el suyo, los talegos y todo, equilibrando el peso y colocando los objetos de forma que pueda estar libre para las maniobras; y, después de las cosas, las personas.
-¿Ves como sé, vampiro? Suelta ahora y ve a tu destino.  

Y, junto con Andrés, hinca el remo contra el andén para separar la barca.

Una vez tomada la dirección de la corriente, deja el timón a Mateo mientras le dice:  
-Bueno, tú, para sacarnos los hígados, venías a pescarnos cuando pescábamos, y sabes llevar el timón pasablemente.
Luego se sienta en la proa, dando la espalda a la proa, en el primer banco, con Andrés a su lado. Frente a él están sentados Santiago y Juan de Zebedeo, que bogan con ritmo regular y poderoso.

La barca avanza -sin tirones, rápida, a pesar de ir bastante cargada -muy cerca del flanco de las naves grandes, desde cuya borda descienden palabras de alabanza por la perfecta boga. Luego, superados los espigones, el mar abierto... Tolemaida, al estar construida a orillas del mar y teniendo su puerto en el sur de la ciudad, desfila toda ante los ojos del grupo que parte. En la barca el silencio es absoluto. Sólo se oyen los chirridos de los remos en los toletes.

Pasado un buen rato, habiendo ya dejado atrás Tolemaida, Pedro dice:
-Pero si hubiera un poco de viento... ¡Pero nada! ¡Ni un hilo!...
-¡Con tal de que no llueva!... -dice Santiago de Zebedeo.
-¡Mmm! Tiene muchas ganas de llover...
Silencio y cansancio de remos durante largo tiempo.

Luego Andrés pregunta:
-¿Por qué has besado las monedas?
-Porque se saluda a quien parte para siempre. No las volveré a ver. Y lo siento. Hubiera preferido dárselas a algún necesitado...

¡Paciencia!... La barca la verdad es que es buena y fuerte y está bien construida. Es la mejor de Tolemaida. Por eso he cedido a las pretensiones de su dueño. También para evitar muchas preguntas sobre el lugar adonde vamos. Por eso le he dicho: "A comprar al Jardín blanco"... ¡Ay, ay, ay, que empieza a llover! Cubríos, vosotros que podéis hacerlo. Tú, Síntica, dale el huevo a Juan. Es la hora... Y a mayor razón porque con un mar así no se revuelve nada en el estómago... ¿Y que me estará haciendo Jesús? ¿Qué estará haciendo? ¡Sin vestidos, sin dinero! ¿Y dónde estará ahora?

-Sin duda, orando por nosotros -responde Juan de Zebedeo.
-Sí, pero ¿dónde?...
Ninguno puede decir dónde. Y la barca da bordadas, con dificultad, pesada, bajo el cielo de plomo, en un mar de betún cinéreo, en medio de un sirimiri fino como niebla y latoso como cosquillas prolongadas. Los montes, que tras una zona de llanura vuelven a arrimarse al mar, se acercan, lívidos en el ambiente neblinoso. El mar, de cerca, sigue produciendo molestia a los ojos con su extraña fosforescencia; más lejos, se pierde en un velo brumoso.

-En aquel pueblo nos detendremos para descansar y comer -dice Pedro, que boga incansablemente. Los demás asienten.
Llegan al pueblo: un pequeño conglomerado de casas de pescadores al abrigo del espolón de un monte que penetra en el mar.

-Aquí no se desembarca. No se toca fondo... -dice Pedro entre dientes -Bien, pues comeremos aquí donde estamos.
Y así es: los bogadores comen con buen apetito; los dos exiliados, sin ganas. La lluvia, alternativamente, sigue o se para.

No se ve a gente en el pueblo; como si estuviera deshabitado. Pero, vuelos de palomas de una casa a otra y ropa tendida en las azoteas dicen que hay gente. En fin, aparece en la orilla un hombre semidesnudo que va hacia una barquita sacada al margen.

-¡Eh! ¡Tú, hombre! ¿Eres pescador? -grita Pedro haciendo embudo con las manos.
-Sí.
El sí llega débil por la distancia.
-¿Qué tiempo hará?

-Mar tendida dentro de poco. Si no eres de aquí, te aconsejo que vayas enseguida más allá del cabo. Allá la ola es más calma, sobre todo si vas bordeando la orilla. Puedes, porque es profundo el mar. Pero ve sin demora...
-Sí. ¡Paz a ti!

-¡Paz y suerte a vosotros!
-Ánimo, entonces -dice Pedro a sus compañeros -Y que Dios esté con nosotros.

-Está ciertamente con nosotros. Jesús ciertamente ora por nosotros -responde Andrés mientras se pone de nuevo a remar.

Pero la ola tendida, en efecto, ya se ha formado, y repele y aspira la pobre barca cada vez que viene; mientras tanto, la lluvia se hace cada vez más tupida... y un viento rítmico se agrega para torturar a los pobres navegantes.

Simón de Jonás lo gratifica con todos los más pintorescos epítetos, porque es un viento malo que no puede ser usado para la vela y que trata de empujar a la barca contra los escollos de1 cabo ya cercano.

La barca navega con dificultad en la curva de este pequeño golfo, más oscuro que la tinta. Reman, reman, con dificultad, rojos, sudados, apretando los dientes, sin desaprovechar ni una miaja de fuerza en palabras. Los otros, sentados frente a ellos -yo los veo de espaldas -callan, mudos, bajo la tediosa lluvia. Juan y Síntica, en el centro (junto al mástil de la vela); detrás de ellos, los hijos de Alfeo; últimos, Mateo y Simón, que luchan por mantener derecho el timón a cada golpe de ola.

Doblar el cabo es empresa fatigosa. Por fin lo hacen... Los remadores, que deben estar extenuados, pueden gozar de un poco de paz. Se consultan sobre si refugiarse en un pueblecillo de allende el cabo. Pero se impone la idea de que «se debe obedecer al Maestro incluso contra lo sensato. Y Él dijo que se debe llegar a Tiro todo en una jornada». Y continúan...

El mar se calma al improviso. Notan el fenómeno. Alfeo dice:
-El premio de la obediencia.
-Sí, Satanás se ha marchado porque no ha logrado hacernos desobedecer -confirma Pedro.
-De todas formas llegaremos a Tiro de noche. Esto nos ha retrasado mucho... -dice Mateo.  

-No importa. Iremos a dormir, y mañana buscaremos la nave -responde Simón Zelote.
-¿Y la encontraremos?
-Jesús lo ha dicho. Por tanto, la encontraremos -dice seguro el Tadeo.

-Podemos izar la vela, hermano -observa Andrés -Ahora hay viento bueno. Iremos raudos.
La vela, efectivamente, se hincha, no mucho, pero lo suficiente como para que sea mucho menos necesario remar; y la barca se desliza, como aligerada, hacia Tiro, cuyo promontorio -mejor: cuyo istmo -albea allá, al norte, con las últimas luces del día.

Y la noche cae rápida. Y parece extraño, después de tanta lobreguez de cielo, ver asomarse las estrellas a través de un imprevisto claro, y titilar resplandecientes los astros de la Osa, mientras el mar se ilumina con los serenos rayos de luna, tan blancos que casi parece rayar el alba, después de un día penoso, sin el intervalo de la noche...
Juan de Zebedeo alza la cabeza al cielo, mira y sonríe, y, al improviso, abre su boca al canto, acompañando el movimiento del remo con la estrofa y ritmando ésta con el remo:

“Ave, Estrella de la Mañana,
Jazmín de la noche,
Luna de oro de mi Cielo,
 Madre santa de Jesús.
Espera en ti el navegante,
Te sueña el que sufre y muere,
¡Ilumina, Estrella santa y pía,
 a quien te ama, oh María!..."

Canta feliz, a pleno pulmón, con voz de tenor.
-¿Pero qué haces? Estamos hablando de Jesús ¿y tú hablas de María? -pregunta su hermano.

-Él está en Ella y Ella en Él. Pero si Él está aquí es porque ha estado antes Ella... Déjame cantar...
Y pone ahínco y arrastra a los demás... Llegan así a Tiro. La arribada es cómoda en el puertecito más pequeño, el que está al sur del istmo, velado por lámparas que cuelgan de muchas barcas. Los que están allí no niegan su ayuda a los recién llegados. Pedro y Santiago de Zebedeo se quedan en la barca para vigilar los baúles. Mientras tanto, los otros, con un hombre de otra barca, se dirigen al hospedaje para descansar.

   


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