Wednesday December 04,2024
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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO


El Evangelio como me ha sido revelado

Autor: María Valtorta

« PARTE 4 de 7 »

TERCER AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS

Partes: [ 1 ] [ 2 ] [ 3 ]
[ 4 ] [ 5 ] [ 6 ] [ 7 ]



313. Preparativos para salir de Nazaret, después de la visita de Simón de Alfeo con su familia. Durante el tercer año,
Jesús será el Justo

314. La cena en la casa de Nazaret. La dolorosa partida

315. El viaje hacia Yiftael y las reflexiones de Juan de Endor

316. Jesús se despide de Juan
de Endor y de Síntica

317. La oración de Jesús por la salvación de Judas Iscariote

318. En barca de Tolemaida
a Tiro

319. Partida de Tiro en la nave del cretense Nicomedes

320. Prodigios en la nave en medio de una tempestad

321. Arribo a Seleucia.
Se despiden de Nicomedes

322. Partida de Seleucia en un carro y llegada a Antioquía

323. La visita a Antigonio

324. Las pláticas de los ocho apóstoles antes de dejar Antioquía. El adiós a Juan de Endor y a Síntica

325. Los ocho apóstoles se reúnen con Jesús
cerca de Akcib

326. Un alto en Akcib

327. En los confines de Fenicia. Palabras de Jesús sobre la igualdad de los pueblos.
Parábola de la levadura

328. En Alejandrocena donde los hermanos de Hermiona

329. En el mercado de Alejandrocena. La parábola
de los obreros de la viña

330. Santiago y Juan "hijos del trueno". Hacia Akcib
con el pastor Anás

331. La fe de la mujer cananea y otras conquistas. Llegada a Akcib

332. La sufrida separación de Bartolomé, que con Felipe
vuelve a unirse al Maestro

333. Con los diez apóstoles
hacia Sicaminón

334. También Tomas y Judas Iscariote se unen de nuevo al grupo apostólico

335. La falsa amistad de Ismael ben Fabí, y el hidrópico
curado en sábado

336. En Nazaret con cuatro apóstoles. El amor de Tomás
por María Santísima

337. El sábado en Corazín. Parábola sobre los corazones imposibles de labrar. Curación
de una mujer encorvada

338. Judas Iscariote pierde el poder de milagros.
La parábola del cultivador

339. La noche pecaminosa
de Judas Iscariote

340. El enmendamiento de Judas Iscariote y el choque con los rabíes junto al sepulcro de Hil.lel

341. La mano herida de Jesús. Curación de un sordomudo en los confines sirofenicios

342. En Quedes. Los fariseos piden un signo.
La profecía de Habacuc

343. La levadura de los fariseos. El Hijo del hombre.
El primado a Simón Pedro

344. Encuentro con los discípulos en Cesárea de Filipo y explicación de la sedal de Jonás

345. Milagro en el castillo
de Cesárea Paneas

346. Primer anuncio de la Pasión y reprensión a Simón Pedro

347. En Betsaida. Profecía sobre el martirio de los Apóstoles y curación de un ciego

348. Manahén da algunas noticias acerca de Herodes Antipas, y desde Cafarnaúm va con Jesús a Nazaret. Revelación de las transfiguraciones
de la Virgen

349. La Transfiguración en el monte Tabor y el epiléptico curado al pie del monte. Un comentario para los predilectos

350. Lección a los discípulos sobre el poder de vencer
a los demonios

351. El tributo al Templo pagado con la moneda hallada
en la boca del pez

352. Un convertido de María de Magdala. Parábola para el pequeño Benjamín y lección sobre quién es grande
en el reino de los Cielos

353. La segunda multiplicación de los panes y el milagro de la multiplicación de la Palabra

354. Jesús habla sobre el Pan del Cielo en la sinagoga
de Cafarnaúm

355. El nuevo discípulo Nicolái de Antioquía y el segundo anuncio de la Pasión

356. Hacia Gadara. Las herejías de Judas Iscariote y las renuncias de Juan,
que quiere sólo amar

357. Juan y las culpas de Judas Iscariote. Los fariseos y la cuestión del divorcio

358. En Pel.la. El jovencito Yaia y la madre de Marcos de Josías

359. En la cabaña de Matías cerca de Yabés Galaad

360. El malhumor de los apóstoles y el descanso en una gruta. El encuentro
con Rosa de Jericó

361. Los dos injertos que transformarán a los apóstoles. María de Magdala advierte a Jesús de un peligro. Milagro ante la riada del Jordán

362. La misión de las "voces" en la Iglesia futura. El encuentro con la Madre y las discípulas

363. En Rama, en casa de la hermana de Tomás. Jesús habla sobre la salvación.
Apóstrofe a Jerusalén

364. En el Templo. Oración universal y parábola del hijo verdadero y los hijos bastardos

365. Judas Iscariote insidia la inocencia de Margziam. Un nuevo discípulo, hermano de leche de Jesús. En Betania, en la
casa de Lázaro, enfermo

366. Anastática entre las discípulas. Las cartas de Antioquía

367. El jueves prepascual. Preparativos en el Getsemaní

368. El jueves prepascual. En Jerusalén y en el Templo

369. El jueves prepascual. Parábola de la lepra de las casas

370. El jueves prepascual. En el convite de los pobres en el palacio de Cusa

371. El jueves prepascual. Por la noche en el palacio de Lázaro

372. El día de la Parasceve. Despertar en el palacio de Lázaro

373. El día de la Parasceve.
En el Templo

374. El día de la Parasceve. Por las calles de Jerusalén y en el barrio de Ofel

375. La cena ritual en casa de Lázaro y el banquete sacrílego en la casa de Samuel

376. Lección sobre la obra salvífica de los santos, y condena al Templo corrompido

377. Parábola del agua y del junco para María de Magdala, que ha elegido la mejor parte

378. La parábola de los pájaros, criticada por unos judíos enemigos que tienden una trampa

379. Una premonición del
apóstol Juan

380. El amor de los apóstoles, de la contemplación a la acción

381. La parábola del administrador infiel y sagaz. Hipocresía de los fariseos y conversión de un esenio

382. Un alto en casa de Nique

383. Discurso sobre la muerte junto al vado del Jordán

384. El anciano Ananías, guardián de la casita de Salomón

385. Parábola de la encrucijada y milagros cerca del pueblo
de Salomón

386. Hacia la orilla occidental
del Jordán

387. En Guilgal. El mendigo Ogla y los escribas tentadores. Los apóstoles comparados con las doce piedras del
prodigio de Josué

388. Exhortación a Judas Iscariote, que irá a Betania
con Simón Zelote.

389. Llegada a Engadí con
diez apóstoles

390. La fe de Abraham de Engadí y la parábola de la semilla
de palma

391. Curación del leproso Eliseo de Engadí

392. La hostilidad de Masada, ciudad-fortaleza

393. En la casa de campo de María de Keriot

394. Parábola de las dos voluntades y despedida de los habitantes de Keriot

395. Las dos madres infelices de Keriot. Adiós a la madre de Judas

396. En Yuttá, con los niños. La mano de Jesús obradora
de curaciones

397. Despedida de los fieles
de Yuttá

398. Palabras de despedida en Hebrón. Los delirios
de Judas Iscariote

399. Palabras de despedida en Betsur. El amor materno de Elisa

400. En Béter, en casa de Juana de Cusa, la cual habla del daño provocado por Judas Iscariote ante Claudia

401. Pedro y Bartolomé en Béter por un grave motivo.
Éxtasis de la escritora

402. Judas Iscariote se siente descubierto durante el discurso de despedida en Béter

403. Una lucha y victoria espiritual de Simón de Jonás

404. En camino hacia Emaús
de la llanura

405. Descanso en un henil y discurso a la entrada de Emaús de la llanura. El pequeño Miguel

406. En Joppe. Palabras inútiles a Judas de Keriot y diálogo sobre el alma con algunos Gentiles

407. En los campos de Nicodemo. La parábola de los dos hijos

408. Multiplicación del trigo en los campos de José de Arimatea

409. El drama familiar del Anciano Juan

410. Provocaciones de Judas Iscariote en el grupo apostólico

411. Una lección extraída de la naturaleza y espigueo milagroso para una viejecita. Cómo ayudar a quien se enmienda

412. Elogio del lirio de los valles, símbolo de María. Pedro se sacrifica por el bien de Judas

413. Llegada a Jerusalén para la fiesta de Pentecostés y disputa con los doctores del Templo

414. Invectiva contra fariseos y doctores en el convite en casa
del Anciano Elquías

415. Un alto en el camino
en Betania

416. Un mendigo samaritano en el camino de Jericó

417. Historia de Zacarías el leproso y conversión
de Zaqueo el publicano

418. Curación del discípulo José, herido en la cabeza y recogido en la casita de Salomón

419. Curaciones en un pueblecito de la Decápolis. Parábola del escultor y de las estatuas

420. Curación de un endemoniado completo. La vocación de la mujer al amor

421. El endemoniado curado, los fariseos y la blasfemia contra
el Espíritu Santo

422. El Iscariote, con sus malos humores, ocasiona la lección sobre los deberes
y los siervos inútiles

423. Partida del Iscariote, que ocasiona la lección sobre
el amor y el perdón

424. Pensamientos de gloria y martirio ante la vista de la costa mediterránea

425. En Cesárea Marítima. Romanos mundanos y parábola de los hijos con destinos distintos

426. Con las romanas en Cesárea Marítima. Profecía en Virgilio.
La joven esclava salvada

427. Bartolomé instruye
a Áurea Gala

428. Parábola de la viña y del viñador, figuras del alma y del libre albedrío

429. Con Judas Iscariote en la llanura de Esdrelón

430. El nido caído y el escriba cruel. La letra y el espíritu
de la Ley

431. Tomás prepara el encuentro de Jesús con los campesinos
de Jocanán

432. Con los campesinos
de Jocanán, cerca de Sefori

433. Llegada a Nazaret. Alabanzas a la Virgen.
Curación de Áurea

434. Trabajos manuales en Nazaret y parábola
de la madera barnizada

435. Comienzo del tercer sábado en Nazaret y llegada de Pedro con otros apóstoles

436. En el huerto de Nazaret, revelado a apóstoles y discípulas el precio de la Redención

437. Coloquio
de Jesús con su Madre

438. María Santísima con María de Alfeo en Tiberíades, donde Valeria. Encuentro con Judas Iscariote

439. María Santísima enseña a Áurea a hacer la voluntad de Dios

440. Otro sábado en Nazaret. Obstinación de José de Alfeo

441. Partida de Nazaret. Un incendio de brezos durante el viaje viene a ser el tema de una parábola

442. Judas Iscariote en Nazaret en casa de María

443. La muerte del abuelo de Margziam

444. Las dotes de Margziam. Lección sobre la caridad, sobre la salvación, sobre los méritos del Salvador

445. Dos parábolas durante una tormenta en Tiberíades. Llegada de Maria Stma., e impenitencia de Judas Iscariote

446. Llegada a Cafarnaúm en medio de un cálido recibimiento

447. En Cafarnaúm unas palabras de Jesús sobre la misericordia y el perdón no encuentran eco

448. Encuentro de barcas en el lago y parábola sugerida por Simón Pedro

449. El pequeño Alfeo desamado de su madre

450. Milagros en el arrabal cercano a Ippo y curación del leproso Juan

451. Discurso en el arrabal cercano a Ippo sobre los deberes de los cónyuges y de los hijos

452. El ex leproso Juan se hace discípulo. Parábola de los diez monumentos

453. Llegada a Ippo y discurso en pro de los pobres. Curación de un esclavo paralítico

454. María Santísima y su amor perfecto. Conflicto de Judas Iscariote con el pequeño Alfeo

455. La Iglesia es confiada a la maternidad de María. Discurso, al pie de Gamala, en pro
de unos forzados

456. Despedida de Gamala y llegada a Afeq. Advertencia a la viuda Sara y milagro en su casa

457. Discurso en Afeq, tras una disputa entre creyentes y no creyentes. Sara se hace discípula

458. Una curación espiritual en Guerguesa y lección sobre
los dones de Dios

459. El perdón a Samuel de Nazaret y lección sobre
las malas amistades

460. Fariseos en Cafarnaúm con José y Simón de Alfeo. Jesús y su Madre preparados
para el Sacrificio

461. Confabulación en casa de Cusa para elegir a Jesús rey. El griego Zenón y la carta de Síntica con la noticia de la muerte de Juan de Endor

462. Discurso y curaciones en las fuentes termales de Emaús
de Tiberíades

463. En Tariquea. Cusa, a pesar del discurso sobre la naturaleza del reino mesiánico, invita a Jesús a su casa. Conversión de una pecadora

464. En la casa de campo de Cusa, intento de elegir rey a Jesús. El testimonio
del Predilecto

465. En Betsaida para un encargo secreto a Porfiria. Apresurada partida de Cafarnaún

466. Un alto en la casa de los ancianos cónyuges Judas y Ana

467. Parábola de la distribución de las aguas. Perdón condicionado para el campesino Jacob. Advertencias a los apóstoles camino de Corazín

468. Un episodio de enmendamiento de Judas Iscariote, y otros que
ilustran su figura

469. Despidiéndose de los pocos fieles de Corazín

470. Lección a una suegra sobre los deberes del matrimonio

471. Encuentro con el levita José, llamado Bernabé, y lección
sobre Dios-Amor

472. Solicitud insidiosa de un juicio acerca de un hecho ocurrido en Yiscala

473. Curación de un niño ciego de Sidón y una lección
para las familias

474. Una visión que se pierde en un arrobo de amor

475. Abel de Belén de Galilea pide el perdón para sus enemigos

476. Lección sobre el cuidado de las almas y perdón a los dos pecadores castigados con la lepra

477. Coloquio de Jesús con su Madre en el bosque de Matatías. Los sufrimientos morales
de Jesús y María

478. Coloquio de Jesús con José y Simón de Alfeo, que van a la fiesta de los Tabernáculos

479. Con Juan al pie de la torre de Yizreel en espera de los campesinos de Jocanán

480. Parten de Yizreel tras la visita nocturna de los campesinos de Jocanán

481. Llegada a Enganním. Maquinaciones de Judas Iscariote para impedir una trama
de los fariseos

482. En camino con un pastor samaritano que ve
premiada su fe

483. Polémica de los apóstoles sobre el odio de los judíos. Los diez leprosos curados en Samaria

484. Alto obligado en las cercanías de Efraím y parábola de la granada

485. Jesús llega con los apóstoles a Betania, donde ya están algunos discípulos con Margziam

486. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Reino

487. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Cristo

488. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Partida secreta hacia Nob después
de la oración

489. En Nob. Parábola del rey no comprendido por sus súbditos. Jesús calma el viento

490. En el campo de los Galileos con los primos apóstoles y encuentro con el levita Zacarías

491. TEn el Templo el último día de la fiesta de los Tabernáculos. Sermón sobre el Agua viva

492. En Betania se evoca la memoria de Juan de Endor

493. Jesús habla cabe la fuente de En Royel, lugar en que hicieron un alto los tres Sabios

494. La mujer adúltera y la hipocresía de sus acusadores

495. Jesús instruye acerca del perdón de los pecadores, y se despide de sus discípulos en el camino de Betania

496. Un alto en la casita de Salomón. Improvisa turbación
de Judas Iscariote.

497. Simón Pedro atraviesa una hora de abatimiento

498. Exhortación a Judas Tadeo y a Santiago de Zebedeo después de una discusión
con Judas Iscariote

499. Fuga de Esebón y encuentro con un mercader de Petra

500. Reflexiones de Bartolomé y Juan después de un retiro
en el monte Nebo

501. Parábola de los hijos lejanos. Curación de dos hijos ciegos del hombre de Petra

502. Otro abatimiento en Pedro. Lección sobre las posesiones (divinas y diabólicas)

503. Los apóstoles indagan acerca del Traidor. Un saduceo y la infeliz mujer de un nigromante. Saber distinguir lo sobrenatural de lo oculto

504. Margziam preparado para la separación. Regreso a la aldea de Salomón y muerte de Ananías

505. En el Templo, una gracia obtenida con la oración incesante y la parábola del juez y la viuda

506. En el Templo, oposición al discurso que revela que Jesús
es la Luz del mundo

507. El gran debate con los judíos. Huyen del Templo con la ayuda del levita Zacarías

508. Juan será la luz de Cristo hasta el final de los tiempos. El pequeño Marcial-Manasés acogido por José de Seforí

509. El anciano sacerdote Matán acogido con los apóstoles y discípulos que han huido
del Templo

510. La curación de un ciego
de nacimiento

511. En la casa de Juan de Nob, otra alabanza a la Corredentora. Embustes de Judas Iscariote

512. Profecía ante un pueblo destruido

513. En Emaús Montana, una parábola sobre la verdadera sabiduría y una advertencia
a Israel

514. Consejos sobre la santidad a un joven indeciso. Reprensión a los habitantes de Bet-Jorón después de la curación de un romano y una judía

515. Las razones del dolor salvífico de Jesús. Elogio de la obediencia y lección sobre
la humildad

516. En Gabaón, milagro del mudito y elogio de la sabiduría como amor a Dios

517. Hacia Nob. Judas Iscariote, tras un momento polémico, reconoce su error

518. En Jerusalén, encuentro con el ciego curado y palabras que revelan a Jesús como
buen Pastor

519. Inexplicable ausencia de Judas Iscariote y alto en Betania, en casa de Lázaro

520. Conversaciones en torno a Judas Iscariote, ausente. Llegada a Tecua con el anciano Elí-Ana

521. En Tecua, Jesús se despide de los habitantes del lugar y del anciano Elí-Ana

522. Llegada a Jericó. El amor terreno de la muchedumbre y el amor sobrenatural del
convertido Zaqueo

523. En Jericó. La petición a Jesús de que juzgue a una mujer. La parábola del fariseo y el publicano tras una comparación entre pecadores y enfermos

524. En Jericó. En casa de Zaqueo con los pecadores convertidos

525. El juicio sobre Sabea
de Betlequí

526. T526 Curaciones cerca del vado de Betabara y discurso en recuerdo de Juan el Bautista

527. Desconocimiento y tentaciones en la naturaleza humana de Cristo

528. En Nob. Consuelo materno de Elisa y regreso inquietante de Judas Iscariote

529. Enseñanzas a los apóstoles mientras realizan trabajos manuales en casa de Juan de Nob

530. Otra noche de pecado de Judas Iscariote

531. En Nob, enfermos y peregrinos venidos de todas partes. Valeria y el divorcio. Curación del pequeño Leví

532. Preparativos para las Encenias. Una prostituta enviada a tentar a Jesús, que deja Nob

533. Hacia Jerusalén con
Judas Iscariote

534. Enseñanzas y curaciones en la sinagoga de los libertos romanos. Un encargo
para los gentiles

535. Judas Iscariote llamado
a informar a casa de Caifás

536. Curación de siete leprosos y llegada a Betania con los apóstoles ya reunidos. Marta y María preparadas por Jesús
a la muerte de Lázaro

537. En el Templo en la fiesta de la Dedicación, Jesús se manifiesta a los judíos, que intentan apedrearle

538. Jesús, orante en la gruta de la Natividad, contemplado por los discípulos ex pastores

539. Juan de Zebedeo se acusa de culpas inexistentes

540. La Madre confiada a Juan. Encuentro con Manahén y lección sobre el amor a los animales. Conclusión del tercer año

 

378- La parábola de los pájaros, criticada por unos judíos enemigos que tienden una trampa


Jesús está en Betania (toda fértil y florida en este hermoso mes de Nisán, sereno, puro, como si la creación hubiera sido lavada de toda suciedad). Pero las turbas, que sin duda lo han buscado en Jerusalén y que no quieren marcharse sin antes escucharlo, para poderse llevar en su corazón su palabra, le dan alcance.

Es tanta gente, que Jesús ordena reunirla para poder adoctrinarla. Y los doce con los setenta y dos -que han vuelto a formar ese número, más o menos con los nuevos discípulos que se han agregado a ellos en estos últimos tiempos -se diseminan por todas partes para llevar a cabo la orden recibida.

Entretanto, Jesús, en el jardín de Lázaro, se despide de las mujeres (especialmente de su Madre), que por orden suya vuelven a Galilea acompañadas por Simón de Alfeo, Jairo, Alfeo de Sara, Margziam, el marido de Susana y Zebedeo. Hay saludos y lágrimas. No faltan tampoco muchos deseos de no obedecer, deseos que nacen también del amor al Maestro. Pero más fuerte aún es la fuerza del amor perfecto, perfecto, por ser enteramente sobrenatural, hacia el Verbo Stmo: y esta fuerza hace que obedezcan aceptando la dolorosa separación.

La que menos habla es María, la Madre de Jesús. Pero su mirada dice más que todas las otras juntas. Jesús, que lee su mirada, la tranquiliza, la consuela, la sacia de caricias, si es que una madre puede ser saciada, y especialmente esta Madre toda amor y congoja por el Hijo perseguido. Y las mujeres al final se marchan, y se vuelven una y otra vez saludando al Maestro, saludando a los hijos y a las afortunadas discípulas judías que todavía se quedan con el Maestro.

-Han sufrido por marcharse... -observa Simón Zelote.
-Pero convenía que se marcharan, Simón.
-¿Prevés días tristes?

-Turbulentos, por lo menos. Las mujeres no pueden soportar las fatigas como nosotros. Además, ahora que tengo un número casi igual de judías y galileas, conviene que estén separadas. Me tendrán por turnos, y por turnos tendrán la alegría de servirme; y Yo el consuelo de su afecto santo.

La gente, mientras tanto, va aumentando. El pomar que hay entre la casa de Lázaro y la que era del Zelote hormiguea de gente. Hay personas de todas las castas y condiciones; y no faltan fariseos de Judea, miembros del Sanedrín y mujeres veladas.

De la casa de Lázaro salen en grupo, bien juntos alrededor de una litera en que aquél es transportado, los miembros del Sanedrín que el sábado pascual estaban de visita en casa de Lázaro en Jerusalén, y otros más. Lázaro, al pasar, dedica a Jesús un gesto y una sonrisa feliz. Jesús se lo devuelve mientras se pone al final del pequeño cortejo para ir al lugar donde ya espera la gente.

Los apóstoles vienen a Él, y Judas Iscariote, al que desde hace algunos días se le ve jubiloso, en una fase felicísima, lanza en todas las direcciones las miradas de sus ojos negrísimos y centelleantes, y anuncia al oído de Jesús los descubrimientos que va haciendo.

-¡Mira, hay también sacerdotes!... ¡Mira, mira, está también Simón el del Sanedrín! Y Elquías. ¡Mira qué mentiroso! Hace sólo unos pocos meses decía cosas infernales de Lázaro, y ahora lo reverencia como si fuera un dios... Y allí están Doro el Anciano y Trisón. ¿Ves que saluda a José? Y el escriba Samuel con Saulo... ¡Y el hijo de Gamaliel! Y allí hay un grupo de los de Herodes...

Y aquel grupo de mujeres tan veladas son, sin lugar a dudas, las romanas; están apartadas, pero ¿ves cómo observan dónde te diriges para poder cambiar de sitio y oírte? Reconozco sus figuras, a pesar de los mantos. ¿Ves? Dos altas, una más bien ancha que alta, las otras de media estatura, pero en la justa proporción. ¿Voy a saludarlas?  

-No. Vienen como desconocidas, como personas anónimas que desean la palabra del Rabí. Debemos considerarlas como tales.

-Como quieras, Maestro. Lo decía por... recordarle a Claudia la promesa...

-No hay necesidad. Y aunque la hubiera, no nos volveremos nunca pedigüeños, Judas. ¿No es verdad? El heroísmo de la fe debe formarse en medio de las dificultades.
-Pero era por... por ti, Maestro.

-Y por tu perenne idea de un triunfo humano. Judas, no te crees ficciones, ni sobre mi modo de actuar futuro ni sobre las promesas recibidas. Tú crees en lo que te dices tú solo. Pero nada podrá cambiar el pensamiento de Dios, que es que Yo sea Redentor y Rey de un reino espiritual.
Judas no replica.

Jesús está en su sitio, con los apóstoles en círculo en torno a Él. Casi a sus pies está Lázaro en su triclinio; poco lejos de Él, las discípulas judías, o sea, las hermanas de Lázaro, Elisa, Anastática, Juana con los pequeños, Analía, Sara, Marcela, Nique. Las romanas, o al menos las mujeres a las que Judas ha señalado como tales, están más atrás, casi en el fondo, mezcladas entre un montón de gente poblana.

Los miembros del Sanedrín, fariseos, escribas, sacerdotes, están -es inevitable -en primera fila; pero Jesús les ruega que dejen paso a tres camillas con enfermos, a los cuales hace algunas preguntas, aunque sin curarlos enseguida.

Jesús, para tomar la idea de su discurso, centra la atención de los presentes en el gran número de pájaros que tienen sus nidos en las frondas del jardín de Lázaro y del huerto en que está reunido el auditorio.

-Observad. Hay pájaros autóctonos y exóticos, de todas las razas y dimensiones. Y, cuando desciendan las sombras, en su lugar, aparecerán las aves nocturnas, que también son numerosas aquí, a pesar de que, sólo por el hecho de no verlas, es casi posible olvidarlas.

¿Por qué hay tantas aves del aire aquí? Porque encuentran de qué vivir felices: sol, paz, abundante comida, lugares de amparo seguros, frescas aguas. Y se congregan, viniendo de oriente y occidente, de mediodía y septentrión, si son migratorias, o permaneciendo fieles a este lugar, si son autóctonas.

¿Qué pensar? ¿Que las aves del aire superan en sabiduría a los hijos del hombre? ¡Cuántos de estos pájaros son hijos de pájaros ya muertos pero que el año pasado, o más lejos en el tiempo, nidificaron aquí y encontraron el bienestar!

Ellos se lo han dicho a sus hijos antes de morir. Han indicado este lugar, y éstos, los hijos, han venido obedientes. Y el Padre que está en los Cielos, el Padre de los hombres todos, ¿no ha dicho a sus santos sus verdades?, ¿no ha dado todas las indicaciones posibles para el bienestar de sus hijos?

Todas las indicaciones: las que tienen por objeto el bien de la carne y las que tienen por objeto el bien del espíritu.

¿Pero qué observamos? Vemos que lo que fue enseñado para la carne -desde las túnicas de pieles que Él hizo a Adán y Eva, despojados ya ante sus propios ojos del vestido de la inocencia que el pecado había desgarrado, hasta los últimos descubrimientos que el hombre, por la luz de Dios, ha hecho ­se recuerda, transmite y enseña; mientras que lo otro, lo que fue enseñado, mandado, indicado para el espíritu, no se conserva, no se enseña, no se practica.

Muchos del Templo cuchichean. Pero Jesús los calma con un gesto.

-El Padre, de una bondad que el hombre ni con mucho puede pensar, manda a su Siervo a recordar su enseñanza, a reunir a las aves en los lugares de salvación, a darles exacto conocimiento de aquello que es útil y santo, a fundar el Reino en que toda angélica ave, todo espíritu, encontrará gracia y paz, sabiduría y salvación. Y en verdad, en verdad os digo que, de la misma forma que los pájaros nacidos en este lugar en primavera dirán a otros de otros lugares:

“Venid con nosotros, que hay un  lugar bueno donde exultaréis con la paz y la abundancia del Señor", siendo así que se verá para el nuevo año nuevos pájaros que afluirán aquí; del mismo modo, de todas las partes del mundo, como dicen los profetas, veremos afluir gran número de espíritus a la Doctrina venida de Dios, al Salvador fundador del Reino de Dios.

Pero entre las aves diurnas están mezcladas en este lugar pájaros nocturnos, rapaces, que alteran el orden, capaces de sembrar terror y muerte entre los pajaritos buenos.

Éstas son las aves que desde hace años, desde una serie de generaciones, son lo que son, y nada las puede desanidar porque sus obras se hacen en las tinieblas y en lugares impenetrables para el hombre.

Éstas, con su cruel mirada, con su vuelo mudo, con su voracidad, con su crueldad, trabajan en las tinieblas, y siembran, ellas inmundas, inmundicia y dolor. ¿A quién podremos compararlas?

A cuantos en Israel no quieren aceptar la Luz que ha venido a iluminar las tinieblas, la Palabra que ha venido a adoctrinar, la Justicia que ha venido a santificar. Para ellos he venido inútilmente. Es más, para ellos soy motivo de pecado, porque me persiguen a mí y persiguen a mis fieles. ¿Qué diré entonces? Una cosa que ya he dicho otras veces:

"Muchos vendrán de oriente y occidente y se sentarán con Abraham y Jacob en el Reino de los Cielos. Pero los hijos de este reino serán arrojados a las tinieblas exteriores".

-¿Los hijos de Dios a las tinieblas? ¡Blasfemas! -grita uno de los miembros del Sanedrín que están en contra. Es la primera salpicadura de la baba de los reptiles que han estado demasiado tiempo callados, y que no pueden seguir callados porque se ahogarían en su propio veneno.

-No los hijos de Dios -responde Jesús.
-¡Lo has dicho Tú! Has dicho: "Los hijos de este reino serán arrojados a las tinieblas exteriores".

-Y lo repito. Los hijos de este reino. Del reino donde señorean la carne, la sangre, la avaricia, el hurto, la lujuria, el delito. Pero éste no es mi Reino, que es Reino de la Luz. Éste, el vuestro, es el reino de las tinieblas.

Al Reino de la Luz vendrán de oriente y occidente, mediodía y septentrión, los espíritus rectos, incluso los que por ahora son paganos, idólatras, despreciables para Israel. Y vivirán en santa comunión con Dios, habiendo acogido dentro de ellos la luz de Dios, en espera de ascender a la verdadera Jerusalén, donde ya no habrá lágrimas ni dolor, y sobre todo, donde no hay mentiras. La mentira que ahora gobierna el mundo de las tinieblas y satura a los hijos de ese mundo hasta el punto de que en ellos no cabe ni una pizca de luz divina. ¡Oh!  

¡Que vengan los hijos nuevos a ocupar el lugar de los hijos apóstatas! ¡Vengan! ¡Cualquiera fuere su procedencia, Dios los iluminará y reinarán por los siglos de los siglos!

-¡Has hablado para insultarnos! -gritan los judíos enemigos.

-He hablado para decir la verdad.

-Tu poder está en la lengua; con ella Tú, serpiente nueva, seduces a las multitudes y las perviertes.

-Mi poder está en la potencia que me viene de ser uno con mi Padre.

-¡Blasfemo! -gritan los sacerdotes.

-¡Salvador!... Tú, que yaces a mis pies, ¿qué mal padeces?
-De niño tuve rota la columna, y desde hace treinta años estoy echado sobre la espalda.

-¡Levántate y anda! Y tú, mujer, ¿qué mal padeces?

-Mis piernas penden inertes desde que este que me lleva con mi marido vio la luz -y señala a un joven de al menos dieciséis años.

-También tú levántate y alaba al Señor. Y ese niño ¿por qué no va solo?

-Porque nació idiota, sordo, ciego, mudo. Un amasijo de carne que respira -dicen los que están con el desdichado.
-En el nombre de Dios, recibe inteligencia, palabra, vista y oído. ¡Lo quiero!

Y, realizado el tercer milagro, se vuelve a los enemigos y dice:

-¿Qué decís ahora?

-Milagros de dudoso valor. Si lo puedes todo, ¿por qué no curas a tu amigo y defensor?

-La voluntad de Dios es otra.

-¡Ja! ¡Ja! ¡Ya! ¡Dios! ¡Cómoda disculpa! Si te trajéramos nosotros un enfermo, o mejor dos, ¿los curas?

-Sí. Si lo merecen.

-Espéranos entonces -y se marchan raudos sonriendo maliciosamente.

-¡Ten cuidado, Maestro! ¡Te están tendiendo alguna trampa!» dicen muchos.

Jesús hace un gesto como queriendo decir: « ¡Bah, dejadlos!», y se inclina a acariciar a unos niños que poco a poco se han ido acercando É1 dejando a sus padres; algunas madres también se acercan, y llevan a Jesús a los que todavía andan inseguramente o a los lactantes.

-¡Bendice a nuestras criaturas, Tú, bendito, para que sean amantes de la Luz -dicen las madres.

Y Jesús impone las manos bendiciendo. Ello origina todo un movimiento en la multitud. Todos los que tienen niños quieren la misma bendición, y empujan y gritan para abrirse paso. Los apóstoles, en parte porque están nerviosos por las habituales ruindades de los escribas y fariseos, en parte por compasión hacia Lázaro, en peligro de ser arrollado por la oleada de padres que conducen a los pequeñuelos a la divina bendición, se inquietan, y llaman la atención a unos o a otros gritando, y rechazan a unos o a otros, especialmente a los niños pequeños que han llegado allí solos.

Pero Jesús, dulce, amoroso, dice:

-¡No, no! ¡No hagáis eso! No impidáis nunca a los niños venir a mí, ni les impidáis a los padres traérmelos. E1 Reino es precisamente de estos inocentes. Ellos serán inocentes del gran Delito, y crecerán en mi Fe. Dejad, pues, que los consagre a ella. Los traen a mí sus ángeles.

Jesús está ahora rodeado por un seto hecho de niños mirándolo arrobados, un seto de caritas alzadas, de ojos inocentes, de boquitas sonrientes...

Las mujeres veladas han aprovechado el desorden para dar un rodeo por detrás de la multitud y venir detrás de Jesús, como incitadas por la curiosidad.

Vuelven los fariseos, escribas, etc. etc., con dos que parecen muy enfermos. Uno, especialmente, gime en su camilla, todo cubierto con el manto. El otro está, al menos aparentemente, menos grave, pero ciertamente muy enfermo porque está en los huesos y respira con dificultad.

-Éstos son nuestros amigos. Cúralos. Estos están verdaderamente enfermos. Sobre todo, éste -y señalan al que gime.

Jesús baja los ojos hacia los enfermos, luego los alza de nuevo, hacia los judíos. Asaetea a sus enemigos con una mirada terrible. Erguido detrás del seto inocente de niños, que no le llegan ni a la ingle, parece alzarse sobre una macolla de pureza para ser el Vengador, como si de esta pureza sacara la fuerza para serlo. Abre los brazos y grita:

-¡Embusteros! ¡Éste no está enfermo! Yo os lo digo. ¡Destapadlo! Si no, realmente estará muerto dentro de un instante por este engaño contra Dios.

El hombre salta bruscamente de su camilla gritando:
-¡No, no'. ¡No descargues tu mano sobre mí! ¡Y vosotros, malditos, quedaos con muestras monedas! -y arroja una bolsa a los pies de los fariseos y huye a todo correr...

La gente gruñe, ríe, silba, aplaude...

El otro enfermo dice:

-¿Y yo, Señor? A mí me han sacado de mi cama con la fuerza y ya desde esta mañana me molestan... Pero no sabía que estaba en manos de tus enemigos...

-¡Para ti, pobre hijo, salud y bendición! -y le impone las manos abriendo el seto vivo de los niños.
El hombre levanta por un momento la manta que estaba extendida encima de su cuerpo, mira no sé qué... Luego se pone en pie. Aparece desnudo de los muslos hacia abajo. Y grita, grita hasta quedarse ronco:

-¡Mi pie! ¡Mi pie! ¿Pero quién eres, quién eres, que devuelves las cosas perdidas? -y cae a los pies de Jesús, y se pone otra vez de pie, se pone de un brinco, en equilibrio inestable, encima de su camilla y grita: «¡La enfermedad me roía los huesos! ¡El médico me había arrancado los dedos, me había quemado la carne, me había sajado hasta el hueso de la rodilla! ¡Mirad! ¡Mirad las señales! ¡Y me moría de todas formas! Y ahora... ¡Todo curado! ¡Mi pie! ¡Mi pie recompuesto!... ¡Y ya no tengo dolor! Y siento fuerza y bienestar... ¡El pecho libre...! ¡El corazón sano!... ¡Madre! ¡Madre! ¡Voy a llevarte la alegría!  

Hace ademán de echarse a correr. Pero el agradecimiento lo detiene. Vuelve de nuevo donde Jesús y besa continuamente los benditos pies hasta que Jesús no le dice, acariciándole en el pelo:
-Ve. Ve donde tu madre y sé bueno.

Luego mira a sus chasqueados enemigos y dice con voz de trueno:

-¿Y ahora? ¿Qué debería hacer con vosotros? ¿Qué debería hacer, digo a todos los presentes, después de este juicio de Dios?

La muchedumbre grita:

-¡A la lapidación los ofensores de Dios! ¡A muerte! ¡Basta ya de insidiar al Santo! ¡Malditos seáis! -y agarran terruños, ramas, cantos, ya dispuestos a empezar a apedrear.

Los detiene Jesús.

-Esta es la palabra de la multitud, ésta es su respuesta.

La mía es distinta. Digo: ¡Marchaos! No me ensucio descargando mi mano sobre vosotros. El Altísimo, que es mi defensa contra los impíos, se encargará de vosotros.

Los culpables, en vez de callarse, a pesar de tener miedo de la multitud, tienen el descaro de ofender al Maestro, y echando baba de ira gritan:

-¡Nosotros somos judíos y poderosos! ¡Te ordenamos que te vayas! ¡Te prohibimos enseñar! Te expulsamos de aquí. ¡Vete! ¡Vete! ¡Basta ya de ti! Tenemos el poder en nuestras manos y hacemos uso de él, y cada vez más lo haremos, maldito, usurpador...

Quieren todavía decir más cosas, en medio de un tumulto de gritos, llantos, silbidos, cuando la más alta de las mujeres veladas, que ha avanzado con movimiento rápido e imperioso hasta colocarse entre Jesús y sus enemigos, descubre su rostro. Y, con mirada y voz aún más imperiosos, cae su frase, cortante, más zaheridora que un látigo para los galeotes y que una segur para el cuello:

-¿Quién olvida que es esclavo de Roma?

Es Claudia. Vuelve a bajar el velo. Se inclina levemente ante el Maestro. Vuelve a su sitio.

Pero ha sido suficiente. Los fariseos se calman de golpe. Uno solo, en nombre de todos, y con un servilismo arrastrado, dice:

-¡Dómina, perdona! Pero es que Él turba el antiguo espíritu de Israel. Tú, que eres poderosa, deberías impedirlo; haz que lo impida el justo y valeroso Procónsul. ¡A él vida y larga salud!

-No son cosas nuestras. Basta con que no altere el orden de Roma. ¡Y no lo hace! -responde desdeñosa la patricia; luego da una seca orden a sus compañeras y se aleja, yendo hacia una espesura de árboles que hay en el fondo del sendero, y tras los árboles desaparece de la escena, para volver a aparecer montada en el carro chasqueante, cubierto, cuyas cortinas han sido echadas por orden de ella.

-¿Estás contento de habernos expuesto al insulto? -preguntan volviendo al ataque los judíos, fariseos, escribas y otros compañeros.

La muchedumbre grita indignada. José, Nicodemo y todos los que han dado muestras de amistad -y con éstos, sin unirse a ellos pero con palabras iguales, está el hijo de Gamaliel -sienten la necesidad de intervenir reprochándoles su exceso. La discusión pasa de ser de los enemigos contra Jesús a ser de los dos grupos opuestos, de forma que dejan fuera de la disputa al más relacionado con ella.

Y Jesús guarda silencio, con los brazos cruzados, escuchando. Yo creo que despide fuerza para contener a la multitud, y especialmente a los apóstoles, que de la ira que sienten ven rojo.

-¡Tenemos que defendernos y defender! -grita un judío exaltado.
-¡Ya está bien de ver a las turbas siguiéndole hechizadas! -dice otro.
-¡Nosotros somos los poderosos!
-¡Sólo nosotros! Sólo a nosotros se nos tiene que escuchar y seguir -vocea un escriba. -¡Que se marche de aquí! ¡Jerusalén es nuestra! -se desgañita un sacerdote, rojo como un pavo.

-¡Sois pérfidos!
-¡Estáis más que ciegos!
-¡Las turbas os abandonan porque os lo merecéis!
-¡Sed santos, si queréis ser amados!
-¡No se conserva el poder cometiendo vejaciones! ¡El poder se funda en la estima del pueblo hacia quien le gobierna! ­gritan a su vez los del partido opuesto y muchos de la multitud.

-¡Silencio! -impone Jesús.

Y, cuando se hace el silencio, dice:

-La tiranía y las imposiciones no pueden modificar ni los sentimientos íntimos ni las consecuencias del bien recibido. Recojo lo que he dado: amor. Vosotros, persiguiéndome, lo único que hacéis es aumentar este amor que quiere compensarme de vuestro desamor.

¿No sabéis, con toda vuestra sabiduría, que perseguir una doctrina no sirve sino para aumentar su poder, especialmente cuando corresponde en los hechos a lo que se enseña? Oíd una profecía mía, vosotros de Israel.

Cuanto más persigáis al Rabí de Galilea y a sus seguidores, tratando con esa tiranía de anular su doctrina, que es divina, más próspera y extendida por el mundo haréis a esta doctrina. Cada una de las gotas de los mártires que hagáis, esperando triunfar y reinar con vuestros preceptos y leyes corrompidos e hipócritas, que ya no responden a la Ley de Dios, y cada lágrima de los santos vilipendiados, será semilla de futuros creyentes.

Y seréis vencidos cuando creáis que habréis triunfado. Marchaos. Yo también me marcho. Los que me aman que me busquen en los confines de Judea y en Transjordania, o que me esperen allí, porque veloz como relámpago que corre de oriente a occidente será el paso del Hijo del hombre hasta que suba al altar y al trono, como Pontífice y Rey nuevo, y en ellos permanezca, bien firme ante la presencia del mundo, de la creación y de los Cielos, en una de sus muchas epifanías, que solamente saben comprender los buenos.  

Los fariseos hostiles y sus compañeros se han marchado. Se quedan los otros. El hijo de Gamaliel lucha dentro de sí por acercarse a Jesús, y, al final, se marcha sin decir nada...
-Maestro, no nos odiarás por ser de sus mismas castas, ¿no? -pregunta Eleazar.

-Nunca pronuncio un anatema contra el individuo por el hecho de que la clase sea rea. No temas -responde Jesús.
-Ahora nos van a odiar... -susurra Joaquín.

-¡Honor para nosotros, si nos odian! -exclama Juan, el miembro del Sanedrín.

-Fortalezca Dios a los que vacilan y bendiga a los fuertes. Yo os bendigo a todos en nombre del Señor -y, abiertos los brazos, da la bendición mosaica a todos los presentes.

Luego se despide de Lázaro y de las hermanas de éste, de Maximino, de las discípulas, y empieza su marcha...

Las verdes campiñas paralelas al camino que va a Jericó lo reciben con su verdor que enrojece ahora por un fastuoso ocaso.

   


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