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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO
Autor: María Valtorta
« PARTE 4 de 7 »
TERCER AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS
Partes:
[ 1 ]
[ 2 ]
[ 3 ]
[ 4 ]
[ 5 ]
[ 6 ]
[ 7 ]
313. Preparativos para salir de Nazaret, después de la visita de Simón de Alfeo con su familia. Durante el tercer año,
Jesús será el Justo
314. La cena en la casa de Nazaret. La dolorosa partida
315. El viaje hacia Yiftael y las reflexiones de Juan de Endor
316. Jesús se despide de Juan
de Endor y de Síntica
317. La oración de Jesús por la salvación de Judas Iscariote
318. En barca de Tolemaida
a Tiro
319. Partida de Tiro en la nave del cretense Nicomedes
320. Prodigios en la nave en medio de una tempestad
321. Arribo a Seleucia.
Se despiden de Nicomedes
322. Partida de Seleucia en un carro y llegada a Antioquía
323. La visita a Antigonio
324. Las pláticas de los ocho apóstoles antes de dejar Antioquía. El adiós a Juan de Endor y a Síntica
325. Los ocho apóstoles se reúnen
con Jesús
cerca de Akcib
326. Un alto en Akcib
327. En los confines de Fenicia. Palabras de Jesús sobre la igualdad de los pueblos.
Parábola de la levadura
328. En Alejandrocena donde los hermanos de Hermiona
329. En el mercado de Alejandrocena. La parábola
de los obreros de la viña
330. Santiago y Juan "hijos del trueno". Hacia Akcib
con el pastor Anás
331. La fe de la mujer cananea y otras conquistas. Llegada a Akcib
332. La sufrida separación de Bartolomé, que con Felipe
vuelve a unirse al Maestro
333. Con los diez apóstoles
hacia Sicaminón
334. También Tomas y Judas Iscariote se unen de nuevo al grupo apostólico
335. La falsa amistad de Ismael ben Fabí, y el hidrópico
curado en sábado
336. En Nazaret con cuatro apóstoles. El amor de Tomás
por María Santísima
337. El sábado en Corazín. Parábola sobre los corazones imposibles de labrar. Curación
de una mujer encorvada
338. Judas Iscariote pierde el poder de milagros.
La parábola del cultivador
339. La noche pecaminosa
de Judas Iscariote
340. El enmendamiento de Judas Iscariote y el choque con los rabíes junto al sepulcro de Hil.lel
341. La mano herida de Jesús. Curación de un sordomudo en los confines sirofenicios
342. En Quedes. Los fariseos piden un signo.
La profecía de Habacuc
343. La levadura de los fariseos. El Hijo del hombre.
El primado a Simón Pedro
344. Encuentro con los discípulos en Cesárea de Filipo y explicación de la sedal de Jonás
345. Milagro en el castillo
de Cesárea Paneas
346. Primer anuncio de la Pasión y reprensión a Simón Pedro
347. En Betsaida. Profecía sobre el martirio de los Apóstoles y curación de un ciego
348. Manahén da algunas noticias acerca de Herodes Antipas, y desde Cafarnaúm va con Jesús a Nazaret. Revelación de las transfiguraciones
de la Virgen
349. La Transfiguración en el monte Tabor y el epiléptico curado al pie del monte. Un comentario para los predilectos
350. Lección a los discípulos sobre el poder de vencer
a los demonios
351. El tributo al Templo pagado con la moneda hallada
en la boca del pez
352. Un convertido de María de Magdala. Parábola para el pequeño Benjamín y lección sobre quién es grande
en el reino de los Cielos
353. La segunda multiplicación de los panes y el milagro de la multiplicación de la Palabra
354. Jesús habla sobre el Pan del Cielo en la sinagoga
de Cafarnaúm
355. El nuevo discípulo Nicolái de Antioquía y el segundo anuncio de la Pasión
356. Hacia Gadara. Las herejías de Judas Iscariote y las renuncias de Juan,
que quiere sólo amar
357. Juan y las culpas de Judas Iscariote. Los fariseos y la cuestión del divorcio
358. En Pel.la. El jovencito Yaia y la madre de Marcos de Josías
359. En la cabaña de Matías cerca de Yabés Galaad
360. El malhumor de los apóstoles y el descanso en una gruta. El encuentro
con Rosa de Jericó
361. Los dos injertos que transformarán a los apóstoles. María de Magdala advierte a Jesús de un peligro. Milagro ante la riada del Jordán
362. La misión de las "voces" en la Iglesia futura. El encuentro con la Madre y las discípulas
363. En Rama, en casa de la hermana de Tomás. Jesús habla sobre la salvación.
Apóstrofe a Jerusalén
364. En el Templo. Oración universal y parábola del hijo verdadero y los hijos bastardos
365. Judas Iscariote insidia la inocencia de Margziam. Un nuevo discípulo, hermano de leche de Jesús. En Betania, en la
casa de Lázaro, enfermo
366. Anastática entre las discípulas. Las cartas de Antioquía
367. El jueves prepascual. Preparativos en el Getsemaní
368. El jueves prepascual. En Jerusalén y en el Templo
369. El jueves prepascual. Parábola de la lepra de las casas
370. El jueves prepascual. En el convite de los pobres en el palacio de Cusa
371. El jueves prepascual. Por la noche en el palacio de Lázaro
372. El día de la Parasceve. Despertar en el palacio de Lázaro
373. El día de la Parasceve.
En el Templo
374. El día de la Parasceve. Por las calles de Jerusalén y en el barrio de Ofel
375. La cena ritual en casa de Lázaro y el banquete sacrílego en la casa de Samuel
376. Lección sobre la obra salvífica de los santos, y condena al Templo corrompido
377. Parábola del agua y del junco para María de Magdala, que ha elegido la mejor parte
378. La parábola de los pájaros, criticada por unos judíos enemigos que tienden una trampa
379. Una premonición del
apóstol Juan
380. El amor de los apóstoles, de la contemplación a la acción
381. La parábola del administrador infiel y sagaz. Hipocresía de los fariseos y conversión de un esenio
382. Un alto en casa de Nique
383. Discurso sobre la muerte junto al vado del Jordán
384. El anciano Ananías, guardián de la casita de Salomón
385. Parábola de la encrucijada y milagros cerca del pueblo
de Salomón
386. Hacia la orilla occidental
del Jordán
387. En Guilgal. El mendigo Ogla y los escribas tentadores. Los apóstoles comparados con las doce piedras del
prodigio de Josué
388. Exhortación a Judas Iscariote, que irá a Betania
con Simón Zelote.
389. Llegada a Engadí con
diez apóstoles
390. La fe de Abraham de Engadí y la parábola de la semilla
de palma
391. Curación del leproso Eliseo de Engadí
392. La hostilidad de Masada, ciudad-fortaleza
393. En la casa de campo de María de Keriot
394. Parábola de las dos voluntades y despedida de los habitantes de Keriot
395. Las dos madres infelices de Keriot. Adiós a la madre de Judas
396. En Yuttá, con los niños. La mano de Jesús obradora
de curaciones
397. Despedida de los fieles
de Yuttá
398. Palabras de despedida en Hebrón. Los delirios
de Judas Iscariote
399. Palabras de despedida en Betsur. El amor materno de Elisa
400. En Béter, en casa de Juana de Cusa, la cual habla del daño provocado por Judas Iscariote ante Claudia
401. Pedro y Bartolomé en Béter por un grave motivo.
Éxtasis de la escritora
402. Judas Iscariote se siente descubierto durante el discurso de despedida en Béter
403. Una lucha y victoria espiritual de Simón de Jonás
404. En camino hacia Emaús
de la llanura
405. Descanso en un henil y discurso a la entrada de Emaús de la llanura. El pequeño Miguel
406. En Joppe. Palabras inútiles a Judas de Keriot y diálogo sobre el alma con algunos Gentiles
407. En los campos de Nicodemo. La parábola de los dos hijos
408. Multiplicación del trigo en los campos de José de Arimatea
409. El drama familiar del Anciano Juan
410. Provocaciones de Judas Iscariote en el grupo apostólico
411. Una lección extraída de la naturaleza y espigueo milagroso para una viejecita. Cómo ayudar a quien se enmienda
412. Elogio del lirio de los valles, símbolo de María. Pedro se sacrifica por el bien de Judas
413. Llegada a Jerusalén para la fiesta de Pentecostés y disputa con los doctores del Templo
414. Invectiva contra fariseos y doctores en el convite en casa
del Anciano Elquías
415. Un alto en el camino
en Betania
416. Un mendigo samaritano en el camino de Jericó
417. Historia de Zacarías el leproso y conversión
de Zaqueo el publicano
418. Curación del discípulo José, herido en la cabeza y recogido en la casita de Salomón
419. Curaciones en un pueblecito de la Decápolis. Parábola del escultor y de las estatuas
420. Curación de un endemoniado completo. La vocación de la mujer al amor
421. El endemoniado curado, los fariseos y la blasfemia contra
el Espíritu Santo
422. El Iscariote, con sus malos humores, ocasiona la lección sobre los deberes
y los siervos inútiles
423. Partida del Iscariote, que ocasiona la lección sobre
el amor y el perdón
424. Pensamientos de gloria y martirio ante la vista de la costa mediterránea
425. En Cesárea Marítima. Romanos mundanos y parábola de los hijos con destinos distintos
426. Con las romanas en Cesárea Marítima. Profecía en Virgilio.
La joven esclava salvada
427. Bartolomé instruye
a Áurea Gala
428. Parábola de la viña y del viñador, figuras del alma y del libre albedrío
429. Con Judas Iscariote en la llanura de Esdrelón
430. El nido caído y el escriba cruel. La letra y el espíritu
de la Ley
431. Tomás prepara el encuentro de Jesús con los campesinos
de Jocanán
432. Con los campesinos
de Jocanán, cerca de Sefori
433. Llegada a Nazaret. Alabanzas a la Virgen.
Curación de Áurea
434. Trabajos manuales en Nazaret y parábola
de la madera barnizada
435. Comienzo del tercer sábado en Nazaret y llegada de Pedro con otros apóstoles
436. En el huerto de Nazaret, revelado a apóstoles y discípulas el precio de la Redención
437. Coloquio
de Jesús con
su Madre
438. María Santísima con María de Alfeo en Tiberíades, donde Valeria. Encuentro con Judas Iscariote
439. María Santísima enseña a Áurea a hacer la voluntad de Dios
440. Otro sábado en Nazaret. Obstinación de José de Alfeo
441. Partida de Nazaret. Un incendio de brezos durante el viaje viene a ser el tema de una parábola
442. Judas Iscariote en Nazaret en casa de María
443. La muerte del abuelo de Margziam
444. Las dotes de Margziam. Lección sobre la caridad, sobre la salvación, sobre los méritos del Salvador
445. Dos parábolas durante una tormenta en Tiberíades. Llegada de Maria Stma., e impenitencia de Judas Iscariote
446. Llegada a Cafarnaúm en medio de un cálido recibimiento
447. En Cafarnaúm unas palabras de Jesús sobre la misericordia y el perdón no encuentran eco
448. Encuentro de barcas en el lago y parábola sugerida por Simón Pedro
449. El pequeño Alfeo desamado de su madre
450. Milagros en el arrabal cercano a Ippo y curación del leproso Juan
451. Discurso en el arrabal cercano a Ippo sobre los deberes de los cónyuges y de los hijos
452. El ex leproso Juan se hace discípulo. Parábola de los diez monumentos
453. Llegada a Ippo y discurso en pro de los pobres. Curación de un esclavo paralítico
454. María Santísima y su amor perfecto. Conflicto de Judas Iscariote con el pequeño Alfeo
455. La Iglesia es confiada a la maternidad de María. Discurso, al pie de Gamala, en pro
de unos forzados
456. Despedida de Gamala y llegada a Afeq. Advertencia a la viuda Sara y milagro en su casa
457. Discurso en Afeq, tras una disputa entre creyentes y no creyentes. Sara se hace discípula
458. Una curación espiritual en Guerguesa y lección sobre
los dones de Dios
459. El perdón a Samuel de Nazaret y lección sobre
las malas amistades
460. Fariseos en Cafarnaúm con José y Simón de Alfeo. Jesús y su Madre preparados
para el Sacrificio
461. Confabulación en casa de Cusa para elegir a Jesús rey. El griego Zenón y la carta de Síntica con la noticia de la muerte de Juan de Endor
462. Discurso y curaciones en las fuentes termales de Emaús
de Tiberíades
463. En Tariquea. Cusa, a pesar del discurso sobre la naturaleza del reino mesiánico, invita a Jesús a su casa. Conversión de una pecadora
464. En la casa de campo de Cusa, intento de elegir rey a Jesús. El testimonio
del Predilecto
465. En Betsaida para un encargo secreto a Porfiria. Apresurada partida de Cafarnaún
466. Un alto en la casa de los ancianos cónyuges Judas y Ana
467. Parábola de la distribución de las aguas. Perdón condicionado para el campesino Jacob. Advertencias a los apóstoles camino de Corazín
468. Un episodio de enmendamiento de Judas Iscariote, y otros que
ilustran su figura
469. Despidiéndose de los pocos fieles de Corazín
470. Lección a una suegra sobre los deberes del matrimonio
471. Encuentro con el levita José, llamado Bernabé, y lección
sobre Dios-Amor
472. Solicitud insidiosa de un juicio acerca de un hecho ocurrido en Yiscala
473. Curación de un niño ciego de Sidón y una lección
para las familias
474. Una visión que se pierde en un arrobo de amor
475. Abel de Belén de Galilea pide el perdón para sus enemigos
476. Lección sobre el cuidado de las almas y perdón a los dos pecadores castigados con la lepra
477. Coloquio de Jesús con su Madre en el bosque de Matatías. Los sufrimientos morales
de Jesús y María
478. Coloquio de Jesús con José y Simón de Alfeo, que van a la fiesta de los Tabernáculos
479. Con Juan al pie de la torre de Yizreel en espera de los campesinos de Jocanán
480. Parten de Yizreel tras la visita nocturna de los campesinos de Jocanán
481. Llegada a Enganním. Maquinaciones de Judas Iscariote para impedir una trama
de los fariseos
482. En camino con un pastor samaritano que ve
premiada su fe
483. Polémica de los apóstoles sobre el odio de los judíos. Los diez leprosos curados en Samaria
484. Alto obligado en las cercanías de Efraím y parábola de la granada
485. Jesús llega con los apóstoles a Betania, donde ya están algunos discípulos con Margziam
486. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Reino
487. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Cristo
488. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Partida secreta hacia Nob después
de la oración
489. En Nob. Parábola del rey no comprendido por sus súbditos. Jesús calma el viento
490. En el campo de los Galileos con los primos apóstoles y encuentro con el levita Zacarías
491. TEn el Templo el último día de la fiesta de los Tabernáculos. Sermón sobre el Agua viva
492. En Betania se evoca la memoria de Juan de Endor
493. Jesús habla cabe la fuente de En Royel, lugar en que hicieron un alto los tres Sabios
494. La mujer adúltera y la hipocresía de sus acusadores
495. Jesús instruye acerca del perdón de los pecadores, y se despide de sus discípulos en el camino de Betania
496. Un alto en la casita de Salomón. Improvisa turbación
de Judas Iscariote.
497. Simón Pedro atraviesa una hora de abatimiento
498. Exhortación a Judas Tadeo y a Santiago de Zebedeo después de una discusión
con Judas Iscariote
499. Fuga de Esebón y encuentro con un mercader de Petra
500. Reflexiones de Bartolomé y Juan después de un retiro
en el monte Nebo
501. Parábola de los hijos lejanos. Curación de dos hijos ciegos del hombre de Petra
502. Otro abatimiento en Pedro. Lección sobre las posesiones (divinas y diabólicas)
503. Los apóstoles indagan acerca del Traidor. Un saduceo y la infeliz mujer de un nigromante. Saber distinguir lo sobrenatural de lo oculto
504. Margziam preparado para la separación. Regreso a la aldea de Salomón y muerte de Ananías
505. En el Templo, una gracia obtenida con la oración incesante y la parábola del juez y la viuda
506. En el Templo, oposición al discurso que revela que Jesús
es la Luz del mundo
507. El gran debate con los judíos. Huyen del Templo con la ayuda del levita Zacarías
508. Juan será la luz de Cristo hasta el final de los tiempos. El pequeño Marcial-Manasés acogido por José de Seforí
509. El anciano sacerdote Matán acogido con los apóstoles y discípulos que han huido
del Templo
510. La curación de un ciego
de nacimiento
511. En la casa de Juan de Nob, otra alabanza a la Corredentora. Embustes de Judas Iscariote
512. Profecía ante un pueblo destruido
513. En Emaús Montana, una parábola sobre la verdadera sabiduría y una advertencia
a Israel
514. Consejos sobre la santidad a un joven indeciso. Reprensión a los habitantes de Bet-Jorón después de la curación de un romano y una judía
515. Las razones del dolor salvífico de Jesús. Elogio de la obediencia y lección sobre
la humildad
516. En Gabaón, milagro del mudito y elogio de la sabiduría como amor a Dios
517. Hacia Nob. Judas Iscariote, tras un momento polémico, reconoce su error
518. En Jerusalén, encuentro con el ciego curado y palabras que revelan a Jesús como
buen Pastor
519. Inexplicable ausencia de Judas Iscariote y alto en Betania, en casa de Lázaro
520. Conversaciones en torno a Judas Iscariote, ausente. Llegada a Tecua con el anciano Elí-Ana
521. En Tecua, Jesús se despide de los habitantes del lugar y del anciano Elí-Ana
522. Llegada a Jericó. El amor terreno de la muchedumbre y el amor sobrenatural del
convertido Zaqueo
523. En Jericó. La petición a Jesús de que juzgue a una mujer. La parábola del fariseo y el publicano tras una comparación entre pecadores y enfermos
524. En Jericó. En casa de Zaqueo con los pecadores convertidos
525. El juicio sobre Sabea
de Betlequí
526. T526 Curaciones cerca del vado de Betabara y discurso en recuerdo de Juan el Bautista
527. Desconocimiento y tentaciones en la naturaleza humana de Cristo
528. En Nob. Consuelo materno de Elisa y regreso inquietante de Judas Iscariote
529. Enseñanzas a los apóstoles mientras realizan trabajos manuales en casa de Juan de Nob
530. Otra noche de pecado de Judas Iscariote
531. En Nob, enfermos y peregrinos venidos de todas partes. Valeria y el divorcio. Curación del pequeño Leví
532. Preparativos para las Encenias. Una prostituta enviada a tentar a Jesús, que deja Nob
533. Hacia Jerusalén con
Judas Iscariote
534. Enseñanzas y curaciones en la sinagoga de los libertos romanos. Un encargo
para los gentiles
535. Judas Iscariote llamado
a informar a casa de Caifás
536. Curación de siete leprosos y llegada a Betania con los apóstoles ya reunidos. Marta y María preparadas por Jesús
a la muerte de Lázaro
537. En el Templo en la fiesta de la Dedicación, Jesús se manifiesta a los judíos, que intentan apedrearle
538. Jesús, orante en la gruta de la Natividad, contemplado por los discípulos ex pastores
539. Juan de Zebedeo se acusa de culpas inexistentes
540. La Madre confiada a Juan. Encuentro con Manahén y lección sobre el amor a los animales. Conclusión del tercer año
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325- Los ocho apóstoles se reúnen
con Jesús cerca de Akcib
Jesús -un Jesús muy delgado y pálido, muy triste, atormentado yo diría -está en la cima, exactamente en la cima más alta de un montecito, que es sede de un pueblo.
Pero Jesús no está en el pueblo (que está en la cima, sí, pero vuelto hacia la ladera sureste), sino en una pequeña prominencia, la más alta, que mira hacia el noroeste (la verdad es que más oeste que norte).
Jesús, dado que mira desde varios lados, ve una cadena ondulada de montes, que en los extremos noroeste y suroeste introduce sus últimos ramales en el mar: al suroeste, con el Carmelo, que se difumina a lo lejos en este día claro; al noroeste, con un cabo cortante como un espolón de nave, muy parecido a nuestras Apuanas, por las venas rocosas que albean bajo el sol. Por las laderas de esta cadena ondulada de montes descienden torrentes y regatos (todos bien colmados de aguas en esta estación del año) que por la llanura costera corren a introducirse en el mar.
Cerca de la amplia bahía de Sicaminón, el más exuberante de ellos, el Kisón, desemboca en el mar, tras haber formado casi un pequeño lago en la confluencia con otro riachuelo, poco antes de la desembocadura. El sol meridiano del claro día extrae de los cursos de agua reflejos de topacios o zafiros, mientras que el mar es un inmenso zafiro veteado de livianos collares de perlas.
La primavera del sur se perfila ya con las nuevas hojas, que, de las abiertas gemas, brotan, tiernas, brillantes, tan nuevas, tan desconocedoras de polvo y tempestades, de mordeduras de insectos y de contactos de hombre, que yo diría virginales. Y las ramas de los almendros son ya borlas de espuma blanco-rosada; tan blandas, tan livianas, que da la impresión de que vayan a desprenderse del tronco natal y navegar, cual pequeñas nubes, por el aire sereno.
También los campos de la llanura, no vasta pero sí fértil, comprendida entre los dos cabos, el del noroeste y el del suroeste, muestra un tierno verdear de cereales, que quitan toda tristeza a los campos, poco antes desnudos.
Jesús mira. Desde el punto en que se encuentra, ve tres caminos: el que sale del pueblo y va a terminar ahí (es un caminito sólo para personas) y otros dos, que van hacia abajo, desde el pueblo, y se bifurcan en opuestas direcciones: hacia el noroeste, hacia el suroeste.
¡Qué Jesús tan desmejorado' Signado por la penitencia mucho más que cuando ayunó en el desierto: entonces era el hombre empalidecido, pero todavía joven y vigoroso; ahora es el hombre consumido por un complejo sufrir que deprime tanto las fuerzas físicas como las morales. Sus ojos están muy tristes, una tristeza dulce y grave al mismo tiempo.
Las mejillas, enflaquecidas, hacen realzar aún más la espiritualidad del perfil, de la frente alta, de la nariz larga y derecha, de esa boca cuyos labios carecen absolutamente de sensualidad. Un rostro angélico, de tanto como excluye la materialidad.
Tiene la barba más larga que de costumbre, crecida incluso en los carrillos hasta confundirse con los cabellos, que le caen sobre las orejas; de forma que de su rostro son visibles solamente la frente, los ojos, la nariz y los pómulos, flacos y de un color marfil sin sombra de róseo. Tiene los cabellos peinados rudimentariamente, cabellos que se han vuelto opacos y conservan, para recuerdo del antro en que ha estado, muchos pequeños fragmentos de hojas secas y de palitos que se han quedado enredados en la larga cabellera. Y la túnica y el manto, arrugados y polvorientos, denuncian también el lugar agreste en que han sido vestidos y usados sin tregua.
Jesús mira... El sol del mediodía lo calienta, y da la impresión de que ello le es agradable, porque evita la sombra de algunos robles para ir bien al sol; pero, a pesar de que sea un sol neto, resplandeciente, no enciende reflejos en sus cabellos polvorientos ni en sus ojos cansados, ni da color a su rostro enflaquecido.
No es el sol lo que lo conforta y aviva su color; es el ver a sus queridos apóstoles, que suben, gesticulando y mirando hacia el pueblo por el camino que viene del noroeste, el más llano. Entonces se produce la metamorfosis: la mirada se le aviva; el rostro parece perder en parte su aspecto demacrado, por una leve coloración rosada que se extiende sobre las mejillas, y más por la sonrisa que lo ilumina. Abre los brazos -los tenía cruzados -y exclama: «¡Mis amados!». Lo dice alzando la cara, extendiendo su mirada sobre las cosas, como queriendo comunicar su alegría a las hierbas y a los árboles, al cielo sereno, al aire, que ya sabe a primavera.
Recoge el manto ciñéndoselo bien al cuerpo, para que no se quede enganchado en las matas, y baja raudo, por un atajo, al encuentro de ellos, que suben y que todavía no lo han visto. Cuando la distancia puede ser salvada por la voz, los llama para detener su marcha en dirección al pueblo.
Oyen la llamada lejana. Quizás desde el punto en que están no pueden ver a Jesús, cuyo indumento oscuro se confunde con la espesura del bosque que cubre la ladera. Miran a su alrededor, gesticulan... Jesús los llama de nuevo... Por fin, un claro del bosque lo muestra a sus ojos, bajo el sol, con los brazos un poco extendidos, como queriéndolos abrazar ya. Entonces se oye un fuerte grito, que se refleja en la abrupta ladera:
-¡El Maestro! -y, dejando el camino, empieza una gran carrera hacia arriba por las escarpaduras, arañándose, tropezando, jadeando, sin sentir el peso de los talegos ni la fatiga del paso... llevados de la alegría de verlo de nuevo.
Naturalmente, los primeros en llegar son los más jóvenes y los más ágiles, es decir, los dos hijos de Alfeo, de paso seguro, propio de quien ha nacido en las colinas, y Juan y Andrés, que corren como dos cervatillos, sonriendo felices. Y caen a sus pies, amorosos y reverentes, felices, felices, felices... Luego llega Santiago de Zebedeo. Los últimos en llegar, casi juntos, son los tres menos expertos en carreras y en montañas: Mateo y el Zelote y, el último, el último de todos, Pedro.
Pero se abre paso -¡vaya que si se abre paso! -para llegar al Maestro. Los primeros que han llegado están abrazados a sus piernas y no se cansan de besarle las vestiduras o las manos, que El les ha dejado abandonadas. Coge enérgicamente a Juan y a Andrés, que están agarrados a las vestiduras de Jesús como ostras a un escollo, y jadeante por el esfuerzo realizado, los aparta lo suficiente como para poder caer también él a los pies de Jesús, y dice:
-¡Oh, Maestro mío! ¡Ahora vuelvo a vivir, por fin! Ya no podía más. He envejecido y adelgazado como por una mala enfermedad. Mira como es verdad, Maestro... -y alza la cara para que Jesús lo mire. Pero, al hacerlo, ve en él el cambio de Jesús, y se pone en pie gritando: « ¿Maestro? ¿Pero qué has hecho? ¡Necios! ¡Pero mirad! ¿No veis nada vosotros? ¡Jesús ha estado enfermo!... ¡Maestro, Maestro mío, ¿qué has tenido? ¡Díselo a tu Simón!».
-Nada, amigo.
-¿Nada? ¿Con esa cara? ¡Entonces es que alguien te ha tratado mal!
-¡No, hombre, Simón!
-¡Imposible! ¡O enfermo o has sufrido persecución! ¡Que tengo ojos, eh!...
-Yo también los tengo. Y, efectivamente, te veo enflaquecido y más viejo. Entonces tú ¿por qué estás así? -pregunta sonriendo el Señor a su Pedro, el cual lo observa atentamente como si quisiera leer la verdad en el pelo, en la piel, en la barba de Jesús.
-¡Pero yo he sufrido! No lo niego. ¿Crees que ha sido placentero ver tanto dolor?
-¡Tú lo has dicho! Yo también he sufrido por el mismo motivo...
-¿Sólo por eso, realmente, Jesús? -pregunta, enternecido y afectuoso, Judas de Alfeo.
-Por el dolor, sí, hermano mío. El dolor causado por tener que mandar a otro sitio...
-Y por el dolor de haberte visto obligado a ello por...
-¡Por favor!... ¡Silencio! Prefiero el silencio ante mi herida a cualquier palabra que quiera consolarme diciéndome: "Sé por qué has sufrido". Y, además, sabedlo todos, he sufrido por muchas cosas, no solo por ésta. Y, si Judas no me hubiera interrumpido, os lo habría dicho
-Jesús se muestra severo al decir esto. Todos se intimidan.
Pedro es el primero en reaccionar, y pregunta:
-¿Y dónde has estado, Maestro? ¿Qué has hecho?
-He estado en una gruta... orando... meditando... fortaleciendo mi espíritu, obteniendo fortaleza para vosotros en vuestra misión, para Juan y Síntica en su sufrimiento.
-¿Pero dónde, dónde? ¡Sin vestidos, sin dinero! ¿Cómo te las has arreglado?
Simón está nervioso.
-En una gruta no necesitaba nada.
-Pero, ¿y la comida?, ¿y el fuego?, ¿y la cama?, ¿y...? ¡Bueno, todo! Yo te imaginaba -era mi esperanza -, al menos, huésped, como un peregrino que hubiera perdido el camino, en Yiftael, o en otra parte... en definitiva, en una casa. Eso me tranquilizaba un poco. ¡Pero, de todas formas...! Decid vosotros si no era mi tormento el pensamiento de que Él estaba sin ropa, sin comida, sin medios para procurársela, sin, sobre todo esto, sin voluntad de procurársela. ¡Jesús, no debías haberlo hecho!
¡Y no me lo volverás a hacer, nunca! De ahora en adelante, no te dejaré ni por una hora. Me coseré a tu túnica, para seguirte como una sombra, quieras o no. Sólo si muero seré separado de ti.
-O si muero Yo.
-¡Tú no! Tú no debes morir antes que yo. No digas eso. ¿Quieres entristecerme del todo?
-No. Es más, quiero alegrarme contigo, con todos, en esta hermosa hora que me trae de nuevo a mis amados, predilectos amigos. ¿Veis? Ya estoy mejor, porque vuestro amor sincero me alimenta, me da calor, me consuela de todo.
Y los acaricia, uno a uno, mientras sus rostros resplandecen con una sonrisa dichosa y sus ojos brillan y tiemblan los labios por la emoción de estas palabras, preguntando:
-¿De verdad, Señor?
-¿Es realmente así?
-¿Tanto nos quieres?
-Sí. Os quiero mucho. ¿Habéis traído comida?
-Sí. Presentía que estabas exhausto y la he comprado por el camino. Tengo pan, carne asada, leche, queso y manzanas, y una borracha con vino generoso y huevos para ti, si es que no se han roto...
-Bien, entonces vamos a sentarnos aquí, bajo este buen sol, y vamos a comer. Mientras comemos me habláis...
Se sientan al sol en un risco. Pedro abre su talego y observa sus tesoros:
-¡Todo salvo! exclama -Incluso la miel de Antigonio. ¡Pero hombre! ¡Si ya lo he dicho yo! Al regreso, aunque nos hubiéramos metido en una cuba para rodar impulsados por un loco, o en un bote sin remos, hasta incluso con agujero, y además en una tempestad, habríamos llegado sanos y salvos... ¡Pero a la ida! Cada vez me convenzo más de que era el demonio el que nos ponía obstáculos, para no dejarnos ir con esos dos pobrecitos...
-Si, claro, ahora ya no tenía objeto... -confirma el Zelote.
-Maestro, ¿has hecho penitencia por nosotros? -pregunta Juan, que se olvida de comer por contemplar a Jesús.
-Sí, Juan. Os he seguido con el pensamiento. He sentido vuestros peligros y aflicciones. Os he ayudado como he podido...
-¡Yo lo he sentido! Y os lo dije, ¿os acordáis?
-Sí, es verdad -confirman todos.
-Ahora me estáis devolviendo lo que os he dado.
-¿Has ayunado, Señor? -pregunta Andrés.
-¿Qué remedio! -le responde Pedro -Aunque hubiera querido comer, sin dinero, en una gruta, ¿cómo querías que comiera?
-¡Por causa nuestra! ¡Cuánto me apena esto! -dice Santiago de Alfeo.
-¡Oh, no! ¡No os aflijáis! No solamente por vosotros. También por todo el mundo. He hecho lo que cuando empecé la misión. En aquella ocasión, al final, fui socorrido por los ángeles; ahora me socorréis vosotros. Y, creedme, para mí es doble alegría. Porque en los ángeles es inderogable el ministerio de caridad, pero en los hombres es menos fácil de encontrar. Vosotros lo estáis ejerciendo. Y habéis pasado, por amor a mí, de hombres a ángeles, habiendo elegido la santidad por encima de toda otra cosa.
Por tanto, me hacéis feliz como Dios y como Hombre-Dios. Porque me dais aquello que es de Dios: la Caridad, y me dais aquello que es del Redentor: vuestra elevación a la Perfección. Esto me viene de vosotros, y alimenta más que cualquier otro alimento. También en aquel entonces, en el desierto, fui nutrido de amor después del ayuno. Y ello me confortó.
¡Lo mismo ahora, lo mismo ahora! Todos hemos sufrido. Yo y vosotros. Pero no ha sido un sufrimiento inútil. Creo, sé, que este sufrimiento os ha favorecido más que todo un año de instrucción. El dolor, la meditación sobre el mal que un hombre puede hacer a su semejante, la piedad, la fe, la esperanza, la caridad que habéis debido ejercer, y además solos, os han madurado, como niños que se hacen hombres...
-¡Oh, sí! Me he hecho viejo. No volveré a ser el Simón de Jonás que era al partir. He comprendido lo dolorosa y fatigosa que es nuestra misión, a pesar de ser hermosa... -suspira Pedro.
-Bueno, pues ahora estamos aquí, juntos. Referid...
-Habla tú, Simón. Sabes hacerlo mejor que yo -dice Pedro al Zelote.
-No. Tú, como jefe competente que eres, habla por todos -responde.
Y Pedro empieza, diciendo como preliminar:
-Pero ayudadme.
Narra con orden hasta la partida de Antioquía. Luego comienza la narración del regreso:
-Sufríamos todos, ¿eh? Nunca olvidaré las últimas voces de los dos...
Pedro se seca con el dorso de la mano dos lagrimones que ruedan al improviso...
-Me parecieron el último grito de uno que se estuviera ahogando... ¡En fin! Bueno, hablad vosotros... yo no puedo... -y se levanta y se aparta un poco para controlar su emoción.
Continúa Simón Zelote:
-Ninguno habló durante mucho camino... No podíamos hablar... La garganta estaba tan hinchada de llanto que nos dolía... Y no queríamos llorar... porque si hubiéramos empezado, aunque hubiera sido uno sólo, ya no habría tenido solución. Llevaba los ramales yo, porque Simón de Jonás, para que no se viera que sufría, se había puesto en el fondo del carro a hurgar en los talegos. Nos detuvimos en un pueblecito a mitad de camino entre Antioquía y Seleucia.
A pesar de que la luna fuera cada vez más clara a medida que la noche avanzaba, no conociendo bien el lugar, nos detuvimos allí. Y nos quedamos adormilados ahí, entre nuestras cosas. No comimos, ninguno, porque... no podíamos. Pensábamos en ellos dos... Con la primera luz del alba, pasamos el puente y llegamos antes de la hora tercera a Seleucia. Restituimos el carro y el caballo al hospedero y -era un hombre muy bueno -le pedimos consejo respecto a la nave. Dijo: "Voy yo al puerto. Me conocen y conozco gente". Y así hizo. Encontró tres naves que estaban para zarpar para estos puertos. Pero en una de ellas había ciertos... seres que no quisimos tener cerca.
Nos lo dijo el hombre, que lo había sabido por el jefe de la nave. La segunda era de Ascalón, y no quería hacer escala para nosotros en Tiro, a menos que hubiéramos dado una suma que ya no teníamos. La tercera era una goleta bien mísera, cargada de madera bruta. Una barca pobre, con pocos tripulantes, y creo que con mucha miseria. Por eso, a pesar de que se dirigía a Cesárea, aceptó detenerse en Tiro, previo desembolso de una jornada de comida y paga para toda la tripulación.
Nos venía bien. Yo, verdaderamente, y conmigo Mateo, teníamos un poco de miedo. Es época de tempestades... Y ya sabes lo que encontramos a la ida. Pero Simón Pedro dijo: "No sucederá nada". Y subimos a la barca. Iba tan suave y veloz que parecía que los ángeles fueran las velas de la nave. Empleamos para llegar a Tiro menos de la mitad del tiempo tardado a la ida; y en Tiro el patrón fue tan bueno, que nos concedió remolcar la barca hasta cerca de Tolemaida.
Bajaron a la barca Pedro, Andrés y Juan, para las maniobras. Pero era muy simple... No como a la ida... En Tolemaida nos separamos. Estábamos tan contentos, que, antes de bajar todos a la barca, donde estaban ya nuestras cosas, les dimos más dinero del convenido. En Tolemaida nos hemos detenido un día, y luego hemos venido aquí... Pero nunca olvidaremos el dolor sufrido. Simón de Jonás tiene razón.
-¿No tenemos también razón ai decir que el demonio nos ponía obstáculos sólo a la ida? -preguntan más de uno.
-Tenéis razón. Ahora escuchad. Vuestra misión ha terminado. Volvemos hacia Yiftael, a esperar a Felipe y Natanael. Y hay que hacerlo pronto. Luego vendrán los demás. Entretanto, evangelizaremos aquí, en los confines de Fenicia y en la propia Fenicia. Pero todo lo ocurrido ha quedado para siempre sepultado en nuestros corazones.
No se dará respuesta a ninguna pregunta.
-¿Ni siquiera a Felipe y Natanael? Saben que hemos venido contigo.
-Hablaré Yo. He sufrido mucho, amigos, y vosotros lo habéis visto. He pagado con mi sufrimiento la paz de Juan y Síntica. Haced que mi sufrimiento no sea inútil. No carguéis mis hombros con un peso más. ¡Tengo ya muchos!... Y su peso crece cada día que pasa, cada hora que pasa...
Decid a Natanael que he sufrido mucho. Decídselo a Felipe. Y que sean buenos. Decídselo a los otros dos. Pero no digáis más. Decir que habéis entendido que he sufrido, y que os lo he confirmado, es una verdad. No hace falta más.
Jesús habla cansado... Los ocho lo miran apenados, y Pedro, que está detrás de Él, se atreve incluso a acariciarle la cabeza. Jesús la alza y mira a su honesto Simón con una sonrisa de tristeza afectuosa.
-¡No, no puedo verte así! Me parece, tengo la sensación de que la alegría de nuestra unión haya terminado, y que de ella quede la santidad, sólo la santidad.
Entretanto... vamos a Akcib. Te cambiarás de túnica, te rasurarás los carrillos, ordenarás tus cabellos. ¡Así no, así no! No puedo verte así... Me pareces... uno que hubiera logrado huir de manos crueles, o que le hubieran maltratado, o una persona al límite de sus fuerzas... Me pareces Abel de Belén de Galilea, liberado de sus enemigos...
-Sí, Pedro. Pero el maltratado es el corazón de tu Maestro... y no se curará nunca... Es más, será herido cada vez más. Vamos...
Juan suspira:
-Lo siento... hubiera deseado contar a Tomás, que tanto quiere a tu Madre, el milagro de la canción y del ungüento...
-Un día lo contarás... No ahora. Todo manifestaréis un día. Entonces podréis hablar. Yo mismo os diré: "Id a decir todo lo que sabéis". Pero, entretanto, sabed ver en el milagro la verdad, ésta: el poder de la fe. Tanto Juan como Síntica han calmado el mar y curado al hombre no por las palabras, no por el ungüento, sino por la fe con que han usado el nombre de María y el ungüento hecho por Ella.
Y otra cosa: ello se produjo porque en torno a su fe estaba la vuestra, la de todos vosotros, y vuestra caridad. Caridad hacia el herido. Caridad hacia el cretense.
Al primero le quisisteis conservar la vida; al otro quisisteis darle la fe. Pero si aun es fácil curar los cuerpos, cosa muy dura es curar los espíritus... No hay morbo más difícil de erradicar que el espiritual... -y Jesús suspira fuerte.
Están a la vista de Akcib. Pedro se adelanta con Mateo para encontrar alojamiento. Le siguen los demás, compactos en torno a Jesús. El sol declina rápidamente mientras entran en el pueblo...
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