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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO
Autor: María Valtorta
« PARTE 4 de 7 »
TERCER AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS
Partes:
[ 1 ]
[ 2 ]
[ 3 ]
[ 4 ]
[ 5 ]
[ 6 ]
[ 7 ]
313. Preparativos para salir de Nazaret, después de la visita de Simón de Alfeo con su familia. Durante el tercer año,
Jesús será el Justo
314. La cena en la casa de Nazaret. La dolorosa partida
315. El viaje hacia Yiftael y las reflexiones de Juan de Endor
316. Jesús se despide de Juan
de Endor y de Síntica
317. La oración de Jesús por la salvación de Judas Iscariote
318. En barca de Tolemaida
a Tiro
319. Partida de Tiro en la nave del cretense Nicomedes
320. Prodigios en la nave en medio de una tempestad
321. Arribo a Seleucia.
Se despiden de Nicomedes
322. Partida de Seleucia en un carro y llegada a Antioquía
323. La visita a Antigonio
324. Las pláticas de los ocho apóstoles antes de dejar Antioquía. El adiós a Juan de Endor y a Síntica
325. Los ocho apóstoles se reúnen
con Jesús
cerca de Akcib
326. Un alto en Akcib
327. En los confines de Fenicia. Palabras de Jesús sobre la igualdad de los pueblos.
Parábola de la levadura
328. En Alejandrocena donde los hermanos de Hermiona
329. En el mercado de Alejandrocena. La parábola
de los obreros de la viña
330. Santiago y Juan "hijos del trueno". Hacia Akcib
con el pastor Anás
331. La fe de la mujer cananea y otras conquistas. Llegada a Akcib
332. La sufrida separación de Bartolomé, que con Felipe
vuelve a unirse al Maestro
333. Con los diez apóstoles
hacia Sicaminón
334. También Tomas y Judas Iscariote se unen de nuevo al grupo apostólico
335. La falsa amistad de Ismael ben Fabí, y el hidrópico
curado en sábado
336. En Nazaret con cuatro apóstoles. El amor de Tomás
por María Santísima
337. El sábado en Corazín. Parábola sobre los corazones imposibles de labrar. Curación
de una mujer encorvada
338. Judas Iscariote pierde el poder de milagros.
La parábola del cultivador
339. La noche pecaminosa
de Judas Iscariote
340. El enmendamiento de Judas Iscariote y el choque con los rabíes junto al sepulcro de Hil.lel
341. La mano herida de Jesús. Curación de un sordomudo en los confines sirofenicios
342. En Quedes. Los fariseos piden un signo.
La profecía de Habacuc
343. La levadura de los fariseos. El Hijo del hombre.
El primado a Simón Pedro
344. Encuentro con los discípulos en Cesárea de Filipo y explicación de la sedal de Jonás
345. Milagro en el castillo
de Cesárea Paneas
346. Primer anuncio de la Pasión y reprensión a Simón Pedro
347. En Betsaida. Profecía sobre el martirio de los Apóstoles y curación de un ciego
348. Manahén da algunas noticias acerca de Herodes Antipas, y desde Cafarnaúm va con Jesús a Nazaret. Revelación de las transfiguraciones
de la Virgen
349. La Transfiguración en el monte Tabor y el epiléptico curado al pie del monte. Un comentario para los predilectos
350. Lección a los discípulos sobre el poder de vencer
a los demonios
351. El tributo al Templo pagado con la moneda hallada
en la boca del pez
352. Un convertido de María de Magdala. Parábola para el pequeño Benjamín y lección sobre quién es grande
en el reino de los Cielos
353. La segunda multiplicación de los panes y el milagro de la multiplicación de la Palabra
354. Jesús habla sobre el Pan del Cielo en la sinagoga
de Cafarnaúm
355. El nuevo discípulo Nicolái de Antioquía y el segundo anuncio de la Pasión
356. Hacia Gadara. Las herejías de Judas Iscariote y las renuncias de Juan,
que quiere sólo amar
357. Juan y las culpas de Judas Iscariote. Los fariseos y la cuestión del divorcio
358. En Pel.la. El jovencito Yaia y la madre de Marcos de Josías
359. En la cabaña de Matías cerca de Yabés Galaad
360. El malhumor de los apóstoles y el descanso en una gruta. El encuentro
con Rosa de Jericó
361. Los dos injertos que transformarán a los apóstoles. María de Magdala advierte a Jesús de un peligro. Milagro ante la riada del Jordán
362. La misión de las "voces" en la Iglesia futura. El encuentro con la Madre y las discípulas
363. En Rama, en casa de la hermana de Tomás. Jesús habla sobre la salvación.
Apóstrofe a Jerusalén
364. En el Templo. Oración universal y parábola del hijo verdadero y los hijos bastardos
365. Judas Iscariote insidia la inocencia de Margziam. Un nuevo discípulo, hermano de leche de Jesús. En Betania, en la
casa de Lázaro, enfermo
366. Anastática entre las discípulas. Las cartas de Antioquía
367. El jueves prepascual. Preparativos en el Getsemaní
368. El jueves prepascual. En Jerusalén y en el Templo
369. El jueves prepascual. Parábola de la lepra de las casas
370. El jueves prepascual. En el convite de los pobres en el palacio de Cusa
371. El jueves prepascual. Por la noche en el palacio de Lázaro
372. El día de la Parasceve. Despertar en el palacio de Lázaro
373. El día de la Parasceve.
En el Templo
374. El día de la Parasceve. Por las calles de Jerusalén y en el barrio de Ofel
375. La cena ritual en casa de Lázaro y el banquete sacrílego en la casa de Samuel
376. Lección sobre la obra salvífica de los santos, y condena al Templo corrompido
377. Parábola del agua y del junco para María de Magdala, que ha elegido la mejor parte
378. La parábola de los pájaros, criticada por unos judíos enemigos que tienden una trampa
379. Una premonición del
apóstol Juan
380. El amor de los apóstoles, de la contemplación a la acción
381. La parábola del administrador infiel y sagaz. Hipocresía de los fariseos y conversión de un esenio
382. Un alto en casa de Nique
383. Discurso sobre la muerte junto al vado del Jordán
384. El anciano Ananías, guardián de la casita de Salomón
385. Parábola de la encrucijada y milagros cerca del pueblo
de Salomón
386. Hacia la orilla occidental
del Jordán
387. En Guilgal. El mendigo Ogla y los escribas tentadores. Los apóstoles comparados con las doce piedras del
prodigio de Josué
388. Exhortación a Judas Iscariote, que irá a Betania
con Simón Zelote.
389. Llegada a Engadí con
diez apóstoles
390. La fe de Abraham de Engadí y la parábola de la semilla
de palma
391. Curación del leproso Eliseo de Engadí
392. La hostilidad de Masada, ciudad-fortaleza
393. En la casa de campo de María de Keriot
394. Parábola de las dos voluntades y despedida de los habitantes de Keriot
395. Las dos madres infelices de Keriot. Adiós a la madre de Judas
396. En Yuttá, con los niños. La mano de Jesús obradora
de curaciones
397. Despedida de los fieles
de Yuttá
398. Palabras de despedida en Hebrón. Los delirios
de Judas Iscariote
399. Palabras de despedida en Betsur. El amor materno de Elisa
400. En Béter, en casa de Juana de Cusa, la cual habla del daño provocado por Judas Iscariote ante Claudia
401. Pedro y Bartolomé en Béter por un grave motivo.
Éxtasis de la escritora
402. Judas Iscariote se siente descubierto durante el discurso de despedida en Béter
403. Una lucha y victoria espiritual de Simón de Jonás
404. En camino hacia Emaús
de la llanura
405. Descanso en un henil y discurso a la entrada de Emaús de la llanura. El pequeño Miguel
406. En Joppe. Palabras inútiles a Judas de Keriot y diálogo sobre el alma con algunos Gentiles
407. En los campos de Nicodemo. La parábola de los dos hijos
408. Multiplicación del trigo en los campos de José de Arimatea
409. El drama familiar del Anciano Juan
410. Provocaciones de Judas Iscariote en el grupo apostólico
411. Una lección extraída de la naturaleza y espigueo milagroso para una viejecita. Cómo ayudar a quien se enmienda
412. Elogio del lirio de los valles, símbolo de María. Pedro se sacrifica por el bien de Judas
413. Llegada a Jerusalén para la fiesta de Pentecostés y disputa con los doctores del Templo
414. Invectiva contra fariseos y doctores en el convite en casa
del Anciano Elquías
415. Un alto en el camino
en Betania
416. Un mendigo samaritano en el camino de Jericó
417. Historia de Zacarías el leproso y conversión
de Zaqueo el publicano
418. Curación del discípulo José, herido en la cabeza y recogido en la casita de Salomón
419. Curaciones en un pueblecito de la Decápolis. Parábola del escultor y de las estatuas
420. Curación de un endemoniado completo. La vocación de la mujer al amor
421. El endemoniado curado, los fariseos y la blasfemia contra
el Espíritu Santo
422. El Iscariote, con sus malos humores, ocasiona la lección sobre los deberes
y los siervos inútiles
423. Partida del Iscariote, que ocasiona la lección sobre
el amor y el perdón
424. Pensamientos de gloria y martirio ante la vista de la costa mediterránea
425. En Cesárea Marítima. Romanos mundanos y parábola de los hijos con destinos distintos
426. Con las romanas en Cesárea Marítima. Profecía en Virgilio.
La joven esclava salvada
427. Bartolomé instruye
a Áurea Gala
428. Parábola de la viña y del viñador, figuras del alma y del libre albedrío
429. Con Judas Iscariote en la llanura de Esdrelón
430. El nido caído y el escriba cruel. La letra y el espíritu
de la Ley
431. Tomás prepara el encuentro de Jesús con los campesinos
de Jocanán
432. Con los campesinos
de Jocanán, cerca de Sefori
433. Llegada a Nazaret. Alabanzas a la Virgen.
Curación de Áurea
434. Trabajos manuales en Nazaret y parábola
de la madera barnizada
435. Comienzo del tercer sábado en Nazaret y llegada de Pedro con otros apóstoles
436. En el huerto de Nazaret, revelado a apóstoles y discípulas el precio de la Redención
437. Coloquio
de Jesús con
su Madre
438. María Santísima con María de Alfeo en Tiberíades, donde Valeria. Encuentro con Judas Iscariote
439. María Santísima enseña a Áurea a hacer la voluntad de Dios
440. Otro sábado en Nazaret. Obstinación de José de Alfeo
441. Partida de Nazaret. Un incendio de brezos durante el viaje viene a ser el tema de una parábola
442. Judas Iscariote en Nazaret en casa de María
443. La muerte del abuelo de Margziam
444. Las dotes de Margziam. Lección sobre la caridad, sobre la salvación, sobre los méritos del Salvador
445. Dos parábolas durante una tormenta en Tiberíades. Llegada de Maria Stma., e impenitencia de Judas Iscariote
446. Llegada a Cafarnaúm en medio de un cálido recibimiento
447. En Cafarnaúm unas palabras de Jesús sobre la misericordia y el perdón no encuentran eco
448. Encuentro de barcas en el lago y parábola sugerida por Simón Pedro
449. El pequeño Alfeo desamado de su madre
450. Milagros en el arrabal cercano a Ippo y curación del leproso Juan
451. Discurso en el arrabal cercano a Ippo sobre los deberes de los cónyuges y de los hijos
452. El ex leproso Juan se hace discípulo. Parábola de los diez monumentos
453. Llegada a Ippo y discurso en pro de los pobres. Curación de un esclavo paralítico
454. María Santísima y su amor perfecto. Conflicto de Judas Iscariote con el pequeño Alfeo
455. La Iglesia es confiada a la maternidad de María. Discurso, al pie de Gamala, en pro
de unos forzados
456. Despedida de Gamala y llegada a Afeq. Advertencia a la viuda Sara y milagro en su casa
457. Discurso en Afeq, tras una disputa entre creyentes y no creyentes. Sara se hace discípula
458. Una curación espiritual en Guerguesa y lección sobre
los dones de Dios
459. El perdón a Samuel de Nazaret y lección sobre
las malas amistades
460. Fariseos en Cafarnaúm con José y Simón de Alfeo. Jesús y su Madre preparados
para el Sacrificio
461. Confabulación en casa de Cusa para elegir a Jesús rey. El griego Zenón y la carta de Síntica con la noticia de la muerte de Juan de Endor
462. Discurso y curaciones en las fuentes termales de Emaús
de Tiberíades
463. En Tariquea. Cusa, a pesar del discurso sobre la naturaleza del reino mesiánico, invita a Jesús a su casa. Conversión de una pecadora
464. En la casa de campo de Cusa, intento de elegir rey a Jesús. El testimonio
del Predilecto
465. En Betsaida para un encargo secreto a Porfiria. Apresurada partida de Cafarnaún
466. Un alto en la casa de los ancianos cónyuges Judas y Ana
467. Parábola de la distribución de las aguas. Perdón condicionado para el campesino Jacob. Advertencias a los apóstoles camino de Corazín
468. Un episodio de enmendamiento de Judas Iscariote, y otros que
ilustran su figura
469. Despidiéndose de los pocos fieles de Corazín
470. Lección a una suegra sobre los deberes del matrimonio
471. Encuentro con el levita José, llamado Bernabé, y lección
sobre Dios-Amor
472. Solicitud insidiosa de un juicio acerca de un hecho ocurrido en Yiscala
473. Curación de un niño ciego de Sidón y una lección
para las familias
474. Una visión que se pierde en un arrobo de amor
475. Abel de Belén de Galilea pide el perdón para sus enemigos
476. Lección sobre el cuidado de las almas y perdón a los dos pecadores castigados con la lepra
477. Coloquio de Jesús con su Madre en el bosque de Matatías. Los sufrimientos morales
de Jesús y María
478. Coloquio de Jesús con José y Simón de Alfeo, que van a la fiesta de los Tabernáculos
479. Con Juan al pie de la torre de Yizreel en espera de los campesinos de Jocanán
480. Parten de Yizreel tras la visita nocturna de los campesinos de Jocanán
481. Llegada a Enganním. Maquinaciones de Judas Iscariote para impedir una trama
de los fariseos
482. En camino con un pastor samaritano que ve
premiada su fe
483. Polémica de los apóstoles sobre el odio de los judíos. Los diez leprosos curados en Samaria
484. Alto obligado en las cercanías de Efraím y parábola de la granada
485. Jesús llega con los apóstoles a Betania, donde ya están algunos discípulos con Margziam
486. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Reino
487. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Discurso sobre la naturaleza del Cristo
488. En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos. Partida secreta hacia Nob después
de la oración
489. En Nob. Parábola del rey no comprendido por sus súbditos. Jesús calma el viento
490. En el campo de los Galileos con los primos apóstoles y encuentro con el levita Zacarías
491. TEn el Templo el último día de la fiesta de los Tabernáculos. Sermón sobre el Agua viva
492. En Betania se evoca la memoria de Juan de Endor
493. Jesús habla cabe la fuente de En Royel, lugar en que hicieron un alto los tres Sabios
494. La mujer adúltera y la hipocresía de sus acusadores
495. Jesús instruye acerca del perdón de los pecadores, y se despide de sus discípulos en el camino de Betania
496. Un alto en la casita de Salomón. Improvisa turbación
de Judas Iscariote.
497. Simón Pedro atraviesa una hora de abatimiento
498. Exhortación a Judas Tadeo y a Santiago de Zebedeo después de una discusión
con Judas Iscariote
499. Fuga de Esebón y encuentro con un mercader de Petra
500. Reflexiones de Bartolomé y Juan después de un retiro
en el monte Nebo
501. Parábola de los hijos lejanos. Curación de dos hijos ciegos del hombre de Petra
502. Otro abatimiento en Pedro. Lección sobre las posesiones (divinas y diabólicas)
503. Los apóstoles indagan acerca del Traidor. Un saduceo y la infeliz mujer de un nigromante. Saber distinguir lo sobrenatural de lo oculto
504. Margziam preparado para la separación. Regreso a la aldea de Salomón y muerte de Ananías
505. En el Templo, una gracia obtenida con la oración incesante y la parábola del juez y la viuda
506. En el Templo, oposición al discurso que revela que Jesús
es la Luz del mundo
507. El gran debate con los judíos. Huyen del Templo con la ayuda del levita Zacarías
508. Juan será la luz de Cristo hasta el final de los tiempos. El pequeño Marcial-Manasés acogido por José de Seforí
509. El anciano sacerdote Matán acogido con los apóstoles y discípulos que han huido
del Templo
510. La curación de un ciego
de nacimiento
511. En la casa de Juan de Nob, otra alabanza a la Corredentora. Embustes de Judas Iscariote
512. Profecía ante un pueblo destruido
513. En Emaús Montana, una parábola sobre la verdadera sabiduría y una advertencia
a Israel
514. Consejos sobre la santidad a un joven indeciso. Reprensión a los habitantes de Bet-Jorón después de la curación de un romano y una judía
515. Las razones del dolor salvífico de Jesús. Elogio de la obediencia y lección sobre
la humildad
516. En Gabaón, milagro del mudito y elogio de la sabiduría como amor a Dios
517. Hacia Nob. Judas Iscariote, tras un momento polémico, reconoce su error
518. En Jerusalén, encuentro con el ciego curado y palabras que revelan a Jesús como
buen Pastor
519. Inexplicable ausencia de Judas Iscariote y alto en Betania, en casa de Lázaro
520. Conversaciones en torno a Judas Iscariote, ausente. Llegada a Tecua con el anciano Elí-Ana
521. En Tecua, Jesús se despide de los habitantes del lugar y del anciano Elí-Ana
522. Llegada a Jericó. El amor terreno de la muchedumbre y el amor sobrenatural del
convertido Zaqueo
523. En Jericó. La petición a Jesús de que juzgue a una mujer. La parábola del fariseo y el publicano tras una comparación entre pecadores y enfermos
524. En Jericó. En casa de Zaqueo con los pecadores convertidos
525. El juicio sobre Sabea
de Betlequí
526. T526 Curaciones cerca del vado de Betabara y discurso en recuerdo de Juan el Bautista
527. Desconocimiento y tentaciones en la naturaleza humana de Cristo
528. En Nob. Consuelo materno de Elisa y regreso inquietante de Judas Iscariote
529. Enseñanzas a los apóstoles mientras realizan trabajos manuales en casa de Juan de Nob
530. Otra noche de pecado de Judas Iscariote
531. En Nob, enfermos y peregrinos venidos de todas partes. Valeria y el divorcio. Curación del pequeño Leví
532. Preparativos para las Encenias. Una prostituta enviada a tentar a Jesús, que deja Nob
533. Hacia Jerusalén con
Judas Iscariote
534. Enseñanzas y curaciones en la sinagoga de los libertos romanos. Un encargo
para los gentiles
535. Judas Iscariote llamado
a informar a casa de Caifás
536. Curación de siete leprosos y llegada a Betania con los apóstoles ya reunidos. Marta y María preparadas por Jesús
a la muerte de Lázaro
537. En el Templo en la fiesta de la Dedicación, Jesús se manifiesta a los judíos, que intentan apedrearle
538. Jesús, orante en la gruta de la Natividad, contemplado por los discípulos ex pastores
539. Juan de Zebedeo se acusa de culpas inexistentes
540. La Madre confiada a Juan. Encuentro con Manahén y lección sobre el amor a los animales. Conclusión del tercer año
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406- En Joppe. Palabras inútiles a Judas de Keriot y diálogo sobre el alma con algunos Gentiles
Veo a Jesús sentado en un patio interior de una casa de decente aspecto, pero no lujosa. Parece muy cansado. Está sentado en un banco de piedra colocado al lado de un pozo, bajo de brocal, sobre el cual hay una pérgola verde en forma de arco. Los racimos apenas si se insinúan.
Hace poco debe haber caído la flor, y los pequeños granos parecen de mijo, colgados de sutiles pedúnculos verdes.
Jesús tiene apoyado el codo derecho en la rodilla derecha, y el mentón en el hueco de la mano; algunas veces, como para descansar mejor, apoya el brazo, doblado, en el borde del pozo, y en el brazo la cabeza. Como si quisiera dormir. El pelo entonces desciende como velo sobre su rostro cansado, que, si no, vese pálido y serio entre las matas onduladas de sus cabellos blondo-rojos.
Una mujer va y viene con las manos enharinadas, pasando de una habitación de la casa a un tabuco que está en el lado opuesto del patio y que debe ser el horno. Todas las veces mira a Jesús. Pero no turba su descanso. Debe estar ya cercano el atardecer, porque el sol apenas ya toca la cima de la terraza que corona la casa; cada vez menos, cada vez menos, hasta que la abandona.
Unas diez palomas quieren bajar al patio, zureando, para su última comida. Giran alrededor de Jesús, como para hacerse idea de quién es el desconocido, y, desconfiadas, no se atreven a posarse en el suelo. Jesús deja sus pensamientos y sonríe, extiende una mano, vuelta hacia arriba la palma, y dice:
-¿Tenéis hambre? Venid -como si hablara a seres humanos. La más audaz se posa en esa mano, y después de ésta, otra y otra más. Jesús sonríe: «No tengo nada Yo» dice ante sus peticiones hechas de arrullos. Y luego llama a la mujer en voz alta: « ¡Mujer! Tus palomas tienen hambre. ¿Tienes grano para ellas?».
-Sí, Maestro. Está en el saco que hay debajo del pórtico. Voy yo ahora.
-Deja. Se lo doy Yo. Me gusta.
-No irán. No te conocen.
-¡Tengo ya palomas en los hombros y hasta en la cabeza!...
Jesús camina, en efecto, con su extraña cimera, hecha de una paloma plomosa, que tiene un pecho que parece una coraza preciosa por su riqueza de tornasoles.
La mujer, incrédula, se asoma y exclama:
-¡Oh!
-¿Lo ves? Las palomas son mejores que los hombres, mujer. Sienten quién las quiere. Los hombres... no.
-No te preocupes por lo sucedido, Maestro. Aquí son pocos los que te odian; los otros, si no todos, te quieren, te respetan al menos.
-No, si esto no me deprime. Lo digo para hacerte la observación de que frecuentemente los animales son mejores que los hombres.
Jesús ha abierto el saco y ha hundido en él su larga mano, ha extraído el dorado grano y se lo ha puesto en el vuelo de su manto. Lo cierra y vuelve al centro del patio, defendiéndose de la intromisión de las palomas, que quieren servirse ellas mismas. Abre su taleguito y esparce por el suelo los granos, y ríe ante el carrusel que forman estas glotonas aves, y por sus riñas. Pronto acaba la comida. Las palomas beben en un plato hondo que hay junto al pozo, y miran todavía a Jesús.
-Ahora marchaos. No hay nada más.
Los animalitos revolotean y se posan aún un poco en los hombros y las rodillas de Jesús para volver luego a sus nidos. Jesús cae de nuevo en su meditación.
Golpes vigorosos en la puerta. La mujer se apresura a abrir. Son los discípulos.
-Venid -dice Jesús.
-¿Habéis distribuido el dinero a los pobres?
-Sí, Maestro.
-¿Hasta la última moneda? Recordad que lo que nos dan no es para nosotros, sino para la caridad. Nosotros somos pobres y vivimos de la misericordia de los demás. ¡Desdichado el apóstol que aprovecha su misión para fines humanos!
-¿Y si un día estamos sin pan y nos acusan de violar la Ley porque imitamos a los gorriones desgranando espigas?
-¿Te ha faltado algo alguna vez, Judas?, ¿algo esencial, desde que estás conmigo? ¿Has caído desfallecido alguna vez por el camino?
-No, Maestro.
-¿Cuando te dije: "Ven", te prometí comodidades y riquezas? En mis palabras a los que me escuchan, he prometido alguna vez que daría a los "míos" ganancia en la Tierra'?
-No, Maestro.
-¿Y entonces, Judas? ¿Por qué estás tan distinto? ¿No sabes, no sientes que tu descontento, tu mengua me producen dolor? ¿No ves que este descontento se comunica a tus hermanos? ¿Por qué, Judas, amigo, tú que has sido llamado a tan alto destino, tú que viniste con tanto entusiasmo a mi amor y a mi luz, ahora me abandonas?
-Maestro, no te abandono. Soy el que más se preocupa de ti, de tus intereses, de tu éxito. Quisiera verte triunfar en todas partes, créeme.
-Lo sé. Humanamente quieres esto. Ya es mucho. Pero Yo no quiero eso, Judas, amigo mío... He venido para mucho más que un triunfo humano y un reino humano... He venido, no para dar a mis amigos migajas de un triunfo humano, sino para daros una retribución generosa, llena, copiosa; una retribución que de tan llena no es ya retribución: es coparticipación en mi Reino eterno, es unión en los derechos de hijos de Dios... ¡Oh! ¡Judas! ¿Por qué no te exalta esta sublime herencia, a que se accede por renuncia, pero que no conoce ocaso?
Ven más cerca, Judas. ¿Ves? Estamos solos. Los otros han comprendido que quería hablarte a ti, distribuidor de mis... riquezas, de las limosnas que el Hijo del hombre, que el Hijo de Dios recibe para darlas en nombre de Dios y del Hombre al hombre. Y se han retirado a la casa. Estamos solos, Judas, en esta hora tan dulce del atardecer en que nuestro corazón vuela a nuestras casas lejanas, a nuestra, madres, que, sin duda, mientras preparan sus cenas solitarias, piensan en nosotros y acarician con su mano el lugar donde nos sentábamos antes de esta hora de Dios, en que la Voluntad santísima nos ha tomado para promover el amor a Él en espíritu y en verdad.
¡Nuestras madres! La mía, tan santa y pura, y que tanto os quiere y que ora por vosotros, amigos de su Jesús... La mía, cuya única paz en las tribulaciones de su maternidad de Madre del Cristo, es la de verme rodeado de vuestro afecto... No defraudéis, no hiráis este corazón de Madre, amigos. ¡No lo quebrantéis con una mala acción vuestra! Tu madre, Judas. Tu madre, que la última vez que hemos pasado por Keriot no terminaba de bendecirme y quería besarme los pies, porque es feliz de que su Judas esté en la luz de Dios, y me decía: "¡Oh! ¡Maestro! ¡Haz santo a mi Judas!
¿Qué quiere un corazón de madre, sino el bien de su hijo? ¿Y qué bien hay mayor que el Bien eterno?". ¡Exacto! ¡Qué bien será mayor, Judas, que aquel al que quiero llevaros y al cual se llega siguiendo mi camino? Santa mujer tu madre, Judas. Una verdadera hija de Israel. No quise que me besara los pies, porque sois mis amigos y porque en cada una de vuestras madres, en cada madre buena, veo a la mía, Judas.
Y Yo quisiera que vosotros, en la vuestra, vierais a la mía con su tremendo destino de Corredentora; y no quisierais matarla, no, no quisierais matarla... porque os parecería matar a la vuestra.
Judas, no llores. ¿Por qué llorar? Si no tienes en el corazón nada que te remuerda hacia tu madre, que lo es también mía, ¿por qué te brota ese llanto? Ven aquí, pon la cabeza en mi hombro y manifiesta a tu Amigo tu angustia.
¿Has faltado? ¿Te sientes próximo a faltar? ¡Oh! ¡No estés solo! Vence a Satanás con la ayuda de quien te ama. Soy Jesús, Judas. Soy el Jesús que sana las enfermedades y expulsa a los demonios. Soy el Jesús que salva... y que te quiere mucho, que se aflige viéndote tan debilitado. Soy el Jesús que enseña que se debe perdonar setenta veces siete. Pero Yo, en mi caso, no setenta sino setecientas, siete mil veces siete os perdono... y no hay pecado, Judas, no hay pecado, Judas, no hay pecado, Judas, que Yo no perdone, que Yo no perdone, que Yo no perdone, si, arrepentido, el culpable me dice: “Jesús, he pecado". Menos aún, si tan sólo dice:
"¡Jesús!". Aún menos, con sólo mirarme suplicante. Y los primeros pecados que perdono, ¿sabes, amigo, a quiénes se los perdono? A los más culpables y a los más arrepentidos.
Y los primeros en absoluto que perdono, ¿sabes cuáles son?: los pecados contra mí.
¿Judas?... ¿No encuentras una palabra de respuesta para tu Maestro?... ¿Tan grave es tu angustia que te corta la palabra? ¿Temes que te denuncie? ¡No lo temas! Hace mucho que quiero hablarte así, teniéndote apoyado en mi Corazón, como dos hermanos nacidos en una cuna, de un único parto, casi una carne sola, dos que se han intercambiado recíprocamente el tibio pezón y han sentido el sabor de la saliva fraterna unida al dulzor de la leche materna.
Ahora te tengo y no te dejo, hasta que no me digas que te he curado. No temas, Judas. Es una confesión lo que quiero. Pero tus compañeros, de tanto como resplandecerán después de este coloquio nuestros rostros, de paz recíproca y de recíproco amor, pensarán que es un coloquio de amor.
Y haré que lo crean cada vez más, teniendo tu cabeza sobre mi pecho esta noche en la cena, untándote mi propio pan y ofreciéndotelo con predilección, y serás el primero al que dé la copa, después de haber dado las gracias a Dios.
Serás el rey del convite, Judas. Y lo serás realmente. Esposa del Esposo serás, oh alma a la que amo, si te haces puro y libre, depositando tu fango en mi seno purificador ¿Todavía no hablas para explicarme tu llanto?
-Me has hablado tan dulcemente... de mi madre... de la casa... de tu amor... Un momento de debilidad... ¡Estoy tan cansado!... Y me parecía que Tú ya no me amaras así desde hacía tiempo...
-No. No es esto. En tus palabras no hay más que una verdad: que estás cansado. Pero no cansado del camino, del polvo, del sol, del barro, de la multitud. Estás cansado de ti. Tu alma está cansada de tu carne y de tu mente. Tan cansada que acabará apagándose por mortal cansancio.
¡Pobre alma a la que llamé a los resplandores eternos! ¡Pobre alma que sabe que te amo y te acusa de arrebatarla a mi amor! ¡Pobre alma que te acusa -inútilmente, como Yo, inútilmente, te acaricio con mi amor -de obrar engañosamente con tu Maestro! Pero no eres tú el que actúa. Es el que te odia y me odia. Por eso te decía: "No estés solo".
Pues bien, escucha. Tú sabes que mis noches pasan en gran parte en oración. Si un día sientes en ti la valentía de ser hombre y la voluntad de ser mío, ven a mí mientras tus compañeros duermen. Las estrellas, las flores, los pájaros son testigos prudentes y buenos. Secretos. Compasivos. Se horrorizan por el delito cometido, ante sus ojos, pero no toman la palabra para decir a los hombres:
"Éste es un Caín de su hermano". ¿Has comprendido, Judas?
-Sí, Maestro. Pero, créeme, lo único que me pasa es que estoy cansado y emocionado. Yo te amo con todo mi corazón y...
-Bien. Basta.
-¿Me das un beso, Maestro?
-Sí, Judas. Éste y otros te daré...
Jesús suspira profundamente, con pena. Pero besa a Judas en la mejilla. Y luego le toma la cabeza entre las palmas y teniéndolo bien apretado entre la prensa de sus manos, frente a sí, a la distancia de pocos decímetros, lo mira fijamente, lo escruta, lo perfora con su mirada magnética.
Y el infame de Judas ni se inmuta. Aparentemente permanece impertérrito ante este examen. Sólo se pone un poco pálido y cierra un instante los ojos. Y Jesús lo besa en los párpados bajados, y luego en la boca y luego en el corazón, agachando la cabeza para buscar el corazón del discípulo... y dice:
-Para alejar las ofuscaciones, para hacerte sentir la dulzura de Jesús, para fortalecerte el corazón.
(El beso en la boca como señal de amistad en el Israel del tiempo de Jesús era algo usual, acostumbrado; actualmente se practica en el pueblo ruso y otros países orientales; en España o Francia es costumbre, sin embargo, besarse en las mejillas los parientes)
Y luego lo suelta y se encamina hacia la casa, seguido por Judas.
-¡Llegas a punto, Maestro! Todo está listo. Te esperábamos sólo a ti -dice Pedro.
-Ya. Bien. Estaba hablando con Judas de muchas cosas... ¿Verdad, Judas? Habrá que pensar también en aquel pobre anciano al que le mataron al hijo.
-¡Ah!
Judas coge al vuelo esta buena ocasión para terminar de recobrarse y para desviar las sospechas de los demás, si es que las hubiera.
-¡Ah! ¿Sabes, Maestro? Hoy nos ha parado un grupo de gentiles mezclados con judíos de las colonias romanas de Grecia. Querían saber muchas cosas. Hemos respondido como hemos podido. Pero está claro que no los hemos convencido. De todas formas, han sido buenos y nos han dado mucha moneda. Aquí está, Maestro. Vamos a poder hacer mucho bien.
Y Judas pone en la mesa una gruesa bolsa de blanda piel, la cual, golpeando contra aquélla, suena con sonido de plata. Es gruesa como una cabeza de niño.
-De acuerdo, Judas. Distribuirás el dinero con equidad. ¿Qué querían saber esos gentiles?
-Cosas sobre la vida futura... si el hombre tiene alma y si es inmortal. Mencionaban los nombres de maestros suyos. Pero nosotros... ¿qué podíamos decir?
-Debíais haberles dicho que vinieran.
-Se lo hemos dicho. Quizás vienen.
Sigue la comida. Jesús tiene cerca a Judas y le da el pan mojado en el jugo que hay en el plato de la carne asada.
Están comiendo pequeñas aceitunas negras cuando se oye llamar a la puerta. Pasado un momento, entra la mujer de la casa y dice:
-Maestro, te requieren.
-¿Quiénes son?
-Hombres extranjeros.
-¡Imposible! ¡El Maestro está cansado! ¡Lleva todo el día andando y hablando! ¡Y además, gentiles en casa! ¡Figúrate!». Los doce están revolucionados como una colmena disturbada.
-¡Chist! ¡Paz! No me es fatigoso escuchar a quien me busca. Es mi descanso.
-¡Podría ser una trampa! ¡A esta hora!...
-No. No lo es. Estad tranquilos y descansad vosotros. Yo ya he descansado mientras os esperaba. Voy. No os pido que vengáis conmigo, a pesar de que... a pesar de que os digo que precisamente a los gentiles tendréis que llevar vuestro judaísmo, que ya no será sino cristianismo. Esperadme aquí».
-¿Vas solo? ¡Ah! ¡Eso nunca! -dice Pedro, y se levanta.
-Quédate donde estás. Voy solo.
Sale. Se asoma a la puerta de la calle. En el crepúsculo son muchos hombres los que esperan.
-La paz sea con vosotros. ¡Me requeríais?
-¡Salve, Maestro!
Habla un anciano de grave aspecto, vestido con una túnica romana que sobresale bajo un pequeño manto de forma redondeada y provista de capucha, que cubre su cabeza.
-Hoy hemos hablado con tus discípulos. Pero no nos han sabido decir mucho. Quisiéramos hablar contigo.
-¿Sois los de la generosa limosna? Gracias por los pobres de Dios». Jesús se vuelve a la dueña de la casa y dice:
«Mujer, salgo con éstos. Di a los míos que vengan a reunirse conmigo a la orilla, porque, si no veo mal, éstos son comerciantes de los emporios...
-Y navegantes, Maestro. Bien ves.
Salen todos juntos a la calle, iluminada por un hermoso claro de luna.
-¿Venís de lejos?
Jesús está en el centro del grupo. A su lado, el anciano que habló primero, un anciano de buena presencia y afilado perfil latino. Al otro lado va otro también entrado en años, de rostro netamente hebreo; y luego, alrededor, dos o tres delgados y aceitunados, de ojos penetrantes y un poco irónicos, y otros más robustos de distintas edades.
Unas diez personas.
-Somos de las colonias romanas de Grecia y Asia. Parte judíos, parte gentiles... No nos atrevíamos a venir por este motivo... Pero nos han asegurado que no desprecias a los gentiles... como hacen los otros... Los judíos observantes, quería decir, los de Israel, porque en otros lugares también los judíos son... menos intransigentes.
Tanto que yo, romano, tengo por esposa a una judía de Licaonia, y éste, hebreo de Éfeso, tiene por esposa a una romana.
-No desprecio a nadie... Pero hay que comprender a quienes todavía no saben pensar que, siendo Uno el Creador, todos los hombres son de una única sangre.
-Sabemos que eres grande entre los filósofos. Y cuanto dices lo confirma. Grande y bueno.
-Bueno es quien hace el bien. No quien habla bien.
-Tú hablas bien y obras el bien. Por tanto eres bueno.
-¿Qué queríais saber por mí?
-Hoy -y perdona, Maestro, si te cansamos con nuestras curiosidades, pero son curiosidades buenas, porque buscan con amor la Verdad -, hoy queríamos saber por los tuyos la verdad acerca de una doctrina que fue ya señalada por filósofos antiguos de Grecia, y que Tú -eso nos dicen -vuelves a predicar más grande y hermosa. Eunica, mi mujer, habló con judíos que te escucharon y me repitió aquellas palabras. Es que Eunica, griega, es culta y conoce las palabras de los sabios de su patria. Encontró puntos comunes entre tus palabras y las de un gran filósofo griego. Y también a Éfeso llegaron esas palabras tuyas.
Conque, habiendo venido a este puerto, quién por comercio, quién por rito, nos hemos encontrado de nuevo los amigos y hemos hablado. Los negocios no distraen de pensar también en otras cosas más elevadas. Llenados los almacenes, y las bodegas, tenemos tiempo de resolver esta duda. Tú dices que el alma es eterna. Sócrates dice que es inmortal. ¿Conoces las palabras del maestro griego?
-No. No he estudiado en las escuelas de Roma ni de Atenas. Pero, de todas formas, habla. Te entiendo igualmente. No ignoro el pensamiento del filósofo griego.
-Sócrates, contrariamente a lo que creemos nosotros los de Roma, y también a lo que creen vuestros saduceos, admite y sostiene que el hombre tiene un alma, y que ésta es inmortal. Dice que, siendo inmortal, la muerte no es más que una liberación para el alma y paso de ella de una cárcel a un lugar libre, donde se reúne con aquellos a quienes amó, y allí conoce a los sabios de cuyo ingenio oyó hablar, y a los grandes, a los héroes, a los poetas, y no encuentra ya ni injusticias ni dolor, sino felicidad eterna, en una morada de paz, abierta a las almas inmortales que vivieron con justicia. ¿Tú que opinas de esto, Maestro?
-En verdad te digo que el maestro griego, a pesar de estar en el error de una religión no verdadera, estaba en la verdad llamando inmortal al alma. Buscador de lo Verdadero y cultor de la Virtud, sen tía en el fondo de su espíritu susurrar la voz del Dios desconocido, del verdadero Dios, del Dios único: el altísimo Padre de quien Yo vengo para llevar a los hombres a la Verdad. El hombre tiene un alma.
Una. Verdadera. Eterna. Señora. Merecedora de premio o castigo. Toda suya. Creada por Dios. Destinada, en el Pensamiento creador, a volver a Dios. Vosotros, gentiles, demasiado os dedicáis al culto de la carne. Admirable obra, en verdad, que lleva la señal del Pulgar eterno. Demasiado admiráis la mente, joya encerrada en el cofre de vuestra cabeza, desde donde emana sus sublimes rayos.
Grande, supremo don de Dios Creador, que os ha hecho según su Pensamiento como formas, o sea, obra perfecta de órganos y miembros, y os ha dado su semejanza con el Pensamiento y con el Espíritu. Pero la perfección de la semejanza está en el espíritu. Porque Dios no tiene miembros ni calígine de carne, como tampoco tiene sentidos ni fómite de lujuria, sino que es Espíritu purísimo, eterno, perfecto, inmutable, incansable en el obrar, y se renueva continuamente en sus obras, adecuadas paternalmente al camino ascendente de su criatura.
El espíritu, creado por una misma Fuente de potencia y bondad, para cada hombre, no conoce inicial variación de perfección, pero conoce muchas variaciones a partir de su infusión en la carne. Uno solo es el Espíritu increado y perfectísimo, y que siempre ha permanecido así; tres han sido los espíritus creados perfectos y...
-Uno eres Tú, Maestro.
-No Yo. En mi Carne Yo tengo el Espíritu divino, no creado sino generado por el Padre por exuberancia de amor. Y tengo alma, el alma que me ha creado el Padre, siendo Yo, ahora, el Hombre; alma perfecta como conviene al Hombre Dios. Hablo de otros espíritus.
(No Yo. En una copia mecanografiada, MV añadió: Habla aquí como Dios-Verbo “por quien todas las cosas fueron
hechas ", incluso su alma de Hombre. Si hablara como Hombre, diría que Dios, o sea, también Él, creó "el único espíritu perfectísimo" para unirlo a su Carne de Verbo encarnado en que todos las perfecciones convergen. Y habla con gentiles, por tanto, de forma adecuada a su ignorancia pagana)
-¿Cuáles, pues?
-Los dos progenitores de quienes viene la raza, creados perfectos y posteriormente caídos, voluntariamente, en imperfección. El tercero, creado para delicia de Dios y del Universo, es demasiado superior a la posibilidad de pensamiento y de fe del mundo de ahora como para que os lo señale. Los espíritus, decía, creados por una misma Fuente con igual medida de perfección, sufren luego, por su mérito y voluntad, una dúplice metamorfosis.
-¿Entonces admites segundas vidas?
-No hay más que una vida. En ella el alma, que ha recibido la semejanza inicial con Dios, pasa, por la justicia fielmente practicada en todas las cosas, a una más perfecta semejanza, a una, diría, segunda creación de sí misma, por lo que pasa a una doble semejanza con su Creador, haciéndose capaz de pasar a poseer la santidad, que es perfección de justicia y semejanza de hijo con el Padre. Ésta se da en los bienaventurados, o sea, en aquellos que vuestro Sócrates dice que habitan en el Hades, mientras que Yo os digo que, cuando la Sabiduría haya dicho sus palabras y las haya firmado con la sangre, éstos serán llamados los bienaventurados del Paraíso, del Reino, es decir, de Dios.
-¿Y dónde están ahora éstos?
-Esperando.
-¿A qué?
-Al Sacrificio. Al Perdón. A la Liberación.
-Se dice que será el Mesías el Redentor, y que ése eres Tú... ¿Es verdad?
-Es verdad. Soy Yo, el que os habla.
-¿Entonces deberás morir? ¿Por qué, Maestro? El mundo tiene mucha necesidad de Luz, ¿y Tú quieres dejarlo?
-¿Tú, griego, me preguntas esto? ¿Tú, en quien las
palabras de Sócrates tienen trono?
-Maestro, Sócrates era un justo. Tú eres santo. Mira cuánta necesidad de santidad tiene la Tierra.
Aumentará potenciada diez mil veces por cada dolor, cada herida, cada gota de mi Sangre.
-¡Por Júpiter! Jamás hubo un estoico mayor que Tú, que no te limitas a predicar el desprecio de la vida, sino que te apresuras a desecharla.
-No desprecio la vida. La amo como la cosa más útil para comprar la salvación del mundo.
-¡Pero eres joven, Maestro, para morir!
-Tu filósofo dice que los dioses aman lo santo, y tú me has llamado santo. Si soy santo, debo tener sed de volver a la Santidad de la cual he venido. Nunca tan joven, pues, como para no tener esta sed. Dice también Sócrates que quien es santo anhela hacer cosas gratas a los dioses. ¿Qué cosa más grata que restituir al abrazo del Padre a los hijos que la culpa ha alejado y dar al hombre la paz con Dios, fuente de todo bien?
-Dices que no conoces las palabras socráticas. ¿Cómo es que sabes entonces estas que dices?
-Yo sé todo. El pensamiento de los hombres -cuanto es pensamiento bueno -no es sino el reflejo de un pensamiento mío. Cuanto no es bueno no es mío; de todas formas, lo he leído en las épocas históricas y he sabido, sé y sabré, cuando fue, es y será dicho. Yo sé.
-Señor, ven a Roma, faro del mundo. Aquí estás rodeado de odio, allí te rodeará la veneración.
-Al hombre. No al Maestro de lo sobrenatural. Yo he venido para lo sobrenatural, que debo ofrecer a los hijos del pueblo de Dios, a pesar de que sean los más duros con el Verbo.
-¿Roma y Atenas no te tendrán, entonces?
-Me tendrán. No temáis. Me tendrán. Los que quieran tenerme me tendrán.
-Pero si te matan...
-El espíritu es inmortal. El de cada uno de los hombres. ¿No lo va a ser el mío, Espíritu del Hijo de Dios? Iré con mi Espíritu operante... Iré... Veo las muchedumbres infinitas y las casas elevadas en honor de mi Nombre... Están en todos los lugares... Hablaré en las catedrales y en los corazones... No conocerá pausa mi evangelización... El Evangelio recorrerá la Tierra... los buenos, todos a mí... y... paso a la cabeza de mi ejército de santos, y lo llevo al Cielo. Venid a la Verdad...
-¡Oh! ¡Señor! Tenemos el alma envuelta en fórmulas y en errores ¿Cómo lograremos abrir sus puertas?
-Yo abriré las puertas del Infierno, abriré las puertas de vuestro Hades y de mi Limbo. ¿No voy a poder abrir las vuestras? Decid "Quiero" y, como cierre hecho con alas de mariposa, caerán pulverizadas al paso de mi Rayo.
-¿Quién vendrá en tu Nombre?
-¿Veis a aquel hombre que viene hacia aquí junto con otro poco más que adolescente? Ellos irán a Roma y al mundo. Y con ellos muchos otros. Tan diligentes, como ahora, por el amor a mí que los impulsa y que no los deja hallar descanso sino a mi lado, irán, por el amor de los redimidos por mi Sacrificio, a buscaros, a reuniros, a conduciros a la Luz. ¡Pedro! ¡Juan! Venid. He terminado, creo. Ahora estoy con vosotros. ¿Tenéis algo más que decirme?
-Sí, Maestro. Que nos vamos y llevamos con nosotros tus palabras.
-Germinen en vosotros con raíces eternas. Id. La paz sea con vosotros.
-Salve a ti, Maestro. Y la visión termina...
Pero dice todavía Jesús:
-¿Estás agotada? El dictado ha sido cansado. Más dictado que visión. Pero es un tema deseado por algunos. ¿Quién? Lo sabrás en mí Día. Ahora ve en paz tú también.
Por mi parte añado que el coloquio entre Jesús y los gentiles tenía lugar en una calle de ciudad marítima paralela a la orilla. Bien visibles con el claro de luna eran las serenas olas, que iban a morir con resaca en los escollos del rompeolas de un vasto puerto lleno de naves.
No he podido decirlo antes, porque el grupo ha hablado sin parar y, si describía el lugar, perdía el hilo de las palabras. Hablan caminando por un tramo de la calle cercano al puerto. La calle está solitaria porque no hay viandantes, y todos los marineros han regresado a sus naves, cuyos faroles rojos se ven resplandecer como estrellas de rubí en la noche. Esta ciudad (Joppe) es bonita e importante.
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